Brasil
El discurso de odio de Bolsonaro se impone en las elecciones de Brasil
Elegido por 57,8 millones de personas la victoria de Bolsonaro representa un creciente apoyo al conservadurismo, al protagonismo de valores religiosos y morales, y a la represión y al encarcelamiento como mecanismos para combatir la violencia.

Jair Bolsonaro, candidato por el Partido Social Liberal (PSL) ganó ayer los comicios para la presidencia de Brasil con el 55,13% de los votos frente al 44,87% de su oponente Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores. Bolsonaro, apodado por sus seguidores como “mito”, será la nueva figura endiosada y mitificada sobre la que recaerá el futuro de un país de más de 200 millones de habitantes a partir del 1 de enero de 2019, cuando tome posesión de la presidencia.
Este capitán en la reserva, con 27 años de diputado a las espaldas, es el segundo militar elegido por votación para gobernar Brasil, después de Eurico Gaspar Dutra (1946—1951) y sin considerar los mandatos de otros cinco militares que también gobernaron el país durante la dictadura. Con el general Hamilton Mourão como vicepresidente y con otros seis militares elegidos como diputados, la celebración de la victoria del futuro presidente contó con un improvisado desfile de efectivos de las Fuerzas Armadas anoche en Niterói, estado de Río de Janeiro.
En estas elecciones, el PSL ha conseguido una representación de 4 senadores —para un total de 81 escaños— y 52 diputados para el Congreso — de un total de 513 —. De los 27 gobernadores, 14 declararon apoyo a Bolsonaro durante la campaña electoral. El que era un candidato casi desconocido ha conquistado una pujante victoria, le ha dado luz a un partido que era casi marginal y ha echado del banquillo a algunos de los partidos más tradicionales.
El vencedor de estos comicios dio su primer discurso de la victoria desde su residencia y lo retransmitió en directo por las redes sociales, al igual que durante toda la campaña electoral en la que se negó a participar en los debates electorales. Acompañado únicamente por su esposa, anunció que “el gobierno central dará un paso atrás reduciendo su estructura y burocracia, recortando desperdicios y privilegios para que las personas puedan dar muchos pasos adelante”.
Acto seguido, su primera aparición pública frente a las cámaras fue en forma de oración religiosa: él y su equipo de campaña se dieron las manos, cerraron los ojos y escucharon el sermón del cura evangélico. Con los primeros micrófonos apuntándole, volvió a leer el mismo discurso que ya había pronunciado previamente para sus seguidores de internet: “Vosotros sois testigos de que este gobierno será un defensor de la Constitución, de la democracia y de la libertad. Esto no es una promesa de un partido. No es la palabra de un hombre. Es un juramento a Dios”.
Brasil, que pasará a estar gobernado por la extrema derecha, ya es el país del mundo con el mayor registro de asesinatos de transexuales y travestis del mundo, una muerte cada 48 horas
“Mito” gritaba la masa verde y amarilla de personas que se congregaron frente a su casa con banderas de Brasil, un muñeco gigante simulando la imagen de Lula preso y una pancarta de “Ustra Vive”. El coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra fue líder de las torturas durante la dictadura militar, condenado por la Justicia en 2008 y figura enaltecida por Bolsonaro.
Por esta apología de la tortura, por su defensa de la dictadura y por su discurso de odio contra quien no es o no piensa como él, este político ha sido tachado de fascista.
Discurso de odio
A la oposición de la izquierda, Bolsonaro le ha declarado las opciones de “exilio o prisión”, a los activistas de algunos movimientos les acusó de terroristas, sobre los negros dice que “no sirven ni para procrear”. Bolsonaro defiende un salario menor para las mujeres porque se quedan embarazadas, a los indígenas les anunció que no les daría ni un centímetro de tierra, a los criminales prefiere verlos muertos y a los homosexuales prefiere ni verlos.
“Human Rights Watch (HRW) seguirá muy de cerca las declaraciones y las acciones del gobierno de Bolsonaro”, destacó José Miguel Vivanco, director para América de esta organización, que lanza un llamado urgente para proteger los derechos en Brasil y enumera algunas de las amenazas del futuro presidente. “Brasil cuenta con jueces independientes, fiscales y defensores de oficio comprometidos con su trabajo, periodistas valientes y una sociedad civil dinámica”, afirmó Vivanco.
Brasil, que pasará a estar gobernado por una extrema derecha acusada de homofóbica, racista y machista, ya es el país del mundo con el mayor registro de asesinatos de transexuales y travestis del mundo, una muerte cada 48 horas. En tasas de feminicidios, Brasil se sitúa en quinto lugar mundial con 4,8 asesinatos por cada 100 mil mujeres, y la población negra representa el 64% de los encarcelados en el tercer sistema de prisiones más numeroso del mundo con una tasa de ocupación de casi el 200%.
Elegido por 57,8 millones de personas —una cifra que se aproxima al total de la población de Italia— la victoria de Bolsonaro representa un creciente apoyo al conservadurismo, al protagonismo de valores religiosos y morales, y a la represión y al encarcelamiento como mecanismos para combatir la violencia, en un país que ya no brillaba por sus índices de tolerancia.
Los electores de Bolsonaro consideran exageradas las acusaciones de que su gobierno representa una amenaza para la democracia y para los derechos humanos, tal y como recogió en una investigación el instituto TalkInc en encuestas realizadas entre el 12 y el 17 de octubre. Aunque para muchos Bolsonaro no fue su elección en la primera vuelta, afirman que votaron en “el menos peor” o que era la única opción porque bajo ninguna circunstancia votarían al PT.
A la sombra del enorme fenómeno ‘antipetista’ —alimentado por las acusaciones de corrupción y desaprobación de la gestión del partido en los últimos gobiernos— Haddad, el antiguo ministro de Educación en los primeros gobiernos del PT y posteriormente alcalde de São Paulo, se subió a un tren en marcha para retomar la candidatura anulada de Luiz Inácio Lula da Silva, el más popular presidente de Brasil, hoy en prisión.
Con solo 27 días de campaña, Haddad heredó los votos de su mentor Lula y se clasificó para la segunda vuelta de donde ha salido derrotado en la mayoría del territorio brasileño, exceptuando Pará, Tocantíns y los nueve estados de la región del noroeste, la más pobre de Brasil. Con 47 millones de votos, Haddad declaró su compromiso de preservar la democracia y no aceptar provocaciones ni amenazas, y asume la responsabilidad de liderar la oposición del partido que es la principal fuerza política en el congreso con 56 escaños.
A pesar de que Bolsonaro lideró todos los sondeos para la segunda vuelta, su popularidad comenzó a bajar la semana pasada tras las acusaciones de financiamiento ilegal de campaña destapadas por el periódico Folha de São Paulo que afirmó que empresarios estarían pagando envíos masivos de mensajes en WhatsApp para perjudicar a Haddad, su contrincante.
La disputa por la presidencia ha estado ensombrecida por la difusión de noticias falsas, así como por la puñalada que recibió Bolsonaro, tres asesinatos cometidos por fanáticos de la extrema derecha, ataques violentos a ciudadanos y a periodistas, además de las recientes incursiones de la Justicia en universidades para retirar mensajes antifascistas o cuestionar las lecciones de algunos profesores. Finalmente, inversores y conservadores celebran la victoria de su candidato.
Los mercados esperan la prometida liberalización y sus seguidores confían en que el país supere la actual crisis. No obstante, algunos de ellos admiten que tienen dudas sobre cómo será construido su gobierno y han llegado a comparar su voto por Bolsonaro con “un cheque en blanco al gobierno”, según recogió TalkInc. Mientras unos digieren y celebran la dicha de la victoria, otros padecen el miedo o la incertidumbre de la política de Bolsonaro.
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