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Metaverso, mentiras y devenir marca del deseo

Desde noviembre, Proyecto UNA ha publicado en este mismo medio una serie de artículos sobre algunas tendencias del pensamiento tecnológico y sus implicaciones para la esfera pública y nuestros cuerpos. En este capítulo han querido estar con nosotros para profundizar sobre algunas de estas ideas.
El metaverso es una creación clásica ya de la ciencia ficción pero, si nos interesa aquí, es por el reboot que Facebook ha querido darle presentándolo como una utopía de espacialización de nuestra vida en internet. Una vida sin cuerpo en la que, sin embargo, subsiste el deseo de encontrarse. Aunque a todas luces parece que el proyecto empresarial se trata más de un señuelo para inversores o una excusa para coloquen su dinero en tiempos de inflación e incertidumbre, el proyecto es significativo por varias cuestiones. La primera porque muestra cómo la innovación es cada vez menos tecnológica que marquetiniana y laboral. La segunda porque señala cómo los mundos por colonizar son menos los externos – las fronteras de nuevos planetas o de una vejez sin sufrimiento – que los internos, como los deseos de corporeidad y encuentro que internet no puede satisfacer aún.
Esta segunda vida capitalista de la noción de metaverso también constituye una buena prueba sobre la evolución de las tecnologías de la comunicación. Si internet podía ser un lugar de encuentro libre de escala, una plaza sin límites, el metaverso lo confirma como un centro comercial sin hora de cierre, de conexión-trabajo infinito. Pero, más allá del deseo de encontrarse, ¿a qué imaginario apela esta propuesta? Quizá a la posibilidad de desplegar en la máquina una realidad mejor que la realidad misma, una realidad sin límites biofísicos. A estas alturas de siglo ya poca gente duda de los tintes pesadillescos de esa fantasía suburbial de lo real: caídas de internet, agotamiento de minerales, cortes de luz, gráficos deficientes, necesidad de monetirzar nuestras intervenciones o taylorismo del click. Lo que se ha producido aquí es una bifurcación de la experiencia de las crisis convergentes que vivimos – del sujeto, del planeta, de la economía – y por tanto de la solución, desde la huida hacia delante transhumanista y colonizadora al repliegue de la vulnerabilidad de la vida y los cuidados. Mejor discutir sobre todo esto en la mejor compañía.
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