Patricia Reguero Ríos: “Mis relatos están escritos al lado de otras, arropada por la escucha de otras”

Patricia Reguero Ríos, redactora de El Salto, presenta ‘Todo lo que pasó el día que me mordió mi hija’ (La Imprenta, 2025), un conjunto de relatos que desde lo individual apelan a lo colectivo y que se devoran con una mezcla entre ansiedad y placer.
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David F. Sabadell Patricia Reguero Ríos autora de ‘Todo lo que pasó el día que me mordió mi hija’

La biografía de Patricia Reguero Ríos dice que nació en Sevilla en 1980. Sin embargo, sus vivencias se asientan en Leganés, un municipio del extrarradio de Madrid, hecho ciudad por migrantes del interior que acudían desde la España rural para trabajar en la capital, allá por los años 80. En los 90, era un lugar gris y a medio construir, poblado de descampados y plazas sin asfaltar que convivían con altos edificios de ladrillos naranjas y toldos verdes, en un rito de paso entre la improvisación y el asentamiento definitivo. Y en este contexto, Patricia y todas sus coetáneas, entre las que me incluyo, aprendimos que todo el mundo tenía permiso para opinar sobre nuestro físico, que las medidas de Claudia Schiffer eran nuestra meta a alcanzar —incluso había un pub llamado 90-60-90— y que si comíamos arroz a la cubana sin mojar pan en el huevo frito, mucho mejor para nuestros culos.

En Todo lo que pasó el día que me mordió mi hija (La Imprenta, 2025), Reguero habla de la adolescencia pero también del paso a la maternidad, sustentada en estas raíces. De miedos, de no repetir pautas, de inseguridad, de dependencia finita. Y de silencios. Un conjunto de relatos que desde lo individual apelan a lo colectivo y que se devoran con una mezcla entre ansiedad y placer. Una obra que provoca un eructo final de satisfacción, que es con el que se sellan las mejores comidas.

Reguero, quien imparte talleres literarios en su municipio desde hace seis años, es también redactora de El Salto y cocoordina Feminismos en este medio asambleario y situado. Por eso, afirma, para ella es imposible que un libro personal no acabe cristalizando en un artefacto político que algunas utilizaremos para tirar a la cara a ciertos cuñados. Con su permiso.

¿Qué pasó el día que te mordió tu hija?
Pues era domingo y me desperté temprano, como siempre, porque el bebé se despierta entre las 7:12 y las 7:54 y ese día no fue una excepción, porque a los bebés les gustan las rutinas, no las excepciones… Pero sobre todo lo que pasó es que tuve que asumir que una historia de maternidad es una historia de separación, por mucho que una quiera que sea una historia de amor para siempre.

¿La maternidad nos muerde? 
Las niñas muerden literal y simbólicamente. Mordemos. Es una forma de autodefensa y una forma de autoafirmación. Y la maternidad… pues te obliga a enfrentarte a muchas cosas y por el camino te das unas cuantas hostias.

Yo creo que con la maternidad pasa como con la talla 38 o como con la heterosexualidad, que a muchas no nos cuadra del todo pero no nos damos cuenta hasta que un día se nos salta el botón o nos pillamos por una amiga

¿Está la maternidad idealizada?
Yo creo que con la maternidad pasa como con la talla 38 o como con la heterosexualidad, que a muchas no nos cuadra del todo pero no nos damos cuenta hasta que un día se nos salta el botón o nos pillamos por una amiga. Si al intento de encajar en un modelo de maternidad único, mediado por los filtros de las redes sociales, en un contexto económico precario… le sumas unos servicios públicos escasos —96 euros por semana y peque estoy pagando yo en este momento para poder trabajar— y unos abuelos, cuando tenemos la suerte de tenerlos, agotados… Pues ya no es que te estalle el botón, es que se rompen las costuras por todas partes. Y tienes que inventarte otra cosa, algo que te encaje.

Has escrito un libro de relatos donde pones el cuerpo, aunque sea a ratos. ¿Qué hay más, revelaciones personales o silencios?
Me gusta mucho la literatura donde el cuerpo se pone en juego, leo mucha literatura que se podría llamar del cuerpo… pero a la hora de escribir, lo que me pasa es que no tengo ni idea de cómo se escribe sin poner el cuerpo. Es decir, para escribir necesitas, materialmente, un cuerpo, una mesa y una silla, o un asiento del metro, un cuaderno o una app de notas… Lo que sea pero necesariamente se escribe desde un lugar, en un contexto y con un cuerpo. No sé, no existe un lenguaje y luego un cuerpo, sino que existe junto, ¿no?

Entonces sí, hay un evidente interés por poner ese cuerpo en juego y, te diría, trocearlo simbólicamente… Creo que es una forma de intentar recomponerlo, de decir, si otros han juzgado, han opinado, han señalado este cuerpo, pues ahora lo voy a hacer yo, pero lo voy a hacer a mi manera. Y, sí, utilizo material autobiográfico y una narradora autoficcional.

Sin embargo, supongo que sonará raro pero me siento mucho más expuesta en un relato fantástico como es “Madre de monstrua” que en uno más de “cuerpo” como “Década”... Y es que ahí no siento que haya ninguna revelación. Por un lado, porque sobre los cuerpos de las mujeres se opina en público, lo que me ha pasado a mí no es nada secreto ni privado. Y tampoco es extraordinario, no tengo una historia fuera de lo común, lo que me pasa a mí nos ha pasado a todas, y por eso no puedo revelar nada, solo puedo intentar contarlo de una forma que pueda darle sentido. Me siento parapetada en la ficción: uso mi biografía pero no es mi biografía. Antes que biografía, es ficción. Por no hablar de que cualquier intento de narrar pone en marcha los mecanismos de ficción, esta conversación la he tenido con varias personas a raíz del libro con pruebas materiales de que es efectivamente así. Pero bueno… que creo que cualquier escritora que se meta a escribir ficción autobiográfica sabe que va a tener como peaje el estar todo el rato explicando esto, soy completamente consciente desde el momento en el que creé una carpeta en el Drive con intención de darle forma de algo. 

Y silencios hay muchísimos. Por ejemplo, a mí un tema que me atraviesa es la reproducción asistida, pero en el libro ese tema está solo insinuado. Hay otro silencio escandalosos que tiene que ver con las figuras masculinas: los padres son sombras o están muertos… Hay silencios, son muy intencionados y forman parte de la búsqueda de sentido, porque al final contar una historia es tratar de buscar sentido.

A la escritura nos acercamos con mucho miedo, con mucha inseguridad, y eso o nos bloquea o nos impide disfrutarla

Juegas mucho con la escritura. Juegas también a contar lo que no se ve. ¿Quieres que el o la lectora entre en tu juego?
El juego es una parte esencial de la escritura para mí. En las presentaciones que he hecho siempre digo que para mí el mayor logro de este librito es habérmelo gozado: recopilando textos, ordenándolos, corrigiéndolos, lo he disfrutado muchísimo, y tiene mucho que ver con haber querido jugar. Y esto es algo muy relevante porque creo, y lo he visto en los talleres, que a la escritura nos acercamos con mucho miedo, con mucha inseguridad, y eso o nos bloquea o nos impide disfrutarla. Soy profe de talleres de escritura creativa desde hace seis años y lo que hago siempre en los primeros meses es eso, intentar que nos acerquemos a la escritura con ilusión, con ganas de manipular, quitando al acto de escribir capas de solemnidad: desde el juego. Me encantaría que eso no solo se viera en el libro sino que se transmitiera y por eso una de las cosas que más ilusión que ha hecho en estas semanas es que se me haya acercado gente a decirme que le han dado ganas de escribir después de leerme o de estar en una presentación. Es lo mejor que puede pasarle a este libro, que incite a otras a la escritura, porque la escritura es una herramienta de creación superaccesible. Así que me interesa que las lectoras jueguen, me interesa decirles que pueden jugar y que nadie tiene que venir a darles permiso para hacerlo. Y me gusta jugar.

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Reguero es redactora de El Salto y cocoordinadora de Feminismos en este medio además de escritora y madre. David F. Sabadell


Es un libro personal pero toca lo colectivo. ¿Por qué crees que nos toca a muchas?
Uno de mis miedos es que de mis cuentos se pudiera decir que son “literatura selfie” o “ensimismada”. Aunque sé que son dos formas de manual de despreciar las escrituras del yo, en un momento nada casual en el que hay un montón de autoras ahí, me preocupaba que efectivamente lo fueran. Así que me alegra que se vea la intención que hay en los relatos de poner en práctica esta cosa de “lo personal es político” porque, insisto, los hechos biográficos que uso como material en los relatos no tienen nada de excepcional. Una amiga me escribió después de leer el libro con una réplica a un fragmentito de uno de los relatos que se llama “Culo 1990”. Ella me contaba una historia de su culo a esas edades, cuando era niña. Pues es eso, que todas tenemos una historia de nuestro culo y de cómo alguien se ha tomado la libertad de opinar si era grande, pequeño, plano o redondo, deseable o no.

Las chicas de los 90 teníamos como referentes modelos absolutamente imposibles de alcanzar y pegábamos sus cuerpos en nuestras carpetas mientras nuestras amigas se iban al baño a meterse los dedos para vomitar

Las mujeres criadas en los 90 crecimos entre los Trastornos de la Conducta Alimentaria y los consejos sobre sexualidad de la Super Pop. ¿Cómo se sale de eso?
Las chicas de los 90 teníamos como referentes a Naomi Campbell, Cindy Crawford, Claudia Schiffer… Es decir teníamos modelos absolutamente imposibles de alcanzar y pegábamos sus cuerpos en nuestras carpetas mientras nuestras amigas se iban al baño a meterse los dedos para vomitar. Intento ser optimista pero no puedo: de eso no se sale y me doy cuenta cada vez que llega el verano y me pruebo un bikini. Lo que sí se puede hacer es ser consciente, adquirir herramientas para entender que el problema no es nuestro cuerpo, sino el sistema.

¿Y cómo hacer para que nuestras hijas salgan de esa herencia?
Pues intentando darles alguna de esas herramientas, supongo, aunque en realidad, yo no sé nada sobre ser madre, voy siendo madre día a día, cagándola siempre. Lo único que puedo hacer es decirle a mi hija todo el rato lo guapa que es, y siento que de alguna forma cuando se lo digo a ella me sano a mí, me lo digo a mí también.

Tus libros se componen de relatos sueltos. ¿Cómo has conseguido darle cierta coherencia?
Se suele decir que en la caja de herramientas de la escritura de ficción hay varios elementos: personaje, trama, punto de vista, tema… De forma evidente hay coherencia en el tema y el punto de vista, en el personaje protagonista… Creo que la fragmentación y la distancia son elementos también comunes a muchos relatos. En la primera presentación me acompañaron Marisa Mañana y Silvia Nanclares y me explicaron el libro mucho mejor de lo que puedo hacer yo: ellas hablaban por ejemplo del ritmo o de los juegos de espejos que hay y que también contribuyen a darle cierta coherencia.

Aun así, hay mucha incoherencia, por ejemplo, en los formatos. Vuelvo al juego: en los relatos hay diferentes juegos, muchas veces porque parten de ejercicios de talleres de escritura. Esto, que al principio me daba un poco de pudor reconocer —me decía algo así como “qué cutre eres, has pasado a limpio unos ejercicios del taller y quieres hacer un libro con eso“— ahora que lo veo con perspectiva lo reivindico como un valor. He escrito eso con otras, al lado de otras, escuchando a otras personas con las que comparto un interés por la escritura. He escrito esto en los talleres de Silvia Nanclares y de Gloria Fortún, maestras para mí en muchos sentidos, y con mis alumnas y alumnos de los talleres que imparto, de los que aprendo un montón. En eso también hay coherencia, en que son relatos escritos al lado de otras, arropada por la escucha de otras. Eso es superbonito.

¿Quién quieres que lea tu libro? 
La mujer que me lo compró en Valencia porque le hizo reír el título, la señora de Bilbao que me prometió apuntarse a un taller de escritura después de la presentación, el librero que escribe poesía pero nunca lo ha hecho en grupo, el amigo que nunca va a pasar por la experiencia de un parto pero conecta con el fondo de un relato de parto, mis amigas, tú misma que seguro que te imaginas a las niñas de los relatos donde yo las he puesto, en los parques y las aceras de Leganés… 

Y luego, si quieres una respuesta en modo fan, me encantaría que lo leyera Marta Sanz porque aunque en el libro hay varios homenajes a autoras ella está especialmente presente. Y lo está a través de un relato que es una declaración de amor a sus enumeraciones (una obsesión que he hecho mía, me encantan las listas por el ritmo y el potencial simbólico que tienen) y a través de un error, un error garrafal que me encanta y que me parece un acto de justicia poética. Le he pedido al editor que no lo corrija si hacemos una segunda edición. Una es también y sobre todo sus errores.

¿Quién no quieres que lo lea?
Creo que hay muchos lectores que no conectan con la escritura del yo… Pues todos esos no quiero que me lean, porque aburrirse leyendo no tiene sentido y para cuestionar mi escritura no hay nadie mejor que yo, que lo hago fenomenal. De todas formas si se lo quieren comprar, yo se lo agradezco. Y mi libro es superbarato.

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