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La vida y ya
Puertas
La puerta de una casa que se abre después de dar varias vueltas a una llave. La puerta del aula que se cierra cuando entra la profesora. La puerta del baño de chicos. La puerta del centro comercial que se abre sola y se cierra, también sola, cuando estás dentro. La puerta que te permite entrar sólo si tocas el timbre. La puerta del baño de chicas. La puerta de la despensa. La puerta de la casa del pueblo que cualquiera puede abrir para decir “buenos días”. La puerta de madera pintada de un azul turquesa que huele a mar. La puerta de la casa de una amiga. La puerta de la frontera que se abre o no dependiendo del color del pasaporte. La puerta de la habitación donde hay una cama todavía sin deshacer. La casa que no tiene puerta.
Las puertas se crearon por muchas razones. También para proteger de la lluvia lo que había dentro de los hogares. Y del viento. Hay puertas que, cuando las atraviesas, te parece que se huele la libertad. Otras te hacen sentir segura cuando están cerradas.
Hay puertas que, cuando las atraviesas, te parece que se huele la libertad. Otras te hacen sentir segura cuando están cerradas
La riqueza y la pobreza a menudo están separadas por una puerta. El espacio privado y el público se conectan también de esa forma. Los trabajos invisibles que sostienen la vida se quedan dentro. Los visibles, afuera.
Decidir qué hacer de comer. Limpiar el suelo por el que caminar descalza. Regar las plantas. Tender la ropa al sol y al viento. Cambiar los pañales (de menores o de mayores). Emparejar los calcetines y meterlos en el cajón. Todas estas tareas cotidianas quedan escondidas detrás de las puertas. Como si fuera casual que permanezcan ahí adentro. Como si siempre hubiera sido así y por eso no hiciera falta valorarlas ni reconocerlas.
La invisibilidad es una construcción amasada pacientemente con los dedos de la cultura y del poder y se construye con diferentes herramientas
Lo que queda del lado de fuera y del lado de dentro no es algo azaroso. La invisibilidad es una construcción amasada pacientemente con los dedos de la cultura y del poder y se construye con diferentes herramientas. La normalización y la naturalización sirven para aprender a no valorar estos cuidados hechos a veces detrás de la puerta de la casa propia y, a veces, detrás de la puerta que no es la de tu hogar. Trabajos feminizados, racializados, precarizados.
La naturaleza no tiene puertas más allá de las que hemos puesto los humanos, pero comparte con las mujeres que los procesos que permiten que exista la vida, también la nuestra, queden ocultos. La fotosíntesis. El ciclo del agua. La polinización. La fertilización del suelo. Para que nuestra vida sea posible no sólo es necesario que alguien nos cuide, también dependemos de los entramados ecosistémicos de los cuales formamos parte.
Nuestra cultura llama población inactiva a la que realiza horas un día y otro día y otro día de trabajo doméstico y de cuidados, pero no cobra por ello
Nuestra cultura llama población inactiva a la que realiza horas un día y otro día y otro día de trabajo doméstico y de cuidados, pero no cobra por ello, y llama terreno improductivo al que regenera el suelo y el aire, el que acoge la biodiversidad imprescindible para sobrevivir, pero no da mercancías para vender.
La invisibilización y el desprecio que sufren las mujeres y la naturaleza no son procesos independientes. Hay puertas que los conectan y puertas que los tapan.
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