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Economía
Naomi Oreskes: “Los fracasos del libre mercado han aupado a Trump entre los que se han visto perjudicados por ellos”

Coordinador de la sección de economía
Que el neoliberalismo, la mano invisible y las bondades del libre mercado tienen más de dogma de fe que de ciencia económica, es una afirmación que ya no sorprende a mucha gente, sobre todo a la clase de gente que lee un medio como El Salto. Que nos han metido a fuego la idea de que ese dogma es la única forma posible de progreso social y económico tampoco nos debería pillar de nuevas. Menos todavía nos sorprenderemos si nos explican que los que cimentaron ese mito del libre mercado no fueron economistas ni científicos, sino grandes empresarios que tan sólo miraban por su interés.
Pese a ello, el libro El gran mito. Como las empresas nos enseñaron a aborrecer al gobierno y amar el libre mercado (Capitán Swing, 2024) es una biblia para arrojar luz sobre la historia de lo que George Soros llama el “fundamentalismo de mercado”, esa obsesión por el libre mercado que no atiende a debates científicos y económicos serios. Cuando sus autores, los historiadores Naomi Oreskes y Erik M. Conway, publicaron Mercaderes de la duda (Capitán Swing, 2018), se dieron cuenta de que había un hilo conductor entre los negacionistas de la crisis climática y los que cimentaron el mito del neoliberalismo.
Como buena historiadora, a Noemi Oreskes le gusta explicarse con todo lujo de detalles. El libro hace un repaso a cómo el fundamentalismo de mercado se introdujo en los Estados Unidos de hace un siglo mediante diferentes vías, desde las tiras cómicas hasta los sermones en las iglesias; o cómo varios empresarios le pagaron el viaje, la vivienda y el trabajo a un desconocido Friedrich Hayek porque su libro Camino de la servidumbre encajaba perfectamente con sus intereses económicos y políticos. Aprovechamos que visita Barcelona para hacer un repaso con ella sobre las consecuencias de ese gran mito que es el libre mercado.
Publicaste un libro en el que mostraste cómo un grupo de científicos ocultaron la verdad sobre el cambio climático y nos engañaron. Ahora publicas otro sobre cómo las empresas nos enseñaron a aborrecer al Estado y amar el libre mercado. ¿Existe alguna relación entre estos dos engaños?
Sí, absolutamente. Cuando EriK M. Conway y yo escribimos Mercaderes de la deuda, nuestra pregunta inicial fue: ¿por qué hay científicos que se vuelven en contra de la ciencia? ¿Por qué científicos inteligentes y con alto nivel educativo rechazan la evidencia del cambio climático? Estaba claro que, dado que eran personas educadas y prominentes, no era probable que fuera un problema de entendimiento de la ciencia. Queríamos saber qué estaba pasando. La respuesta que encontramos en sus libros, en las cartas que se enviaron entre ellos y en sus escritos fue que, en realidad, tenían razones políticas. Estaba motivado por la ideología que George Soros denominó 'fundamentalismo del libre mercado'. La idea parte de que los mercados libres no son sólo una forma eficiente de administrar una economía, sino que en realidad son un baluarte de la libertad. Que una economía de libre mercado apoya la democracia, apoya la elección individual y todo lo demás. Esa creencia surgió de la experiencia de la Guerra Fría, al tratar de contener y luchar contra el comunismo. Ellos creían que de verdad el mundo capitalista era mejor que el mundo comunista y que estaban haciendo lo correcto y lo mejor para el mundo. Así que no eran simplemente cómplices de la industria petrolera, sino que estaban realmente motivados por este marco político e ideológico. Era bastante obvio que esa ideología, al menos en su forma extrema, les llevaba a rechazar los hechos científicos.
Lo que descubrimos fue una historia de cien años de historia de personas que han impulsado la ideología del libre mercado a expensas de los hechos, a expensas de la realidad
Así que, cuando terminamos el primer libro, nos quedamos con la siguiente pregunta: ¿de dónde viene esa ideología política? ¿Por qué estas personas tan inteligentes y con un alto nivel de educación sucumbirían a este marco ideológico hasta el punto de rechazar la evidencia científica? Eso se convirtió en la motivación para investigar los orígenes del fundamentalismo de mercado. Lo que descubrimos fue una historia aún más profunda y, en cierto modo, más aterradora, de cien años de historia de personas que han impulsado la ideología del libre mercado a expensas de los hechos, a expensas de la realidad, de la experiencia de los trabajadores, a expensas de la realidad del sufrimiento de los niños que trabajaban en las fábricas, a expensas del medio ambiente y la salud pública. No sólo tenían que negar la evidencia científica, sino realidades políticas, con el fin de impulsar este argumento a favor de las virtudes del sistema de libre mercado. Y esa es la historia que contamos en el nuevo libro.
Cuando leí tu libro y oigo esto que acabas de explicar sobre cómo estos empresarios y estas organizaciones políticas adoptaron el término libertad y lo adaptaron a los fundamentos del capitalismo, como poner la libertad política al mismo nivel que la libertad económica y la privada, me di cuenta de que no hay mucha diferencia con el uso del concepto libertad que utilizan muchos políticos de derechas conservadores en España. ¿Nos enfrentamos a una batalla continua por el mismo concepto o estamos en una nueva era en la narrativa de la libertad económica?
Creo que ambas cosas. Quiero decir, es una nueva era en el sentido de que es un nuevo capítulo. Obviamente, las personas que dicen esto hoy en día no son las mismas personas sobre las que escribimos desde hace unos 100 o 50 años, incluso 30. En ese sentido, es un nuevo capítulo, pero es un nuevo capítulo de la misma historia. Y, en cierto modo, por eso pensamos que era importante contar esta historia, porque nos pareció bastante claro que seguía siendo una narración viva y una afirmación viva.

Me alegra mucho oírte decir esto porque he estado intentando convencer a mi editorial italiana de que deberíamos hacer una edición italiana de este libro. Y ellos me han dicho que no lo ven claro porque piensan que es una historia muy estadounidense.
No, clarísimamente no lo es.
Exacto. Lo vemos en los partidos de derechas en los Estados Unidos, en países de Europa y en otros como Argentina. Milei podría haber salido de las páginas de este libro y el argumento sobre la libertad es realmente crucial. Me alegro mucho de que lo hayas sacado a relucir, porque gran parte de la forma en que funciona esta historia consiste en tomar algo bueno, algo en lo que todos creemos, como la libertad, y luego usarlo para afirmar que apoyan, sea cual sea el status quo, de las empresas dominantes que defienden este argumento. Y una cosa que Erik y yo siempre decimos es que las mentiras solo funcionan si son plausibles. Y una de las maneras de hacer que una mentira sea plausible es tener una pizca de verdad. Así que el meollo de la verdad aquí es que la libertad es algo bueno. A la mayoría de la gente le gustaría ser libre. A la mayoría de las personas les gusta tomar sus propias decisiones sobre sus propias vidas. Y no hay duda de que la libertad y la democracia van de la mano, porque el objetivo de la democracia es que tengamos libertad de expresión. Podemos votar. Podemos elegir a los políticos que nos representen, al menos en el caso ideal.
Pero lo que hacen estas personas es darle la vuelta a la situación y están haciendo daño a la gente. Están perjudicando a los trabajadores. Están explotando a los niños en las fábricas. Están vertiendo contaminación en ríos y lagos y en la atmósfera mientras dicen que lo hacen porque defienden la libertad. Defienden que si apruebas una ley que diga que no podemos explotar a los trabajadores en las fábricas, les estamos negando la libertad empresarial y económica, y que es sólo cuestión de tiempo de que también se pierdan otras libertades. Y ese es el argumento que esgrimen, es un argumento de terreno resbaladizo. Hoy, la regulación de las prácticas en las fábricas, mañana todo lo demás.
No es una coincidencia que las compañías de combustibles fósiles hablen de la libertad energética. Quieren continuar con esta narrativa para decir que defienden la libertad
Pero, por supuesto, no es cierto. Esa es la mentira, es un gran mito. Podemos decir que la libertad no significa la libertad de explotar a los trabajadores en las fábricas. La libertad no significa la libertad de matar a otras personas. Nunca se ha entendido en ese sentido. Hace 50 años, las empresas vertían contaminación en ríos y lagos de forma rutinaria. Hoy no lo permitimos porque nos hemos dado cuenta de que cuando lo haces, matas cosas. Matas peces, matas bosques, matas personas. Hoy estamos matando personas al arrojar contaminación por carbono a la atmósfera. Así es como se relacionan las dos historias que comentábamos antes. No es una coincidencia que las compañías de combustibles fósiles hablen de la libertad energética. Quieren continuar con esta narrativa para decir que defienden la libertad y que personas como EriK M. Conway y yo amenazamos la libertad, cuando, por supuesto, en realidad es exactamente lo contrario. Luchamos para proteger la libertad de las personas de respirar aire limpio y vivir en un clima estable.
Uno de los casos que explicas precisamente en vuestro libro es cómo esos poderes políticos y económicos se opusieron a una enmienda a comienzos del siglo pasado que pretendía prohibir el trabajo infantil. Ahora vemos como Milei, Trump y otros líderes políticos antiestatales utilizan exactamente la misma narrativa y cargan contra avances como el salario mínimo, las bajas por enfermedad y otros avances sociales que hemos logrado en el último siglo. ¿Crees que los avances conseguidos en las últimas décadas están en peligro con el avance de estas narrativa neoliberal?
Llamarlo neoliberal es algo complicado. Como te comenté, nosotros usamos el término fundamentalismo de mercado, pero sí, creo que no hay duda de que muchos de los logros del siglo pasado están en peligro. Lo estamos viendo ahora mismo en los Estados Unidos, donde la administración Trump ya ha atacado la ciencia. Ataques que están directamente relacionados con la ciencia que proporciona la base para la protección del medio ambiente. Por lo tanto, están socavando la ciencia, están minando a la agencia de protección ambiental y ya han dicho que tienen la intención de abandonar el plan de energía limpia, que limitaría la contaminación por carbono y podría hacer retroceder medio siglo de protección ambiental en los Estados Unidos. No sé mucho sobre los detalles de la situación en Argentina. Pero, sin duda, la retórica de Milei es exactamente la misma. Defiende que sólo necesitamos liberar al sector empresarial para generar prosperidad. Y, por supuesto, todos queremos prosperidad. Pero el punto es que también queremos equilibrar la prosperidad con otros valores humanos como la salud, la seguridad y la democracia.
No deja de ser curioso que el país donde arrancó este fundamentalismo del mercado que vosotros explicáis en vuestro libro sea también el primero que ahora está gobernado por un tipo que está infringiendo todas las normas del libre comercio con su guerra arancelaria. ¿Crees que hay algún tipo de relación en esa línea temporal en el que el primero que la impuso sea el primero que ahora la está rompiendo?
Sí, creo que sí. Tanto aquellas personas que analizamos en el libro como los que vemos en la situación actual en Estados Unidos son unos hipócritas. Dicen que quieren libertad pero para ellos, no necesariamente para otras personas. Los líderes empresariales sobre los que escribimos en El gran mito querían la libertad, lo que J. Howard Pugh llamaba libertad industrial. Querían tener la libertad de fijar los salarios, las condiciones de trabajo y las horas de trabajo. Pero quiere negarles a sus trabajadores la libertad de afiliarse a sindicatos. Pugh participó muy activamente en las actividades antisindicales en los Estados Unidos, al igual que muchas de las personas de las que hablamos en el libro. Por lo tanto, es muy hipócrita. Privilegian sus propias libertades, pero no las libertades de los trabajadores. La historia del trabajo infantil está muy relacionada con este asunto. Quieren tener la libertad de contratar a niños de tan solo dos años en fábricas, como hacían a principios del siglo XX en los Estados Unidos, pero no quieren que los padres tengan la libertad de decir que no, que nuestros hijos deben ir a la escuela y no a las fábricas, o que los legisladores digan que no, que los niños deben ir a la escuela, no a las fábricas.
Ahora vemos cómo esa hipocresía se abre paso en los Estados Unidos. Por un lado, tenemos a alguien como Elon Musk, quien hace tan solo unas semanas dijo que el gran enemigo es la regulación y ha estado trabajando para reducir drásticamente las regulaciones en todos los ámbitos, para liberar negocios y que puedan hacer lo que quieran. Pero al mismo tiempo, Donald Trump se aparta en gran medida de los principios del libre mercado al imponer aranceles generalizados. Elegir las libertades que más les convengan a ellos y a sus intereses, pero negando las libertades o incluso negando los principios del libre mercado cuando les conviene. Son unos hipócritas.
En gran medida, la forma en la que se propagó el mito fue a través de los medios de comunicación
Quiero preguntarte sobre los medios de comunicación. ¿Cuál fue su papel en aquellos años en los que se creó este gran mito y cuál es su papel en la actualidad? ¿Siguen siendo cadenas de transmisión ideológica hacia la gente?
Son una parte muy importante de la historia porque, en gran medida, la forma en la que se propagó el mito fue a través de los medios de comunicación. Y en algunos casos fue mediante acuerdos y cooperación activa. Una de las historias que contamos en el libro es que, cuando la Asociación Nacional de Fabricantes celebró su reunión anual en 1939, expuso el concepto de un trípode de libertad. La idea de que los Estados Unidos se basaban en tres principios fundamentales, representativos de la democracia. Las libertades enumeradas en la Declaración de Derechos y el capitalismo de libre empresa. Eso era mentira. El capitalismo de libre empresa no era una de las bases de los Estados Unidos. No está en la Constitución. No está en la Declaración de Independencia. De hecho, en el siglo XIX, la economía estadounidense era muy protectora, con altos niveles de aranceles proteccionistas. Así que simplemente es parte del gran mito. Pero ellos promovieron esta idea y The New York Times informó de ella sin ningún tipo de crítica. Los citaron a ellos, pero no citaban a los líderes sindicales ni a nadie del movimiento socialista estadounidense de la época. O sea que, en muchos casos, los medios de comunicación están alineados con estos principios.
Por supuesto, esto sigue siendo cierto hoy en día con los medios de comunicación que consideraríamos de derechas, como Fox News, Breitbart o cualquiera de esos medios. Pero además, hay otro componente: la manipulación de los medios. Por eso, una de las cosas que mostramos en el libro es cómo los actores clave de esta historia, grupos como la Asociación Nacional de Fabricantes, que es una organización gremial de propietarios de fábricas, o la Asociación Nacional de Luz Eléctrica, una asociación comercial de empresas eléctricas, manipularon masivamente a los medios de comunicación bombardeándolos con comunicados de prensa, lo que se conoce como propaganda integracionista. Es propaganda, pero se disfraza para que parezca una noticia.
Los actores clave de esta historia manipularon masivamente a los medios de comunicación bombardeándolos con comunicados de prensa, lo que se conoce como propaganda integracionista
Vemos incluso el uso de las viñetas y tiras cómicas. Una de las cosas que hizo la Asociación Nacional de Fabricantes fue contratar caricaturistas para que crearan caricaturas antigubernamentales, que luego ofrecían gratuitamente a los periódicos, y miles de pequeños periódicos de todo el país las publicaron. También programas de radio. En el libro, hablamos de un programa de radio muy importante llamado American Family Robinson, que era un programa de radio sindicado producido por la Asociación Nacional de Fabricantes. Una vez más, con historias que promueven la empresa individual, los principios del libre mercado y odio a Franklin Roosevelt y al New Deal. Se distribuyó y se ofreció de forma gratuita a más de 300 estaciones de radio de todo Estados Unidos. Millones de personas escuchaban este programa. Pero en ningún momento se declaró o anunció que había sido creado y financiado por la Asociación Nacional de Fabricantes. Así que el pueblo estadounidense escuchaba estos programas de radio sin saber que en realidad estaba escuchando propaganda.
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Hay otro capítulo de tu libro que me dejó boquiabierto. Es en el que explicas cómo la teoría liberal también se introdujo a través de la Iglesia Católica. Hoy podemos ver a personas como Trump, Milei o Bukele pronunciando mucho a Dios y usan narrativas católicas en sus discursos. ¿Qué papel crees que desempeña la Iglesia hoy en día en el mantenimiento del mito del libre mercado? Si es que aún lo tiene.
Me alegra que te haya gustado y que me preguntes por ese capítulo, ya que en las entrevistas que he hecho en Estados Unidos nunca me preguntan por él. A los estadounidenses les pone muy nerviosos hablar de religión. Pero sí, la Iglesia es una parte muy importante de esta historia. Estos actores políticos y empresariales trabajaron mucho para alinear a los cristianos estadounidenses con el capitalismo de libre mercado. Si fuiste a una escuela católica o conoces la Biblia, sabrás que el mensaje central de Jesús era cuidar de los pobres, la compasión. Podríamos decir que Jesús era socialista, incluso comunista, y ese hecho era algo muy incómodo para la Iglesia en la era moderna, y particularmente para las iglesias protestantes de los Estados Unidos. Tras la Gran Depresión [el crack de 1929], muchos líderes protestantes se posicionan apoyando el New Deal. Antes de eso, los protestantes no querían que el Estado entrara a ayudar a los pobres porque pensaban que esa era una labor de la Iglesia y lo veían como una intromisión en su deber y trabajo. Pero la Gran Depresión dejó más de 50 millones de personas en la pobreza, se vieron desbordados y empezaron a apoyar que el Gobierno se involucrara en ello.
Esto enfadó mucho a J. Howard Pugh, que él mismo es protestante, y lanzó esta campaña masiva para convencer a los protestantes de que el capitalismo de libre mercado es cristiano, es protestante. Crea una revista llamada Christian Economics. Intenta influir en los planes de estudio de los seminarios protestantes. Contrata a teólogos prominentes para promover este mensaje. Trata de contratar a Norman Vincent Peale, que era casi el teólogo más famoso de la época en los Estados Unidos. Peale dice que no porque le va muy bien por su cuenta, no necesita la ayuda de Pugh, pero forma parte de ello.
Aquí encontramos un detalle muy curioso que cierra este círculo: Peale ofició la primera boda de Donald Trump. Él les ayudó a construir el movimiento evangélico de derechas en los Estados Unidos. Hoy en día, los protestantes evangélicos blancos son el bloque electoral más fuerte para Donald Trump. Son el grupo más derechista de los Estados Unidos. Los sacerdotes allí son muy derechistas y la Iglesia católica estadounidense ha sido muy influenciada por fuerzas de extrema derecha. Podemos demostrar que esta relación es directa con lo que explicamos en el libro que ocurrió hace casi un siglo, es parte de la explicación.
¿Cuál crees que es la relación entre ese fundamentalismo de mercado y los movimientos fascistas? ¿Cuál fue durante el último siglo y cuál crees que puede ser el que tiene con los movimientos de esta última década?
Esa es una pregunta muy difícil. No diría que los fundamentalistas del libre mercado de principios del siglo XX eran fascistas porque creían en la democracia, pero eran darwinistas sociales. No creían en la igualdad, que las personas sean iguales. Creían que las personas tienen su lugar en la sociedad y que la clase trabajadora es clase trabajadora porque es ahí a donde pertenece. Esto se ve especialmente en los argumentos sobre el trabajo infantil. Como creen que cada uno tiene su sitio en la sociedad, pues no ven mal que los niños pobres empiecen a trabajar en las fábricas, ya que de todas formas nunca van a llegar a las universidades. Si no van a ser médicos o abogados, pues es mejor que empiecen a trabajar de niños y que ayuden económicamente a sus familias pobres. Es un darwinismo social que no sólo cree en la desigualdad, sino que la ve necesaria, porque se necesitan salarios desiguales y competencia para progresar. Vincularon directamente el capitalismo competitivo con el darwinismo social y, por lo tanto, crean un marco en el que la desigualdad no solo es inevitable, sino que en realidad es como deberían ser las cosas.
Cuando se deja que los empresarios hagan lo que quieran, no se promueve el bien común
Estamos en una época marcada por un barrera como la crisis climática, surgimiento de nuevos fascismo y totalitarismos, luchas por la hegemonía, guerras arancelarias… ¿Crees que el mito del libre mercado está en peligro?
Bueno, eso espero [ríe]. Gran parte y cometido de todo el libro es decir: mira, no funciona. Obviamente necesitamos una mezcla. Sí, necesitamos empresas, la gente necesita trabajo, la gente quiere bienes y servicios. Y creo que el siglo XX sí demostró que, cuando el Estado intentaba planificar, la economía no funcionaba generalmente muy bien. Está claro que hay aspectos de las economías de libre mercado que pueden ser muy eficientes, útiles o beneficiosas, pero hay que tener en cuenta la realidad de que cuando se deja que los empresarios hagan lo que quieran, no se promueve el bien común. Lo que promueve es el bien de esas personas.
Ni siquiera Adam Smith creía que el interés propio por sí solo podía dirigir una sociedad. Smith deja muy claro en La riqueza de las naciones, y aún más en su libro La teoría de los sentimientos morales, que hay que regular algunos sectores de la economía, en particular los bancos. Pero también dice que los trabajadores necesitan tener sindicatos porque, de lo contrario, los propietarios de las fábricas siempre les pagarán lo menos posible. Por lo tanto, el punto es que la competencia por intereses propios tiene que compensarse o equilibrarse con la protección del bien común. Lo que ha ocurrido en los Estados Unidos simplemente ha ido muy lejos en una dirección y realmente ha perdido ese equilibrio. Así pues, el resultado es la crisis climática, la crisis de los opioides, la falta de viviendas asequibles y toda una serie de problemas muy importantes que causan problemas a la mayoría de la gente. La ironía recae en que los fracasos del libre mercado han aupado a Trump entre los que se han visto perjudicados por ellos. Lo que pasa es que esa gente ha optado por la solución equivocada. Trump, como todos los líderes fascistas, está utilizando muy inteligentemente ese descontento. Se aprovecha de la ira de la gente, de su frustración y sus quejas legítimas. Él les dice: “Oh, puedo arreglarlo por ti”. Aunque, por supuesto, ya sabemos que ha empeorado las cosas.
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Esta historiadora de la ciencia ya lo petó escribiendo los mercaderes de la duda, sobre como se intentó crear incertidumbre científica alrededor del probado cambio climático cuando era un consenso en los 70s. Ahora viene a la carga contra otro de los mitos profundos que soportan este sistema de destrucción masiva que es el pensamiento económico neoliberal de fe ciega en los mercados. Estoy deseando comprarme el libro.