Opinión
Masivas protestas en Togo acorralan una dictadura de 50 años

Las protestas, que estallaron en agosto de 2017, han ido mermando el poder del actual presidente Faure Gnassingbé.

Protesta contra Faure Gnassingbe en Bélgica
Wikipedia Protesta contra Faure Gnassingbe en Bélgica.
Traducción: Eduardo Pérez
26 dic 2018 06:00

Cientos de miles de personas tomaron las calles de las ciudades de Togo, en África Occidental, el 8 de diciembre, como parte de una revivida ola de protestas a nivel nacional en demanda de reformas políticas. En el centro de sus reivindicaciones está el restablecimiento de la Constitución de 1992, que incluía un límite de dos mandatos para la presidencia antes de ser eliminado por el ex presidente Eyadéma Gnassingbe, padre del actual presidente Faure Gnassingbé.

Las protestas masivas estallaron por primera vez en agosto de 2017, obligando al Gobierno a entrar en negociaciones moderadas a nivel internacional, que —en un intento de resolver la crisis política que dura ya décadas— llevaron al restablecimiento del límite de dos mandatos. Sin embargo, la indignación volvió a prender cuando se descubrió que los mandatos presidenciales pasados no contarían, permitiendo por lo tanto a Faure Gnassingbé —ya en su tercer mandato— presentarse a presidente en 2020 como si fuera su primera vez. Las negociaciones se rompieron poco después, lo que llevó a la vuelta de las protestas el mes pasado.

“Tras 51 años de los Gnassingbé, pedir que les demos diez años adicionales, empezando en 2020, es básicamente pedir que nos suicidemos

“Nadie quiere aceptar eso en Togo”, dijo Farida Nabourema, directora ejecutiva de la Liga Civil Togolesa. “Tras 51 años de los Gnassingbé, pedir que les demos diez años adicionales, empezando en 2020, es básicamente pedir que nos suicidemos. Es algo que no podemos permitir que pase, y es el motivo por el que hemos vuelto a las calles”.

Tras permitir protestas en primer lugar en zonas previamente autorizadas, el Gobierno directamente prohibió las grandes manifestaciones antes de la movilización del 8 de diciembre. Cuando más de 500.000 personas salieron en Lomé, la capital, el régimen desplegó una amplia fuerza militar, hiriendo a decenas de civiles y matando al menos tres,incluyendo a un niño de 11 años.

Una coalición de 14 partidos de oposición, conocida como C14, ha sido una de las principales fuerzas que lideran las protestas y lo que se conoce como el movimiento Faure Debe Irse. Desde que las negociaciones con el Gobierno acabaron el mes pasado, pidieron la cancelación de las elecciones legislativas del 20 de diciembre y exhortaron a sus miembros a no participar. Según los líderes del movimiento, el Gobierno ha estado realizando fraude electoral —alistando menores, así como quitando el derecho al voto a electores inscritos mediante tácticas coercitivas— en preparación de la campaña presidencial de Faure Gnassingbé de 2020.

El régimen militar de Eyadéma Gnassingbé tomó el poder mediante un golpe militar en abril de 1967, menos de una década después de que Togo lograra su independencia de Francia

Mientras la prohibición de la protesta por el Gobierno sigue intacta, el C14 ha afirmado que desafiarán esta medida y continuaran organizando manifestaciones en todo el país, culminando en un boicot activo el día de las elecciones, a menos que sus demandas sean satisfechas.

Los dictadores toman el poder

El régimen militar de Eyadéma Gnassingbé tomó el poder mediante un golpe militar en abril de 1967, menos de una década después de que Togo lograra su independencia de Francia. Eyadéma después gobernó el país durante 37 años, exponiendo a los togoleses a un gran número de atrocidades contra los derechos humanos, incluyendo la detención ilegal, tortura y asesinato de disidentes políticos y partidarios de la oposición.

Tras una década de “gobierno de emergencia” después del golpe militar de Eyadéma, Togo comenzó su transición a convertirse en una república. Al ver una oportunidad de liberarse de su tirano y encaminarse hacia una democracia pluripartidista, el pueblo togolés votó abrumadoramente a favor de adoptar la Constitución de 1992, que incluía un conjunto de reglas para limitar el poder presidencial con límites de mandatos y reglas electorales justas.

Desgraciadamente, su esperanza no se hizo realidad. Durante un período de intensa mano dura en 2002, Eyadéma debilitó a la oposición y modificó la Constitución para permitirse un nuevo mandato. Junto a otras varias medidas regresivas, también redujo las elecciones a una sola vuelta. Para un país con más de cien partidos políticos, cada uno presentando a su propio candidato, una elección de una sola vuelta sin primarias era un movimiento enormemente antidemocrático, posibilitando que un candidato ganara la presidencia con sólo una fracción del voto popular.


Eyadéma murió en febrero de 2005, lo que ofreció un destello de esperanza al movimiento pro-democracia. Pero, de nuevo, la esperanza duró poco. El hijo de Eyadéma, Faure Gnassingbé, se hizo con la presidencia con la ayuda del Ejército. La presión local e internacional intervino temporalmente, obligando a Faure a dimitir y presentarse en unas elecciones adecuadas. Posteriormente utilizó el apoyo del Ejército y un sistema electoral amañado para declarar su victoria y volver a la presidencia. Según la coalición de partidos opositores, al menos 500 personas murieron en la violencia post-electoral perpetrada por el Estado.

Para resolver las tensiones creadas por estas elecciones fraudulentas, Faure participó en conversaciones con la oposición. En 2007, ambos bandos llegaron a un acuerdo sobre un conjunto de promesas para reformar el sistema político e impedir la violencia electoral. Algunas de estas medidas del acuerdo eran el retorno del sistema de voto en dos vueltas y la reintroducción de límites de mandatos.

Togo todavía se revuelca en un caldero de nepotismo, corrupción, censura de los medios y de internet, arrestos arbitrarios y el asesinato de activistas

“Desde 2007, Faure todavía tiene que cumplir con las reformas propuestas”, dijo Wolali Koffi Ahlijah, un miembro del movimiento Faure Debe Irse.

Todos los intentos para implementar el acuerdo se han estancado, y el país de cerca de ocho millones de personas todavía se revuelca en un caldero de nepotismo, corrupción, censura de los medios y de internet, arrestos arbitrarios y el asesinato de activistas y ciudadanos considerados disidentes. En algunos casos, los niños quedaron atrapados en el fuego cruzado. Quizás no sorprende que el Informe Mundial de la Felicidad haya situado a Togo como el país con la población más infeliz cuatro veces en seis años.

El ascenso del movimiento 'Faure Debe Irse'

El primer gran paso hacia la formación de un movimiento de resistencia no violento en Togo fue la creación del Partido Nacional Panafricano en 2015. Liderado por Tikpi Atchadam, está formado por miembros del grupo étnico tem, un grupo dominante en la parte central y norte del país, la misma región que la familia Gnassingbé.

Atchadam pronto hizo que se unieran con 13 de los demás principales partidos opositores para formar el C14, el adversario político más poderoso del Gobierno de Gnassingbé.

Los grupos de movilización empezaron a movilizar a cientos de miles de togoleses corrientes para unirse a las protestas callejeras semanales en septiembre de 2017, lo que condujo al nacimiento del movimiento Faure Debe Irse

El impulso siguió creciendo a medida que grupos de la sociedad civil comenzaron a participar, incluyendo el Frente Ciudadano Togo En Pie, formado por partidos políticos, asociaciones y sindicatos; el movimiento Nubueke, que consiste en grupos cuyos líderes están en su mayoría en la cárcel o el exilio; el Coditogo, un grupo de organizaciones en la diáspora; y la Liga Civil Togolesa, el principal grupo de la sociedad civil tanto sobre el terreno como en el extranjero.

Juntos, con el C14, estos grupos empezaron a movilizar a cientos de miles de togoleses corrientes para unirse a las protestas callejeras semanales en septiembre de 2017, lo que condujo al nacimiento del movimiento Faure Debe Irse. Sus principales herramientas eran redes sociales como Twitter y Facebook, así como blogs y WhatsApp, obligando al Gobierno a cortar continuamente el servicio de internet en el país. Como resultado, los organizadores recurrieron a medios de comunicación más tradicionales, como prensa escrita, el boca a boca y las conferencias de prensa.

Después de diez meses de cantidades de gente sin precedentes marchando por las calles de Togo y otras ciudades del mundo en protestas semanales, Faure Gnassingbé se negó a ceder. En abril de 2018, orquestó una represión violenta y masiva, incluyendo el bloqueo del norte del país, la activación de milicias, el encarcelamiento de líderes de la sociedad civil y muchos jóvenes, y la restricción de eventos públicos.

En lugar de afirmar la legitimidad de las protestas y sus demandas en pro de reformas democráticas, las comunidades internacional y regional adoptaron un enfoque suave. Buscaron una solución negociada con la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (ECOWAS, por sus siglas en inglés) al mando. Aunque la mayoría de los líderes del movimiento estaban en contra, acordaron parar las protestas callejeras y permitieron al C14 ejercer como sus representantes.

Después de una conferencia en Lomé en julio de 2018, se elaboró un comunicado, denominado la hoja de ruta de ECOWAS. Hacía varias recomendaciones, incluyendo un límite de dos mandatos a la presidencia, una votación en dos vueltas en las elecciones presidenciales, la renovación del Tribunal Constitucional y la adopción de todas estas reformas a través del Parlamento. La hoja de ruta de ECOWAS también exhortaba al Gobierno a corregir el registro de votantes antes de las elecciones parlamentarias del 20 de diciembre. ECOWAS entonces mantuvo sesiones de diálogo de seguimiento de la hoja de ruta en agosto y septiembre. Se suponía que este diálogo resultaría en el retorno de la Constitución de 1992, que impediría que Faure Gnassingbé concurriera a las elecciones presidenciales de 2020. De nuevo, las protestas callejeras fueron suspendidas a regañadientes.

“Parar la protesta no ha tenido impacto en las reivindicaciones del pueblo”, explicó en ese momento Ahlijah. “Sin embargo, ha proyectado la impresión de que el tema está resuelto, aunque la crisis es todavía real”.

Para los líderes del movimiento, el diálogo parecía viciado desde el principio. En primer lugar, Faure Gnassingbé era el presidente de ECOWAS. ¿Cómo podían esperar que sancionara su propia transmisión del poder? Esto es por lo que no fue una sorpresa cuando el Gobierno y el C14 no lograron alcanzar un acuerdo de consenso sobre la implementación de las reformas constitucionales.

“Hemos estado diciendo durante meses que este diálogo no dará fruto, pero [los defensores del régimen] han defendido el falso diálogo que solo tenía la intención de debilitar a la oposición”

“Estas fantasías de los expertos de ECOWAS son sólo las instrucciones de Faure Gnassingbé”, dijo Farida Nabourema. “Hemos estado diciendo durante meses que este diálogo no dará fruto, pero [los defensores del régimen] han defendido el falso diálogo que solo tenía la intención de debilitar a la oposición. No podemos dejar [a ECOWAS] pisotear las aspiraciones del pueblo togolés, que ha sido demasiado paciente con este régimen”.
A pesar de detener las protestas callejeras, el movimiento Faure Debe Irse siguió activo manteniendo la presión en los partidos políticos para mantener el rumbo de sus demandas.

“Estábamos frustrados porque los partidos de oposición pidieron el cese de las protestas durante el diálogo”, dijo Nabourema. “Pero la experiencia nos decía que siguiéramos movilizándonos porque esperábamos que estos diálogos fracasaron, y lo hicieron. Así que, para nosotros, la movilización continuó”.

No ha habido mucho tiempo de inactividad para el movimiento Faure Debe Irse. Durante los pasados meses, se ha organizado para mantener la presión en los partidos políticos para que mantengan el rumbo de las principales demandas, concretamente la dimisión de Faure Gnassingbé.

Según Ahlijah, ayudó que los líderes del movimiento —desde el comienzo— hablaran abiertamente sobre el peligro de dar pausa a las manifestaciones. “Al expresar estas preocupaciones en foros públicos y en los medios, creó la impresión de que la unidad de la oposición dependía de la capacidad de los políticos de seguir siendo receptivos hacia la gente”.

El movimiento se posicionó como un perro guardián de los políticos durante el diálogo, con la presente amenaza de disociarse del C14 si los políticos cedían ante el proceso electoral organizado por el Gobierno. Esto se demostró como una fuerte amenaza porque —según los líderes del movimiento— los partidos opositores inicialmente dejaron de insistir en que Faure dimitiera inmediatamente, centrándose en vez de eso en negociar reformas electorales que llevarían a elecciones parlamentarias.

Atendiendo a una llamada a la acción desde el C14 tras el estancamiento de las conversaciones, las protestas callejeras continuaron el 17 de noviembre. Movilizar a la gente se mostró como una tarea relativamente fácil, ya que la población seguía enfadada por no haberse cumplido todavía sus reivindicaciones.

Próximos pasos para el movimiento 'Faure Debe Irse'

Siempre ha existido una esperanza tácita de que se podría presionar a la comunidad regional e internacional para ayudar a que el movimiento consiga su meta. Es por ello que la mayoría de los líderes del movimiento se han esforzado en movilizar el apoyo internacional a través de conferencias, seminarios, medios de comunicación y cualquier plataforma disponible. Hablando en el Foro de la Libertad de Oslo (Noruega), Nabourema criticó rotundamente al Gobierno francés por apoyar al atroz régimen de Faure Gnassingbé.
Los líderes de los movimientos han pasado a ver a las instituciones regionales como engañosas y “que hacen de todo para proteger a Faure Gnassingbé”

Desgraciadamente, parece que esta estrategia no tendrá mucho rendimiento y la impresión general es que los organismos y países internacionales y regionales no aportarán nada sustancial a la lucha. Como apuntó Ahlijah, los líderes de los movimientos han pasado a ver a las instituciones regionales como engañosas y “que hacen de todo para proteger a Faure Gnassingbé”.

Otra lección crucial para el movimiento es la importancia de seguir exigiendo responsabilidades a los partidos políticos. Sin su control activo, los partidos políticos con intereses diversos podrían fácilmente dejar de lado los intereses del pueblo para buscar sus propias reivindicaciones. Al señalarse como el perro guardián de los partidos políticos, el movimiento ha hecho posible que el tema principal de la marcha de Faure siga al frente y en el centro del diálogo entre la oposición y el Gobierno.

En última instancia, sin embargo, el movimiento se da cuenta de que su mejor baza contra la dictadura sigue siendo su capacidad de montar protestas masivas, por lo que ha recuperado las protestas callejeras en Togo y la diáspora.

“Esperamos animar más protestas públicas pacíficas y desobediencia civil y ser capaces de mantener la presión hasta que caiga el régimen”, dijo Nabourema.

Pero el objetivo inmediato era conseguir que ECOWAS revisara la hoja de ruta y presionara al Gobierno para que aceptara las demandas antes de las elecciones parlamentarias del 20 de diciembre. El movimiento trabajó duro para entrenar a más gente en la resistencia civil y planificó más de dos protestas cada semana —tanto en el país como fuera— hasta las elecciones. Si el Gobierno continuara sin aceptar las reformas [a día 20 así era], el movimiento tiene la intención de hacer las protestas indefinidas hasta que se consiga su objetivo.

“Por ahora habrá cada vez más protestas”, dijo Ahlijah. “Las protestas han sido muy eficaces en presionar al Gobierno en el pasado”.

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