Opinión
El expediente oculto de Zabalgarbi
La incineradora vizcaína ha sido presentada como un modelo de eficiencia, a pesar de que sus cifras aparecen salpicadas de trampas.
profesor de ingeniería en la UPV/EHU
En septiembre de 2018 se celebrará en Bilbao el Congreso de CEWEP, la Confederación Europea de Plantas de Valorización Energética. Uno de los puntos de su programa será la visita a Zabalgarbi, la incineradora de Bizkaia, “la cual, gracias a su innovador diseño, proporciona una alta eficiencia energética”. Pero esa visita no explicará su expediente oculto, que muestra a la perfección las trampas de la incineración de residuos urbanos.
El “innovador diseño” consiste en la integración de una planta incineradora en un ciclo combinado, en el que más del 70% de la electricidad generada proviene del gas natural. En 2016, Zabalgarbi usó 854 Gigavatio-hora (GWh) de gas natural para poder valorizar energéticamente 224 kilotoneladas de residuos urbanos. Lo hizo con una eficiencia del 40%, muy inferior a la de otros ciclos combinados (casi el 55%). Esta baja eficiencia y enorme consumo de gas deberían impedir que tuviera el estatus europeo R1 de valorización energética de residuos. Pero, en este caso, el certificado R1 es consecuencia de que la energía del gas natural también es computada como residuo.
El gran consumo de gas natural es clave para el balance económico de Zabalgarbi, que siempre ha recibido primas para la electricidad generada a partir de residuos. Estas primas (en torno a 20 millones de euros anuales estos últimos años, que han salido de nuestra factura eléctrica) las ha recibido por toda la electricidad generada, incluida el 70% proveniente del gas natural, y generada en un ciclo combinado mucho menos eficiente que otros que no reciben ningún tipo de prima. La situación fue aun más sangrante entre noviembre de 2005 y abril de 2007, cuando una gravísima avería impidió la valorización de los residuos urbanos incinerados en esos 17 meses (300 kt que la Diputación de Bizkaia siempre ha computado, erróneamente, como valorizadas). Mientras su turbina de vapor estaba averiada, ingresó nueve millones de euros de primas por una electricidad generada solo en su turbina de gas, gracias a que el Gobierno vasco excluyó a la planta del cumplimiento de los requisitos de eficiencia que condicionaban su cobro.
Se trata de una instalación industrial fuente de importantes vertidos a la atmósfera y a vertedero. En 2016 emitió 453 gramos de CO2 por cada kilowatio hora generado; bastante más, de hecho, que el conjunto del sistema eléctrico (250 gramos). Su Plan de Vigilancia Ambiental muestra un importante aumento de la concentración de arsénico en muestras de vegetales recogidos en los alrededores de la planta, coincidiendo con su puesta en marcha en 2005. Aunque Zabalgarbi y la administración insisten en el estricto control del funcionamiento de la planta, lo cierto es que las emisiones a la atmósfera de agentes tóxicos con graves efectos en la salud como dioxinas, furanos y metales pesados solo son monitorizadas durante menos de ocho horas cada trimestre, y nunca durante condiciones anormales de funcionamiento de la planta.

Zabalgarbi genera anualmente más de 7 kt de cenizas de incineración, un residuo peligroso, y más de 40 kt de escorias que tienen la consideración de residuo espejo, es decir, que puede ser peligroso dependiendo de las obligatorias caracterizaciones que lo verifiquen. Pero su expediente en el Departamento de Medio Ambiente no recoge los análisis de peligrosidad que aseguren que estas escorias no lo sean. Pese a ello, el grueso de las casi 600 kt de escorias que ha generado en su vida han sido vertidas en los vertederos de residuos no peligrosos de Zalla e Igorre, aunque se tenían otros planes: un proyecto para optimizar la maduración de estas escorias, de forma que pudieran ser valorizadas en obra civil. No constan resultados de este estudio, y las escorias han sido derivadas sistemáticamente a vertedero, aunque la Diputación de Bizkaia las ha computado como residuos reciclados durante muchos años.
Zabalgarbi es la columna vertebral del sistema de tratamiento de residuos urbanos en Bizkaia, y también la principal barrera para avanzar en la reutilización y el reciclado: tras casi 13 años de funcionamiento, la tasa de reciclado de residuos urbanos en Bizkaia se estanca en el 40%, lejos de los objetivos que marca la Unión Europea para el año 2020 (50%).
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