Racismo
¿Qué es la lucha de las razas sociales?

Como escribe, esencialmente, Sadri Khiari en “Malcom X: Estratega de la dignidad negra” (Ámsterdam, 2013), el sistema es una abstracción, y en la lucha no nos oponemos a algo abstracto, sino a la forma concreta que asume inmediatamente el sistema. Es en esta forma concreta en la que nos vamos a interesar, con el fin de no debatir solo de forma abstracta, sobre el sistema racista.

Manifestación contra el racismo
Manifestación contra el racismo de las comunidades racializadas del Estado Español, 12 de Noviembre Madrid Najim Ouled
Traducido por Zouhair Kastite
17 nov 2017 12:47

[Nota introductoria de 1492: 

Dado el momento de efervescencia creciente que en los territorios del Estado español comienza a hacerse más y más presente -en espacios muy reducidos de la militancia anti-racista, es cierto- consideramos que este texto de Selim Nadi viene a aportar reflexiones teóricas y políticas imprescindibles para el desarrollo del anti-racismo político. Términos como "racialización" o "racismo", así como batallas superfluas y teledirigidas por los actores sociales tradicionales en torno a tópicos como el de la "identidad", la "lucha política" o el "multiculturalismo" tienden a diluirse cuando los términos importantes de la discusión en torno a la lucha anti-racista hacen su aparición. Por eso y por otras razones creemos esencial la lectura y discusión de este texto.

Selim Nadi es miembro del PIR (Partido de los Indígenas de la República]. El término "indígena", usado por los miembros del PIR en Francia puede, al ser traducido al contexto del Estado español, llevar a equívocos. "Indígena" es la palabra a través de la cual, en tiempos de la colonización francesa -también la española en muchos casos-, las administraciones coloniales denominaban a los sujetos no blancos en la colonia. Con este uso, el PIR no hace mención entonces a los pueblos originarios de Abya Yala sino a los sujetos supervivientes de la colonización moderna que se llaman así mismos de esta manera para exponer una realidad constatable: siguen ocupando el lugar social de los subhumanos y esto responde a la herencia del legado colonial. Pensamos que el uso del término "post-colonial" es más adecuado para el contexto del Estado español y se presta a menos malentendidos. Es por ello que, al menos en este texto, hemos decidido usar dicha palabra.]

Intervención de Selim Nadi durante la mesa redonda “Condiciones negras y política: de la necesidad de la violencia”, organizado en Sciences Po [Instituto de Estudios Políticos] el 13 de abril del 2017.

En primer lugar, deseo agradecer a la asociación Sciences Po para África por haber invitado al Partido de los Indígenas de la República (PIR) a participar en esta mesa redonda. Voy a intentar esbozar aquí algunas hipótesis estratégicas que derivan del pensamiento político del PIR y notablemente del concepto de "luchas de razas sociales", desarrollado por Sadri Khiari en La contre-révolution coloniale en France (La Fabrique, 2009). En efecto, la militancia decolonial implica igualmente tener debates e hipótesis estratégicas- derivados de un análisis más global de las contradicciones raciales. Como escribe, esencialmente, Sadri Khiari en “Malcom X: Estratega de la dignidad negra” (Amsterdam, 2013/Artefakte, 2015 en español), el sistema es una abstracción, y en la lucha no nos oponemos a algo abstracto, sino a la forma concreta que asume inmediatamente el sistema. Es en esta forma concreta en la que nos vamos a interesar, con el fin de no debatir solo de forma abstracta, sobre el sistema racista. Esta comunicación, forzadamente incompleta, se propone iniciar una discusión alrededor del papel del Estado en las contradicciones raciales, con el fin de re-plantear un poco la cuestión de la politización de la lucha indígena en Francia.

I.
En primer lugar, me parece importante volver rápidamente sobre los riesgos políticos que plantea la popularización creciente del término “raza” en ciertas esferas del entorno militante francés estos últimos años (aunque esté muy lejos de ser aceptado a nivel nacional). Mientras que el concepto de “raza” comienza, poco a poco, a imponerse en algunos círculos militantes y/o académicos de izquierda, nos podemos alegrar y pensar que el trabajo de análisis político llevado a cabo por los intelectuales orgánicos del indígenado francés trae (por fin) sus frutos. Lejos de ello. Aún queriendo aceptar la existencia de la raza, de manera bastante abstracta, se resisten a preguntarse sobre los efectos reales, y sobre el interés político para los no-blancos de usar este concepto. Para nosotros, hablar de “la raza” en singular no tiene sentido, ya que esto vuelve a ocultar la existencia de dos polos raciales que se enfrentan. El uno no existe evidentemente sin el otro.

Es por esto, que decimos, en el PIR, que la raza es una relación social y política, y no un objeto sociológico abstracto o una categoría inmutable. En realidad, si el término de “raza” da cada vez menos miedo, es alrededor del término “lucha” que se cristalizan los temores. ¿Qué entendemos nosotros por “lucha de razas”? La “lucha” significa que existen dos polos raciales y que sus intereses se oponen. En el fondo, si la expresión “lucha de razas” da miedo a ciertos militantes y sociólogos de la izquierda radical, es porque plantea la cuestión del poder como cuestión central. Una lucha entre grupos sociales con intereses antagónicos implica necesariamente abordar la cuestión del poder. La lucha de razas sociales se desglosa (principalmente) en dos partes:

  1.  Una relación social racial ligada a las estructuras del Estado y a las condiciones objetivas de existencia de colonizados dentro de Francia. Por lo tanto, también de relaciones de clase. Esta relación se hace notable por los antagonismos sociales entre estos dos polos raciales. Aunque esta relación racial sea constante, alcanza algunas veces puntos culminantes, como fue el caso de las revueltas de 2005 en los barrios populares franceses. Es, en parte, a partir del análisis de las condiciones objetivas en las cuales viven los no-blancos, que es posible elaborar una estrategia capaz de llevar al indígena a la segunda fase de la lucha de razas.
  2. La organización de polos raciales en fuerzas políticas (y no solamente en fuerzas sociales). Dicho de otro modo, el grado de conciencia política independiente de cada grupo social. La conciencia de pertenecer a una raza social, teniendo intereses convergentes, plantea la cuestión de la organización política. Aquí es donde, por si misma, se impone la lucha en términos de poder. Con este propósito, los años 2004 y 2005 han sido relativamente interesantes desde este punto de vista, con la creación de CCIF [Colectivo Contra la Islamofobia de Francia], de la BAN [Brigada Antinegrofobia], de la Voix des Rroms [La voz de los Rrom] y del MIR (PIR a partir de 2010).

Así, contrariamente a la lucha de clases, que en su forma primaria, trabaja a nivel de lugares de explotación (alrededor de las relaciones obreros/patrón, condiciones de explotación de los trabajadores, etc.), la lucha de razas, bajo su forma elemental, se dirige directamente contra el Estado (por ejemplo: las revueltas indígenas de 2005, las Marchas silenciosas tras crímenes policiales, etc). Conlleva, entonces, desde el inicio, un aspecto político, aunque este no se exprese como tal. Aquí separamos artificialmente las relaciones raciales de las relaciones de clase para simplificar, pero es evidente que estos son co-constitutivos y profundamente imbricados.

Es el hecho que el poder blanco está institucionalizado, lo que lo convierte en el polo dominante de la lucha de razas sociales. Lo que no quiere decir que haya que ocultar las resistencias que el poder blanco siempre se ha encontrado en su camino, a menudo más espontáneas que realmente estructuradas, es cierto.

La pasividad de los sujetos post-coloniales es un mito (el “mito del negro dócil es un mito” escribía CLR James en 1938). Sin embargo, hay que admitir nuestra debilidad principal: la cuasi ausencia de una organización política capaz de luchar en el mismo plano que el polo blanco.

Paradójicamente, el hecho de que los sociólogos y militantes de izquierda ya no rechazan el uso del término “raza” permite, justamente, mantener nuestra lucha en los confines de la política. Vaciada de su contenido político, la lucha de razas es rápidamente asociada al concepto de “dominación” de Bourdieu. Lo que es una relación dinámica que opone dos polos raciales antagonistas es descrito, entonces, como un simple estado de dominación: la simple distribución asimétrica de posiciones sociales ocupadas por los individuos.

La repolitización del concepto de “dominación” constituye, entonces, un reto central para los sujetos post-coloniales. El hecho de que utilicemos el término “racializados” para designar únicamente a los sujetos sujetos post-coloniales demuestra que la raza es a menudo concebida fuera de cualquier relación social. Por lo que, si los sujetos post-coloniales son racializados, los blancos lo son igualmente. Ellos representan una raza social, dotada de privilegios sociales. En consecuencia, no hay racializados, sino más bien un proceso de racialización que constituye a los sujetos post-coloniales y a los blancos.

Así, nuestra condición racial es inseparable de la cuestión del poder, la del Estado que determina políticamente la existencia de privilegios raciales. Dicho esto, para nosotros, el estado no es un bloque homogéneo que sería una “simple” herramienta de la raza social dominante. Él es un campo estratégico, el organizador del polo racial blanco. Es un espacio conflictivo, donde se organizan, se recomponen y se elaboran las estrategias del bloque en el poder. 


II.
El Estado es la instancia opresora principal de los sujetos post-coloniales y, por eso, ocupa un lugar tan importante para nosotros. La estratificación racial es constitutiva del Estado-nación. La historia de la formación de los estados-nación está íntimamente ligada a la aparición y evolución de la lucha de razas sociales. Según David Theo Goldberg “los estados modernos son raciales en su modernidad y modernos en su racialidad” (The racial state, Blackwell Publishing, Oxford, 2002). Con la expansión europea que se inicia en el siglo XV, asistimos a la producción de las razas. No solamente de etnias o de pueblos, sino que de razas sociales.

La transformación de las ciudades-Estado en Estados modernos ha conllevado con ello una estratificación racial. La esclavitud, seguramente, a jugado un rol primordial en el nacimiento de las razas sociales. En The Invention of the White Race, Theodore W. Allen escribe que cuando los primeros africanos pusieron el pie en Virginia, alrededor de 1619, no había “blancos”. La categoría racial “blancos” ha sido inventada en tanto que instrumento de control de la clase dominante en respuesta a la solidaridad entre los “esclavos-contractuales” blancos y los esclavos negros (el debate entre algunos historiadores- notablemente entre Theodor W. Allen y Noel Ignatiev por ejemplo- sobre todo se centró en el grado de consciencia de la instauración de dichos privilegios). La puesta en marcha de esta estratificación racial permitió cortar cualquier voluntad de unión entre los esclavos negros y los blancos, con el fin de conservar el sistema de la esclavitud. Pero, también, permitió a los trabajadores blancos dejar de defender sus intereses de clase. El sistema mundial moderno que se estableció no se limitó a los Estados Unidos solamente, sino que también se extendió a algunas capitales europeas.

Por lo tanto, ya en el siglo XVII, ciudades como Londres y Ámsterdam vieron a su población diversificarse racialmente. En Londres, los primeros negros llegaron en 1555. Eran cinco africanos del este que vinieron a Inglaterra a aprender inglés para facilitar el comercio de esclavos. Algunas ciudades europeas se duplicaron en población. Entre 1600 y 1700, la población de Londres aumentó de 200.000 a 575.000 habitantes. Fue al crear y luego modernizar que los estados europeos participaron en la estratificación racial que ya había comenzado en el otro lado del Atlántico. Finalmente, el racismo científico del siglo XIX consistía sólo en justificar "científicamente" la existencia de razas sociales y de ninguna manera "crear" el racismo. Esta justificación, además, ha contribuido en gran medida a las conquistas coloniales. Fue a través de su empresa colonial que el estado se encontró frente a grandes poblaciones indígenas, que luego desarrollaron mecanismos para el manejo y la represión de las diferencias culturales, los sistemas económicos existentes, y así sucesivamente. El tratamiento excepcional del "neo-Indígena" hoy en día no es simplemente una tradición de la República Francesa. Es constitutivo de los estados europeos modernos (véase a este respecto este excelente texto de Houria Bouteldja: Pouvoir politique et races sociales).

La cuestión del estado es, por lo tanto, esencial y no se puede ignorar cuando hablamos de los antagonismos raciales. Todo sujeto post-colonial entiende el Estado a través de la experiencia de su violencia física organizada: ¡la policía! Los no blancos son las principales víctimas de la violencia y los homicidios policiales. Encerrando a los no blancos, reprimiéndolos cuando se manifiestan, controlándolos constantemente en las calles, el Estado cumple con su papel de coacción e impone a los sujetos post-coloniales una amenaza permanente que pretende su inmovilización política. El papel de la organización política debe ser, por lo tanto, sacar a los sujetos post-coloniales de este inmovilismo político, en parte como resultado de la constante represión estatal; no sólo a través de una mayor implicación política, sino también por medio de alianzas políticas con las fuerzas políticas blancas que encontramos en el campo de la lucha antirracista, que defienden posiciones antiimperialistas. La última gran iniciativa política importante, que realmente ha constituido una especie de premisa para un posible bloque contra-hegemónico decolonial agrupando sujetos post-coloniales y militantes de la izquierda radical blanca, fue sin duda la Marcha por la Justicia y la Dignidad del pasado 19 de marzo en París.

III.
El estado no se limita a su papel represivo. La ideología es otro aspecto que organiza la lucha de las razas sociales. Por "ideología" no nos referimos a meras ideas abstractas, sino a prácticas materiales que, a través de los dispositivos ideológicos del estado, interpelan a los individuos como sujetos. De hecho, para establecer los privilegios raciales que disfrutan los blancos, el Estado no puede contentarse con apelar únicamente a las fuerzas represivas, sino que también debe movilizar una ideología. Esta última, al convertirse en hegemónica, participa plenamente en la exclusión de los sujetos post-coloniales del campo político blanco, del acceso al empleo, la deslegitimación de cualquier discurso indígena contrario a la adoración del Estado-nación francés, etc.

Pero esta ideología también tiene otra función en la lucha de las razas sociales: bloquear cualquier solidaridad no solo entre los blancos pobres y los sujetos post-coloniales, sino también entre las diferentes comunidades racializadas. El ejercicio de una hegemonía sobre un grupo presupone tener en cuenta, e incluso a veces satisfacer, los intereses materiales del grupo subordinado. Así, parafraseando a David Roediger (Labor in White Skin: Race and Working Class History, en David Roediger Towards the Abolition of Whiteness, Verso, London-New-York, 1994), si bien es cierto que el racismo evoluciona en un contexto de relaciones de clase, la clase también se define parcialmente en términos raciales. Esto es esencial para entender el papel del racismo en la lucha de clases. A medida que el Estado se desestabiliza cada vez más, en lugar de ver el racismo de un segmento del proletariado blanco como una mera falta de educación (o una especie de "falsa conciencia"), deberíamos verlo como la defensa de sus supuestos intereses de clase a corto plazo y la defensa real de sus intereses raciales (que a veces van en contra de sus intereses de clase).

Una buena ilustración de esto es lo que se llamó "ataques de odio" en la década de 1940 en los Estados Unidos, donde los trabajadores blancos se negaron a trabajar con trabajadores negros en las fábricas de Detroit y Baltimore, pero también manifestaciones de conductores de tranvías de línea blanca en Filadelfia en el verano de 1944 protestando contra las mejoras de las condiciones de trabajo de sus colegas negros. Es por lo tanto a través de la ideología del estado que se pueden dar las alianzas ocasionales particulares entre la burguesía blanca y el proletariado blanco cuando se trata de defender sus privilegios raciales. También es lo que contribuye a la creación de lo que llamamos "integracionismo" o lo que los activistas afroamericanos llaman "Tío Tom".

Si retomamos el análisis, desarrollado por Sadri Khiari, según el cual "el racismo es solo una modalidad ideológica de existencia de la lucha de las razas sociales”, éste se vuelve hegemónico solo al pasar por el aparato estatal. La lucha contra el estado también pasa por una lucha para construir una contra-hegemonía ideológica y política, que puede implicar el uso de la coacción, pero no sólo; para revertir una famosa fórmula de Gramsci, nuestra lucha contrahegemónica también debe ser capaz de armarse con la coacción.

La ideología y la represión trabajan mano a mano. La lucha de las razas sociales no puede reducirse a una lucha abstracta contra el estado. Éste último organiza los privilegios raciales y es un papel que asume completamente. El estado explica abiertamente que tiene la intención de reprimir a las mujeres con hijab, los agitadores, etc. ganando un gran apoyo de la población blanca. El estado es un creador de poder, un organizador ideológico, no solo a nivel institucional, sino más ampliamente a nivel de la población blanca. Como Sadri Khiari escribe: "La violencia, incluso cuando no tiene el sabor de la porra, también es inherente a las relaciones post-coloniales” (La contre-révolution coloniale en France, La Fabrique, 2009).

Para resumir: el poder se materializa a través del aparato estatal, pero no se reduce a él. Sin embargo, dado que la base de este poder racial parece estar claramente incorporado en las instituciones estatales, parece importante insistir en la toma del poder estatal como un horizonte estratégico necesario, independientemente de su significado concreto, sobre el cual parece prematuro proponer cualquier formulación en el estado actual de las relaciones de poder. Sin embargo, aunque muchos antirracistas hoy reconocen que la lucha por el poder es necesaria, es importante recordar que esta lucha es parte de un marco más amplio, tal y como teorizó ya Sadri Khiari en 2009: la lucha de las razas sociales, cuya relevancia es más actual que nunca.


Publicado el 22 de setiembre 2017 en indigenes-republique.fr

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