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Tribuna
Decrecimiento azul: un enfoque necesario para mares al límite

Las industrias marítimo-costeras, lejos de ajustarse a los límites ecológicos y sociales de los ecosistemas donde operan, siguen proponiendo el crecimiento económico como única realidad posible. Términos como blue growth (crecimiento azul) o blue economy (economía azul), siempre unidos al adjetivo “sostenible”, llenan titulares y carteles de cumbres internacionales como la que está teniendo lugar en Niza esta semana. Un encuentro al más alto nivel donde, una vez más, estos términos resultan ilusorios y difusos y, en definitiva, maquillan el extractivismo de toda la vida haciendo uso del evocador color azul del océano.
Océanos
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El propio Gobierno de España sigue defendiendo esta tendencia extractivista en el mar. Este mismo miércoles, el Tribunal Europeo de Justicia ha rechazado el recurso interpuesto por el Gobierno de España que pretendía anular los cierres a la pesca de fondo en los ecosistemas marinos vulnerables (EMV), o zonas donde es probable que existan estos ecosistemas en el Atlántico nororiental, alegando al principio de proporcionalidad. Si bien se requiere de más y mejores datos para establecer los cierres a la pesca (que deben ir evaluando los cierres y modificándose en consecuencia), no parece sensato permitir la pesca en estos ecosistemas de fondo que son clave para la salud del océano y la pesca del futuro.
Lejos de establecer alternativas sostenibles a la pesca o al turismo de masas, se ahonda en problemas del pasado añadiendo la coletilla de la “sostenibilidad”
También encontramos proyectos que, lejos de establecer alternativas sostenibles a la pesca o al turismo de masas, ahondan en problemas del pasado, acompañados de esa coletilla de la “sostenibilidad” o “de interés social”. Se maquilla así lo que en realidad son macrogranjas en el mar y hoteles de lujo cuyos impactos ambientales y sociales, como la contaminación de los ecosistemas costeros y la gentrificación de nuestros pueblos, son de sobra conocidos.
Esto no es nada nuevo. Según un informe publicado en 2021 por la Fundació ENT e ICTA-UAB, el crecimiento exponencial de la industria del turismo —como los cruceros o el desarrollo urbanístico en el litoral— y el transporte marítimo de mercancías y de personas en las últimas décadas degrada de forma crónica costas y mares en el Mediterráneo, en particular, y en todo el mundo, en general. El informe muestra la imposibilidad de la continuidad tendencial del crecimiento debido a los límites físicos y ecológicos de los recursos disponibles.
La tendencia expansionista del crecimiento azul sigue con proyectos de hoteles en espacios protegidos o la ampliación del puerto de Valencia
A pesar de lo evidente, seguimos siendo testigos de la tendencia expansionista de la economía y el crecimiento azul, con nuevos proyectos de hoteles en espacios naturales protegidos como en la playa de los Genoveses situada dentro del parque natural de Cabo de Gata-Níjar, o en la zona de servidumbre de protección como el hotel La Tejita y la urbanización Cuna del Alma en Tenerife. Puertos que pretenden seguir expandiéndose como los proyectos de ampliación del puerto de Valencia, y el puerto deportivo de El Fornells (Menorca), así como la proliferación de nuevos puertos deportivos en Málaga o Fuengirola.
Esta tendencia expansionista también la encontramos en otros sectores como la pesca. Mientras hay una clara tendencia hacia la industrialización del sector pesquero, se reducen los barcos pequeños y artesanales, que deberían ser la base de una pesca de menor impacto, y también se reduce la diversidad de especies marinas.
Frente al ecopostureo marino, decrecimiento azul
A pesar de toda la maquinaria desarrollista de este capitalismo verde, otro rumbo es posible y pasa por el decrecimiento llevado al ámbito marino. Eso implica, por ejemplo, reducir el consumo de combustibles fósiles en el mar. Durante años, las políticas pesqueras han favorecido y subvencionado la instalación de motores cada vez más potentes favoreciendo la sobrepesca y el deterioro de los ecosistemas marinos. Frente a esto, en lugares como Palamós los pescadores vienen regulando y reduciendo deliberadamente la potencia de sus motores desde 2015 consiguiendo un aumento en la talla de las capturas a la par que una reducción en costes por un menor uso de combustibles.
En el plano internacional, el transporte marítimo de mercancías sigue siendo una de las principales fuentes de emisiones contaminantes. Desde algunos sectores se reclama la declaración de una zona de control de emisiones en el Atlántico nororiental, similar a la que ya se ha aprobado en el Mediterráneo. El objetivo: limitar la emisión de óxidos de azufre, nitrógeno y partículas derivadas del fuel marítimo.
La contaminación costera es otro frente abierto. En este ámbito, la mejora de los sistemas de saneamiento para evitar vertidos de aguas residuales, controlar los emisarios ilegales o atajar la llegada masiva de residuos como las toallitas higiénicas, que acaban en playas y fondos marinos, son tareas pendientes. También lo es regular con más firmeza el impacto de la agroindustria y de determinados proyectos industriales que afectan directamente a las cuencas que desembocan en el mar.
La planta de celulosa Altri o las minas previstas en Aznalcóllar o Touro amenazan con sus vertidos a la vida marina cercana
Es el caso de iniciativas como la planta de celulosa Altri, o de nuevas minas como las previstas en Aznalcóllar (Sevilla) o Touro (Galicia) cuyos vertidos a ríos cercanos amenazan la vida marina y a las comunidades costeras que dependen estrechamente de ella. Cabe preguntarse ante cualquier proyecto de este tipo por el verdadero “interés público”, que no económico ni especulativo, al que se alega en el caso de la reapertura de Aznalcóllar, donde el vertido de las aguas mineras ha sido autorizado gracias a la exención de los objetivos ambientales recogidos en la Directiva Aguas en casos de interés público superior.
La pesca también atraviesa un momento clave. Las flotas artesanales van a menos, mientras gana terreno la pesca industrial, más intensiva y con un impacto mayor sobre los ecosistemas. A esto se suma la sobreexplotación de caladeros, que obliga a faenar cada vez más lejos: dos de cada tres peces que se consumen en España vienen de aguas internacionales o de terceros países ya sea por importaciones o por la flota que faena en aguas lejanas, con un coste social y ambiental que a menudo recae sobre países del Sur Global. Es por tanto necesario recuperar los caladeros cercanos, junto con la promoción del sector pesquero artesanal, cuyo valor sociocultural es clave en los pueblos costeros.
¿Y qué decir del turismo? No es nuevo: cada vez la presión es más intensa en territorios insulares y costeros. Canarias, Baleares, Catalunya o Andalucía muestran síntomas claros de saturación. El turismo requiere enormes cantidades de agua, energía y materiales, y genera residuos que los ecosistemas locales no pueden asumir. En muchos de estos territorios ya se discute sobre la necesidad de poner límites a la llegada de visitantes y repensar el modelo turístico desde una lógica de menor impacto y mayor arraigo local.
La biodiversidad marina sigue en retroceso y hay que crear planes de gestión eficaces de los espacios marinos protegidos para revertir la tendencia
Por último, la biodiversidad marina continúa en retroceso. España se ha comprometido a proteger el 30 % de su espacio marino antes de 2030, incluyendo un 10 % con protección estricta. Pero más allá de las cifras, lo importante es dotar a estos espacios de planes de gestión eficaces, que permitan recuperar especies amenazadas —como la orca o la marsopa ibérica o varias especies de tiburones del Mediterráneo— y reforzar las reservas marinas de interés pesquero, clave para garantizar refugios reales para la biodiversidad y mejorar el rendimiento de las pesquerías locales.
Avanzar en esta dirección no implica renunciar al bienestar, sino redefinirlo. Apostar por formas de vida más ajustadas a los límites ecológicos puede ser también una forma de proteger los medios de vida costeros, la pesca local, el acceso al mar y la salud de los ecosistemas. Un modelo que no crezca a toda costa, sino que permita seguir habitando el mar sin agotarlo.