Mely Romero: “Antes del asesinato de Lucrecia se creó un caldo de cultivo”

Amelia Margot Romero ha recuperado en su segundo libro, Lucrecia. Crimen y Memoria, la historia de Lucrecia Pérez Matos, la primera víctima mortal del racismo en España.

Amelia Margot Romero Álvarez, Mely, nació en Santander. Emigró muy joven a Venezuela antes de retornar a España e instalarse con su familia en el barrio madrileño de Aravaca. Su padre fue un maestro republicano represaliado y recuperó su historia en su primer libro, Tú, rojo. Maestros Republicanos (Entrelíneas, 2017). En el segundo, Lucrecia. Crimen y Memoria (Ruser, 2018) recupera la de la primera víctima de racismo y xenofobia reconocida como tal en España: Lucrecia Pérez Matos.

¿Cómo y cuándo se te ocurrió escribir sobre Lucrecia?
Fue asistiendo al acto del 24 aniversario de su asesinato, aquí en la plaza [de la Corona Boreal], cuando pensé en todo el material que tenemos como asociación de vecinos [la Asociación de Vecinos Osa Mayor de Aravaca].

¿Qué era exactamente lo que la asociación ya veía?
Vimos ya el caldo de cultivo. Había por entonces una gran aglomeración de inmigrantes, mayoritariamente dominicanos, en la parte delantera de la plaza. Empezaron a surgir bulos sobre ellos que eran desmentidos por los datos de la Guardia Civil. Intentamos canalizarlo más humanamente posible dirigiéndonos al organismo más cercano, que era la Junta de Distrito. El 3 de noviembre de 1993 hubo el famoso pleno de la Junta al que vinieron los medios, SOS Racismo, la Asociación Pro Derechos Humanos… Yo hablé en nombre de la asociación. Llevamos una proposición. Diez días después ocurrió esto. Para la asociación de vecinos no fue una sorpresa porque días antes ya había pintadas que decían “negros fuera, españoles primero”.

¿Constataban lo que advertíais?
Claro, aunque parte de la asociación no estuvo de acuerdo con nosotros y se fueron de la junta directiva. El Ayuntamiento no se dio cuenta de lo que nosotros vinos venir. Después del asesinato hubo un revulsivo en toda España y quizá aquello nos haya servido para estar más atentos a los momentos previos.

¿Y qué pasó después?
Seguimos con problemas. Los inmigrantes seguían sin poder entrar al centro cívico y en un acto que hubo vino el presidente de Pro Derechos Humanos y les hicieron entrar por la puerta de atrás.

¿Para ti esto era nuevo?
Para mí y para mi marido no. Nosotros habíamos sido emigrantes en los años 50. Yo viví muy intensamente esos momentos de migración en los que no todo era legal. Había mucha emigración clandestina desde las islas Canarias en barcos fantasmas. Ahora nos asombramos porque vienen, pero nosotros fuimos así.

“Ahora nos sorpendemos, pero aquí también hubo emigración clandestina”
Tu historia de migración se produce para salvar a tu familia, ¿cierto?
En el año 55 me fui a Venezuela y allí había de todo, como un sueño. Mi padre era represaliado, fue maestro republicano, había estado en la cárcel condenado a muerte y no le dejaban salir de España. A mis hermanos tampoco porque entonces era obligatorio el servicio militar. Mi padre tenía muchos amigos republicanos en Caracas y la única manera de sacarle era que una menor lo reclamara. Yo tenía 18 años, y era menor, porque las mujeres éramos menores hasta los 25. Me fui en un barco, pero aun así nos costó dos años sacar a mi padre porque no querían darle el pasaporte.

¿Y por qué volviste? ¿Cuándo?
Pues por un terremoto de escala 7,5. Llegamos en el 67, primero a Pozuelo y luego a Aravaca. Tuvimos la visita de “el movimiento” para decirle a mi marido que le facilitarían las cosas para hacerse del mismo. De ninguna manera lo contemplábamos, por supuesto. Mi padre volvió en marzo del 68 ya muy enfermo, y ese día, a las 3 de la mañana, cuando llegó el avión, la policía de Pozuelo se presentó en mi casa registrando todo, a pesar de que le habían anulado sus antecedentes. La Dirección General de Seguridad sabía bien que regresaba un represaliado. Mi padre venía enfermo y murió a los pocos días.

¿Crees que ahora mismo puede haber un ambiente que esté provocando este odio al otro?
Ahora hay gente diciendo “yo no soy racista pero no los quiero aquí”. En Aravaca está ya integrado todo el mundo, pero te llegan comentarios particulares como que “a ellos les dan todo” y eso no es verdad, es mentira.

¿Qué te ha supuesto recuperar la memoria de Lucrecia?
Pues remover todo aquello que vivimos, que fue muy intenso, pero muy gratificante dentro de la tristeza porque unió a un montón de gente de una manera indestructible.

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