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Cuando la torre de 300 metros de la Catedral de Notre Dame de París se venía abajo trágicamente en la televisión, mis pensamientos se alejaron hasta el campo de refugiados de Nuseirat, mi hogar de la infancia en la Franja de Gaza.
Entonces, también en la televisión, vi cómo una pequeña excavadora atravesaba irremediablemente las ruinas de la mezquita de mi barrio. Crecí alrededor de esa mezquita. Pasé muchas horas allí con mi abuelo, Mohamed, un refugiado de la Palestina histórica. Antes de que mi abuelo se convirtiera en refugiado, era un joven imán en una pequeña mezquita de su pueblo, Beit Daras, destruido hace mucho.
Mohamed y muchos de su generación encontraron consuelo en erigir su propia mezquita en el campo de refugiados nada más llegar a la Franja de Gaza a finales de 1948. La nueva mezquita se hizo al principio con barro endurecido, pero posteriormente fue reconstruida con ladrillos, y después hormigón. Él pasó allí mucho de su tiempo y, cuando murió, su viejo y frágil cuerpo fue llevado a la misma mezquita para una oración final, antes de ser enterrado en el Cementerio de los Mártires adyacente. Cuando yo era todavía un niño, solía sujetar mi mano mientras caminábamos juntos hacia la mezquita durante las horas de rezo. Cuando envejeció, y apenas podía andar, yo, a su vez, sujeté su mano.
Pero Al-Masjid al-Kabir —la Gran Mezquita, posteriormente renombrada como Mezquita Al-Qassam— fue completamente pulverizada por misiles israelíes durante el verano de guerra en Gaza, que empezó el 8 de julio de 2014.
Cientos de templos de culto palestinos fueron blanco del Ejército israelí en guerras anteriores, principalmente en 2008-9 y 2012. Pero la guerra de 2014 fue la más brutal y más destructiva hasta la fecha. Miles de personas murieron y más fueron heridas. Nada fue inmune a las bombas israelíes. Según los registros de la Organización por la Liberación de Palestina, 63 mezquitas fueron completamente destruidas y 150 dañadas sólo en esa guerra, frecuentemente con gente en su interior que buscaba refugio.
En el caso de mi mezquita, se recuperaron dos cuerpos tras una larga y angustiosa búsqueda. No tenían ninguna oportunidad de ser rescatados. Si sobrevivieron a los letales explosivos, fueron aplastados por los enormes bloques de hormigón.
En realidad, el hormigón, los cementos, los ladrillos y las estructuras físicas no tienen mucho significado por sí mismos. Nosotros les damos significado. Nuestras experiencias colectivas, nuestros sufrimientos, alegrías, esperanzas y fe hacen de un templo de culto lo que es. Muchas generaciones de católicos franceses han asignado a la Catedral de Notre Dame sus niveles de significado y simbolismo desde el siglo XII.
Mientras el fuego consumía el techo de madera de roble y buena parte de la estructura, los ciudadanos franceses y muchos en todo el mundo lo veían con estupor. Es como si los recuerdos, oraciones y esperanzas de una nación que está enraizada en el tiempo fueran de repente revelados, elevándose conjuntamente con las columnas de humo y fuego.
Pero los mismos medios que cubrieron las noticias del fuego de Notre Dame parecían ajenos a la aniquilación de todo lo que tenemos por sagrado en Palestina a medida que, día tras día, la maquinaria de guerra israelí sigue volando, arrasando y profanando.
Es como si nuestras religiones no merecieran respeto, a pesar del hecho de que la cristiandad nació en Palestina. Fue allí donde Jesús recorrió las colinas y valles de nuestra patria histórica enseñando a la gente sobre paz, amor y justicia. Palestina también es central para el islam. Haram al-Sharif, donde están la mezquita Al-Aqsa y la Cúpula de la Roca, es el tercer lugar santo para los musulmanes de cualquier lugar. Además, los extremistas judíos mesiánicos protegidos por el Ejército israelí quieren demoler Al-Aqsa y el Gobierno israelí ha estado cavando por debajo de su base durante muchos años.
Cada mezquita, cada iglesia, cada cementerio, cada obra de arte y cada objeto son importantes porque están cargados de significado, el significado a ellos conferido por aquellos que han construido o buscado en ellos un escape, un momento de consuelo, esperanza, fe y paz
Aunque nada de esto se hace en secreto, la indignación internacional sigue muda. De hecho, muchos encuentran justificadas las acciones israelíes. Algunos han comprado la ridícula explicación ofrecida por los militares israelíes de que bombardear mezquitas es una medida de seguridad necesaria. Otros están motivados por sus propias profecías religiosas oscuras.
Palestina, sin embargo, es sólo un microcosmos de toda la región. Muchos de nosotros estamos familiarizados con la horrible destrucción llevada a cabo por grupos militantes marginales contra patrimonio cultural mundial en Siria, Iraq y Afganistán. Lo más memorable es la destrucción de Palmira en Siria, los Budas de Bamiyan en Afganistán y la Gran Mezquita Al-Nuri en Mosul.
Sin embargo, nada es comparable a lo que el Ejército invasor estadounidense ha hecho a Iraq. Los invasores no sólo profanaron un país soberano y trataron brutalmente a su gente, también devastaron su cultura, que se remonta al comienzo de la civilización humana. Sólo el período inmediatamente posterior a la invasión dio lugar al saqueo de más de 15.000 antigüedades iraquíes, incluida la Dama de Warka, también conocida como la Mona Lisa de Mesopotamia, un objeto sumerio cuya historia se remonta al 3100 a.C.
Tuve el privilegio de ver muchos de estos objetos en una visita al Museo de Iraq sólo unos pocos años antes de que fuera saqueado por soldados estadounidenses. En ese momento, los comisarios iraquíes tenían todas las piezas valiosas escondidas en un sótano fortificado como anticipación de la campaña de bombardeos estadounidense. Pero nada podía preparar al museo para el salvajismo desatado por la invasión terrestre. Desde entonces, la cultura iraquí ha sido reducida en gran parte a piezas en el mercado negro de los mismos invasores occidentales que han destrozado ese país. El valiente trabajo de los guerreros culturales iraquíes y sus colegas de todo el mundo ha logrado restaurar algo de la dignidad robada, pero la cuna de la civilización humana tardará muchos años en redimir su honor derrotado.
Cada mezquita, cada iglesia, cada cementerio, cada obra de arte y cada objeto son importantes porque están cargados de significado, el significado a ellos conferido por aquellos que han construido o buscado en ellos un escape, un momento de consuelo, esperanza, fe y paz.
El 2 de agosto de 2014 el Ejército israelí bombardeó la histórica mezquita Al-Omari en el norte de Gaza. La antigua mezquita tiene su origen en el siglo VII y desde entonces ha servido como símbolo de resistencia y fe para la gente de Gaza.
Mientras Notre Dame ardía, también pensé en Al-Omari. Mientras que el fuego de la catedral francesa fue probablemente accidental, los templos de culto palestinos destruidos fueron atacados de forma intencionada. Todavía se tiene que pedir cuentas a los culpables israelíes.
También pensé en mi abuelo, Mohamed, el amable imán con la bonita y pequeña barba blanca. Su mezquita sirvió como su único escape de una existencia difícil, un exilio que sólo terminó con su propia muerte.
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Es lamentable que una persona sin conocimiento de la realidad Palestina Israelí, escriba artículos fuera de toda verdad...bueno fuera que convivieran al menos una semana con una familia Palestina, luego cambiarían la perspectiva sobre el tema.