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La dialéctica del amo y el esclavo nos enseña cómo con el tiempo el esclavo rechaza su situación de sometido, se deshace de sus cadenas y las usa para terminar con los sometimientos. Es algo tan natural como la propia consciencia. Israel ha llegado a un statu quo insostenible y en el sur de Palestina, en la franja de Gaza, un grupo de intelectuales sigue desarrollando una idea revolucionaria que está atrayendo cada vez a más personas.
Las protestas y los “mártires”
Después de una madrugada de lunes de bombardeos israelíes limitados sobre el norte de la Franja de Gaza, llegó la noticia de la muerte de otro palestino. Le disparó el día 30 de marzo un francotirador israelí. Con él son, hasta el momento, 30 palestinos los que el Ejército israelí ha matado a tiros; los heridos y heridas se contabilizan en más de 2.500 con algunos casos graves.Desde el pasado 30 de marzo, fecha en la que cada año se conmemora el Día de la Tierra Palestina, se desarrolla a lo largo de la Línea Verde en la franja de Gaza una acampada que exige la implementación del derecho al retorno. La vuelta a los hogares de donde fueron expulsados en 1948 con el establecimiento del Estado de Israel en un movimiento unilateral por parte de los señores del sionismo.
La acampada va acompañada de actividades de índole recreativa para los y las pequeñas, con payasos y actividades culturales. Al mismo tiempo que la gente más mayor pasa el rato cantando canciones ancestrales o los jóvenes bailando dabkeh. Cuando grupos de jóvenes se acercan a la línea divisoria con Israel para lanzar piedras o cócteles molotov, los soldados israelíes obedecen órdenes y disparan a matar o a producir heridas fatales apuntando al estómago, a los pies o las rodillas.
Las autoridades israelíes siguen intentando justificar el uso excesivo de munición real contra civiles desarmados que viven bajo una ocupación ilegal según las leyes internacionales. “Dispararemos ante cualquier peligro que dañe nuestra verja de seguridad”, dicen. Sin embargo, y haciendo alusión a la investigación del escritor palestino Salman Abu Sitta, los manifestantes están a kilómetros de distancia de la línea de armisticio donde debería estar la verja israelí.
Con respecto al acuerdo de armisticio firmado entre Israel y Egipto el 24 de febrero de 1949, “la línea actual está a dos o tres kilómetros dentro de las demarcaciones de la Franja de Gaza”, afirma Abu Sitta en sus investigaciones y hoy en día en las redes sociales.
A pesar de que esta ilegalidad no es advertida ni criticada por la comunidad internacional, lo que sí ha condenado es la matanza que está teniendo lugar en la franja de Gaza. Expertos y expertas de derechos humanos de la ONU han urgido a la comunidad internacional a asegurar el procedimiento de una investigación independiente e imparcial sobre la “respuesta israelí”. Aunque Estados Unidos se está encargando de bloquear en el Consejo de Seguridad de la ONU cualquier propuesta por una investigación independiente.
“Las fuerzas israelíes usaron munición de fuego y gas lacrimógeno contra los y las manifestantes que se habían concentrado en la ocupada Gaza en ocasión del Día de la Tierra para apelar por el derecho al retorno a sus hogares”, declaró el grupo de derechos humanos de la ONU en un comunicado de prensa.
“La ley internacional establece a los agentes del orden prohibiciones estrictas del uso de fuerza —añade el grupo—. No había evidencias que sugieran que las vidas de las fuerzas de seguridad fuertemente armadas estuviesen en peligro”.
Para estos y estas expertas está claro que Israel, “como poder ocupante, está obligado a proteger y respetar los derechos humanos de los palestinos y palestinas que viven en la ocupada Gaza”.
Disuasión a tiros
El miedo hace el sometimiento y por eso las autoridades israelíes mandaron el 30 de marzo a 102 francotiradores a la Línea Verde con la Franja de Gaza. Hirieron a jóvenes, chicos y chicas, mujeres y hombres y mataron a mayores y menores de edad. El sábado 7 de abril apuntaron a la prensa. No es la primera vez que sucede, cuando se trabaja con una cámara en la Línea Verde suelen apuntar a unos centímetros del pie del o de la periodista, o disparan al trípode. Durante la operación Margen Protector de 2014 el Gobierno israelí intentó presionar a la prensa extrajera para que abandonase la Franja de Gaza. Sin embargo, ese sábado resultó letal para el periodista palestino Yaser Murtaja. El francotirador israelí colocó su visor en su costado, donde el chaleco antibalas deja de proteger. La bala penetró en su abdomen.El Ejército israelí informó que va a investigar las “muertes irregulares”, como la de Yaser, y niega que apunten “intencionadamente” a periodistas.
“Apuntar a periodistas es un crimen bajo la ley internacional y la ley humanitaria internacional”, recuerda el Centro Palestino para los Derechos Humanos (PCHR) de Gaza, que añade que “las fuerzas israelíes han practicado la política del silenciamiento de la prensa durante décadas”.
Desde el inicio de las protestas, nueve periodistas han resultado heridos por disparos israelíes en el pie, la pelvis, la pierna, el tobillo, la mano o la espalda.
Las protestas continúan. Aunque el número de participantes que se acercan a la Línea Verde va disminuyendo, para el próximo viernes el comité organizativo de la ‘Gran Marcha por el Retorno’ ha anunciado que el enfoque será quemar banderas israelíes. Sin lugar a dudas esto servirá de material a las autoridades israelíes en su campaña por demonizar las protestas pacíficas palestinas. Su táctica de amedrentar a la población y a los profesionales del periodismo con una maquinaria de guerra más que ventajosa siempre va acompañada por una línea de acción que legitime sus disparos letales. Son los más fuertes y los más débiles al mismo tiempo.
Habrá gente que crea su lógica de ‘si queman banderas israelíes es porque quieren eliminar Israel del mapa’, pero aquí es de justicia avanzar una información importante. Estamos solo ante el inicio de una movilización mucho más elaborada y pacifista.
“Si tu apoyo a Hamás o a Fatah es más grande, no hables de la patria”
En el campo de refugiados de Jabalia en Gaza surge el Naji al-Ali (el famoso caricaturista palestino que creó Handala y que fue asesinado) de la movilización popular pacifista por el retorno. Ismail Al-Bozom delinea hábilmente la filosofía de la lucha no violenta que busca alcanzar el derecho al retorno de forma cooperativa “viviendo y dejando vivir”. Expresa las inquietudes y las denuncias de un pueblo que fue dividido por luchas internas políticas, de ahí que una de sus caricaturas muestre una Gaza destruida y la frase: “Si tu apoyo a Hamás o a Fatah es más grande, no hables de la patria”.
“Todas las actividades serán pacíficas y no darán lugar a ningún enfrentamiento con las fuerzas de la ocupación israelíes ni a ningún tipo de violencia contra las mismas”, reza un documento que circula en redes sociales creado por un grupo de la Franja de Gaza hace dos meses.
Intelectuales, periodistas, abogadas, amas de casa, estudiantes, todo el mundo está invitado a participar en sus asambleas desde las que surgió una filosofía con un estricto rechazo a la quema de neumáticos o cualquier paso que pueda obtener como respuesta un disparo israelí. El núcleo de la movilización popular desarrolló una idea revolucionaria, la difusión a través de Facebook asustó tanto a Hamás que comenzó a detenerles y secuestrar sus cuentas.
Antes del 30 de marzo propusieron levantar tiendas de campaña a lo largo de la Línea Verde, a cientos de metros de distancia de los soldados israelíes.
“Creyendo en nuestro derecho al regreso, el cual está avalado por la ley humanitaria internacional y la Resolución 194 de la Asamblea General de la ONU, mostramos nuestra disposición a regresar a nuestros hogares y tierras y vivir en paz con todas las demás identidades. Por lo tanto, nuestra movilización espera que todas las personas libres apoyen nuestros objetivos legales y legítimos”, continúa el texto.
Esta gente no olvida que en 2012 y 2013 Hamás dispersó las marchas populares en el Día de la Tierra, o que en 2013 disolvió con amenazas y presencia militar una sentada en protesta por el Plan Prawer israelí que busca expulsar a la gente beduina palestina del Neguev.
Hace unos días, el periódico israelí Yedeot Aharonot mencionaba en un artículo la entrevista realizada por The Guardian con un activista palestino, retratado como el artífice de las actuales protestas. Nada más lejos de la realidad.
Lo que sucedió realmente es que las facciones palestinas, cuando conocieron tan brillante idea de la marcha por el retorno, la hicieron suya y, sin atender a las recomendaciones consensuadas por asambleas en el círculo de la movilización mencionada, se precipitaron a ponerla en marcha. Digamos que el activista que The Guardian y Yedeot mencionan fue el hilo transmisor.
Israel pierde la batalla mediática
Los y las activistas de la movilización popular pacifista por el retorno critican las iniciativas del comité organizativo de la Gran Marcha por el Retorno y la llamada Plataforma por el Regreso y Romper el Bloqueo, y siguen apelando a la paciencia y a que haya más organización con vistas al futuro y un único objetivo: el retorno.“No es coherente llamar por el retorno y contra el bloqueo porque romper el bloqueo significaría que la ocupación seguiría existiendo —argumenta Abu Sharekh, uno de los activistas pacifistas—. Las masas en Gaza se dan cuenta de la muerte del proceso de paz, se dan cuenta de que la opción de la resistencia armada está obsoleta y que ha traído solo ‘calma por calma’. Esperamos concretar el programa y extender la movilización a todas partes del mundo donde hay palestinos y palestinas, así como entre los judíos y judías antisionistas”.
Con distintas herramientas o filosofías, lo que está claro es que la gente que está participando en las protestas ha logrado, una vez más, ganar la batalla mediática.
“Todo fue preciso y medido, y sabemos dónde cayó cada bala”, publicaban en Twitter las Fuerzas de Defensa israelíes horas después del Día de la Tierra palestina. Ante esta ostentación de supremacía por encima de los derechos humanos y las leyes internacionales, el mundo no se ha quedado enmudecido.
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No es Netanyahu, es la nación
x Gideon Levy
La mayoría de los israelíes, que nunca han hablado con un gazatí, solo sabe que la Franja es un nido de terroristas. Es por eso que está bien dispararles
Uno puede arremeter contra el primer ministro tanto como se quiera, se lo merece. Pero al final uno debe recordar: no es Benjamin Netanyahu, es la nación. Al menos la mayor parte de la nación. Todas las manifestaciones del mal en los últimos días y toda la locura fueron diseñadas para satisfacer los deseos más mezquinos y los instintos más oscuros que albergan los israelíes. Los israelíes querían sangre en Gaza, tanta como fuera posible, y deportaciones de Tel Aviv, tantas como fueran posibles. No hay forma de adornarlo, uno no debe enturbiar los hechos.
Netanyahu, débil, patético, malvado o cínico, fue impulsado por un motivo: complacer a los israelíes y cumplir sus deseos. Y lo que ellos querían era sangre y deportación.
Si solo el problema se circunscribiera a Netanyahu y su Gobierno, en una elección más, o tal vez dos, el problema podría solucionarse. La buena gente se hará cargo, Gaza y los solicitantes de asilo serían liberados, la incitación fascista se extinguirá, la independencia de los tribunales estará asegurada e Israel será de nuevo un lugar para estar orgullosos. Ese es un sueño imposible. Es por eso que la campaña contra Netanyahu es importante, pero definitivamente no es lo crucial. La batalla real es mucho más desesperanzada y su alcance es mucho más generalizado. Es una batalla por la nación, a veces incluso contra ella.
Incluso los críticos de Netanyahu admiten que él sabe cómo identificar los deseos de la gente. Él reconoció que la mayoría quiere la limpieza étnica en Tel Aviv, el ultranacionalismo, el racismo y la crueldad. Netanyahu, no siendo tan malo como sus partidarios, probó por un momento otra manera más humana y racional. Pero cuando se quemó y se dio cuenta de que había ignorado el deseo de la gente, se recuperó en un tiempo récord y volvió en sí mismo. La base, el electorado, la mayoría quiere el mal. Esto es lo que proporcionó y es algo que ninguna elección cambiará. La verdadera calamidad no es Netanyahu, es el hecho de que cualquier muestra de humanidad en Israel es un suicidio político.
Una línea recta de maldad y racismo se extiende desde la frontera de Gaza hasta Tel Aviv. En ambos casos los israelíes no ven a seres humanos frente a ellos. Gazanos y eritreos son uno y lo mismo: infrahumanos. No tienen sueños, no tienen derechos y sus vidas no tienen valor.
En Gaza los francotiradores del ejército israelí dispararon a los manifestantes desarmados como si estuvieran en un campo de tiro para un coro de regocijo formado por los medios y las masas. En el sur de Tel Aviv han vuelto los arrestos y deportaciones, también al son de vítores.
Esto es lo que quiere la nación y es lo que tendrá. Incluso si los soldados matan a cientos de manifestantes en Gaza, Israel no se inmutará. La razón: el mal y el odio a los árabes. Gaza nunca se percibe como realmente es, un lugar habitado por personas, una prisión enorme y terrible, un enorme laboratorio de experimentación con seres humanos. La mayoría de los israelíes, que al igual que su primer ministro nunca han hablado con un solo ciudadano de Gaza, solo saben que la Franja es un nido de terroristas. Es por eso que está bien dispararles. ¿Escandaloso? Sí, pero cierto.
Es lo mismo en el sur de Tel Aviv. Cuando uno habla de "los residentes del sur de Tel Aviv", uno se refiere solo a los judíos racistas. Los negros que viven allí no son considerados residentes al igual que los ratones que viven allí. El grado de maldad albergado hacia ellos era semejante al trato presentado por Netanyahu. ¿Por qué deportarlos a Europa y Canadá? ¿Por qué no a África? ¿Por qué no por la fuerza? Es un sentimiento que es difícil de entender. Netanyahu solo se subió a la ola de estos sentimientos despreciables. No los generó. Obviamente un líder de estatura habría luchado contra ellos, pero en Israel ese líder ni siquiera está en el horizonte. Reemplazar a la nación tampoco es una opción viable por ahora.
Oponiéndose a todo este mal hay, por supuesto, otros israelíes también. No hay ninguna razón para no etiquetarlos con el nombre correcto: mejores, más humanitarios, más compasivos, más consientes, izquierdistas morales. No son una minoría despreciable, pero la guerra librada contra ellos por la mayoría y su Gobierno los ha paralizado. La disculpa de Kobi Meidan, emblema de la radio, por sentir vergüenza, indica que este campo ha sido derrotado. Si la masacre de Gaza y la deportación desde el sur de Tel Aviv no los lleva enfurecidos a las calles, al igual que después de la masacre de Sabra y Shatila, son una especie al borde de la extinción.
Seguimos siendo una nación de la mayoría.
Texto completo en: https://www.lahaine.org/no-es-netanyahu-es-la