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Oriente Medio
Petróleo, un lastre antidemocrático para el Islam
A raíz de la propuesta de la Asamblea de Extremadura de llevar a cabo un pronunciamiento por parte de la Comisión de Asuntos Europeos y Acción Exterior sobre la deriva autoritaria y represiva del gobierno turco, publicamos este texto sobre la situación más general en Oriente Medio, desolado escenario de la geopolítica en el siglo XXI.
La Edad Media suele relatarse como una etapa de oscuridad política y cultural, un imaginario errado que se difumina cuando se conoce lo que se excluye de este relato etnocéntrico, puesto que durante el Medievo brilló la cultura islámica, una civilización que indudablemente forma parte de la historia y ADN de Europa. Los avances en ciencia son solo algunos de sus hitos, pero quizás lo más importante de reseñar de este período sea la preservación de la “razón helénica” entre los filósofos musulmanes como Avicena, Al- Farabi o Averroes.
Gracias a ello, se pudo dar paso a la etapa del Renacimiento “europeo”, que siglos más tarde evolucionaría hacia la democratización de Europa bajo los principios de la Revolución francesa. Lamentablemente, el mundo árabo-islámico, pese a los numerosos reclamos populares de libertad, está sumido hoy en estándares de vida poco democráticos, e incluso vive una fuerte y generalizada regresión autoritaria y conservadora.
En el marco de la Primera Guerra Mundial, con el Imperio Otomano casi derrotado por los países aliados, se firman los acuerdos de Sykes-Picot, donde Francia y Reino Unido, regla en mano, conforman y se reparten los territorios otomanos de Oriente Medio: grosso modo, Siria para Francia, Irak y Jordania para Reino Unido. Sirvió esto como punto de continuación del colonialismo y explotación por parte de las potencias occidentales, tanto en Oriente Medio como en el Magreb y, en cierta medida, ofrece como resultado la actual carencia de democracia y libertad en el mundo musulmán, determinando al (post)colonialismo como factor determinante en la proliferación y crecimiento de movimientos islamistas y salafistas que, seducidos por la simplificación dicotómica entre modernidad y tradición, han visto en “lo occidental” un antagonismo a combatir. Una lógica que granjea beneficios cruzados a grandes potencias y opera bajo el imperio de la geopolítica del caos, que se vislumbra claramente en las injerencias militares de Afganistán en los ochenta o Irak en el 2003, y con menor claridad en el actual escenario de “proxy war” donde, a través de actores regionales, juegan un papel importante superpotencias como Rusia o EEUU.
El mundo árabo-islámico, pese a los numerosos reclamos populares de libertad, está sumido hoy en estándares de vida poco democráticos, e incluso vive una fuerte y generalizada regresión autoritaria y conservadora
De la mano del (post)colonialismo entra en juego la batalla entre Arabia Saudí (sunní) e Irán (chií) por la hegemonización y vanguardia del mundo islámico, batalla que esconde un trasfondo mucho más (geo)político que religioso, donde la polarización sunní-chií es una falsedad identitaria usada de forma interesada y con pretensión performativa. En un mundo musulmán donde la mayoría es sunní (80-85% de 1.600 millones), Arabia Saudí está intentando, con mayor o menor éxito, un proceso de “wahabización” de ese islam hegemónico.
El wahabismo recibe su nombre de Muhammad Ibn Abd-al-Wahhab, jurista islámico nacido en la península arábiga en el siglo XVIII que, debido a la influencia de la rigorista escuela (fiqh) hanbalí, comenzó a predicar un islam distorsionado a ciertas tribus de la Península Arábiga. Entre sus acciones estaban la destrucción de tumbas y otros lugares sagrados o la lapidación de mujeres adúlteras. Además de al-Wahhab, hubo más juristas predicadores que intentaron enfangar y distorsionar el islam desde el “salafismo”, dando a entender que todos los siglos anteriores de esplendor islámico no servían de nada y había que volver a la supuesta “pureza” de la época del profeta Muhammad. Afortunadamente, eran una marginalidad ignorada por la comunidad musulmana. De hecho, al-Wahhab fue incluso expulsado de su pueblo por prácticas de proselitismo radical. Desafortunadamente, al-Wahhab se alió en 1744 con la casa Saúd, dando forma al germen de la monarquía wahabí absolutista actual.
Sin embargo, no es hasta el año 1938, cuando Arabia Saudí da con grandes yacimientos de petróleo, que se logra dar difusión a esta visión distorsionada del islam. Bajo los principios wahabíes, en el país saudí se llevan a cabo, por ejemplo, crucifixiones o ejecuciones por decapitación, estando penados, entre otros, los “delitos” de adulterio o la homosexualidad. También se conocen los episodios de destrucción de lugares sagrados y patrimonio histórico, como mezquitas o tumbas, entre ellas las de la familia y compañeros del profeta, también la tumba donde los musulmanes creían que estaba enterrada Eva (personaje bíblico), la casa donde se cree que nació Mahoma, o la residencia del primer califa del islam (Abu Bakr), donde ahora se encuentra un hotel de la cadena Hilton. Escapándose muchos más ejemplos, estos hechos recuerdan con nitidez a prácticas del ISIS o Al-Qaeda. Sin embargo, es Arabia Saudí y sus ideas wahabíes quienes han servido de sustrato ideológico a dichos grupos terroristas.
Es el (post)colonialismo un factor determinante en la proliferación y crecimiento de movimientos islamistas y salafistas que, seducidos por la simplificación dicotómica entre modernidad y tradición, han visto en “lo occidental” un antagonismo a combatir
Sin ir más lejos, el ISIS estuvo usando libros de texto del sistema de educación saudí en las ciudades que controlaba en Irak y Siria hasta más o menos 2015. En definitiva, tal como indica el periodista argelino Kamel Daoud: “Arabia Saudí es un DAESH que lo ha conseguido”.
Las cantidades que el país saudí ha destinado para la difusión del wahabismo durante los últimos años son escandalosas, siendo en 2007 unos 2.000 millones de dólares anuales. Hoy, se calcula que esa cantidad podría haberse doblado. Ese dinero proviene principalmente del comercio de petróleo con los países occidentales y es destinado a la financiación de mezquitas, formación de imanes y material religioso. Entre otros aspectos, hablamos de alrededor de 10 millones de impresiones anuales del Corán en diferentes idiomas, que son repartidas en muchas ocasiones de modo gratuito, y en las cuales encontramos distorsiones del propio texto sagrado original, llegando a hablarse (al menos en su versión en inglés) directamente de armas o tanques. Financiación y difusión en principio dirigida a países árabes del entorno geográfico saudí, aunque la injerencia dogmática wahabí, lamentablemente, abarca mucho más, extendiéndose por toda Europa, además de algunos países de Asia y África.
Paradigmático, en este orden de cosas, es el caso del país con mayor número de musulmanes del mundo, Indonesia (260 millones de habitantes), donde el wahabismo saudí pretende extender fuertemente su influencia religiosa y (geo)política formando a imanes y construyendo mezquitas wahabíes, posible espacio de cultivo de un fanatismo en el que el terrorismo rigorista encuentra territorio fértil.
Las primaveras árabes de 2011, que supusieron una esperanza de resistencia popular contra el autoritarismo y en pro de la democracia y libertad, sorprendieron intensamente a Arabia Saudí y a los demás países del golfo. Es por esto que se volcaron en la represión de las protestas regionales surgidas de las mismas
El peligro de la influencia wahabí también se extiende a países de Europa, como España -donde el CNI alertó en 2011 que dinero saudí llegaba a manos de organizaciones radicales- o Alemania -donde muchos refugiados sirios llegados al país encontraron mensajes rigoristas e intolerantes en algunas mezquitas, al contrario de lo que acostumbraban en Siria-. En 2015, el rey saudí se ofreció a financiar la construcción de 200 mezquitas en Europa para satisfacer las necesidades de los refugiados.
Según el Washington Post, a raíz de los atentados terroristas del 22 de marzo de 2016 en Bruselas, se estima que el 95% de los cursos de islam para musulmanes en la ciudad estaban a cargo de predicadores entrenados en Arabia Saudí.
En Reino Unido, además de las aportaciones a mezquitas y formación de imanes, la influencia también se ha ejercido a través del uso de libros saudíes (igual que el ISIS) en ciertas escuelas islámicas independientes del país. Según un informe realizado por The Henry Jackson Society sobre radicalización y terrorismo, el número de mezquitas británicas que apoyan el salafismo wahabí ha pasado de 68 a 110 en los últimos 10 años.
Las denominadas “primaveras árabes” de 2011, que supusieron una esperanza de resistencia popular contra el autoritarismo y en pro de la democracia y libertad, y que sólo han dado frutos positivos palpables en Túnez, sorprendieron intensamente a Arabia Saudí y a los demás países del golfo. Es por esto que se volcaron en la represión de las protestas regionales surgidas de las mismas. De hecho, Arabia Saudí dio refugio a algunos dictadores, como Mubarak de Egipto y Ben Alí de Túnez, derrocados por las protestas.
La monarquía de Bahréin, uno de los países donde la primavera árabe adquirió mayor fuerza, no dudó en permitir la entrada de más de mil soldados saudíes para apagar las protestas locales con dureza. Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí ayudaron económicamente, con unos 12.000 millones de dólares, al actual líder autoritario de Egipto, el general Al-Sisi, en su golpe de estado contra Mohammed Morsi, democráticamente elegido tras la expulsión del dictador Hosni Mubarak.
Estas acciones de “contención de la democracia” se han materializado también en el ámbito interno saudí, donde han crecido las subvenciones y viviendas sociales, e incluso se han dado concesiones pírricas de libertad, como la admisión de conciertos, cines o el “permiso” de conducción femenino. Concesiones, éstas, orientadas a adormecer la protesta popular, a tenor de la acertada intuición del poder saudí de que, si había motivos para la protesta en Egipto o Túnez, aún más existen dentro de sus fronteras. Todo ello, además, enmarcado en una deshonesta “lucha contra el terrorismo”, instrumentalizada por la monarquía wahabí para atacar a países como Yemen, donde la intervención militar saudí, fuertemente apoyada por EEUU, Reino Unido y otras potencias, está causando la mayor crisis humanitaria en el mundo, con más de un millón de afectados por el cólera y alrededor de 20 millones de personas necesitadas de urgente ayuda nutricional y sanitaria.
En definitiva, injerencias de etiología multiforme que buscan mantener un escenario a caballo entre el desajuste estatal y el autoritarismo regional, en beneficio de la hegemonía geopolítica saudí, y que implican la exportación de un rigorismo dogmático revestido de religioso que va completamente en contra de la democracia en el mundo islámico, de la tolerancia interreligiosa y de la libre interpretación de los textos sagrados (iÿtihad) que ha caracterizado a la civilización y religión islámica en la Historia. Hechos, todos, que escenifican con apodíctica e incuestionable claridad el lastre que ha supuesto, y supone, la gestión de la riqueza petrolífera para el islam.
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Solo hablando de los países árabes y el islam un riguroso periodista puede permitirse generalizaciones de este tipo, como si todo el mundo árabe fuera lo mismo, como si se pudiera hablar del proceso de colonización, liberación y democratizador de veintidós paises en un articulillo. El problema esq ya no hemos acostumbrado a mentar al ISLAM como un todo monolítico y estático y como UN todo q en todo influye. Imaginaos este titular ' la independencia de las colonias una maldición para el calvinismo'. Nos hemos acostumbrado desde los faros de luz cultural q el autoproclamado occidente ofrece al resto del mundo, a justificar acciones políticas con catecismo. Que lo hagan los moros q son inferiores es comprensible pero q lo hagan desde los departamentos de las alma mater de la vanguardia civilizatoria q el Europa- Occidente ABRUMA. El periodista se nota q ha estudiado muchas cosas de 'la cultural oriental' pero no la ha asimilado per sé sino en comparación con la experiencia occidental q parece q es universal. El periodista hace lo mismo y lo único q se permite hacer desde el autoproclamado occidente para el uncivilzado oriente. El peligro inminente de la expansión del wahabismo es verdad y servirá como caza de brujas contras las personas musulmanas en Europa
Excelente artículo y muy clarificador. Vergüenza de las relacionados de occidente con Arabia saudita