Opinión
Lo posible

Todo indica que vuelve la austeridad. ¿Se puede cuestionar el marco político y económico impuesto por la UE y el Euro? Pensamos que, al menos desde las izquierdas, debería plantearse con honestidad qué consecuencias tiene aceptar este marco.
Economistas sin Fronteras
5 jun 2023 07:00

El pasado 21 de mayo Yago Álvarez publicó un artículo titulado ‘¿Quién y cómo quieres que gestione la austeridad?’ en el cual, por un lado, hacía referencia a la circunstancia de que, desde las instituciones que dirigen las políticas económicas de la UE, se está hablando ya de una vuelta de las políticas de austeridad en 2024. Por otro, y con las elecciones municipales y autonómicas en perspectiva, sostenía que, llegados a un punto en que dichas instituciones vuelven a presionar a España para que adopte medidas de reducción del gasto público, siempre será mejor que las administraciones estén dirigidas por Gobiernos de izquierda. En definitiva, unos Gobiernos que sean más sensibles a las cuestiones sociales y más proclives a llevar a cabo políticas fiscales redistributivas, que no hagan recaer en las clases populares todo el ajuste para alcanzar los objetivos de deuda y déficit.

Elecciones autonómicas
Elecciones 28M ¿Quién y cómo quieres que gestione la austeridad?
El 28M nos jugamos quién va a gestionar el ajuste fiscal en las cuentas autonómicas que nos va a exigir Europa el año que viene. Nos la jugamos entre dos modelos diferentes con distintas consecuencias.

Unos días después, en el podcast ‘Economía Crítica’ del Colectivo Burbuja, conducido por Juan Carlos Barba, el colaborador del programa Carlos García, autor del libro ‘Socialismo fiduciario’ y defensor de la Teoría Monetaria Moderna, recuperaba el artículo de Yago para hacer una crítica de un sector de la izquierda que, a su entender, da por bueno el marco actual de la UE y se resigna a hacer política dentro del estrecho margen que ofrece el euro. Según su opinión, y de acuerdo con los postulados de la TMM, un país con soberanía monetaria –es decir, con un Banco Central con capacidad para emitir su propia moneda–, no estaría constreñido por las estrictas reglas de control del déficit y de la deuda pública que impone el Pacto de Estabilidad Europeo. A buen entendedor, pocas palabras bastan.

La actualidad no se detiene, y tras las elecciones celebradas este pasado fin de semana las urnas parecen reflejar una voluntad por parte del pueblo español de volver a poner en manos del Partido Popular la gestión económica, dando así respuesta a la pregunta que planteaba Yago. Sin embargo, el debate planteado es interesante: ¿qué políticas son posibles dado el actual marco de Gobernanza europeo?

Un poco de contexto.

La forma en que se ha abordado la crisis económica derivada de la pandemia del COVID-19 ha supuesto, como señalaba el redactor de El Salto en su texto, un cambio respecto a las medidas adoptadas tras la crisis financiera de 2008. Las reglas del Pacto de Estabilidad quedaron suspendidas y la Comisión Europea impulsó los Fondos Next Generation UE. Sin ser comparable con las medidas adoptadas por la Reserva Federal en EE.UU., el relajamiento de la disciplina fiscal ha permitido desarrollar políticas expansivas del gasto que se han reflejado, a modo de ejemplo y para el Estado Español, en los ERTE que permitieron sostener el empleo durante la pandemia o en el llamado Escudo Social.

Por su parte, el Banco Central Europeo también ha contribuido a garantizar la financiación de los Estados miembros mediante programas de compra de deuda en los mercados secundarios, con el fin de evitar situaciones como la crisis de la deuda soberana de los países periféricos que tuvo lugar en los años 2011 y 2012. A su vez, en lo que respecta a las Finanzas y ya desde la década pasada, mucho antes de la pandemia, el BCE no ha escatimado esfuerzos para dotar de liquidez al sistema financiero a través de mecanismos de rescate, políticas de flexibilización cuantitativa –compras masivas de activos no solo de bancos, sino también de empresas–, y tipos de interés próximos a cero. 

Sin embargo, la aparición de la inflación ha supuesto un giro “obligado” en las políticas del organismo regulador, que ha llevado a cabo sucesivas subidas de los tipos de interés -siguiendo la ortodoxia monetaria-, buscando intencionadamente una ralentización de la economía y reprimir la demanda a pesar de que las causas de la inflación tienen más que ver, en esta ocasión, con problemas de ajuste en la oferta.

Banco Central Europeo (BCE)
Cómo los Bancos Centrales contribuyen al aumento de la desigualdad
Si lo que ha provocado la inflación actual no tiene absolutamente nada que ver con las razones que sí justificarían una restricción monetaria, ¿por qué están dispuestos a frenar la economía y afectar negativamente a empresas y familias?

El economista francés Cédric Durand, en un artículo publicado en el número 138 de la New Left Review y titulado '¿El fin de la hegemonía financiera?', habla aquí de un “doble ataque” contra el sector financiero: “por un lado, la inflación exige una política monetaria restrictiva y una reducción de la liquidez, que priva a los mercados financieros del apoyo continuo que han recibido a lo largo de los años en forma de rescates y flexibilización cuantitativa, lo cual podría provocar un súbito agotamiento de la liquidez y el inicio del pánico financiero. Por otro, la inflación devalúa el precio de la deuda acumulada y el tipo de interés real, inclinando la relación entre deudor y acreedor a favor del primero”.

Esta cuestión se ha visto reflejada, sin ir más lejos, en los problemas que tuvo que abordar el Banco de Inglaterra para sostener los fondos de pensiones británicos y en los recientes episodios de inestabilidad financiera que se han llevado por delante al gigante suizo Credite Suisse.

En definitiva, y al margen de las dificultades para alcanzar ese delicado equilibrio que representa la lucha contra la inflación y la salvaguarda de los intereses de los mercados financieros, que podrían requerir medidas extraordinarias, los Estados de la UE tendrán que dar prioridad a los objetivos de Deuda (60% del PIB) y Déficit (3%) que marca el Pacto de Estabilidad.

Entonces … ¿qué hacer?

Lleva razón Yago, en mi opinión, cuando plantea su pregunta: ¿quién y cómo quieres que gestione la austeridad?, pregunta que ya habría que hacerse de cara a las próximas Elecciones Generales. Quienes estamos llamadas a sufrir sus consecuencias poco más podemos hacer a corto plazo que elegir entre una versión soft y otra hard and heavy (aun cuando no se pueda dar por hecho que se repitan las mismas recetas de la anterior crisis).

Ahora bien, ¿deben las izquierdas resignarse a aceptar este marco? Esta pregunta cobra especial relevancia en un momento en el que la sensación es de ausencia de un proyecto que represente una alternativa al neoliberalismo, ya sea en su versión más descarnada o en una un poco menos salvaje.

El objeto de estas líneas es dejar algunas ideas a modo de aportación al interesante debate que se ha planteado:

1) la austeridad es una estafa, como aprendimos del 15M. En ningún caso es aceptable que se apliquen restricciones al gasto público, especialmente en aquellas partidas de las que depende la consecución de un mayor grado de igualdad, mientras se ponen a disposición de los mercados ingentes cantidades de dinero que por otra parte, y en muchas ocasiones, en lugar de canalizarse a la economía real, pueden servir para generar beneficios de la nada o alimentar burbujas financieras.

No es aceptable que se aplique restricciones al gasto público mientras se ponen a disposición de los mercados financieros ingentes cantidades de dinero

Es rotundamente falso que no haya otras políticas económicas posibles, más bien las políticas económicas que se aplican obedecen a unos determinados intereses. Así, la UE, imponiendo unas reglas fiscales que asfixian a la periferia y una determinada división del trabajo favorable a los intereses de los países centrales, impide el desarrollo de la plena capacidad de algunos Estados como España, condenando a importantes sectores a vivir vidas precarias. Esto debe explicarse bien.

2) ¿Es la salida del euro la solución? No me siento capacitado para responder a esta pregunta, pero si tenemos en cuenta lo ocurrido en Grecia en el año 2015, cuando el Gobierno de Syriza intentó oponerse a la aplicación del Memorandum que la Troika impuso sobre el país como contrapartida al rescate de las finanzas del Estado Griego –recordemos que el BCE amenazó a Grecia con provocar la bancarrota del país-, podríamos decir que la Gobernanza Europea tiene muy claros sus intereses de clase. Las consecuencias de un enfrentamiento en solitario pueden ser dramáticas, con lo que me atrevería a decir que cualquier intento de confrontar a la actual UE pasa por la construcción de una alternativa fuerte a nivel continental.

3) el Gobierno de coalición ha tenido el viento a favor en algunos aspectos (no en otros, evidentemente). La coyuntura económica generada tras la pandemia, después de un terrible 2020, obligó a la UE a cambiar las reglas como ya hemos visto y, gracias al efecto rebote y al posterior repunte de la economía, permitió incluso generar unos niveles record de recaudación, al margen de las Transferencias recibidas a través de los Fondos Next Generation.

Aquí puede verse el vaso medio vacío o medio lleno. En estas circunstancias favorables, se han llevado a cabo políticas sociales que no hubiera acometido la Derecha, como las subidas del salario mínimo, los ERTE, las medidas del escudo social o los intentos más o menos exitosos de rebajar la factura de la luz.

Sin embargo, las medidas resultan muy modestas si medimos sus efectos respecto a la población más vulnerable (la implementación del ingreso mínimo vital ha sido un fracaso, en mi opinión) y, por otro lado, hay aspectos muy importantes que comprometen nuestro futuro y donde las intervenciones, aun cuando se pueda considerar que han representado avances, han sido tímidas y probablemente insuficientes: vivienda, mercado de trabajo, pensiones, participación de los salarios en la riqueza, transición hacia un modelo no depredador de los recursos y la biodiversidad, etc.

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Dicho esto, y a pesar de una desafección hacia la política de los partidos cada vez más extendida, si las Derechas ganan las elecciones es muy probable que se sufra un retroceso en los avances que ha conseguido el Gobierno de coalición, en un escenario de restauración cada vez más clara del bipartidismo. Además, muchos proyectos legislativos que no se han llegado a acometer o que están en curso de tramitación no verán nunca la luz.

A modo de conclusión, diría que a corto plazo se imponen las reflexiones que hacía Yago Álvarez en su artículo. Sin embargo, necesitamos recuperar la impresión de que caminamos hacia algo y que hay un proyecto alternativo a la Europa de los mercados, un proyecto serio y solvente que deben discutir y elaborar las izquierdas. Además, será necesario volver a generar espacios de participación de las clases populares y cuidarlos, en lugar de cooptarlos, experimentar en la práctica que hay otros modos de hacer economía y otras formas de hacer política que no obvien el conflicto. Es urgente hacerlo, si no queremos que la tristeza nos consuma.

Economistas sin Fronteras no se identifica necesariamente con la opinión del autor y ésta no compromete a ninguna de las organizaciones con las que colabora.

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