Opinión
Columna que escucha
¿De qué va esta columna, pilar no de mármol, palabras como suspendidas de la nada? ¿Qué está opinando esta ráfaga del mes?
“Déjame decir tonterías”, rezaba el bolero y canta ahora la rapera que suena en pantalla, a la carta, al capricho de la tecla. La ventana abierta muestra el ruido de fondo, destacan la sirena de la ambulancia hasta que se pierde con la idea de la muerte, y unas elecciones recién sufridas con su estela de carteles, candidaturas, resultados y demás convulsiones. Acontecimientos que transcurren, atraviesan también el curso de las palabras de quienes no se limitan a escribir sino que conviven con decenas, veintenas de vidas que acompañan, completas o esbozadas, dentro o pegadas a la piel, a los sueños.
Coincidimos ahora en este emplazamiento, página del suplemento Radical, que sea interlocución infinita. La escritura como acción, reacción, pasión, observación y siempre algo más. La escritura, o esta propuesta de letras entre espacios en blanco, que no resulte otra calle de dirección única hacia actitudes como figurar, enriquecerse, abusar.
¿De qué va esta columna, pilar no de mármol, palabras como suspendidas de la nada? ¿Qué está opinando esta ráfaga del mes? Hay tantas cosas que no se sabe, preguntar siempre es bueno porque lleva, siguiente movimiento. Ella, la columna, alude a lo que escucha, atrapa con sus detectores sociales: “Tu sentido del humor”.
Quienes leen y escriben, hilan o traban tramas con la lengua mejor o peor estructuradas, a veces se confunden o generan a propósito un mar de la confusión, permiten que las letras se desprendan, deslicen y bifurquen en busca, siempre a la busca. Así, el sentido del humor se transforma por un golpe de gracia, oleaje contra roca, en sentido del amor, la alegría y la celebración. La espuma de las fiestas, las nubes variables. Es primavera hasta en los bajos fondos de los corazones menos normativos. Como si las semillas más recónditas, menos transgénicas de la tierra, estallaran en letras que propagaran la alarma más verde: escuchemos de una vez el relato de la naturaleza, posible agonía, año 2019.
Derribemos las paredes que nos impiden crecer, abramos las puertas a quienes nunca supieron del cultivo de los egos
Como si nos convoca al otro lado del espejo que el futuro vaticina roto, que el presente acaso aún podría sostener o decidir qué alternativa. El sentido de la responsabilidad de evitar que la brecha avance en incontables quiebros con forma de patas de arañas. Como si fuera una broma, avanza, se desarrolla la columna, indica la ecología, la economía, la sociología, selecciona las últimas tendencias musicales que trae también la ventana aún no cerrada, voces millennials musicalmente adoctrinadas por el mercado contra el que cuelgan mensajes desde sus dormitorios.
Bedroom pop, apuntan desde la radio, pop de dormitorio. Voces de gargantas al servicio de la seducción. Canciones melódicas grabadas por una juventud aislada en la edad del cambio climático, encerradas en sus cuartos repletos de juguetes y otros asuntos del crecer que se presienten casi siempre en conflicto, tarea fisiológica de alta fidelidad a la complejidad.
Resulta, ahora sin ambages, otra tendencia de las gentes de bien que cuentan con el soporte de la pantalla, la cámara, la conexión, el dominio de las redes sobre las que exhibirse, y cuentan sobre todo con paredes y techos, sólidas protecciones contra vientos y lluvias que no caen. Voces lánguidas cuyas palabras se prestan a ser asimiladas al instante hasta su extinción, traducidas, traicionadas y expuestas como contrapartida a la desigualdad con la que colaboraron: derribemos las paredes que nos impiden crecer, abramos las puertas a quienes nunca supieron del cultivo de los egos.
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