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El 2018 en México esta marcado por la contienda electoral del 1 de julio, en la que además de elegir a la persona que presidirá la República, también se renuevan 128 senadores y 500 diputados federales, además de autoridades locales. Unas elecciones que están marcadas por la peculiaridad de poder postular candidaturas independientes a la Presidencia y demás organismos institucionales.
Antes de sumergirnos en los pormenores de la contienda electoral, sus actores políticos y las diferentes estrategias de la izquierda, conviene dar unas pequeñas pinceladas sobre el contexto socio-económico-político de este país.
En primer lugar, un factor a tener en cuenta es la ubicación geográfica de México limítrofe con Estado Unidos: flujo de capitales, personas, sustancias ilegales... Geoestratégicamente es clave para su vecino del norte, con el cual desde 1994 tiene firmado un acuerdo de libre comercio junto con Canadá.
Según datos económicos de 2017 tanto la deuda interna (29%) como la deuda externa (18,37%) suponen el 47,4% del PIB. Cabe mencionar que la deuda externa creció un 45,7% en los últimos cinco años, lo cual reduce la ya limitada soberanía de México y aumenta la dependencia exterior.
Los índices de pobreza, si bien han bajado respecto a los años anteriores, según órganos oficiales, se sitúan 43,6%. De ahí la pobreza extrema es de un 7,6%. Solo un 22,6% de la población se encuentra en situación no pobre y no vulnerable. La pobreza femenina es ligeramente mayor. En cuanto a los pueblos originarios, que representan a un 21% de la población, la diferencia es brutal. El %73 de población indígena se encuentra en condiciones de pobreza y un 31% en la pobreza extrema.
Otro factor a tener en cuenta es la corrupción endógena generalizada a diferentes escalas: la extensa red clientelar construida por el PRI —partido que ha gobernado casi ininterrumpidamente la república desde 1929—, el control absoluto del narco de amplias zonas del Estado en convivencia con partidos políticos y el alto nivel de violencia que va en aumento bajo el paraguas de la supuesta “guerra al narco”. Excusa perfecta para arremeter contra los sectores subalternos y el movimiento popular organizado, que nos recuerda a la Colombianización que está sufriendo el país.
Estrategia del caos
Hay quienes afirman que México es un Estado —liberal— Fallido. Estado fallido consentido por los países del centro del sistema mundo capitalista. Incluso podemos hacer un paralelismo, salvando las distancias, con la estrategia del caos controlado que está promoviendo la EE UU y la OTAN en Oriente Medio.
Ante esta situación, existe una desafección de amplios sectores de la población ante las elecciones y la posibilidad de que estas pueden traer cambios sustanciales. La crispación social es aparente ante un ciclo electoral que se vive con escepticismo y en el que tres formaciones tienen posibilidad de disputar la presidencia y el gobierno federal.
Por un lado, el partido oficialista, el PRI, presenta un candidato independiente en coalición con otros partidos de menor envergadura. No son pocas las voces que apuntan a un nuevo fraude electoral. Por otro lado, el PAN, principal partido de la oposición que gobernó desde el 2000 hasta el 2012 se presenta en coalición con el PRD. En 2006 siendo López Obrador candidato del PRD, perdió las elecciones presidenciales contra el PAN por un escaso 0,7% ante las acusaciones de fraude electoral y las movilizaciones que ocuparon el Zócalo de DF. Doce años después se presentan conjuntamente.
En México, todo es posible, el trasvase de candidatos, las escisiones y las alianzas anómalas están a la orden del día y se convierten más complejas en las elecciones locales. Las elecciones se tornan en luchas de poder por mantener las redes clientelares y la capacidad de influencias.
La tercera candidatura la lidera López Obrador. El que fuera candidato del PRD en 2006 se presenta por tercera vez consecutiva tras fundar en las anteriores elecciones el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). Con un discurso de izquierda moderado, las encuestas sitúan en primer lugar a la coalición de corte progresista.
Todo parece indicar que esta candidatura recabará el descontento y el voto útil de un sector de la de la sociedad que, sociológicamente, se sitúa a la izquierda pese al escepticismo que desata la contienda electoral y el propio Morena. Está por ver en caso de victoria hasta qué punto se pueden o quieren sumar a la ola de gobierno progresista en un año clave en lo electoral en todo el continente.
'MarichuY'
Pero una de las principales expectaciones para la izquierda la ha traído la decisión del Congreso Nacional Indígena (CNI), del cual el EZLN es parte pero no el todo, de postular una candidata Indígena a las elecciones, María de Jesús Patricio conocida como 'Marichuy'. Para ello, deben recopilar un 1% de firmas del censo electoral en la mitad de los Estados. Todo parece indicar que no se lograran las firmas necesarias. Aun así, este anuncio lo debemos de situar desde diferentes claves, fuera de la contienda electoral.
Externamente, desde el parámetro comunicativo, el anuncio de presentar a una mujer e indígena a la presidencia, con todas las connotaciones que ello supone, es un intento por generar grietas dentro de la agenda electoral, situando la realidad de los sectores más olvidados del país con un discurso anticapitalista y por el reconocimiento de los derechos de los pueblos originarios. Un acto de provocación más que un intento de disputar el poder desde lo electoral.
De puertas para adentro, se debe entender como un proceso de reorganización, acumulación y fortalecimiento del Congreso Nacional Indígena, utilizando las elecciones, también, para movilizar y acumular fuerzas entre la población. Proceso organizativo interno que supone un paso cualitativo en la historia del CNI, buscando la construcción y consolidación de la autonomía, formas de gobierno propios, desde los hechos, a lo largo del territorio nacional. De facto, han creado el Concejo Indígena de Gobierno.
La discusión ante la contienda electoral dentro de la izquierda está servida, debate dialéctica clásico con peculiaridades contextuales propias. Dos estrategias en apariencia antagónicas y que no parece que vayan a confluir. Aun así, no son pocas las personas que se debaten entre la abstención y el voto útil para propiciar la ruptura con el gobierno del PRI. ¿Hasta qué punto se pueden aplicar políticas mínimamente de cambio desde lo institucional en un país con las características de México?
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Bueno para empezar.... pero en ESPAÑA no.tenemos mucha nocion de como.funciona realmente ese SUPUESTO FEDERALISMO