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Memoria histórica
Lety, un campo de concentración en República Checa para entender nuestra época
El olvidado campo de Lety en lo que fue el protectorado de Bohemia y Moravia (hoy República Checa) fue el escenario del exterminio de más del 90% de la población gitana de lo que posteriormente fue Checoslovaquia.
En el lugar donde entre agosto de 1942 y mayo de 1943 se encontraba el campo de concentración de Lety, a 70 kilómetros al sur de Praga, en el que fueron recluidas 1.309 personas de las cuales 327 murieron, hoy encontramos un enorme criadero de cerdos. Fue construido por el gobierno checoeslovaco en los años setenta —cuando la memoria del campo ya se había difuminado— y privatizado tras la caída del régimen en 1989. Desde los años setenta hasta hoy la granja ha estado activa y ha recibido fondos de la Unión Europea.
La razón del rápido difuminarse de la memoria del genocidio es debida a que en Lety se asesinaron a personas de etnia romaní, el pueblo que siempre ha ocupado y sigue ocupando el último escalón de la pirámide social, los márgenes invisibles de la historia.
En la actualidad el único elemento que recuerda el genocidio es un monumento insignificante construido en 1995 en un lugar cercano pero distinto al de la ubicación del campo y del cementerio
Tras más de cuatro décadas de funcionamiento, una resolución del Parlamento Europeo de 2005 que imponía el traslado de la granja a otro lugar y años de trabajo por parte de varios activistas para convertir Lety en un lugar de conmemoración, el 24 de junio de 2017 organizaciones de 15 países europeos participaron en Dignity For Lety, una campaña europea lanzada por EGAM —European Grassroots Antiracist Movement— en 2014 para conmemorar a las víctimas del Porrajmos, el Holocausto del pueblo romaní. Con la ayuda de la presión de las organizaciones internacionales, en agosto de 2017 el gobierno checo decidió finalmente, tras décadas de debates e infructuosas declaraciones en ocasión de las elecciones, comprar la granja, de propiedad de AGPI, para trasladarla a un lugar más oportuno. En la actualidad el único elemento que recuerda el genocidio es un monumento insignificante construido en 1995 en un lugar cercano pero distinto al de la ubicación del campo y del cementerio.
Mientras que en años recientes el estudio de la materialidad de la Shoah ha despertado el interés de numerosos estudiosos internacionales, muy raramente eso ha ocurrido con el estudio del Porrajmos. El primer estudio arqueológico sobre un campo de concentración gitano está siendo realizado en Lety por la Universidad de Bohemia Occidental, que está midiendo los límites del campo y del cementerio, relacionándolos con la ubicación del criadero de cerdos.
Genocidio gitano
Antes de convertirse en 1942 en uno de los dos campos de concentración para romaníes del Protectorado de Bohemia y Moravia —siendo el otro el campo de Hodonín en Moravia, cuyo terreno está hoy ocupado por un hotel— Lety fue un campo de trabajo, construido por el gobierno checoeslovaco en 1939 antes de la ocupación de Checoeslovaquia, el mismo año, por parte de los alemanes y el nacimiento del Protectorado de Bohemia y Moravia. De las personas que no murieron en Lety más de 500 fueron enviadas —tras el cierre del campo en 1943— al campo de concentración de Terezín, en Bohemia del Norte, para luego ser transferidas a Auschwitz, donde la mayoría murieron. Alrededor del 90% de la población gitana de Checoeslovaquia no sobrevivió al Holocausto.
Al inicio de los años noventa el escritor estadounidense Paul Polansky halló en el archivo de estado de Třeboň, en el curso de una investigación para conocer sus propios orígenes familiares, unos 40.000 documentos relativos al olvidado campo de Lety. En la época de su construcción el campo se encontraba en terrenos de propiedad de la familia Schwartzenberg, una de las más antiguas y poderosas familias aristocráticas centroeuropeas, cuyos orígenes remontan a la época medieval.
Lety se convirtió en un campo de concentración de personas de etnias romaní y sinti, consideradas más fuertes y aptas para trabajos pesados
Según la investigación de Polansky, quien me confirmó recientemente sus afirmaciones, fue a petición de la propia familia Schwartzenberg que el campo fue construido, en 1939, en sus terrenos, para poder disponer de mano de obra gratuita. A partir de 1942 la familia aristocrática solicitó el envío al campo de personas gitanas, ya que los judíos no eran muy eficientes en los trabajos físicos. Se convirtió, pues, en un campo de concentración de personas de etnias romaní y sinti, consideradas más fuertes y aptas para trabajos pesados.
El campo era gestionado por un comandante y guardias checos —bajo supervisión del régimen nazi— cuya crueldad y brutalidad son descritas por Polansky en su libro de poesía Living Through It Twice: Poems Of The Romany Holocaust [1940-1997] y en el libro de entrevistas a los supervivientes de Lety que Polansky buscó a lo largo de los años noventa Black Silence: The Lety Survivors Speak. La historia de la relación entre la familia Schwartzenberg y el campo de concentración es el tema de la novela The Storm [libros no traducidos al castellano].
Las razones por las que después de la guerra las atrocidades perpetradas en el campo cayeron en el olvido fueron principalmente dos: la primera es la etnia de las víctimas, como decíamos, la segunda la corresponsabilidad de los checos en la gestión extremadamente cruel del campo, un hecho que todavía no ha sido ni asumido ni reconocido.
Tras la caída del régimen comunista, al príncipe Karl VII von Schwarzenberg —hijo del beneficiario de la fuerza de trabajo del campo y director entre 1990 y 1992 de la oficina presidencial del presidente Vaclav Havel— se le devolvieron muchas de las tierras y casas que el régimen comunista le había confiscado, convirtiéndolo en la persona más rica de República Checa. En la década siguiente será dos veces ministro de relaciones exteriores y en 2013 fue candidato a presidente de República Checa. En la actualidad es diputado del Parlamento checo.
Al trasladar la granja a otro lugar, es indudable que se podrá finalmente honrar la memoria del genocidio en el lugar en el que ocurrió. Sin embargo, el desplazamiento físico del edificio debería ser acompañado por una transformación sustancial, infinitamente más difícil y laboriosa, de la manera de pensar y vivir las relaciones entre culturas distintas.
El racismo hacia los romaníes en República Checa sigue estando hoy en día muy presente, su discriminación es un sentimiento muy frecuente en la sociedad, desde el ámbito educativo hasta el ámbito laboral. Las poesías de Polansky, escritas en los años noventa —en la época del presidente Havel— ofrecen una imagen de los niveles dramáticos a los que llegó la discriminación. En junio de 2018 el monumento de Lety, el simulacro de memoria construido en 1995 en una zona distinta a la del campo, fue atacado por grupos de extrema derecha. Algunos políticos han recientemente negado la existencia del Holocausto romaní.
Honrar la memoria del campo de concentración de Lety significa también recordar que el Holocausto es una posibilidad, presente y futura, de nuestra modernidad
El traslado del criadero y la organización de un lugar de conmemoración representará un maquillaje de la realidad, una operación de estética política. Sólo un cambio profundo en las relaciones humanas junto con un cambio radical a nivel educativo que alimente el diálogo y la cooperación en lugar de la discriminación y la competición, representaría un verdadero cambio hacia otra forma de relacionarse, más allá de (y olvidando) las etnias. Una vez realizada esta transformación profunda se podrá realmente honrar la memoria del holocausto romaní. Al contrario, la presencia del criadero de cerdos en el lugar donde ocurrió el genocidio es la representación material de las actuales relaciones entre checos y romaníes.
Vivirlo dos veces
Hoy en día en República Checa
ocurre precisamente lo mismo
que Hitler hizo en 1939.
Nuevas leyes de ciudadanía, apaleamientos,
asesinatos, mutilaciones, skinheads.
Solíamos llamarlos Juventud Hitleriana.
En el mercado de Brno
he visto a los skinheads agredir
a los romaníes que vendían fruta.
Esos skinheads llegan en silencio
con cadenas y bolas
con púas y los golpean.
He visto a un romaní perder
tres o cuatro dientes por culpa de esta nueva
Juventud Hitleriana este verano en Brno.
A veces desearía no haber
sobrevivido a Lety. ¿Por qué Dios
me obliga a vivirlo dos veces?
Paul Polansky | Living through it twice [1997]
traducción del inglés de Massimo Paolini
En Modernidad y Holocausto Zygmunt Bauman expone con claridad la conciencia de la urgencia de ver en el Holocausto una de las posibilidades de nuestra época, debido a que existe una relación no sólo superficial entre la tecnología de producción de masas y la ‘visión serial de la muerte’ del campo de concentración. “La máquina de la destrucción ‘era’ la comunidad organizada en uno de sus roles específicos”. “Buchenwald pertenece a Occidente tanto como Detroit: resulta imposible rechazar Buchenwald en cuanto aberración casual de un mundo occidental fundamentalmente sano”. Honrar la memoria del campo de concentración de Lety significa también recordar que el Holocausto es una posibilidad, presente y futura, de nuestra modernidad.
Además de no cuestionar la actual discriminación, el traslado de la granja no capta el hilo sutil que une espacial y temporalmente a los presos del campo de trabajo (luego de concentración) con los trabajadores modernos, explotados en todo el planeta a pesar de la fictio juris del contrato de trabajo. La periodista checa Saša Uhlová experimentó en persona durante seis meses las condiciones de trabajo en los puestos retribuidos con el salario mínimo en República Checa (de poco más de 400 euros mensuales), trabajando en la lavandería de un hospital, en un supermercado, en una planta de clasificación de residuos o en lo que llaman ‘planta de procesamiento de carne de pollo’. Su experiencia ha sido relatada en el documental The Limits of Work. Un trabajo similar al realizado por Barbara Ehrenreich entre 1998 y 2000 y descrito en el libro Por cuatro duros. Cómo (no) apañárselas en Estados Unidos.
El gobierno checo ha justificado la ausencia de los nombres diciendo que “estropearían el diseño artístico del monumento”
En Lety la familia aristocrática que explota a personas sin poder ha sido sustituida por una grande empresa que recibe fondos europeos para transformar a los animales en máquinas de producir beneficio. En su lugar podría haber una multinacional del textil o de aparatos electrónicos de cualquier parte del mundo que explota a personas sin nombre, de alguna etnia minoritaria, pobres, sin poder, o bien podría ser la minería a gran escala que devasta la naturaleza en algún lugar lejano, o un grupo financiero que intercambia vidas por beneficio: seres humanos, animales, naturaleza ya no existen, todo es indiferente y transformado en valor de cambio. Significativo resulta el hecho de que el monumento construido en 1995 en Lety sea un monumento sin nombres: los romaníes muertos no son considerados personas, son invisibles, sus vidas caen en el olvido, como las de los trabajadores que cada día mueren por las condiciones de esclavitud de la economía neoliberal. El gobierno checo ha justificado la ausencia de los nombres diciendo que “estropearían el diseño artístico del monumento”.
A 70 kilómetros al sur de Praga, allí donde se intentó ocultar un campo de concentración romaní con un criadero de cerdos, se esconden y revelan los fundamentos de nuestra época.
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Gracias por escribirlo y publicarlo. Es muy necesario