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Tiene 46 años y una discapacidad del 100% que le obliga a estar en silla de ruedas. A pesar de su estado de salud, la historia es una más entre las miles de personas que llegan al Estado español, que son abandonadas por las administraciones y pasan a ser acompañadas por personas solidarias que se organizan.
En su caso, llegó desde Argelia, su país de origen, a las costas de Almería en patera, ayudado por varios compañeros de viaje. Llevaba pocas cosas, entre ellas una fotocopia del pasaporte y otra del documento en el que se acredita su discapacidad. Al llegar, le recomendaron que fuera a Madrid, donde sería más fácil que atendieran sus problemas de salud.
Se gastó prácticamente todo el dinero que tenía —menos cuatro euros que aún mantiene— en pagar un billete de autobús que lo llevó hasta la estación de Méndez Álvaro, en Madrid. Allí lo encontró el 22 de septiembre una vecina, también de origen argelino. “Llevaba cuatro días en la estación, en su silla de ruedas, con heridas y casi sin comer, sin ducharse”, explican desde la RSA. El no poder moverse de su silla de ruedas le estaba ocasionando la aparición de escaras y úlceras de decúbito, lesiones en la piel y del tejido que se producen por una presión prolongada de una parte vulnerable del cuerpo.
Otros vecinos llamaron al Samur Social, que acudió a la estación, pero la única respuesta fue que los recursos estaban colapsados y que su caso no era una emergencia. Acto seguido el personal del Samur les entregó una hoja en la que se leía un listado de hoteles y pensiones baratos en Madrid.
“¿Acaso una personas con paraplejia, en silla de ruedas, con heridas y en situación de calle no es una emergencia?”, se preguntan desde la organización solidaria. “Es un poco fuerte que los servicios públicos deriven sus funciones a hoteles”, continúa una de las personas de la RSA que está siguiendo el caso.
Ya en julio, los mismos trabajadores del Samur Social madrileño denunciaban que la institución estaba dejando a familias con niños en la calle y comenzaron protestas consistentes en dormir ante la sede. “Tenemos un listado con más de 200 personas que en la última semana han venido a pedir alojamiento y les hemos dicho que no”, explicaba entonces a El Salto una de las trabajadoras del Samur Social que había acudido a acampar junto a los solicitantes de asilo que se habían quedado en la calle.
“La señora, al ver que no lo atendían, comenzó a buscar soluciones”, narran desde la RSA. Al no encontrar ninguna, llamó a los hoteles y pensiones del listado hasta contactar uno con plaza libre, en Ventura Rodríguez. Al día siguiente, 23 de septiembre, volvieron a llamar al Samur Social alertando de las heridas. De nuevo la negativa por respuesta. Y de nuevo la búsqueda de un espacio en el que esta persona pudiera pasar la noche, ya que la anterior pensión no tenía plazas disponibles.
Contactada la Red Solidaria de Acogida, probaron por la vía del Samur Médico, a través de un hospital. El martes 24 de septiembre, consiguieron que una ambulancia lo recogiera y llevara hasta el Hospital Gregorio Marañón. “Entró en Urgencias y, después de un buen rato, lo metieron en Observación y determinaron que las úlceras no estaban tan mal y que necesitaba curas cada 48 horas. Allí, los activistas de la RSA pidieron hablar con una trabajadora social, que les prometió presionar para que el Samur Social le diera asistencia. “Nos dijo que ella podía hacer la misma presión que hacíamos nosotros, nada más”, lamenta uno de los activistas. De nuevo, el Samur Social se negó a dar asistencia. En el hospital tampoco le dieron ningún tipo de informe para que fuera atendido de nuevo en un centro de salud, solo para el dispensario.
Volvieron a la pensión y desde la RSA decidieron pagar de su bolsillo la estancia de esta persona para ese día y el siguiente. El jueves comenzaron a trabajar en dos posibles vías de solución, mientras uno de los compañeros de la red lo acogía en su casa de Alcalá de Henares.
“Por un lado, se toca en organizaciones que atienden a personas con discapacidad, por otro, el programa de ayuda humanitaria”, explican. Tras varios días de gestión, siguen esperando una respuesta por parte de la Federación de Asociaciones de Personas con Discapacidad Física y Orgánica de Madrid, pero otra organización, la Asociación para la Integración e Igualdad de la persona con diversidad funcional (ASPIMIP), sí ha ofrecido soluciones. “Es posible que entre en un piso y en un programa de empleo a través de esta asociación”, anuncian desde la RSA. También continúan trabajando por su inclusión en el programa de ayuda humanitaria, una gestión que “el personal del Samur debió haber iniciado desde un primer momento y no desentenderse”, cuestionan.
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Qué vergüenza! Esto con Carmena no pasaba! De hecho la ex-alcaldesa ofrecía a cualquier indigente que lo solicitara una magdalena bien grande y un masaje en los pies, pero desde que gobierna el trifachito... hemos retrocedido 300 años en derechos sociales, o más.
Si de "los nuestros" nos ocupamos así, ¿cómo nos vamos a ocupar de MENAS y demás inmigrantes que llegan en número creciente?