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Literatura
La domesticación de ‘Mujercitas’ en el siglo XXI
La intención con la que Louisa May Alcott escribió la novela ha podido quedar eclipsada en alguna de las versiones cinematográficas en favor de la historia romántica y de personajes algo estereotipados, donde el mensaje crítico ha sido suavizado.
¿Por qué unas obras son adaptadas al cine sin cesar y otras no? Pensemos en el caso de Mujercitas, por ejemplo. Junto con la recién estrenada esta navidad, son ocho en total las adaptaciones cinematográficas. La primera proviene de los orígenes del cine, con una película muda inglesa de 1917, de la cual no se conserva copia alguna, lamentablemente. Sin embargo, la primera adaptación de Little Women, como se llama la obra original, se concibió para el teatro en 1912. Y fue una mujer, Marian De Forest, periodista y dramaturga estadounidense, además de gran defensora e impulsora del movimiento progresista de las mujeres, la responsable de su representación en Broadway. Y es que la obra ha sido adaptada en distintos formatos y geografías, desde el cine y el teatro hasta la ópera o la televisión, pasando por una serie de animación japonesa.
Es evidente que el éxito que la novela —escrita por Louisa May Alcott— cosechó en su momento la convirtió en una gran candidata para su adaptación temprana a otros medios. La novela y sus protagonistas llegaron como una gran fuente de inspiración para aquellas jóvenes lectoras que se disponían a abandonar la adolescencia para pasar a la juventud y que buscaban nuevos modelos femeninos con los que identificarse.
Durante el siglo XIX, apenas existían modelos de feminidad fuera de los convencionales. De ahí que más mujeres, adolescentes sobre todo, recurrieran a la literatura y a personajes literarios femeninos con el deseo de reafirmarse. El hecho de que con los años, los mismos personajes y la misma historia hayan seguido conectando con el público se debe a varias cuestiones. En primer lugar, a ese coming of age o novelas de aprendizaje, género literario y cinematográfico, y tema humano y universal explorado en la novela, que sigue y seguirá despertando interés. En segundo lugar, se debe también al hecho de que con cada adaptación se ha producido lo que en los estudios de traducción se conoce como “domesticación” y que se puede aplicar tanto a la traducción de un obra de una lengua o cultura a otra como a la adaptación cinematográfica.
Las adaptaciones, como las traducciones, nunca serán absolutamente fieles al texto original. Por una parte, pueden mantenerse más fieles al original, lo que supone introducir elementos extranjeros o temporalmente lejanos. Por otra, cabe la posibilidad de domesticar el texto amoldándolo a los valores de la cultura o del público de llegada. Y es precisamente a esta última estrategia a la que podría deberse la vigencia de Mujercitas con el paso de las décadas y en su trasvase a diferentes idiomas y culturas.
No obstante, no deja de llamar la atención, pues resulta injusto y criticable, que se insista tanto sobre una serie de autoras, o autores, en vez de buscar voces nuevas. En el caso de novelas como Mujercitas, parece estar relacionado con la seguridad que ofrece una obra que ya ha demostrado que funciona tanto comercialmente como semióticamente, es decir, en el paso de un sistema semiótico (la literatura, en este caso) a otro (el cine).
¿Pero cómo han influido las versiones cinematográficas en el imaginario social sobre la novela? ¿acaso se ha dado una imagen fiel o desvirtuada? Las versiones o adaptaciones cinematográficas que de una novela se hagan, y la estrategia que se siga, ya sea la del camino de la domesticación o el de la extranjerización, son determinantes sobre cómo se reciba en la pantalla grande, o en otra lengua y en otra cultura.
En el caso de Mujercitas no se ha dado una imagen completamente desvirtuada, pero sí se ha ido adaptando, corrigiendo, sacrificando; casi siempre con fines comerciales, aunque también con fines creativos y/o artísticos. En este sentido, la intención con la que Louisa May Alcott escribió la novela ha podido quedar eclipsada en alguna de las versiones cinematográficas en favor de la historia romántica y de personajes algo estereotipados, donde el mensaje crítico ha sido suavizado.
Sin embargo, hay algo que a lo largo de las distintas versiones ha permanecido, y es la esencia de la relación entre las hermanas protagonistas, basada o inspirada en la experiencia de Alcott con sus propias hermanas. Aunque acuñado de manera posterior, es el neologismo “sororidad”, tan de moda ahora, el que ilustraría perfectamente esta idea. Derivado del latín soror que significa hermana, dicho término hace referencia a la hermandad entre mujeres con respecto a las cuestiones sociales de género, empleado hoy con alta frecuencia para hacer mención a la solidaridad que existe entre mujeres, especialmente, en las sociedades patriarcales. Y esto, presente en la obra original, está más de actualidad que nunca un siglo y medio después.
Es inevitable pensar en el caso de las novelas canónicas de Jane Austen cuando hablamos de Mujercitas o de su autora, Louisa May Alcott. Ambas escritoras compartieron una idea de ficción a través de la cual luchar por el cambio social y reivindicar los derechos de las mujeres. Ambas desafiaron el modelo tradicional de mujer dominada por el hombre a través de unos personajes femeninos, que en muchos casos encarnaban a su vez a escritoras; todo un gesto feminista en el siglo XIX. Al hilo de todo esto, conviene subrayar la labor de rescate y revisión que una nueva ola de crítica y teoría feminista está llevando a cabo, tras la que floreció en los años 70. El caso de Jane Austen es un ejemplo muy significativo, ya que pasó de ser considerada por la crítica patriarcal como una obra inofensiva puramente dirigida a un público femenino, a valorarse por su profunda crítica social más recientemente. No obstante, le debemos mucho a esos viejos críticos que, o no supieron leer su ironía o bien infravaloraron su inteligencia y capacidad para reivindicar el ideal feminista de la Nueva Mujer (en inglés, New Woman). Gracias a ellos, ese ‘lado oscuro’ de Jane Austen pasó desapercibido y le permitió llegar a formar parte de un canon literario que a tantas mujeres ha dejado atrás.
Pero, ¿qué cabe esperar de esta octava versión a partir de la trayectoria de su directora, para aquellas y aquellos que aún no hayan visto la última película de Greta Gerwig? Más que adaptar la novela de Alcott, Gerwig ha excavado en ella, entablando una suerte de conversación con la novelista. No solo eso, en su relectura de Little Women, la cineasta también se ha encontrado con la niña que un día fue. Además, ha realizado toda una investigación sobre el origen y la evolución de los personajes, a las que define como “four really talented weirdo girls who were ambitious and funny and competitive and kind of crazy” (cuatro bichos raros, de gran talento, ambiciosas, graciosas, competitivas y bastante locas).
Se trata de una interpretación muy personal, fiel y a la vez moderna de la historia, aunque como asegura la propia Gerwig en una entrevista para The New York Times, los diálogos modernos ya estaban ahí, y ha sido su redescubrimiento del libro a los 30 años lo que los ha traído de nuevo como una gran revelación.
A medida que la película avanza, la línea que separa a Jo (el personaje de la peli) y Alcott (la autora de la obra original) parece desdibujarse, y Ronan (la actriz) se convierte en ambas, el personaje y la escritora. Además, Gerwig ha estudiado la pintura del siglo XIX para su película y ha vuelto a apostar por esa especie de avatar y alter ego de la cineasta, la actriz protagonista de Lady Bird, Saoirse Ronan, para encarnar al maravilloso personaje de Jo. En este sentido, el crítico de cine Jordi Costa comparaba en un artículo la estrategia seguida por Greta Gerwig con la del Woody Allen crepuscular, ya que ambos han confiado su yo más joven a otra actriz o actor. Además, ha vuelto a contar, como también hiciera en Lady Bird, con Timothée Chalamet, impresionante siempre y sobresaliente en la deliciosa Call me by your name.
La cuestión es si la Mujercitas de Gerwig ampliará el público de la historia superando el constrictor cerco de género o si, como creadora, se enfrentará, 150 años después que Louisa May Alcott, a los prejuicios de los espectadores masculinos. Seguramente, habrá muchas que se acerquen a esta nueva versión en busca de una adaptación más al uso, y que muchos tal vez ni se acerquen. La filmografía de Greta Gerwig es escasa pero valiente, con Lady Bird como directora y Frances Ha o Mistress America como actriz-guionista, y cuenta con fieles seguidores de ambos sexos. Sin embargo, existe un espectador masculino que aún posee muchos prejuicios.
Luego está el otro, cada vez más común, afortunadamente, acostumbrado a acercarse a la obra de mujeres cineastas casi de la misma forma que lo hemos hecho siempre nosotras con los directores hombres, que consume cine con asiduidad, que se interesa por conocer cinematografías más periféricas y que no entiende de etiquetas que distinguen entre “arte” y “arte femenino”.