Opinión
La sonrisa de Albert Rivera
Es fácil hacerse una fotografía con una bandera que detestas o que no te importa lo más mínimo, solo necesitas que te allane el camino, usarla en tu beneficio y tirarla al cubo de la basura cuando hayas conseguido tus metas.

La estrategia mediática de la derecha se cimenta sobre la mentira y la viralidad. La maniobra no es nueva, los medios sí. En Steve Bannon tenemos a un Goebbels con acceso a posibilidades de comunicación casi infinitas sin tener que disparar mensajes a ciegas, el tráfico de datos ha hecho posible el sueño húmedo de la propaganda, hay una línea recta entre el maestro y las marionetas, sin nudos.
Si en el trayecto que recorren las cadenas pulp de whatsapp que acusan a Pedro Sánchez de tener criogenizado a Josu Ternera en los bajos de Moncloa, convencen a algún despistado, mejor que mejor. Pero están perfectamente dirigidas a un segmento muy concreto de la población.Otra táctica bastante habitual consiste en diseminar anzuelos mediáticos que, una vez mordidos por el adversario, estallan en discusiones, sobredimensiones y se propagan como la peste. Conviene elegir qué batallas merece la pena librar y cuáles dejar atrás sin que el barro nos roce el bajo del vestido, no es inteligente llevarse la suciedad a casa.
Albert Rivera flanqueado por las banderas arcoíris y trans durante su canutazo del domingo en la manifestación del bloque de las derechas españolas, es el ejemplo perfecto de este último subterfugio. La cuestión es que este anzuelo merece la pena morderlo. Hay bastardadas que no pueden ser ignoradas porque ni la memoria, ni la conciencia, nos dejarían volver a dormir.
Son curiosas las alianzas que se forman en torno a actos simbólicos como este. Conspiranoicos de la identidad se levantan airados desde la izquierda y se arrojan en brazos de homófobos, tránsfobos, bífobos, lesbófobos, misóginos, masculinistas, fascistas y feministas liberales, sin complejos.Unos y otros, reaccionarios todos, recurren a las mismas manipulaciones para dar carta de naturaleza a su supremacía. Tomar la parte por el todo es la más habitual.
Sitúan en el tablero de la discusión a tal o cual persona LGTB conservadora, escogiendo a unos cuantos individuos de entre millones como quien aparta las pasas de una comida, poniendo cara de asco y limpiándose los dedos enseguida. Lo mismo vale un oficial de las SA muerto hace 70 años que un estudiante de ADE afincado en Pozuelo de Alarcón. Importa bombardear al interlocutor con ejemplos para cerrarle la boca y tener razón inmediatamente, que enseguida cambia el hashtag y hay que enseñar la capacidad para el zasca que se ha desarrollado en sesudas discusiones de Wikipedia.
Yo no puedo hablar en nombre de todas las personas LGTB, estaría bueno, pero sí puedo hablar en nombre de una genealogía que me precede y de la que soy heredera.
Hablo en nombre de las asociales encerradas en campos de concentración; hombres y mujeres que sufrieron tortura, esterilización y muerte. Miles. Cadáveres con triángulos rosas y triángulos negros cosidos al uniforme de rayas.Hablo en nombre de las víctimas de la brigada político-social franquista, personas apaleadas y encarceladas no solo por ser, sino por parecer. Hago mío el “por rojo y por maricón” que le costó la vida a Lorca y los tiros que le pegaron en el culo una vez muerto. Hablo en nombre de las prostitutas trans de San Francisco que sufrieron a la Tax Squad en los los sesenta, una brigada de policías que las encerraba, rapaba, violaba y robaba sistemáticamente. Hablo en nombre de las romerías de cadáveres salpicados de sarcomas de Kaposi que fueron abandonados hasta la muerte por el sistema sanitario americano y por la reaccionaria sociedad mundial en los años ochenta. Hablo en nombre de las mujeres trans que se pinchaban aceite de motor en pisos clandestinos. Hablo —ahora en primera persona— en nombre de las cazadas por los neonazis en el Madrid de los noventa ante la pasividad de las autoridades. Hablo en nombre de las que somos objeto de burla en las comisarías cuando vamos a denunciar una agresión. Hablo en nombre de gays, lesbianas, bisexuales y personas trans a las que hoy les sigue costando la vida existir, que son asesinadas o encarceladas en nombre de la legalidad en más de setenta países. Hablo en nombre de una tradición infinita de víctimas que se siente ultrajada ante la utilización de su memoria por parte de los herederos de sus verdugos o sus socios.
Cuando desde Vox o el Partido Popular afirman no meterse en lo que hace cada uno en su cama, no están abriendo los brazos a las identidades LGTB, muy al contrario, están condenando de nuevo las vidas no heterosexuales a los actos en penumbra mientras legislan o pretenden legislar en nuestra contra. La desatención sanitaria a personas trans, mata; la falta de educación en diversidad hace adultos violentos; la reducción de algunas realidades al ámbito doméstico implica por fuerza su borrado público, una condena sutil y durísima, deshumanización pura, que acaba con la cordura de quien tiene que cumplirla.
Detrás de las llamadas a la discreción siempre se esconde un castigo, es un chantaje centenario, ya lo hemos visto, ya lo hemos vivido.Ciudadanos está pactando con la derecha homófoba en Andalucía mientras utiliza el orgullo en Madrid para hacer negocio. Vox es el nacionalcatolicismo de las puertas cerradas; Ciudadanos la bestia liberal despojada de toda vergüenza que hará lo que deba para enriquecerse y prevalecer. Sea dar la mano al diablo o hacerse una foto con la bandera trans. El PP una mezcla de los dos. Unos persiguen el exterminio silencioso, otros la vampirización completa, el aprovechamiento indiscriminado, un lavado de cara público lleno de promesas que jamás van a cumplirse y que acabarán en desesperanza y abandono.
La sonrisa de Rivera es la sonrisa de Reagan dando la mano al feminismo de Janice Raymond mientras los enfermos de Sida mueren hacinados sin que el personal sanitario se acerque siquiera a darles de beber; la sonrisa de Rivera es la de Bolsonaro posando con la bandera arcoíris mientras Marielle Franco cae tiroteada en la Comuna Maré; la sonrisa de Rivera es la de Trump haciéndose una foto con Caitlyn Jenner al tiempo que pretende borrar la realidad trans de los registros oficiales y negar la existencia de millones de personas.Es fácil hacerse una fotografía con una bandera que detestas o que no te importa lo más mínimo si necesitas que te allane el camino, puedes usarla en tu beneficio y tirarla al cubo de la basura cuando hayas conseguido tus metas. Lo mismo con la gente.
No me atrevo a tachar de traidoras a las persona LGTB que se acercan a los monstruos, entiendo los mecanismos de la alienación y también los he sufrido. Solo les pido que pasen tiempo interesándose por nuestra historia, la que escribimos nosotras mismas en los márgenes con sangre y dolor. La genealogía es la heráldica de las desheredadas, nuestro orgullo, nuestra voz extendiéndose por el tiempo e interpelándonos. Confío en que eso sea suficiente para despertar conciencias. Aquí les estaremos esperando cuando suceda. Como lo hicieron con nosotras.
Al final, el discurso de las identidades o de la diversidad como elemento de fragmentación o moneda de cambio, no es más que la negación interesada de las opresiones, el pacto patriarcal que mantiene el estatus. La historia está ahí para aclarar las cosas y es nuestra obligación como hijas de la ira LGTB, como proletarias y como excluidas mantener viva la memoria y no colaborar con quien no dudará en reducirnos a ceniza o utilizarnos como material desechable.
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