Opinión
No os preocupéis por la izquierda

La muerte de la izquierda es un tema actual de debate en cualquier tertulia de bar o televisiva. Pero el cambio no llegará desde las élites ni desde los chalets de la sierra.

26 sep 2019 14:24

Esta semana un nuevo partido ha llegado al tablero político. Ante las elecciones del 10 de noviembre, Iñigo Errejón ha presentado “Más País”, su salto nacional de lo que en mayo era una opción electoral solo en el ayuntamiento y la Comunidad de Madrid.

Tras esta “crónica de una candidatura anunciada”, que no supone ninguna novedad en realidad (la ruptura entre Iglesias y Errejón es Trendic Topic del año pasado, como mínimo), las tertulias hablan de división en la izquierda o de la muerte de la izquierda. Ni siquiera de cómo es esa nueva izquierda. ¿Qué más da eso? Nótese la ironía.

Hace años hubo una ola de cierres de librerías tradicionales, sangría que aun continúa. Alguna vez se me saltaron las alarmas y pensaba en lo trágico que serían las calles vacías de locales para abandonarse al mero disfrute de la prosa. Pero esas librerías cerraron y luego abrieron otras librerías. Solo que estas eran locales más modernos en los que incluso podías tomar un café. Cambiaba el continente pero no el contenido, ya que por suerte el precio del libro está regulado en España. Podemos, el antiguo Podemos, ya no está de moda. Al menos no tan de moda como en 2015.

Raya bastante tener que tragarse un discurso teórico sobre la lucha de clases, a pesar de que la vivamos en carne propia cuando pasamos más de 12 horas diarias fuera de casa para poder cobrar un sueldo cada mes, con suerte. Evidentemente esto también es irónico. Pero lo que sí es cierto es la incoherencia que supone hacer creer a la gente que hay que aspirar a tener un chaletazo cuya piscina consume agua para 10 familias. La mayoría de la gente con la que me cruzo por las mañanas en Carabanchel no sabe lo que es el Green New Deal del que habla Errejón, ni tampoco les hace falta. En Vallecas no dejaron de ir a votar en mayo a Carmena porque no les gustasen las magdalenas.

La izquierda no está muerta porque la izquierda era mi abuelo luchando desde la mina en un pueblo de Asturias, aunque eso no abriese telediarios ni fuese portada de periódicos.

La conciencia social se crea, se destruye y se transforma. Si hay algo que agradecerle al equipo de Iñigo Errejón son campañas electorales sencillas, comunicación moderna y digerible. Y sobre todo no dar la turra leyendo la Constitución. Ojalá esta vez algún partido haga un programa electoral formato Twitter o Instagram. Además, Rita Maestre ha dicho desde el primer momento que le darán los votos al PSOE. Eso es un ejercicio de honestidad valorable. Siempre es buena noticia que haya una opción política no de derechas que le quite votos a Pedro Sánchez.

La izquierda no está muerta porque la izquierda era mi abuelo luchando desde la mina en un pueblo de la Asturias más profunda, aunque eso no abriese telediarios ni fuese portada de periódicos. Izquierda era Marcelino Camacho trabajando como obrero metalúrgico en la fábrica Perkins Hispania. Son los trabajadores de Alcoa organizándose para mantener sus puestos de trabajo. Son las Kellys, las que limpian habitaciones y sus casas o las ajenas. Y eso da igual que se materialice en Podemos, Unidas Podemos, Más Madrid o Más País, si se hace con el consentimiento explícito de las protagonistas de estas luchas. No valen los monopolios cuando se trata de defender los derechos laborales.

Más allá del relato, de las traiciones y de las disputas que haya habido (tema que me interesa menos que Sálvame), es bastante llamativo que ningún partido nuevo pueda estar dirigido por alguien que no haya pisado la universidad o tenga un doctorado. La izquierda academicista no deja de ser un proyecto para élites. Tampoco parece sexy que esté liderado por una mujer, a pesar de que hay más mujeres universitarias que hombres. Me representa una mujer leída o no, pero con conciencia de clase y feminista.

Que todos los líderes de los principales partidos sean hombres dice mucho. También que lo que hace años se llama “cambio” venga desde Madrid capital. No fue casual que Juanma del Olmo no saliese diputado por Valladolid si ni siquiera votó allí ni se pasó por Villalar de los Comuneros el 23 de abril, fiesta de la comunidad.

Hay vida más allá de los parlamentos. Votar o no es una cuestión de voluntad, pero la responsabilidad de hacerlo o de abstenerse implica mucho más que meter un sobre en la urna. Es un trabajo fatigoso que nunca termina. Cómodo es creer en soluciones finalistas o programas amables, pero la sociedad no se transforma desde los salones de la Moncloa ni desde las butacas del Congreso de los Diputados.

La transforma la gente con sus acciones diarias. La práctica feminista y los cuidados son los mayores actos políticos. Se puede no ser de ningún equipo pero observar y valorar cómo juegan todos, abiertos a la escucha y al diálogo, precisamente de lo que adolecieron las negociaciones fallidas. Lo bueno es que esta campaña va a ser más divertida de lo que esperábamos.

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