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Culturas
El sector audiovisual defiende su espacio en València a pesar de la crisis
Antes de la pandemia, en noviembre de 2019, la Associació de Productors Audiovisuals Valencians (PAV) publicaba un análisis de su situación en el que incidían en la necesidad de una apuesta decidida por el sector. Con la llegada del coronavirus, los y las trabajadoras de la cultura fueron unas de las primeras afectadas y probablemente resulten de las últimas en recuperarse: la paralización de la actividad, la cancelación de macroeventos, la crisis económica y la priorización de determinadas políticas han sido alguno de los puntos que han motivado que el sector cultural se movilizara durante y después del estado de alarma.
Dentro del sector cultural, se han ido retomando actividades, como los festivales de música con aforo limitado y ahora, también, los de cine. Las funciones se han adaptado y han peleado su espacio bajo la premisa de “cultura segura”. La Mostra de Cine de València, que se celebrará en la ciudad desde mañana jueves 22 hasta el próximo domingo 25, es un ejemplo de resistencia. “La esencia de un festival como la Mostra es servir de punto de encuentro entre la creación cinematográfica, el público y el sector para que todas las partes salgan beneficiadas”, expone Rosa Roig, directora de este festival.
Culturas
El apagón de los macrofestivales reaviva la cultura de proximidad
La cancelación de eventos multitudinarios ha paralizado la actividad de un sector con fuerte presencia en el País Valencià. El coronavirus ha puesto de relieve la necesidad de repensar los puntos de encuentro culturales de una manera laboral, económica y medioambientalmente más sostenible.
Cine a pesar de todo
Otro estudio del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie) publicado en 2018 expresaba que el sector audiovisual valenciano estaba formado en 2017 por 650 empresas (el 7,2% del total de empresas del sector de España, de las cuales 483 eran cinematográficas, de vídeo y de programas de televisión, grabación de sonido y edición musical), una cifra que suponía un descenso del 22% con respecto a 2009. Esta precariedad en el sector del cine es lo que empuja a festivales como la Mostra a realizar un esfuerzo extra por su celebración a pesar de que las circunstancias no acompañen: “Aunque tenga que ser con limitaciones, siempre que sea posible hay que continuar” para cumplir aquello que Roig define como una doble función: ofrecer al público creaciones que se salen del circuito comercial y darles, a estas, la oportunidad de proyectarse para lograr un mejor recorrido de exhibición en el futuro.
De hecho, el espacio que reserva festivales como la Mostra a este tipo de proyecciones resulta, en opinión de la directora, fundamental para la producción audiovisual de proximidad, ya que estos eventos permiten al público acceder a títulos “que de otra manera no podrían ver en las pantallas de cine, reservadas mayoritariamente a producciones de corte más comercial o mainstream, lo cual repercute al mismo tiempo en un fomento de la creación audiovisual de nuestro entorno”.
Geles desinfectantes, mascarillas obligatorias, EPI y control de temperaturas serán algunas de las medidas establecidas por la organización del festival. Sobre el apoyo institucional a este tipo de eventos en un contexto de pandemia, Roig valora que en lo que respecta a las ayudas a festivales de cine, tanto las autonómicas del Institut Valencià de Cultura como las estatales del Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales, han lanzado sus respectivas convocatorias “teniendo en cuenta en sus bases las posibles dificultades con las que podemos encontrarnos las citas cinematográficas en medio de esta crisis sanitaria, como la necesidad de invertir en medidas de seguridad o de reprogramar, rediseñar o incluso renunciar a actividades”.
Un festival con historia
Elche y Alicante también tienen festivales de cine, y en València se celebran a lo largo del año varios encuentros audiovisuales, pero si algo distingue a la Mostra es su historia: nació en 1980 bajo el impulso de la Fundación Municipal de Cine, dependiente del Ayuntamiento, y hasta 2011 se celebró anualmente de manera ininterrumpida hasta que, en ese año, la entonces alcaldesa de València lo canceló alegando que no había dinero. El empuje de un grupo de personas hizo que, a partir de 2013, la esencia del festival —un punto de encuentro de la cultura de los pueblos del Mediterráneo— siguiera viva desde una asociación hasta que, en 2018, Joan Ribó decidiera recuperar su lanzamiento. “Su implantación en la ciudad ha sido históricamente muy fuerte, y trabajamos porque en esta nueva etapa continúe intricándose en el tejido cultural de València”, explica Roig.
Entre la programación de la Mostra, que ha viajado a lo largo de los años, a través de diversos ciclos, a territorios como Palestina, Egipto o Argelia, pondrá el foco este año en el conflicto vasco en un empeño de cumplir la máxima de la cultura como una oportunidad de reflexión y debate. Del mismo modo que otros eventos del País Valencià, la Mostra también reserva un espacio a lo propio: “En las dos últimas ediciones hemos tenido películas valencianas en competición oficial y este año contamos con dos en la sección Informativa”, detalla Roig.
“El sello valenciano está presente de forma transversal en el festival y tiene una presencia destacada en las sesiones especiales”, añade la directora técnica, explicando que se trata de eventos en los que participan los equipos para que la repercusión de las obras audiovisuales realizadas en territorio sea mayor. Unas obras que, tal y como expone Roig, “en muchos casos se muestran por primera vez al público en el marco del festival”, lo cual reitera la importancia de eventos culturales seguros, también en pandemia, que pongan en valor la producción audiovisual que no entra en las grandes salas.