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Consumo
David Sánchez, director de CECU: “Shein está diseñado para crear adicción a través de patrones muy oscuros”

Francia ha dado el primer paso en Europa para regular a las empresas de la moda ultrarrápida, una industria que, a golpe de un algoritmo diseñado para el sobreconsumo, con ventas online y con un segmento muy fiel —el de los jóvenes—, ya acapara una buena parte del mercado textil global. La semana pasada, el Senado galo respaldó, por una abrumadora mayoría, un proyecto de ley para reglamentar a los gigantes de la ropa de bajo coste, dirigido principalmente a las plataformas chinas de comercio electrónico: Shein y Temu.
El texto aprobado, que pretende atajar las consecuencias medioambientales y económicas de esta moda, introduce un sistema de puntuación ecológica para evaluar el impacto medioambiental de los productos vendidos. Emisiones generadas, uso de materias primas y reciclabilidad, entre otros. Las marcas con las puntuaciones más bajas podrían ser gravadas con un impuesto de hasta 5 euros, con posibilidad de aumentar a 10 euros en 2030. También incluye la prohibición de la publicidad de estas marcas de moda y sanciones para los influencers que las promocionen en internet.
En paralelo a esta nueva ley francesa, un grupo de 25 organizaciones europeas presentó el pasado 4 de junio en Bruselas una denuncia contra Shein por sus “técnicas engañosas” de venta, que alejan a la ciudadanía de un modelo de consumo responsable. David Sánchez Carpio es director de la Federación de Consumidores y Usuarios (CECU), una de las tres organizaciones españolas que han participado de esta denuncia colectiva.
Pide que España imite a Francia e incluya una regulación a la moda ultrarrápida en la Ley de Consumo Sostenible que el Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030 llevará al Congreso. Y aclara que, pese a no tener todavía un marco regulatorio propio a nivel continental, los “patrones oscuros” de estas empresas permiten utilizar la legislación de protección del consumidor para frenar muchos de los abusos.
Sánchez es licenciado en Ciencias Ambientales, graduado en Ciencias Políticas y cuenta con un Máster en Ecología. Conoce la política europea de cerca: durante ocho años trabajó en Bruselas siguiendo proyectos de alimentación, agricultura, agua y comercio.
Se habla mucho del impacto ecológico del sobreconsumo de la moda ultrarrápida. Pero por vuestra denuncia, la problemática es mucho más grave. ¿Qué está ocurriendo con esta industria?
Tal cual. Hay muchísimos impactos en este modelo. Ambientales, por toda la cantidad de ropa que se sobreproduce y que se convierte en residuo. Este es uno de los problemas más graves. Pero hay más, como las condiciones laborales de la gente que fabrica estas prendas o las emisiones de CO2, en constante aumento. Cabe recordar que el textil encabeza la lista de sectores responsables del cambio climático, solo superado por alimentación, vivienda y transporte. En esta ocasión, como organización de consumidores, nos hemos fijado en los patrones oscuros de una de estas marcas: las técnicas de manipulación que incitan a que los consumidores compren más y más.
¿Van de la mano todos estos impactos?
Claro. Están todos encadenados. Hablamos de un modelo. Shein está diseñado para ser adictivo. Su algoritmo es muy potente, busca una interacción compulsiva. ¿Cómo? A través de patrones oscuros, que explican el sobreconsumo de estas prendas. Hemos pasado de ofertas de nueva colecciones al año, a ofertas frenéticas cada semana.
¿Cuáles son estos patrones oscuros?
Hay varios. Por ejemplo el confirm-shaming, que es hacer sentir culpable si no se materializa una compra. El scroll infinito, (el desplazamiento sin fin hacia abajo en la web o app). El nagging, aparición en pantalla de mensajes constantes y persistentes para forzar al consumidor a hacer algo. También el uso de temporizadores de cuenta atrás para “ofertas flash”.
El 'confirm-shaming' te hace sentir culpable si no se materializa la compra y el 'nagging' consiste en que aparecen en tu pantalla mensajes constantemente
¿El consumidor joven es la principal presa de estos patrones oscuros?
Sí, porque estamos hablando de una franja de edad que realiza casi todo su consumo en línea, que se ha crecido con la facilidad de acceso a prendas a través de plataformas online, que es muy inmediato. Y también porque esta ropa tiene un coste muy bajo, artificialmente bajo. Pero es importante no culpabilizar a los usuarios de esta plataforma porque, en gran medida, no tienen libertad como consumidores por esos patrones oscuros.
¿La Comisión Europea está investigando a Shein?
Sí, la Comisión Europea inició una investigación a principios de año al entender que esta marca no está cumpliendo con la legislación de protección del consumidor. Lo que hemos hecho nosotros ahora es incorporar la parte de patrones oscuros, que no estaban siendo contemplados en este expediente. Los patrones oscuros no están regulados en sí mismos, pero nosotros consideramos que se puede considerar como una práctica comercial desleal. Hemos enviado una alerta conjunta entre varios países.
Es importante no culpabilizar a los usuarios porque, en gran medida, no tienen libertad como consumidores por esos patrones oscuros
¿Pero hay alguna medida concreta y en vigor para frenar a esta industria?
Todavía estamos intentando regular y legislar. Medidas concretas se aprobaron el año pasado con un paquete legislativo sobre derechos digitales. La ley de servicios digitales y mercados digitales incluyeron un mayor control sobre estas plataformas, respecto a qué se puede reclamar, a quién acudir, cuáles son las responsabilidades. Hay una propuesta sobre la mesa para dentro de la reforma de las aduanas poner un gravamen mínimo de dos euros a productos importados de muy bajo coste. La vigilancia avanza, pero estos modelos avanzan mucho más rápido de lo que avanza la legislación. Lo que decimos las organizaciones de consumidores es que aunque no haya una legislación específica —que tiene que haberla—, se puede aplicar ya la legislación de protección del consumidor. Es decir, podemos regular y definir lo que es un patrón oscuro. Nos va a llevar unos años. Sin embargo, lo que hace Shein son prácticas comerciales desleales. Y esto ya está recogido en la legislación. Podemos recoger las denuncias desde allí.
¿Qué tipo de denuncias están recibiendo las organizaciones de consumidores en Europa?
De todo tipo. Las que nos llegan a nuestras organizaciones van ligadas a devoluciones, reclamaciones, productos defectuosos e inseguros, etc. Estamos viendo que llegan muchos productos que no cumplen las normativas europeas. También recibimos muchas quejas, que las tramitamos como reclamaciones. Tenemos asociados que nos hacen llegar que sus hijos son parte de este modelo de sobreconsumo, preocupados por los impactos.
¿Qué pueden hacer los Estados miembros? ¿Qué puede hacer España?
A nuestro entender, mucho. Francia es un ejemplo. Le hemos planteado al Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030 que en la Ley de Consumo Sostenible que va a llevar al Congreso que incorpore esta problemática, que figuren la sobreproducción y el sobreconsumo textil. Se puede, por ejemplo, limitar la publicidad de esta industria.
Pedimos al Ministerio de Consumo que limite la publicidad de esta industria
¿Es un escollo que en el imaginario colectivo no aparezca la industria textil como uno de los sectores más perjudiciales para el medio ambiente?
Puede ser. Creo que esta percepción está cambiando, que cada vez hay más consciencia. En su último informe, la Agencia Europea de Medio Ambiente, por ejemplo, sitúa al textil como uno de los principales agentes que están acelerando las emisiones de gases de efecto invernadero. También es cierto que estamos todavía ante un fenómeno bastante nuevo. Nos faltan evidencias y datos. Por eso es fundamental abordarlo ahora, antes de que se convierta más grande.
¿Eres optimista? ¿Podemos esperar una firme regulación en Europa en los próximos años?
Nosotros somos optimistas. A nivel europeo se ha avanzado mucho en legislación de protección del consumidor. El salto a dar es poder aplicarla. Que las autoridades tengan más capacidad de inspección, de control y, sobre todo, de sanciones. Hay una demanda también muy grande de tomar medidas frente al cambio climático. Este contexto ayuda. Por eso insistimos en una regulación sólida para que la responsabilidad no caiga siempre en el consumidor.
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Desde un punto de vista jurídico hay también propuestas de derecho privado (contractual) que están siendo estudiadas como coadyuvantes de esta legislación pública.