Violencia machista
Sugui, una perra entrenada para proteger a Silvia de la violencia machista
Silvia solo se siente tranquila cuando la acompaña Sugui, una perra formada para protegerla. Su agresor tiene fecha de salida de la cárcel y ha amenazado con matarla. El parlamento navarro debe pronunciarse sobre una propuesta para regular los perros asistenciales como medida de protección para mujeres víctimas de violencia machista.

“Me acompaña a todas partes, con ella soy la mujer más feliz del mundo… no sé cómo explicártelo”, trata de resumir Silvia González. Esta superviviente de violencia de género explica por teléfono lo que supone para ella ir acompañada de Sugui, una perra formada para protegerla.
La condena al agresor que le hace temer por su vida acaba en enero, pero Silvia piensa que puede salir antes de prisión. Y tiene miedo. “Cuando salgo a la calle se me cierra el estómago, empiezo a sudar y a temblar, pero esto no me pasa cuando voy con Sugui”, cuenta a El Salto. “Este personaje ha roto 14 pulseras estando de permiso cuando ha salido porque se le acababa la condena, ya no sabía qué hacer y entonces me dio por pensar que la perra es lo único que podía ayudarme”, sigue.
El pasado 25 de septiembre, el Parlamento navarro tuvo que escuchar su caso. Porque con la historia de Silvia González, la asociación Andrea y Lunes Lilas —un referente por su trabajo contra la violencia de género en Navarra— trataban de argumentar ante los grupos políticos por qué es necesario apoyar una propuesta para regular la tenencia de animales de protección para mujeres víctima de violencia de género. “No se trata solo de que sirva como defensa”, explica Silvia: “Es un apoyo psicológico; es que sin ella no puedo salir ni a comparar el pan”.
Ella misma define su caso como “uno de los más peliagudos de Navarra”. Con 18 años conoció a Moisés y se fue con él a Girona. Pronto las palizas, violaciones y vejaciones se volvieron parte de la rutina. Una rutina que se agravó cuando llegó la primera hija y que no cambió con el segundo hijo. Cuando Silvia conseguió salir de esta espiral de violencia, él fue condenado a nueve años de prisión. Además, tiene otra condena por amenazas. Centenares de llamadas desde la cárcel y amenazas expresas en un juicio (“si no puedes ser mía, no serás de nadie”) sirven para retratar la violencia extrema del agresor.
MODIFICAR DOS LEYES
Para que Silvia pueda ir acompañada 24 horas al día por Sugui, y para que otras mujeres puedan acceder a los perros asistenciales como medida de protección, es necesario modificar dos leyes, como propuso Podemos en el Parlamento navarro. Por un lado se trataría de modificar la Ley de Violencia de Género de 2015 para que incluya la figura de los perros asistenciales entre las medidas de protección contra la violencia machista. Por otro, Podemos pide cambiar la ley que regula la tenencia de perros asistenciales para permitirles el acceso a espacios en los que, de otra manera, están vetados, como edificios de la Administración o comercios.“Son reformas necesarias y viables”, dice la parlamentaria de Podemos Tere Sáez. “Se trata de abrir la posibilidad, y a partir de ahí habrá que ver más medidas concretas, o establecer cómo se hace una valoración”, asegura Sáez, para quien esta regulación supondría también un reconocimiento de la diversidad de las mujeres. Tras la presentación y la exposición del caso de Silvia el 25 de septiembre, Sáez espera que el Pleno pueda votar la propuesta antes de que que acabe el mes de noviembre.
Aunque novedosa, la propuesta que hace Podemos en Navarra tiene antecedentes. Así, la ley de tenencia y circulación de animales de compañía de Murcia fue modificada en 2017 para establecer que las limitaciones sobre circulación y acceso de estos animales en las vías, transportes y establecimientos públicos no serán de aplicación a aquellos perros utilizados como terapia asistida en casos de violencia de género.
En Aragón, las Cortes deben pronunciarse sobre una propuesta del Partido Popular para poner en marcha un plan piloto. La idea incluye desarrollar el derecho de acompañamiento de perros escoltas para las mujeres en riesgo o en situación de violencia de género, adecuar la figura del perro escolta para equipar los derechos, obligaciones y limitaciones a los de los perros guía y desarrollar un programa piloto de protección y atención a las víctimas a través de perros adiestrados para este fin.
EL PRECIO: UNOS 9.000 EUROS
¿Qué supone adiestrar a un perro para proteger a una mujer víctima de violencia de género en pareja? Lo saben bien los responsables del adiestramiento de Sugui. Se llaman Francisco y Ana. Su empresa, Centro Canino Riberbox, en La Rioja, nunca había recibido una petición de adiestrar a un perro para proteger una víctima de violencia de género. Hasta que llegó Silvia.Los tres pilares de la formación de Sugui son la convivencia en ciudad, rastreo y defensa. Aunque el adiestramiento de un perro para otra finalidad suele durar unos seis meses, cuenta Francisco, “en el caso de Silvia hemos acordado hacer un seguimiento continuo, seguramente espaciando las clases conforme veamos que el animal y ella se van adaptando”.
“Me resultó curioso, no entendía cómo podía servir este perro a las personas; me informé con una víctima de violencia de género que tenía un perro de este tipo y empezamos”, explica Francisco, que pronto entendió una de las claves: “Estos animales sirven como apoyo psicológico, es un apoyo muy grande porque algunas mujeres no se atreven a salir solas”.

El adiestrador lamenta que no exista una regulación estatal para esto, y advierte de que la poca regulación que existe asimila esta figura a la de los servicios de protección, pese que estos casos “no encajan totalmente en esa figura”. “En España el uso de un perro solo lo pueden hacer fuerzas y cuerpos de seguridad. El perro es una defensa pero es relativo porque no puede hacer daño a una personas, ellos están adiestrados para defender, y dar tiempo a una persona para reaccionar”.
¿El precio? Francisco calcula que puede rondar los 9.000 euros entre residencia canina, adaptación, adiestramiento y seguimiento. “La máxima dificultad estriba en adaptar el perro a la persona, no todas las personas pueden llevar un perro de este tipo”.
Silvia espera que el Parlamento navarro escuche su caso y modifique la ley para que Sugui pueda acompañarla. “Solo pido al Gobierno de Navarra que me escuche”, dice la superviviente, que hoy cuenta con el apoyo de su pareja y regenta un negocio en Pamplona. “Pido que me escuchen porque va a salir y me va a matar, y no sé cómo voy a defenderme sin Sugui”.
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