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La vida y ya
La importancia de las manos
El día estaba transcurriendo como un remolino por el que había tratado de escalar sin éxito pero, ahora, sus palabras, que salen siempre sin amontonarse, me muestran que la manera más fácil para salir del torbellino no era trepando.
Chaima dice que fue al poco tiempo de llegar cuando se dio cuenta de la importancia de las manos. De por qué tantas culturas, a lo largo de la historia, habían decidido dejar las huellas de sus manos en distintos lugares. En las paredes, en las vasijas de cerámica, en las semillas. Lo supo cuando otra niña, que hablaba un idioma distinto al suyo, le ofreció su mano para salir al patio del colegio el primer día del curso. De eso hace ya muchos años.
Hablamos de que nuestra manera de vivir tiene consecuencias, deja huellas, y que a cada territorio le toca pensar qué quiere que permanezca y qué quiere que se borre. Es una forma de construir su identidad, su memoria. Las huellas de algunas manos permanecen. Las de otras, no.
Esta guerra ha visibilizado otras muchas guerras, pero no ha servido para hacer memoria y recuperar otras formas de resolver los conflictos que no sea mediante las armas
Como un juego, nos ponemos a pensar en palabras que, en esta manera que nuestra cultura propone para mirar el mundo, se presentan como antónimos. Hay que decir si permanecen o se borran. Rico. Permanece. Pobre. Se borra. Norte. Permanece. Sur. Se borra. Centro. Permanece. Periferia. Se borra. Guerra. Permanece. Paz. Se borra. Nos quedamos calladas.
Chaima repite: la guerra permanece y la paz se borra. Después de un silencio delgado continúa. Esta guerra ha visibilizado otras muchas guerras, pero no ha servido para hacer memoria y recuperar otras formas de resolver los conflictos que no sea mediante las armas. No se ha rescatado la memoria de quienes piensan que la violencia no se para con más violencia, de las que saben cómo construir la paz. Se borran las huellas de las manos de quienes resisten, inventan y crean maneras de sobrevivir a la barbarie. Se borra a las que desobedecen al orden militar establecido, a las que hacen las tareas de reconstrucción cuando se acaba la guerra. Se borran las manos de las mujeres que llevan en su memoria cómo construir la paz, de las que dicen que más armas no van a servir para acabar con ningún conflicto. Se borran las mujeres que piensan que los relatos que hablan de vencer al miedo con uniformes, vallas y bombas acaban reforzando las lógicas autoritarias y de militarización que son incompatibles con la paz y la vida. Tenemos que buscar la manera de rescatar la memoria de esas huellas.
Chaima deja de hablar. El viento nos desordena el pelo. Sin más planes para hoy que salir del torbellino, nos agarramos de la mano.