Sexualidad
“Los cuerpos diversos incomodan”

Tras recorrer América Latina, investigar e imbuirse en las colectividades, Fernando Altamira se lanza a exponer sus collages en la sala Arroka. Cuerpos, roces eta artefaktuak es el leitmotiv que atraviesa su colección de láminas.
Fernando Altamira
Fernando Altamira en Arroka Herri Tailerra Luis Miguel Barcenilla

Baila euskal dantzak por la necesidad de reconocerse de otra manera. Estudia, investiga y camina entre colectividades y organizaciones de todo el mundo. Recorta y pega. Y vuelve a recortar y pegar. De vez en cuando, dice, se siente “como Billy Elliot, pero sin ritmo”. Fernando Altamira estudió Trabajo Social para luego detenerse en la Salud Mental y en los Derechos Humanos. Tras un máster en Cooperación Internacional y muchos pasos por América Latina, hace ya 20 años que creó la consultoría Incyde y comenzó un viaje apostando por lo que él y su compañera, su socia, Esther Canarias, denominan “buen vivir organizacional”. Da clases en la Universidad Politècnica de Valencia, tiene entre manos su tesis, sobre diversidad sexual y de género en las políticas de desarrollo, y ahora, tras mucho recortar y pegar, expone sus collages en Arroka Herri Tailerra, en Bilbao La Vieja. Un viejo taller de y para los vecinos. Allí, suspendidos en el aire o enmarcados, podrán verse durante todo el mes de marzo sus íntimas expresiones de papel. Cuerpos, roces eta artefaktuak es el leitmotiv y el hilo que atraviesa su colección de láminas.  “Me pongo a hacer collages y encuentro en esta práctica artística mucho de ‘lo trans’ y la interseccionalidad. O, por lo menos, yo así me lo creo”, dice y se ríe.

¿Arroka es el lugar perfecto para exponer tus collages?
Lo comentaba en la inauguración. Me preguntaban cómo estaba, cómo me sentía. Pues me siento desnudo, contestaba. Y, además, trataba de explicar que no solamente me sentía desnudo, es que percibía que el resto ibais vestidas. Arroka es un lugar íntimo y siento que, de por sí, en mis collages hay un nivel de exposición brutal. Arroka es un lugar acogedor. Priorizo que la sala sea parte de mi trabajo.

Arroka está en el número 15 de Bilbao La Vieja. En los barrios altos. Uno de los barrios populares más humildes de la ciudad. Hay quienes dicen que en los barrios no importa la cuestión de la diversidad sexual y de género.
De entrada, no lo sé. No sé si en los barrios más empobrecidos se habla de diversidad. Puedo hablar de mi andar. Y mi experiencia me dice que aquí puedes meter la pata y patinar. No creo que el interés por la cuestión de género, la interseccionalidad, ‘lo trans’, la diversidad, venga dado por la cuestión de raza, de clase o de lugar. No creo, de verdad, que esta perspectiva esté peor vista en unos entornos u otros. Es más, eso dice más de nuestros propios prejuicios que de las realidades presentes. Ser gay en un pueblo de Ávila tiene que ser muy difícil, ¿no? Esta afirmación no se sustenta, no tenemos conocimientos de que así sea. Es una mirada urbana, clasista. Y lo mismo con otros entornos, pero siendo etnocentristas. Esto es algo que ya apuntaba en Homonacionalismo la teórica queer Jasbir K. Puar.

Además, la interseccionalidad está en cualquier momento, en cualquier entorno.
La interseccionalidad está nombrada así por quienes no sufrimos las opresiones. Necesitamos leerlo para comprender qué es. Luego están quienes viven la opresión porque su diversidad genera esas situaciones de intersección, que no necesitan leerlo porque viven lo que es.

Fernando Altamira en la exposición de collages en Arroka
Fernando Altamira en su exposición de collages en Arroka. Por Joseba Sainz de Murieta.

¿Y cómo se incluyen esta educación y perspectiva en la agenda de los colectivos, organizaciones y ONG?
Antes de contestarte, voy a seguir por la interseccionalidad. Y me voy a Angela Davies, que tiene una lucidez inconmensurable para explicarlo. Ella dice algo así: no es tanto un canto a las identidades, sino que el desafío está en mostrar la interseccionalidad de las luchas. Yo creo que los entornos de las ONG, de las organizaciones en general, y me gustaría dejar claro que no hablo de todas, a ratos, estos entornos tienen una mirada colonialista. Cuando hablas con una ONG sobre diversidades te van a contestar que eso es algo que pertenece a lo privado de las personas. Otro argumento es: “No, bastante está costando incorporar la cuestión de género”. Un tercer argumento suele ser: “Cualquiera les habla a estos del tema LGTBI”. Hay una última experiencia que me he encontrado y es que dentro de las organizaciones de, por ejemplo, América Latina, ya se está tratando esta perspectiva, pero desde aquí, las ONG, no preguntan. No sé si es mojigatería. La respuesta está más aquí que allí. ¿Qué es lo que nos pasa para no preguntar sobre esto, para no introducir esta mirada?

Un poco de clasismo por aquí y otro poco de colonialismo. Bastante tienen con el hambre.
Es que vamos de progres y respondemos con la pirámide de Maslow. ¿Cómo vamos a hablar del deseo y de la diversidad sexual y de género cuando hay otras cuestiones más importantes que abordar? Pues bien, la cuestión está mucho más entrelazada. ¿Por qué tengo que elegir entre comer y pasear de la mano con quien deseo arriesgando la vida?

¿Tienes respuestas?
Tengo una sospecha que cada vez coge más fuerza y que creo, además, que es un desafío para el internacionalismo. La sospecha es, quizá, la dificultad para plantar cara al modelo dominante. Y por ello, hay que preguntarse cómo apoyar y abordar el deseo desde el movimiento social y popular, fortaleciendo el sujeto político, para imaginar alternativas.

Cuando no abordas una cuestión, lo que ocupa ese espacio no es la nada, es el ruido dominante.

Y se hace el silencio.
Cuando no abordas una cuestión, lo que ocupa ese espacio no es la nada, es el ruido dominante. No preguntar, por ejemplo, a las personas con las que trabajo en Honduras, no preguntarles sobre la diversidad sexual y de género, es dar por hecho que todos son cisheterosexuales.

El modelo dominante gana.
Parto de que el modelo dominante es una triada, que tiene tres cabezas: es neoliberal, heteronormativa y etnocéntrica. Ello marca la forma de construir el deseo, la expresión de género y de identidad sexual. Cuando digo que es heteronormativo hablo del modelo, no del individuo. Puede haber relaciones homosexuales que responden al modelo hetero que reproduce el deseo de un cuerpo, qué tipo de relaciones, cómo tratamos o maltratamos a la otra persona. Y, al revés, puedes tener un deseo hetero y no responder a la heteronormatividad. Y esto me lleva a al artículo ¿Para cuándo lo cuidados maricas?, de Jose Antonio Langarita, que apareció en Diagonal hace un tiempo. Hay machirulos gays, en resumen.

Existen experiencias que entran dentro de la perspectiva de la diversidad y son normativas en cuanto al modelo hegemónico.
Sí. Hay experiencias, por ejemplo, LGTBI, que son totalmente normativas y pueden ser perversas. Responden al modelo hegemónico. Por ejemplo, cuando se vinculan el Orgullo y Pride, un modelo neoliberal y mercantilista. Un Orgullo hiper politizado por el lado economicista. Y los medios de comunicación manteniendo el discurso de festividad. ¿Qué fiesta? Muy distinto es que peleando nos lo pasemos bien. Se ve claro en el 8 de marzo: tampoco es una fiesta. Ocupar espacio público como reivindicación no es una fiesta. Jugarse la vida no es una fiesta.

El modelo dominante es una triada: es neoliberal, heteronormativa y etnocéntrica. Hay machirulos gays.

¿Es buena noticia la institucionalización del movimiento feminista? Se ha creado un ministerio de Igualdad, se han abordado las violencias y se ha realizado un borrador para una posible y futura ley trans.
Lo que no es una buena noticia es el miedo, el no correr riesgos y querer mantener tus privilegios y unas relaciones de poder asimétricas. Y todo ello, barnizarlo de teoría. Es una trampa que nos conecta con la triada. Es bueno que se visibilicen cuerpos e identidades. ¿Es bueno que se garanticen derechos? Pues claro. Sería como preguntar si está bien legislar en pro del matrimonio igualitario o del derecho a respirar. Pues claro, repito. Pero ahora que podemos respirar, hagamos la revolución.

El borrador de la ley trans ha levantado mucha polvareda. ¿Tiene sentido un debate? A veces aceptar un debate es legitimar el odio.
No quiero caer en comprender a todas las mujeres TERF (trans-exclusionary radical feminist) como un grupo homogéneo. No cualquier opinión es válida. Efectivamente, desde el privilegio, planteas las reglas del diálogo. Y sabes que la otra, el otro o el otre, es quien va a perder. La banca siempre gana.

Entonces, ese borrador es una propuesta para el diálogo, no para debatir sobre una realidad.
Exacto. De lo contrario, con lo establecido seguiríamos en las cavernas. Es apasionante perseguir el progreso social. Proponer. Es el tiempo de los intentos, como decía Silvio Rodríguez en una canción.

Creaste una consultoría, Iniciativas de Cooperación y Desarrollo, Incyde, para fortalecer a organizaciones e instituciones a través de la evaluación, sistematización, planeación, estrategia y generación de aprendizajes, metodologías y buen vivir.
Sí, hace unos veinte años, después de haber transitado por el mundo de la cooperación, creamos esta cooperativa. Trabajamos desde entonces en el buen vivir organizacional, apoyando procesos organizacionales. Actualmente trabajamos en incluir la perspectiva de la diversidad sexual y de género en las mismas.

Y has recorrido mundo.
Sobre todo, he caminado por América Latina, desde el año 92. He ido conociendo el movimiento popular. He estado y estoy en contacto con esas otras realidades, me aporta mucho esa otra mirada.

Pero, ¿cómo traducirías vuestro desempeño? ¿Qué hacéis realmente?
No es fácil. Lo que intentamos es apoyar a organizaciones e instituciones para que trabajen de otra manera. Una manera más participativa, con la gente. Romper con lógicas clásicas de dirigismo vertical.  En definitiva, tratar de que las organizaciones e instituciones sean más saludables y habitables.

¿En qué momento percibiste la necesidad de aportar desde ese punto a la sociedad y a las comunidades?
Mi compañera socia y yo estábamos en ese momento desempleados. Habíamos dejado la ONG donde ambos trabajábamos. Nos dimos cuenta, ya hace veinte años, que las organizaciones estaban realmente debilitadas en Euskadi, aunque también en Europa. Era momento de cambios. Y vimos que podíamos aportar nuestras experiencias para fortalecer el tejido.

Exposición de collages de Fernando Altamira en Arroka Herri Tailerra
Exposición de collages de Fernando Altamira en Arroka Herri Tailerra. Por Joseba Sainz de Murieta

Ahora decides también exponer, bajo una visión artística, tus inquietudes sobre la diversidad. En Cuerpos, roces eta artefaktuak muestras una serie de collages en Arroka Herri Tailerra, en Bilbao la Vieja. ¿Qué nos vamos a encontrar?
Situándonos, primero, en que hay muchísima gente que ha investigado sobre diversidad sexual y de género, pero, en cambio, hay mucho por hacer aplicado a las políticas de desarrollo, vi una oportunidad para detenerme. Me preguntaba por qué había ausencia de esa perspectiva en el ámbito de la cooperación. ¿Por qué se emplean unas transversales tan sugerentes como la sostenibilidad, la soberanía alimentaria y falta la diversidad sexual y de género? Ahí, como decía, empiezo a crear vínculos con organizaciones de América Latina, como el Movimiento Sin Tierra (MST) de Brasil o con la región hondureña Atlántida, con dos colectivos centrados en la cuestión feminista y el movimiento trans. En esos momentos compruebo y siento que muchos de estos aportes me vienen de la razón y muy pocos desde otras partes de mi cuerpo. Y decido dar el paso a experimentar con el collage.

Todo el camino para acabar ahí, en el collage.
Desde niño el collage me había sorprendido. Desde hace no tanto empecé a sentir que debía mostrarme a mí mismo a través de ello. Esta forma de expresión me permite no solamente buscarme, también poner en diálogo la razón con otras emociones que me interesa explorar. Y decido, por fin, retarme: agarrar las tijeras, el cúter, el papel. Me hace conectarme, concentrarme. El trabajo de recortar y pegar.

El collage te interpela.
‘Lo trans’, tan reducido por el modelo y tan amplio por el concepto, me resulta estimulante, y no solo intelectualmente. El modelo lo caricaturiza y concreta en unos cuerpos determinados, con unas vidas determinadas. Pero ‘lo trans’ desbordaba el modelo. Mientras investigo, entonces, llega ese otro término, aún incipiente, de la interseccionalidad. Me pongo a hacer collages y encuentro en esta práctica artística mucho de ‘lo trans’ y la interseccionalidad. O, por lo menos, así me lo creo [risas].

Es una expresión poco modélica.
El collage es una técnica que sostiene la imperfección.

¿Y cómo se critica la imperfección artística?
No lo sé. Pero me sirve para traer aquí a John Berger, crítico de arte. Decía que Caravaggio era el pintor del submundo, pero también del deseo sexual. [Abre la libreta para citar de forma precisa]. “A su lado el resto de pintores parecen alcahuetas que desnudaron ‘ideales’ para el espectador. Él, sin embargo, solo tiene ojos para su objeto de deseo”. Cuando lo leí dije: “Ah, es cierto”. Es fundamental para entender a Caravaggio.

Cuerpo, roces eta artefaktuak. ¿Por qué artefaktuak?
Descubro… bueno mira. Lo apunté aquí [abre una libreta y pasa páginas]. Aquí está. Una compañera me preguntó: “¿Cómo han llegado las tijeras a ti?”. Fue una pregunta que me fascinó. Me lo pregunté a mí mismo y descubrí que fueron ellas [las tijeras] las que vinieron a mí. Tengo unas doradas, son mis tijeras, tengo un fetichismo por ellas… y son el artefacto. Ayudan al diálogo entre las imágenes que recorto de las revistas.

Al poder le dan igual los cuerpos explotados y se siente desafiado por los cuerpos que no son, que están siendo.

Y entonces, ¿qué es el cuerpo para ti?
Esta pregunta me conecta con aquella frase de Judith Butler que dice algo así como que el poder político ejerce una de las mayores opresiones sobre los cuerpos de las personas. Mientras tu cuerpo se modifique desde el poder o lo modifique el poder, no causa ningún problema al propio poder. Que seas una señora que trabaja no sé cuántas horas limpiando escaleras no problematiza. Al poder le dan igual los cuerpos explotados. El poder se ve desafiado por los cuerpos que no son, que están siendo. Los cuerpos diversos incomodan.

Pero, además, dices, los cuerpos pueden ser territorios.
Los cuerpos, además de ser lugar donde ejercer el poder y la dominación, pueden ser territorios liberados. Esa liberación no se puede encontrar solo, sola o sole. La liberación se encuentra en compañía.

Has hablado de artefaktuak, de cuerpos. Falta el roce.
El sentido del deseo, sobre todo de aquel deseo que no responde a la norma, me llevó a pensar en el roce. Y en el roce, la diversidad. El casual, en el transporte público, un roce desde el placer, otro que no genera placer, uno por cariño y cuidado... el roce sugiere.

Y es puente entre cuerpo y artefacto.
Puede serlo. Es una dimensión entre ambos. Un espacio de encuentro.

¿Por qué tengo que elegir entre comer y arriesgar la vida por pasear de la mano con quien deseo?

¿Es la forma de concebir la diversidad sexual y de género una nueva excusa para practicar colonialismo e imperialismo en determinados territorios?
Sí, sí. Es muy interesante que existan inversión y apoyo desde los Estados Unidos. Aunque a veces se centran mucho en el VIH y en los retrovirales, como si ese fuese el gran problema. Es un gran problema, pero no es el único. Se están usando prácticas y campañas con un fuerte componente imperialista o colonialista. En Honduras, sin ir más lejos, los contratos con muchos inversores en estos proyectos, que a priori son transformadores, obligan a firmar la cláusula por la cual los colectivos que aceptan esa inversión solo pueden participar en actividades vinculadas a lo LGTBI. Y cuando es asesinada Berta Cáceres y se pretende exigir la investigación y el esclarecimiento de los hechos, sacan esa cláusula y dicen: “¿Berta Cáceres era de una organización LGTBI?”. La respuesta es no, Berta era del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas (COPINH). “Entonces ustedes, como han firmado, no pueden participar de ningún tipo de acción, ni sumarse a ningún manifiesto a favor de la justicia para Berta Cáceres”, sentencian. Son unas ayudas, entonces, perversas, colonialistas. Y además disgregan a la colectividad LGTBI y al movimiento popular en general.

Es una forma de controlar que los movimientos, organizaciones, ONG, sindicatos incluso, no se impliquen en la perspectiva LGTBI. ¿No?
Eso es lo que me interesa. Cómo las organizaciones que no son LGTBI incorporan la perspectiva de diversidad. El Movimiento Sin Tierra de Brasil no es una organización LGTBI, pero, ¿qué aporta a un movimiento así incorporar esta perspectiva? ¿Los gays, las personas trans, no existen en el resto de organizaciones y ONG?

Unas cuestiones a las que seguirás dándoles vueltas en el futuro.
Seguiré en la investigación, sí. Actualmente estamos con la atención primaria en sanidad en Honduras, en la región de Atlántida, a personas que pertenecen al colectivo LGTBI. Me interesa seguir profundizando en esa pregunta que atraviesa mi experiencia. ¿Por qué a las organizaciones del estado español, europeas, les cuesta tanto incidir y preguntar sobre la diversidad sexual y de género?

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