Opinión
La frontera de mi barrio
En San Francisco, cualquier policía, en cualquier momento del día, puede cruzar hacia mí, pedirme la documentación, ver qué llevo en mi mochila y cachearme sin tener que explicarme nada. ¿Quién soy yo para exigir cualquier cosa, con papeles o sin papeles?

Siempre, al llegar a mi barrio -San Francisco de Bilbao-, se apodera de mí la sensación de cruzar una frontera, de entrar en otro mundo.
Por un lado, me alegra ver lo diferente que es mi barrio, sus movimientos, sus ritmos, sus colores, sus olores. Pero esta tensión palpitante ¿de dónde me viene? Este miedo que muchas veces noto en mi respiración ¿a qué se debe? Con tanta policía alrededor, mi barrio es el más seguro de Bilbao: furgonetas, coches, brigadas caninas, policía de paisano. Toda esa policia con la mirada vigilante, atenta, directa, penetrante no sé por qué está tan enfadada conmigo.
Con el tiempo he aprendido a no mirar fijamente a la policía, por “no provocar” y no tener que apartar yo al final la mirada, evitando así cualquier incidente. Pero el miedo es más profundo, forma parte de mi cuerpo, mis rasgos, mi color, mi forma de andar. Mi cuerpo siempre está al otro lado de la frontera, en la ex colonia, en el espacio del no derecho, tierra de no ley. Cualquier policía, en cualquier momento del día, puede cruzar hacia mí, pararme, pedirme la documentación, ver qué llevo en mi mochila, cachearme y ni antes ni después tiene que explicarme nada. ¿Quien soy yo para exigir cualquier cosa, con papeles o sin papeles, con nacionalidad o sin ella? Hay que guardar las distancias, sobre todo, las fronteras.
Se me ha olvidado contaros lo más importante de mis miedos, cómo comportarme si algún día me paran y me llevan hacia la pared. Yo pienso siempre lo siguiente: lo primero que tengo que hacer es respirar hondo, contemplar el grado de alteración y excitación de los agentes de la policía, mirar alrededor si hay testigos y como la policía no va a explicarme nunca el por qué, tengo que controlar muy bien el volumen de mi voz, y, sobre todo, hablarle de usted. En fin, mi hoja de ruta tiene que ser no caer en la provocación que pueda acabar fácilmente en “falta de respeto a la autoridad” y evitar lo peor aún: acabar tumbado en el suelo porque levantarse de ahí, después, va a ser muy difícil y muy doloroso; ellos son, al fin y al cabo, agentes de la ley y su palabra está por encima de la tuya y la de tus testigos, que seguramente tendrán los mismos rasgos fonéticos que los míos.
Ahora mismo, escribiendo esto, entiendo por qué no me suele gustar estar parado en las aceras de mi barrio, – excepto cuando tengo en la mano una caña servida legal y debidamente, desde la barra de un bar-. Siempre, al salir del trabajo, sobre todo cuando estoy solo, camino con paso ágil hacia mi casa y así tengo muchas menos probabilidades de ser “localizado”.
Antifascismo
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