Opinión
Avorriment

Crónica del primer debate de Síndics de Les Corts en À Punt, justo cuando se cumplen tres años del  Govern del Botànic.  

presentacion a punt valencia
El Salto País Valencià Dirigents de la Generalitat amb la direcció d'Àpunt.
4 jul 2018 20:27

Sí, me aburrí ayer por la noche con el debate organizado por À Punt con los portavoces de los partidos representados en les Corts para hacer balance de los tres años del Pacte del Botànic. Aunque entono el mea culpa. Soy la única responsable de esperar más, de creer que esta vez sí, pero es que esta vez tenía que ser que sí.

Asistimos al primer debate político en nuestra recién recuperada televisión pública valenciana, después de años de trabajo, lucha, esfuerzo, después de algún éxito. Tres años después de haber recuperado las instituciones y de haberlas puesto al servicio de la gente. Sin embargo, ninguno de los participantes pareció entender ni el tiempo ni el lugar. No hubo épica, no hubo referencia alguna al momento casi fundante ante el que nos hallábamos, nadie empezó su intervención destacando la potencia simbólica de todo aquello.

Isabel Bonig inició el debate y lo capitalizó al máximo. Llevó a sus adversarios políticos por donde quiso, logrando convertir las críticas al PP, el partido más corrupto de Europa, en herramientas de las que servirse para decidir ella el tono y la forma. Lo hizo muy bien, y ya me cuesta reconocerlo. Lo hizo muy bien porque habló en un valenciano pasable cuando muchos no lo esperaban y traía los deberes hechos. Sabía por dónde iban a venir los tiros y se había preparado para ello.

Ya es difícil tener que hablar de corrupción como portavoz del PPCV y que logres no titubear. Están hechos de otra pasta. Y es que, si el PP ya es temible cuando decide sobre nuestra vida y nuestra muerte, en la oposición es peor. No le deseo a nadie tener en el cuerpo a cuerpo a un político popular, haciendo gala del cinismo que les caracteriza, y al que se tenga que rebatir sin perder las formas. Es deporte de riesgo. 

No le deseo a nadie tener en el cuerpo a cuerpo a un político popular, haciendo gala del cinismo que les caracteriza, y al que se tenga que rebatir sin perder las formas

Manuel Mata hizo su papel de señor del PSOE. Podía ser un señor del PSOE de Felipe, del de Zapatero o del actual. Podía ser un político valenciano, aragonés o estar en las filas de García-Page. Poco importa. El discurso, el tono y los argumentos forman parte de nuestra educación político-sentimental más primaria. Son PSOE; nada nuevo. Mata eludió las responsabilidades del PSPV en los casos de presunta corrupción que han salido a la luz en las últimas semanas, como la operación Alqueria o la presunta financiación ilegal en la que se ve involucrada la empresa de publicidad Crespo Gomar. Y las eludió como solo un señor del PSOE podría hacerlo.

No logró sacar rédito del efecto presidente ni jugar de manera efectiva con la hasta ahora buena valoración que hacían las valencianas y valencianos del Consell. Veremos cuál es el discurso de Ximo Puig esta noche en su entrevista.

Fran Ferri estuvo correcto. Fue el mejor en el enfrentamiento con Bonig y tuvo un discurso pausado, claro y efectivo. Fran Ferri tiene tablas. Además, Compromís juega con ventaja, y es que no le debe explicaciones a ningún líder de Madrid ni tiene que arrastrar con el conocido bocatacalamarisme. Es su gran baza y, por eso, es probable que ganen las próximas elecciones. Sin embargo, no quedó clara cuál va a ser su postura como miembros del Consell y socios del PSPV para con el PSOE en el gobierno del Estado. Al menos no se plasmó con la rotundidad y contundencia que cabía esperar.

Durante los años de austericidio, recentralización y mano dura de Rajoy, Compromís ha hecho del finançament just y la cuestión valenciana, centrados en un agravio real hacia el pueblo valenciano, su propio estandarte. Con todo, la coalición será responsable absoluta si el cambio de Gobierno a nivel central supone una atenuación de nuestras exigencias como valencianas y valencianos, si tiene lugar una cierta desarticulación de este potente discurso de exigencias.

Antonio Estañ no parecía cómodo. Fue el último en intervenir en el primer bloque y arrastró ese segundo plano durante los más de 60 minutos que duró el debate. Podem tenía una buena oportunidad para mostrarse como elemento posibilitador fundamental del cambio en el país valenciano, pero también en el español. A su vez, podía hacer hincapié en su carácter externo al Consell, como partido que toma distancia de las políticas llevadas a cabo en estos tres años, poniendo el foco en las limitaciones de la política institucional demostradas por parte del PSPV y Compromís.

Estañ reconoció no poder hablar en valenciano por culpa de las dos décadas de maltrato a nuestra lengua por parte del PP

Explotar esto al máximo les habría brindado la oportunidad de tener un rol central y aportar el tempo. Estañ reconoció no poder hablar en valenciano por culpa de las dos décadas de maltrato a nuestra lengua por parte del PP, añadiendo que ha tenido que aprenderlo fuera. Fue, sin duda, el gran zasca de la noche. Además, utilizó un eslogan potente repetido por Podem desde hace algún tiempo y sobre el que deberían articular su estrategia política a corto y medio plazo: la construcción de un País y una identidad que abarquen “desde Orihuela hasta Vinaròs”. Con todo, no se logró que los espectadores percibiesen un desmarque palmario de Compromís. Esto no era un debate electoral, de acuerdo, pero todos lo son al fin y al cabo, y más a pocos meses de dos citas con las urnas.

Mari Carmen Sánchez fue la peor de los cinco participantes. No ayuda, tampoco, tener un discurso vacío basado en declaraciones por caracteres y el enfoque constante al marketing al que nos tiene acostumbrados Ciudadanos. Nos recordó la importancia de que nuestras hijas e hijos aprendan, además del valenciano, el inglés, porque van a salir al mercado globalizado y en el mercado ya sabemos qué manda.

Me la imaginé mordiéndose la lengua para evitar decir que el valenciano no sirve para nada, y añadiendo tristes anécdotas de pobres personas que se presentan al C1 de la Junta Qualificadora demasiado difíciles o el extraño caso del mejor cardiólogo de introduzca-su-universidad-norteamericana-privada-aquí que no puede operar en nuestros hospitales porque se le exige saber valenciano. Pero se contuvo.

No estaba preparada para el debate, dudaba, corregía sus propias frases que parecía haberse aprendido de memoria. Recordaba a esos compañeros que nos encontramos a lo largo de nuestra vida académica que se aprenden los temas, puntos y comas incluidos, pero que tienen serios problemas cuando se plantea una cuestión no guionizada.

Mari Carmen Sánchez fue la peor de los cinco participantes. No ayuda, tampoco, tener un discurso vacío basado en declaraciones por caracteres y el enfoque constante al marketing

Y era difícil encontrar un tema no guionizado en el debate. Dividido en cuatro bloques (cohabitación entre partidos, la gestión del Govern, la relación del Consell y el papel de la oposición) y dirigido por Victòria Maso, el debate no habló de política migratoria ni de nuestra tierra-refugio, ni habló tampoco de feminismo ni de la resistencia que ejercen los colectivos de mujeres valencianas politizadas y movilizadas, artífices indiscutibles del cambio que experimenta el País.

En el debate no estuvo Salvador, llauraor de 54 años que no entiende muy bien qué está pasando con los refugiados y con los casos de corrupción y vuelve a creer que “todos los políticos son iguales”. En el debate tampoco estuvo Empar, mujer de mediana edad con fibromialgia y votante firme del PPCV que ve À Punt porque echaba de menos una tele en su lengua que hablase de las cosas que conoce y quiere.

En el debate no estuvieron los jóvenes urbanos castellanoparlantes y que, en parte, se avergüenzan de ello, nativos del capitalismo tecnológico pero que se esfuerzan por participar de esa otra forma de ser pueblo valenciano. No se habló al chaval de mi pueblo que lleva desde los 16 años con contratos precarios de subsistencia en las fábricas de la comarca que aún no han sido desmanteladas. En el debate no estuvieron los miles de inmigrantes de todas las regiones de España que llevan décadas viviendo en nuestros rellanos y que son, sin lugar a dudas, País Valencià. En definitiva, en el debate no se exhortó a todos aquellos colectivos que formamos el País y que ansiamos ser interpelados de forma honesta por nuestros representantes políticos.

#3AnysBotànic tenía que hacer un repaso de lo conseguido en este tiempo, pero era necesaria también una esfera propositiva. Necesitamos saber cuál va a ser la estrategia para frenar y combatir los discursos xenófobos que inundan ya nuestros barrios. Necesitamos ver que la “recuperación económica” de la que se habla implica la subsanación de ese mal reparto de financiación.

Necesitamos hablar, también, de posibles estructuras mancomunadas que suplan a las Diputaciones y en las que, en última instancia, sean nuestras vecinas y vecinos quienes supervisen qué se hace. Necesitamos, en definitiva, que el primer debate político de À Punt no sirva para cerrar el periodo de excepcionalidad en el que vivimos, es más, que sirva para subrayar la gravedad del estado de cosas.

Sería gravísimo para la sociedad valenciana en su conjunto que, a pesar de los esfuerzos que hemos hecho por evidenciar una ruptura con ese pasado infame de la corrupción sistematizada y sistémica, acabásemos sacando la conclusión de que ha cambiado todo para que todo siga igual. El Pacte del Botànic no puede ser solo un cambio de nombres, sino sobre todo ha de ser cambio de funcionamiento, rendición de cuentas, transparencia, humildad y una forma otra de estar en las instituciones. El cambio a la valenciana tiene que ser la punta de lanza para pensar un país de las periferias, para poner en valor la capacidad de arrastre del proyecto político valenciano y aprovechar cargas simbólicas como la del Corredor Mediterrani, no solo como potencialidad económica, sino como locomotora que articule esa otra realidad que estamos construyendo.

Villacañas pedía ayer en su columna de El Levante que los partidos políticos se alejen de lo autorreferencial, con el fin de acabar con la pobreza extrema de nuestro sistema de partidos, lo que nos impide tener una política de calidad. Queremos otra cosa, decía. Y es cierto.
Al final ganó Inglaterra en los penaltis y la mejor de la noche fue la Corporació Valenciana de Mitjans de Comunicació, con un debate sin corsés ni estridencias, bien moderado, muestra indiscutible de que vivimos otros tiempos por los que vale la pena trabajar.

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