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La semana pasada el ministro Ábalos despachó el problema del alquiler con dos frases. Sin despeinarse. Sin plantearlo como un problema que atañe a todo un país, en su obligación moral de corregir las desigualdades que afectan a una minoría. Nada nuevo en una España que lleva obviando el problema de acceso a la vivienda de los jóvenes desde hace décadas. Que nos ha hecho incluso dudar de si aquello que pedíamos era lícito. O una vez más estábamos siendo caprichosos, inmaduros, irrealistas, al pedir “algo imposible”. Al hablar “de cosas de mayores”.
Se asocia siempre la política en la juventud con un acto transformador: generoso, optimista que sienta las bases de un futuro mejor. Y en esas llevamos toda una generación desde 2008. Intentando cambiar el mundo. Dándonos de bruces con un país que no quiere cambiar. Que menosprecia constantemente nuestras demandas. Que nos tacha de blandos, de vagos y de desagradecidos. Un país que representa constantemente a sus jóvenes como si hubieran crecido con una cuchara de plata en la boca. Pero que lleva teniendo desde 2008 una tasa de paro juvenil superior al 40%, sin tomar ni una sola medida para corregir el problema.
Un país en el que la generación anterior a la nuestra tiene el monopolio en el acceso al crédito hipotecario gracias al acceso a una primera vivienda del que ellos sí pudieron disfrutar, y que ahora nos niegan. Su rechazo a limitar su ganancia con los alquileres es sólo la última obscenidad en un país que se ríe constantemente en la cara de los nacidos después de 1990. Si el tiempo es dinero, a nosotros nos llevan robando ambos desde hace una década.
Al final de este viaje que han sido los 2010, los jóvenes siempre acabamos, exhaustos, solos, hablando de nuestros problemas, tan reales como los de cualquier otro sector social, en la intimidad de nuestros pisos compartidos
Os asombráis de que los jóvenes españoles hayan dejado de hablar de política. Y ahora hablen con términos que no entendéis. Que os suenan a chino: cuidados, afecto, poliamor, malestar, género fluido. La vicepresidenta Carmen Calvo dice que sólo nos preocupan las cosas vaporeas e inútiles. También lo dicen los analistas políticos rojipardos que se preocupan más por dar patadas a ese saco descosido que es la izquierda en este país, que en entender las razones de esa desafección.
Y yo me pregunto ¿acaso no habéis sido vosotras quienes asfixiasteis ese espacio político común que creíamos compartir, postergando una y otra vez nuestras demandas más básicas hasta hacerlas parecer ridículas? ¿Acaso no habéis sido vosotras quienes nos habéis hecho creer que nuestras aspiraciones políticas no tenían cabida en el espacio que vosotras construisteis y ahora os negáis a compartir?
Tenéis razón, hablar de política joven en España no es sólo hablar sobre identidades y género. Sino también, sobre lo que se nos ha enseñado que podemos desear. Y sobre lo que no. Sobre aquello de lo que nos podemos quejar, de forma que se juzgue “razonable”. Y sobre lo que no. En el caso de la generación millenial me temo que estas dos palabras, queja y validez, casi nunca suelen ir juntas.
Porque digamos la verdad: la política española da a los jóvenes por hecho. Presupone su generosidad a la hora de sumarse a la causa que sea. Los jóvenes estuvimos ahí para defender las pensiones de nuestros abuelos, la sanidad pública, el cambio climático, la lucha contra el fascismo. Y al final de este viaje que han sido los 2010, los jóvenes siempre acabamos, exhaustos, solos, hablando de nuestros problemas, tan reales como los de cualquier otro sector social, en la intimidad de nuestros pisos compartidos.
Quizá nuestra forma de hacer política es imperfecta, pero es la que hemos podido desarrollar dentro del estrecho espacio que hemos encontrado a la hora de luchar por nuestros derechos. Somos una generación que ha sobrevivido a su propio desencanto político. Y que puede decir orgullosa que, cuando las instituciones le dieron la espalda, supo hacer su propia política, poniendo su vida como eje central y transformador.
Lo siento. No hay lugar a la transversalidad cuando no es recíproca. No hay lugar para el espacio compartido cuando los derechos de algunos valen más que los de otros. Esta situación no se arreglará con partidos que articulen la política joven como un pegamento destinado a unir y sacrificarse por el bien común. Sino con aquellos que pongan la lucha por nuestros derechos como único fin de sus demandas. Luchemos por nuestros derechos. Porque ahora sí, definitivamente tenemos la certeza de que nadie más lo hará. Hoy más que nunca volvamos al origen desde donde empezamos nuestra travesía política: Vivienda digna, trabajo digno, futuro digno.
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Gracias a Álvaro por este artículo, que da voz a nuestra generación que sigue sin ser escuchada, aunque no muda. Por supuesto, también es verdadero lo que señalan algunos de los comentarios más abajo: los problemas socioeconómicos son generalizados y afectan a todos.La diferencia es que las generaciones anteriores a la nuestra se han beneficiado de todas las luchas anteriores, permaneciendo muchas veces inactivas, por lo que nos encontramos sin políticas de juventud, sin medidas reales de apoyo y sobre todo sin una voz que hable de los derechos por los que habíamos dejado de luchar, los derechos de todos. Y por eso es justo que esa voz seamos nosotros.
Es revelador que el unico acceso a la vivienda sea el alquiler subvencionado,bien por el Estado,bien por la familia,debido al salario de mierda que reciben salvo excepciones las generaciones del futuro.
Es la ecuacion Trabajo de mierda +Salario de mierda = Vida de mierda
Mayo del 68 "No te fies de quien tenga mas de 25 tacos",sigue vigente....
pero que trabajo de mierda tiene todo el mundo en Españistán... pensar que es solo cosa que ocurre a los jóvenes es un error, cumplirán 50 años y seguirán igual. En fin, cualquier cosa antes que ver que es CAPITALISMO
¿las que nacieron antes de 1990 no pagan alquiler? al menos ustedes no tenéis la mayoría responsabilidades de cuidado... no sé, me rechina
Habla - escribe- Luis en primera persona del plural, y se dirige a una segunda del plural: vosotros ¿Quién es ese "vosotros"? Creo que su queja se dirige a los políticos de Podemos, Más País, Somos... y a la supuesta generación que engloban. Lo creo, o peor, lo intuyo, quizás por no darme por aludido. Debería ser más valiente concretando a quiénes se dirige. Yo tengo más de cincuenta tacos, y no he conseguido volver a trabajar, en la que se supone es mi profesión, desde el 2008. Erigirse en representante de una generación y culpar desde ese atrio a otra generación, la que se supone está en el Poder, es poco constructivo e injusto, a no ser que lo que se espere es llegar al Poder destronando, a "los que ahora estáis en él". Mucho más interesante y destructivo, que es de lo que se trata, de destruir el poder constituido, es la soflama anarquista que promueva su aniquilación.
Tiene mucho más de sujeto político una viejecita desahuciada, o uno de eso chicos (¿de tú edad?) subsaharianos que venden baratijas por los bares, o cualquier ocupa criminalizado por las mayorías, que tú y tus quejas intergeneracionales. Apelo al colectivismo, al asociacionismo, apelo a la autogestión y el apoyo mutuo, y a desterrar de una puñetera vez la vía electoral representativa que este sistema político-económico ofrece como supuesto motor de cambio. No juzgo a Luis, pues no lo conozco; es más comprendo y comparto ese sabor amargo de la inutilidad tras volver de manifestaciones o de las asambleas del 15M. Le pido o sugiero una mayor conciencia de clase, esa que no entiende de generaciones, nacionalidades ni títulos universitarios. Y se lo pido con la poca esperanza que me deja mi experiencia.
Errejones, Monteros y Garzones; Josés María Álvarez e Ignacios Fernández Toxo seguirán ahí, inmovilizando la verdadera disidencia. Y no nombro a los otros, ni al poder económico, pues doy por hecho que en este medio está de más, y que de ellos no cabe siquiera el desengaño.
No es una cuestión generacional, es una cuestión de clases sociales, como siempre, y del aumento de la desigualdad que debemos combatir independientemente de la edad que tengamos.
Quejarse está bien... "La queja es el placer de los que sufren", decía Dostoyevski. El sistema soporta, conduce y rentabiliza la queja. ¿Cómo podríamos seguir beneficiándonos de los desafortunados si ni siquiera permitimos la queja? Quejarse está bien.
El señor de 55 años que lleve 35 cotizados, al que le hayan mandado al paro y ya no vuelva a trabajar hasta que se jubile con una mierda de pensión o el trabajador padre de familia 40/45 años al que le cambian horarios, centros de trabajo, le recortan derechos y tiene que estar tragando con todo porque a ver dónde encuentra otro trabajo indefinido son sin duda gente privilegiada.
Esa gente privilegiada está viendo como la izquierda, que es a la que se le supone vocación de mejorar la vida de los trabajadores, ni siquiera se acuerda de que existen porque están muchísimo más preocupados de escribir "nosotres" en lugar de "nosotros", de quitarle el bigote a Mr Potato porque no es inclusivo (esto es real), o de qué se reconozcan los derechos de los 3 o 4 transgénero "oneirogenero" que habrá en toda España y que los hay porque lo han visto en la tele o en las redes a algún famosete.
Habéis comprado (como sector de la población, no necesariamente como individuos) el discurso del neoliberalismo hasta tal punto que hasta vuestra rebeldía les beneficia y habéis olvidado la lucha de clases. Bien, pues ahí tenéis las consecuencias.
Yo tengo 40, parado y vivo en casa de mi madre a la q cuido, y vivimos de su pensión. Todavía joven, no te has enterado de qué va el juego
lamentablemente el chiste histórico son los conservadores, cuyo único horizonte es el absolutismo o la dictadura
Mas le vale a Pablo Hasel no amenzar ni insultar a los presos de la carcel donde está porque alli no le aguantar las tonterias a el "bolchevique de sainete ".
Yo también me pregunto por la mierda de herencia que nos están dejando muchos de la vieja guardia, fachas y misóginos hasta la médula.
Hola Álvaro.
Gracias por este artículo. Creo que haces bien y tienes razón en exigir tu derecho a poder quejarte y la tribuna que has encontrado para hacerlo no está nada mal al fin y al cabo. Puesto que utilizas la segunda persona y me siento aludido, agradezco la oportunidad que me brinda el medio de establecer algún tipo de diálogo contigo. Tienes razón en el hartazgo de la condescendencia que algunas personas más mayores os profesamos (como esta misma respuesta que te escribo) y tienes razón en que vuestra generación está en una situación insostenible.
Ahora bien, Álvaro, creo que no tienes razón en plantear el conflicto como un problema generacional. El monopolio del acceso hipotecario, que señalas como un privilegio, está llevando a muchas familias enteras al desahucio. El paro, la precariedad, si bien os afecta especialmente, también nos afecta a todas. Sin embargo, algunos estratos de la juventud de clase alta y media alta, con sus estudios postdoc, sus contactos y sus vivencias en el extranjero, no lo tiene tan mal en términos relativos. Quizá tú conozcas a alguno de ellos, gente que sí, empieza cobrando poco, pero empieza, y pronto asciende al alero de las élites en un camino predestinado, mientras sus coetáneos se hunden en el fango.
No es cierto que los jóvenes os quedéis solos. Yo estuve, a mis 40, en las concentraciones del Fridays For Future, y es verdad que pocos pasábamos la treintena. Allí escuché un discurso parecido el tuyo. Un discurso que, tras las pancartas y el pretexto ecologista, tenía un fondo más necrófilo que biófilo, de olor a elitismo de clases medias. También estuve - estoy - en otras, como el primero de mayo, donde vuestra presencia, y esto es comprensible, es muy reducida. Como ves, lamentablemente, la clase trabajadora está lejos de moverse en unidad. Ese es un problema, ciertamente, que todos y todas, cada cual en nuestras luchas, terminamos solas.
Así que vivienda digna, trabajo digno y futuro digno PARA TODAS Y TODOS. Las reivindicaciones desde el elitismo universitario ya las escuché en el 15M (fíjate, también estuve, entonces cerca de los 30). Que no se trata de resarcir a estudiantes posdoc, Álvaro, sino de revertir una situación socialmente injusta en el reparto de la riqueza. Esto tiene que ser para todes. El revanchismo generacional es un planteamiento destructivo. El capital nos destruye a todes, al anciano que muere en la residencia, a la trabajadora precaria y a su pareja que con cuarenta no ven el momento de tener hijos, y también a quienes se os deniega el acceso al trabajo. Sin venganzas, sin rencores, la lucha es contra el capitalismo que nos aplasta.