Música
Víctor Herrero: “La revolución, hoy en día, está en la artesanía”

El nuevo disco del guitarrista Víctor Herrero aporta calma. No es su única virtud, pero Hermana se erige, desde la serenidad, en un valladar frente a la urgencia que imponen los ritmos presentes. En la música y en la vida.

Víctor Herrero
El músico Víctor Herrero. Álvaro Minguito

De los 10 a los 15 años Víctor Herrero no vio la tele. Este dato tan poco usual en una persona nacida en 1981 da pistas de que la suya es una trayectoria que no recorre los caminos que sigue la mayoría.

Ahora, cercano a los 40, Herrero se expresa razonadamente y argumenta los motivos por los que trata de combatir con su guitarra la uniformidad impuesta por el dominio anglosajón sobre la música pop en todo el mundo. Básicamente, aduce, es una lucha contra el empobrecimiento, también cultural.

Tras algunos discos de corte avanzado y varias colaboraciones, Hermana (El Volcán Música, 2020) sitúa a su autor como un raro trovador del siglo XXI. Lo hace mediante una decena de canciones calmadas, sin prisa ni ruido, insólitas ínsulas en el universo de la música que se publica en la actualidad, dotadas de un magnetismo hipnótico. “La quietud del cielo cuando azulea es el manto de este canto”, canta en “Añil”.

Sin embargo, la música de Víctor Herrero también suena a viaje sin reloj, a mapa por dibujar y a apellidos olvidados, casi inventados. Hermana tiene algo de realismo mágico, de la búsqueda del unicornio de Silvio Rodríguez, la caricia sin fecha de caducidad de Joao Gilberto o el lamento de Fred Neil cuando preguntaba si alguna vez piensas en él.

Cuando a los 15 años regresó a casa, en Torrijos (Toledo), tras haber pasado un lustro internado, formándose y cantando en el coro de la Escolanía del Valle de los Caídos, Herrero se percató de que algo le separaba de los chavales de su edad en el instituto: ellos flipaban escuchando a Extremoduro y Nirvana y no a Händel, como le pasaba a él. Le costó aterrizar, pero acabó disfrutando de esos otros placeres y haciéndolos suyos. En Cuelgamuros, verdaderamente otro mundo, había sentido la llamada de la música como algo espiritual, una misión en la que sigue inmerso.

Cada vez que escuchamos un canto, damos en cierta manera con un hallazgo arqueológico que compacta toda esa memoria. Siempre que haya canto, canción, va a haber arqueología

¿Hasta qué punto la arqueología es importante en este disco?
[Duda] Qué interesante la pregunta. [Silencio] Es todo importante porque, para mí, la arqueología está directamente relacionada con la poesía y en la lengua, como en el canto, [se lo piensa]... Hay una canción que habla de eso, que es “Añil”, que juega con el doble sentido de canto, de cantar y de piedra, de guijarro, como si el acto de cantar en cierta manera también estuviese compuesto por la compactación de sedimentos de la memoria, de la historia. Cada vez que escuchamos un canto, damos en cierta manera con un hallazgo arqueológico que compacta toda esa memoria. Siempre que haya canto, canción, va a haber arqueología.

¿Y la geografía?
Igual. Es todo. En este caso viene por la guitarra, que es el lugar donde se encuentra toda la historia, el viaje, la memoria y el movimiento geográfico de este instrumento. A través de la guitarra se conoce su historia y geografía.

Suena a música de otro tiempo, ¿dirías que es un disco contracultural?
[Duda] No diría que es un disco contracultural y tampoco diría que es un disco de otro tiempo puesto que está ejecutado en este tiempo [risas]. La música en sí, o las canciones, no es contracultural sino una manifestación cultural de alguien que vive en este momento presente. Lo que quizá sea contracultural es la idea de comercializarlo.

¿Cuáles son las conexiones de Hermana con la música actual, si es que existen?
Todas, en el sentido de que... [duda] Deberíamos contemplar a qué nos referimos con música actual.

Quizá la que se piensa que define este momento, la del presente.
O la más mainstream.

Sí, la que más suena.
Con lo mainstream quizá no hay tantas similitudes, pero hay grandes artistas de flamenco hoy en día, o de otros palos, artistas increíbles en el norte de África, o en Asia… Latinoamérica es bien vasta también, desde los folklores a cosas más contemporáneas. Supongo que con algunas de estas músicas resonará mi disco más que con otras, las considero todas músicas actuales, en el sentido de que están vivas y vibrando en el presente. Ahora, si nos referimos a la música mainstream, o la música que más se comercializa, la que tiene mayor audiencia o incluso la que consideramos como pop, que luego dentro hay un montón de variables… Es complicado.

Hay un gran monopolio y una gran influencia global de la música anglosajona, que ha neutralizado bastante e intoxicado globalmente todas las músicas del mundo, sobre todo en el pop

También en cada país hay un montón de cosas, ahora mismo, por ejemplo, la música pop marroquí es muy buena. Es cierto que hay un gran monopolio y una gran influencia global de la música anglosajona, que ha neutralizado bastante e intoxicado globalmente, me atrevería a decir, todas las músicas del mundo, sobre todo en el pop.

¿Es tu voluntad huir de esa música mainstream anglosajona?
No huir sino confrontarla, lo contrario. Como artista latino, que también habría que definir qué significa hacer música latina y ser músico latino, que también gran parte se ha berkeleyzado… Es una especie de epidemia global que mucho de su origen viene de Berkeley, instituciones anglosajonas de la música que han marcado pautas que luego han homologado el lenguaje musical contemporáneo en todo el mundo, hasta en el flamenco, el latin jazz, el r‘n’b, el pop, el rock, todo. Incluso para los artistas anglosajones creo que habría que confrontarlo, sin ser un deber porque quién soy yo para mandar nada ni poner tareas. En mi caso es así. Al menos, ser consciente de esa influencia y tener la oportunidad de poder conocer otras escuelas que vienen de otras geografías, de otro tipo de instituciones, de otros países, otros gremios, otras fuentes. Simplemente para enriquecer el lenguaje musical.

John Seabrook contaba en La fábrica de canciones (Reservoir Books, 2017) que los responsables de algunos de los mayores éxitos del pop de los últimos años no son Backstreet Boys, Britney Spears, Katy Perry, Taylor Swift o Ariana Grande sino un estudio sueco encabezado por Denniz Pop y Max Martin, que suma 21 números 1 en el Hot 100 de Billboard con canciones creadas por ellos e interpretadas por esos otros nombres.
Sí, tres o cuatro personas con un lenguaje muy claro. Incluso las músicas que se consideran más cultas están totalmente… Vas al Taller de Músics y es Berkeley, la Escuela de Música Creativa es Berkeley. Es una formación homologada de lo que es el lenguaje musical, los fraseos, los acentos, las estéticas… Todo esto hace que no haya diversidad, riqueza, identidad. Volvemos a la geografía, es algo a contemplar, al menos tener la opción, no dar por hecho que es el único lenguaje, no dar por hecho que, si eres un cantautor español y te montas una banda, el solo te lo tiene que hacer el de la pentatónica, porque ves a los grandes cantautores como Sabina y Serrat y lo hacen todos igual en sus súper bandas, que son muy genéricas, con los mismos fraseos... Dónde está nuestra identidad, dónde está nuestra voz. Ahí está la confrontación.


Es un disco acerca de una hermana que nunca tuviste. ¿Qué historia hay detrás?
Viene por la canción “Hermana”, la escribí por la hermana que nunca tuve. Mi padre siempre quiso tener una hija pero eso no pasó y yo crecí con la idea de que quería tener una hermana y nunca la tuve. En cierta manera he ido encontrando a esa hermana a lo largo de mi vida en distintas personas y distintos lugares, esa hermandad que tanta falta hace en el mundo. Venero más la idea de matria que la de patria, volvemos a la geografía, el lugar donde uno se siente que pertenece por encima de la idea de identidad política que han establecido sobre una geografía.

He vivido muchos años en la provincia de Cádiz y me siento más identificado con ser estrecheño, como dice la gente del Estrecho, que español. Si me preguntan, políticamente soy español, pero qué significa ser español si esto es el coño de la Bernarda, empieza a escarbar y verás de dónde venimos, a saber qué es eso de ser español. Cada vez conecto más con la idea de matria, relacionada con esa idea de hermandad.

¿El disco es un resumen de todos tus intereses musicales?
No, más bien a través del instrumento del cual nacen las canciones, que es la guitarra. Para mí, tocar no es tocar el instrumento sino escucharlo. Escuchar a la guitarra es escuchar su historia. Las canciones de Hermana, al igual que las de Estampida, mi anterior disco, en cierta manera son una especie de homenaje a la guitarra. Por eso hay gente que dice que suena como música de los Andes o portuguesa, porque todas esas geografías están en la historia de la guitarra. Las canciones han nacido a través de escuchar esa memoria de la guitarra.

¿Has buscado más tu disfrute o el de quien lo escuche?
Mi disfrute. Tiene que haber una relación de disfrute con la canción y con el instrumento, pero no necesariamente en sentido onanista o masturbatorio o narcisista. Igual que un chef o quien se dedica a cualquier artesanía, hay que disfrutar y encontrar placer en lo que se hace, si no, no hay alma ni arte ni nada.

Si no consigo sobrevivir de mi música, seguiré dedicándome a mi música. Es una especie de misión, una cosa bastante irracional y no creo que sea práctica, pero es una llamada

¿Qué pretendes conseguir con tu música?
Dinero [risas]. Me encantaría poder sobrevivir de mi música. Pero aun así, si no consigo sobrevivir de mi música, seguiré dedicándome a mi música. Es una especie de misión, una cosa bastante irracional y no creo que sea práctica, pero es una llamada. Siento una especie de deber para, haga lo que haga en mi vida, tratar de estar lo máximo posible en ese vortex en el que la música me demanda y poder servir a la música. No tengo ni idea de qué quiero yo de la música, la cuestión sería más bien qué quiere la música de mí.

¿Cuál es tu primer recuerdo relacionado con la música?
Supongo que con mis padres y abuelos en algún bar comiendo un helado en verano o algo así, nada folclórico. Tendría cinco años y sonaría la Lambada o Michael Jackson. Para entretenerme mientras ella hacía sus tareas, mi madre me ponía vídeos en loop. “Dancing in the street” de Bowie, “Thriller”, que me espantaba y fascinaba al mismo tiempo. La bola de cristal, cosas así. Con mi abuelo iba a veces en el coche y ponía cosas más españolas, gracias a él conecté con nuestra canción.

¿Cuándo y cómo te diste cuenta de que querías dedicarte a la música?
En el Valle de los Caídos. Me eligieron para ser niño cantor y decidí ir allí. Mis padres estaban aterrorizados, por el sitio, por el tipo de…, pero fue mi decisión. Tenía diez años y sentía que quería salir del pueblo. Llegué allí y vi que había niños de otras provincias, que hablaban diferente, el enclave es precioso, la naturaleza…

Empecé a cantar allí, que enseñan sobre todo canto gregoriano, pero también polifonía, y enseguida giramos por iglesias y catedrales, por pueblos. Estuvimos en la inauguración de la catedral de la Almudena, con el Papa, el rey, hacíamos eventos bastante aristocráticos. Es el coro de la Escolanía del Valle de los Caídos, tiene mucho prestigio. En aquella época hubo un boom con el canto gregoriano que venía de Silos, y mucha gente de Silos como el padre Primitivo eran instructores nuestros. Doctores, eruditos, catedráticos, eran nuestros instructores en el día a día.

¿Pero cómo llegaste tú allí desde Torrijos?
Me seleccionaron. El padre Laurentino Sáenz de Buruaga, que en paz descanse, iba por distintos pueblos haciendo cantar a los niños varones. Yo estaba en 4º de EGB. Él llevaba una grabadora de mano e iba grabando a los niños en los colegios. Tenía un oído súper agudo y seleccionaba. Te llevaban allí una semana de prueba y, si te gustaba, te metías allí y estabas interno. Yo me pasé allí de los 10 a los 15 años. Mis padres iban a verme los domingos. Había niños de Burgos, de Jaén...

Al principio entendía que la música era una vía para comunicar con dios, y ahora también lo sigo entendiendo así, pero ya se ha ido todo hacia la poesía, antes era más específico del cristianismo

¿Esa experiencia fue la que hizo que quisieras dedicarte a la música?
Sí. Era una educación ultrarreligiosa y se me mezcló un poco. He tardado tiempo en conectar que dios y la música eran lo mismo. Al principio entendía que la música era una vía para comunicar con dios, y ahora también lo sigo entendiendo así, pero ya se ha ido todo hacia la poesía, antes era más específico del cristianismo. Allí aprendí lo espiritual, lo religioso, estos valores que tiene la música.

¿Y cómo saliste de allí?
Allí quieren voces blancas para los niños cantores, lo que llaman voces blancas, que son las voces que tiene un niño antes de que empiece lo que llaman la polución, cuando te conviertes en una pelota de acné, hormonas y semen, y estás pelándotela como un mono todo el día, y más allí encerrado, imagínate. A partir de los 14 años, cuando te empieza la voz de pavo, te dan dos opciones: te vas a casa o si quieres seguir en el Valle de los Caídos, tienes que meterte a fraile.

Me lo pensé unos veinte minutos y, después de haber pasado allí esos años, ya había tenido bastante. Allí la educación es muy extrema, no solo en el tema religioso, la disciplina, los horarios, esta gente son de “la letra con sangre entra”, muy de la vieja escuela. Bastante heavy. No sé por qué decidí ir allí, no tengo ni idea.

Soporté los cuatro años sin ver la tele, todo muy filtrado, con cuentagotas, todo muy censurado, y al volver a mi pueblo, al instituto, no me enteraba de nada. Era un pardillo, me costó mogollón conectarme con mi generación y creo que aún me he quedado allí.

¿En tus discos hay algo de esa experiencia?
Todo. Esa conexión más espiritual de la música está ahí.

¿Hay algún músico que te influyera para querer dedicarte a la música?
Sí, me inspira mucha gente. Escucho mucho últimamente a Federico Mompou. Cuando estaba en el Valle de los Caídos me chiflaba el padre Soler, me gustaba mucho también Händel. Cuando salí de allí, Jimi Hendrix me volvió loco, The Doors, la Velvet Underground, luego Léo Ferré, la chanson française, los italianos…

Víctor Herrero durante la entrevista
Víctor Herrero durante la entrevista con El Salto. Álvaro Minguito

¿Tienes formación académica como guitarrista?
Hice dos años cuando estaba en el Valle de los Caídos. Me apuntaron de rebote porque yo quería piano pero no había plazas. A los dos años, mi profesor me dijo que no podía seguir tocando la guitarra, y eso que él que se había empeñado. Como no sabían qué hacer conmigo me tuvieron en el Conservatorio de El Escorial otros dos años.

Cuando llegué a Torrijos y empecé a escuchar otras cosas y a fumar calamares, pasé a la guitarra eléctrica. Después de unos años reconecté con la clásica y con todo lo que había aprendido.

¿Te apoyas en esa formación o huyes?
No huyo, no hay tal formación. Hice ese par de años, tenía 10 u 11 años. Puedo leer una partitura, pero me cuesta bastante. Cada canción la afino con las cuerdas diferentes. En ese sentido soy bastante anarquista y antiacadémico, o mejor dicho, tengo mi propio método para que las canciones puedan florecer.

¿Puedes vivir de la música?
Hoy en día no, tal y como está la cosa, no; antes del covid sí.

¿Cuánto dinero te ha costado hacer este disco?
La grabación y la mezcla, que fue en Hamburgo con el productor de Tocotronic, fueron unos tres mil euros. El máster y eso lo hizo El Volcán.

Con Josephine Foster has investigado cancioneros populares, parte del trabajo de Lorca con La Argentinita. ¿Qué se puede hacer desde la música para preservar esa memoria, ese patrimonio?
Estuvimos casados diez años, luego nos divorciamos felizmente, seguimos trabajando juntos, la música nos unió y nos ha mantenido juntos.

Es una línea delicada y muy delgada entre traducir algo o decir algo. Cuando nos acercamos a este repertorio, naturalmente nos salió que queríamos interiorizar las canciones y vivirlas, hacerlas nuestras, que al final es como las haces de todos, más que reinterpretarlas. Para que la música siga viva hay que cantarla. Y para cantarla hay que vivirla, en cierta manera.

Son las canciones mismas, en su propia supervivencia si hay algo de selección natural darwiniana, las que encuentran los distintos cuerpos para seguir viviendo

Cuando hicimos eso estábamos viviendo en la Alpujarra granadina, muy conectados con ciertos estilos de vida de los que las canciones hablan, no estábamos en un entorno urbano, por ejemplo. En nuestra cotidianeidad se reflejaban muchas cosas que aparecen en las canciones, a nivel geográfico o de hábitos. No sé cuál es la manera de mantener eso, supongo que son las canciones mismas, en su propia supervivencia si hay algo de selección natural darwiniana, las que encuentran los distintos cuerpos para seguir viviendo. Iba a decir que casi como parásitos, puede ser. Algunas perdurarán más y otras, como todo, desaparecerán.


¿Lo que haces tiene algo de la búsqueda de Violeta Parra?
O lo que hacía Alan Lomax, una atracción más antropológica incluso. Pero yo no tengo esa vocación, sino algo más puramente musical.

¿Entiendes la música como un archivo?
No.

¿Qué papel ha de cumplir un músico a estas alturas de siglo XXI?
No soy yo quien lo deba decir, pero más que artista me considero artesano. Creo que la revolución, hoy en día, está en la artesanía porque es lo que más prevalece y lo más sostenible. No soy nadie para decir cómo hacer las cosas, pero como artesano sí creo que se puede pedir o contemplar la idea de economía en el sentido más ecológico del término. Creo que la revolución está ahí.

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#66465
30/7/2020 23:37

Preciosa música. Gracias por el descubrimiento.

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