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Memoria histórica
83 años del último barco con destino al exilio: “Si alguno caía, no paraban a recogerlo”
El 28 de marzo de 1939, el Stanbrook zarpó desde el puerto de Alicante hacinando a más de 2.500 personas. El carguero carbonero con destino a Orán hizo historia al convertirse en el último barco al exilio en una ciudad devastada tras sus más de tres años de guerra. Una estatua en el puerto de la ciudad alicantina recuerda ahora a su capitán, el británico Archibald Dickson, quien rechazó un cargamento para acoger a unos miles de refugiados españoles agolpados en el muelle. Otros pequeños marítimos saldrían en las horas y días posteriores desde El Campello o el puerto de Santa Pola, Alicante.
Para muchos de ellos, la llegada a Orán no supuso el final. Únicamente las mujeres, niños y personas heridas de gravedad pudieron abandonar el buque de inmediato. El resto fueron sometidos a una larga espera de 21 días en aras de ubicarlos, y algunas fuentes explican esta demora por el dinero que Francia habría exigido al Gobierno exiliado de la II República como condición para aceptar a sus refugiados. El exilio, para muchos, también consistió en el internamiento en campos de trabajo forzado en Francia o Argelia, como el de Morand, en Boghari. Aquí fueron a parar muchos de los pasajeros del Stanbrook desde el verano de 1939.
Las autoridades francesas aceptaron el desembarco inmediato de unas 300 personas, a cargo de la antigua Unión Soviética (URSS) y todas vinculadas al Partido Comunista Español. Entre ellos estarían Teresa Rodríguez Calvo (1911) y Antonio Manresa Navarro (1907), de los municipios alicantinos de Catral y Callosa de Segura respectivamente.
“Mi madre contaba que era un barco carguero donde no te podías sentar. La gente iba sentada en el suelo. Los aseos no funcionaban y al poco de zarpar comenzaron a caer las bombas”, recuerda Manresa Rodríguez sobre el viaje al exilio de 1939 contado por sus padres
Ambos militaban en el Partido Comunista y formaban parte del Comité Provincial. El exilio, asegura su hija en el 83 aniversario de la salida del carguero, era su única opción. “Es muy difícil contarlo porque hay que vivirlo”, comienza diciendo. “La guerra primero deshace y después hace”, continúa. María Teresa Manresa Rodríguez es exiliada de segunda generación, nació en la Crimea de la Unión Soviética de 1947 y regresó a España en 1978.
“Mi madre contaba que era un barco carguero donde no te podías sentar. La gente iba sentada en el suelo. Los aseos no funcionaban, decía, los pasajeros se bajaban los pantalones y lo hacían por la borda, si alguno caía no paraban a recogerlo. Al poco de zarpar comenzaron a caer las bombas”, recuerda Manresa Rodríguez sobre el viaje al exilio de 1939 contado por sus padres.
Teresa Rodríguez Calvo era conservera y su lucha por los derechos laborales la llevó a crear el primer Sindicato de “Obreras Conserveras, Agricultoras y Similares” en Almoradí, debido a que por aquel entonces la UGT no admitía a las mujeres entre sus filas, como detalla el libro Dones de Xirivella en Acció al que este medio ha podido tener acceso.
La hija de la sindicalista explica que el motivo del exilio de sus padres es su activa militancia en el Partido Comunista: “A todas las personas que detenían al avance de las tropas las fusilaban. No tenían otra opción que no fuera irse”
La hija de la sindicalista explica que el motivo del exilio de sus padres es su activa militancia en el Partido Comunista: “A todas las personas que detenían al avance de las tropas las fusilaban. No tenían otra opción que no fuera irse”. Sin embargo, la militancia de la pareja continuó dentro del exilio: “Siguieron activos siempre. Se reunían en mi casa y debatían las cuestiones del partido”.
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¿Cómo fue la llegada a Orán de sus padres?
Cuando llegaron a Orán desembarcaron solo a las mujeres, los hombres estuvieron 40 días dentro del buque. Mi madre fue a parar a un campo de concentración, allí les pusieron unas colchonetas en el suelo, pero ella estaba cerca de la puerta y las corrientes provocaron que se enfermara.
¿Cuál fue el proceso hasta llegar a la Unión Soviética?
En la URSS se enteran de la situación y deciden traer a la gente que ha sobrevivido al viaje, pero solo a los comunistas. La mayoría lo eran, pero no todos. Además, en Orán, que era una colonia francesa, regían sus reglas y exigían a los extranjeros formar matrimonio. Los españoles que se conocían se iban uniendo y se declaraban en matrimonio: “Tú di que eres mi mujer o mi marido”. Y el de mis padres fue una de esas uniones ficticias —otras eran reales— que salieron rumbo a la URSS. Les pusieron tutores para comprobar que eran pareja, se aseguraban de que durmiesen en la misma cama y les observaban, incluso los escuchaban. No fue nada fácil para mi madre que acababa de perder a su prometido en el frente, cerca de València.
Después nació mi hermano. Mi madre se quedó embarazada en esa casa donde les vigilaban y el matrimonio ficticio de mis padres no se deshizo debido a ese nacimiento. Un año más tarde llegó la guerra y los españoles como no eran residentes no podían ir a filas oficiales, entonces ocuparon las de operaciones especiales y lucharon. Mis padres vivían en Moscú, pero dieron órdenes de desalojar a las mujeres con niños pequeños y a los ancianos y llevarlos a Uzbekistán, una república soviética, por si los alemanes llegaban a la capital.
¿Qué profesión desempeñó su padre durante el exilio?
Después de la Guerra a los españoles los redistribuyeron y a mi familia le tocó ir a Crimea porque él dijo que había trabajado en la huerta y en el cáñamo en Callosa de Segura de rastrillador. Allí estuvieron por las aldeas ayudando a labrar la tierra porque el país estaba muerto de hambre, había muchos campos que no se podían cultivar sin antes quitar las minas.
Más tarde, cuando yo tenía cuatro años y medio, a los españoles los mandaron a trabajar a las fábricas de producción de acero, a orillas del rio Nepra. Mi padre trabajaba en los altos hornos, un trabajo muy duro y muy insano, mucho polvo y temperaturas muy altas. Empeoró de salud.
“La familia de mi madre no supo nada de ella durante nueve años, pensaban que estaba muerta”
¿Qué sabía su familia sobre el paradero de sus padres después de marchar en el Stanbrook?
La familia de mi madre no supo nada de ella durante nueve años, pensaban que estaba muerta. Mi padre tenía un tío que vivía en el Camerún y le mandó un sobre con una carta que mi madre había escrito para su familia junto a una dirección concreta de envío. Esta carta llegó a manos de la familia de mi madre y gracias a eso supieron que estaba viva y tenía un marido y dos hijos.
¿Cuándo regresan a España?
Vinimos por primera vez en mayo del 57 y volvimos en mayo del 59, tenía 12 años y me acuerdo perfectamente de todo. En 1956 la Cruz Roja española, soviética e internacional organizaron los viajes de retorno. Se hicieron tres expediciones y en la segunda de 1957 vinimos, pero mi padre se quedó porque el Partido Comunista le advirtió de que en ese primer barco habían provocado y más tarde encarcelado a muchos, sobre todo por el norte de España.
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La España que se encuentran en la década de los 50, define, estaba marcada por una especie de silencio generalizado. “Mis primas de aquí no sabían nada, tenían tanto miedo por la cantidad de represalias que no hablaban ni preguntaban”. Los temores no eran infundados viendo el historial de la familia: “Mis tías se fueron a vivir a Dolores [Alicante] porque les cortaron el pelo y les hicieron fregar las fachadas donde había pintadas republicanas. Mi tío estuvo en el campo de concentración de Albatera y lo soltaron”. A su tío José, transportista, le fusilaron: “Él trabajaba llevando carbón y leña; primero con mulos, pero después compraron un camión que le requisó la república. Mi tío no dejó conducir el camión a nadie, lo conducía él. En la época franquista, a veces en ese camión metían a gente para fusilarla. A los 10 días de fusilarlo le enviaron una carta diciendo que era un error”.
En la época franquista, a veces en el camión que conducía mi tío metían a gente para fusilarla. A los 10 días de fusilarlo a él le enviaron una carta diciendo que era un error
Cuando pisó suelo ibérico, María Teresa Manresa Rodríguez acudió, durante un año, al colegio nacional de Elche, en la calle Salvador. Recuerda que para poder ir la tuvieron que bautizar a la fuerza. “Solo estudié un año porque mi madre empezó a pensar que teníamos que volver a la URSS y tuve que dejar el colegio para ponerme a trabajar. Cuando mi madre se dio cuenta de que no había buenas relaciones diplomáticas, consulado, ni una posibilidad de darnos a mí y a mi hermano una educación gratuita, decidió escribir a Carmen Polo [la mujer de Franco] para que la ayudara a salir y regresar a la URSS”. Desconoce si su madre recibió contestación. “Solo sé que un día dijo: 'Ya está todo resuelto, vamos a volver que ya está todo resuelto. Nos vamos a Barcelona y desde ahí cogeremos un barco'”.
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¿Cómo fue el viaje de vuelta a Crimea en el 59?
Salimos del puerto de Barcelona y estuvimos navegando tres días. A la llegada a Roma fuimos al consulado soviético y entonces se dieron cuenta que tenía el visado caducado, mi madre se quedó blanca cuando le dijeron que se tenía que volver. Respondió que no podía volver atrás porque todos los ahorros de su familia estaban puestos en ese viaje. Gestionó un visado nuevo que tardaría diez días más, mientras tanto estuvimos alojados en una fonda donde no teníamos ni para comer, bebíamos agua del grifo y comprábamos pan junto con las conservas que mi madre llevaba en la maleta.
Cuando llegó el visado ya casi no teníamos dinero para viajar. Entonces mi madre se acordó que el Partido Comunista en Italia era legal y lo buscó. Llegamos a la sede del PC de Italia y mi madre pidió hablar con el señor Togliatti. Estuvo un buen rato, me acuerdo de que nos cansamos de esperar. Cuando salió lo hizo casi llorando y con un sobre lleno de billetes. Mi madre anteriormente había pedido al cónsul que le concediera un préstamo para devolver en Moscú o donde fuera necesario, pero se lo denegaron. Así que él sabía que no teníamos dinero, se portó muy mal por no decir otra cosa. No obstante, el dinero que le facilitó el PC nos permitió llegar a Ucrania, donde nos esperaba mi padre.
Sus padres regresan finalmente a España en el 71, ¿cómo consiguen llegar?
Primero pidieron el retorno, pero no contestaban y cuando lo hicieron el texto lo otorgaba, pero con destierro, es decir, sin derecho a vivir en la provincia de Alicante. Mis padres debían presentar el contacto de una persona de fuera de la provincia que se responsabilizara de sus actuaciones.
Mi madre comunicó esta notificación a la familia por carta. Entonces, por suerte, una prima hermana mía se casó y se fue a vivir a Cartagena, así pudieron dar un contacto válido. En ese momento mis padres tienen 60 y 64 años y comienzan a cobrar la SOVI, una pensión del Seguro Obligatorio de Vejez e Invalidez, por el que percibían 1.200 pesetas cada uno.
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María Teresa y su marido, en cambio, no regresaron a España hasta siete años después, en el 78, junto a su hijo de dos años. Ambos estudiaron carreras relacionadas con la siderurgia por la industria que les rodeaba. Él estudió mecanismo de equipos en fábricas siderúrgicas, y ella investigación física y química de los procesos siderúrgicos, algo totalmente impensable para la mujer española de los años 70. Recuerda el exilio como una época feliz de su vida, y reconoce que los refugiados españoles eran bienvenidos en la URSS. “Siempre tuve muchos amigos y amigas”, recalca la almoradidense.
La Generalitat Valenciana, en su artículo 36 de la ley 14/2017 de 10 de noviembre para la Memoria Democrática, tiene el 28 de marzo como el día para el recuerdo y homenaje a las víctimas de la guerra civil y la dictadura, coincidiendo con el desembarco del Stanbrook y con él de las historias de miles de personas refugiadas.