El año del cangrejo en políticas ambientales: desregulación y retardismo climático protagonizan 2025

El giro antiecológico en EEUU, la UE y buena parte del mundo, junto con la continuidad en las trabas a la lucha contra la crisis climática, han marcado un año en el que el la temperatura del planeta sigue desbocada.
Glaciar Perito Moreno Patagonia
Pablo Rivas El glaciar Perito Moreno, hasta hace poco uno de los pocos estables del planeta, ha comenzado una fase de retroceso acelerado, según descubrió un euqipo científico en agosto.

Coordinador de Clima y Medio Ambiente en El Salto. @pablorcebo.bsky.social, pablo.rivas@elsaltodiario.com

26 dic 2025 06:00

Los logros han sido muchos, más si se pone sobre la mesa la enorme complejidad de los problemas, las dificultades intrínsecas del multilateralismo y lo arduo que es poner coto a la rueda que mueve el mundo moderno –el dinero–, especialmente a industrias que generan ingentes cantidades de beneficios como la de los combustibles fósiles. Pero, si hay que ser franco, el balance climático y medioambiental de 2025 no es bueno.

Cuando apenas quedan unos días para finalizar diciembre, el hecho es claro: 2025 pasará a la historia como un año extraordinariamente cálido, casi con total seguridad el segundo más caluroso a nivel global hasta la fecha. Lo adelantaba el El Servicio de Cambio Climático de Copernicus (C3S) de la Unión Europea a principios de diciembre tras analizar los datos de noviembre, un mes con temperaturas “notablemente superiores a la media”, el tercer onceavo mes del año más tórrido en decenas de miles de años.

A finales de enero se hizo oficial: Estados Unidos salía del Acuerdo de París

Que los datos son preocupantes no hace falta recordarlo. O quizá sí, vista la poca vehemencia puesta en frenar la crisis climática. Pero es especialmente alarmante el traspaso de una línea roja que se produce con el cierre del año: “El promedio trienal del período 2023-2025 va camino de superar los 1,5°C por primera vez”, alertaba Samantha Burgess, directora estratégica de Clima de Copernicus. Sin haber pasado algo así en unos 125.000 años, y siendo el objetivo buscado por el Acuerdo de París, cruzar ese límite es un hito que debería suponer un revulsivo y no todo lo contrario.

Donald Trump, el omnipresente nombre que ha dado al traste con todo

2025 empezó mal en materia climática. Ya se sabía, pues Donald Trump se hizo con la presidencia de la primera potencia global en noviembre de 2024, pero a finales de enero se hizo oficial: Estados Unidos salía del Acuerdo de París. Lo hacía el mismo día en que el ultra tomaba posesión del cargo mediante la promulgación de amplia batería de leyes anticlima. Toda una declaración de intenciones.

La salida del gigante no solo supondría la pérdida de los fondos de la primera economía del mundo para luchar contra la crisis, también era un espaldarazo a las políticas más retardistas y una buena excusa a quienes tienen más dudas o menos recursos al más puro estilo “si tú no cumples, que además eres quien tiene más capacidad, ¿por qué tengo que hacerlo yo?”.

Esa decisión influyó once meses después en la cita anual que las naciones del mundo se dan para intentar frenar su mayor problema común. La Cumbre del Clima de Belém (COP30) no acabó bien a pesar de los esfuerzos iniciales de la presidencia brasileña, que quería dejar atrás la imagen de un país involucionado y destructor del medio ambiente que había dejado el bolsonarismo. Ni hoja de ruta para acabar con los combustibles fósiles, ni incremento de los compromisos de los países para descarbonizar sus economías, ni aumento sustancioso de la lucha contra la deforestación, ni los fondos necesarios para hacer frente al problema. Una nueva declaración –con un texto escasamente ambicioso– y un necesario pero poco concreto Mecanismo de Belém para la Transición Justa, así como otros logros menores, fue lo único que se pudo sacar de la cita. 

De facto, el encuentro fue torpedeado por una alianza de países petroleros y naciones retardistas gobernadas por formaciones ligadas a la derecha más ultra, que contaron con el devoto trabajo de nada menos que 1.600 lobistas de la industria fósil acreditados en la COP. Postverdad y obstrucción climática en estado puro.

Si se cumple la previsión del Global Carbon Project, las emisiones de gases de efecto invernadero para el cierre de 2025, lejos de decrecer, aumentarán un 1,1%

Así que la enésima patada hacia delante supone nuevos retrasos y más complejidad futura para paliar el problema. Tal como señala el último Informe sobre la Brecha de Producción, relativo a los planes a futuro de la industria mundial de los combustibles fósiles, la producción prevista para el año 2030 duplica la compatible con no sobrepasar los 1,5ºC de calentamiento sobre los niveles preindustriales, esa línea roja cuyo traspaso estamos apuntalando en estos momentos. No, la estabilidad del clima presente y futuro no pinta bien.

De hecho, no por increíbles las malas noticias dejan de ser ciertas. Si se cumple la previsión del Global Carbon Project, las emisiones de gases de efecto invernadero para el cierre de 2025, lejos de decrecer, aumentarán un 1,1%. No sorprende si se conoce que los planes a 25 años de la principal industria responsable de la crisis climática, la de los combustibles fósiles, supondrán rebasar once veces la cantidad de emisiones que la Tierra puede absorber sin rebasar el límite de seguridad del planeta: los 1,5ºC de calentamiento. Qué supondrá no lo sabemos con absoluta certeza, aunque sí tenemos otras certezas que suponen una muestra de lo que vienen anunciado la comunidad científica: en España, por ejemplo, ya tenemos un mes extra de temperaturas extremas y una buena dosis añadida de desastres ambientales: que se lo pregunten, entre otros, a quienes sufrieron la devastadora dana de 2024 o los brutales incendios forestales de este verano.

La crisis climática multiplicó por 40 la probabilidad de que se produjeran las condiciones ambientales que dieron lugar a los fuegos que han dejado arrasada buena parte de la península

Aunque no todo son malas noticias en materia climática: la Corte Internacional de Justicia sentenció en julio que que las medidas gubernamentales que impulsan el cambio climático son ilegales y que los Estados deben ser considerados legalmente responsables de sus emisiones. El fallo es histórico por ser el primero emitido respecto a la emergencia climática del tribunal internacional más importante de la Tierra y porque, aunque no es vinculante, podría desencadenar “una reacción en cadena que acelerará los litigios climáticos a escala mundial”, tal como señalaban las organizaciones impulsoras de proceso judicial nada más converse la decisión.

La ultraderecha impone sus políticas antiecológicas en Europa

Si el devenir de los acontecimientos (climáticos) deberían llevar a que los Gobiernos de la Tierra pongan coto a quienes ponen su beneficio propio por encima del bien común –en este caso de la lucha contra el desastre común–, la realidad ha ido en dirección contraria y una ola de desregulación ha azotado el mundo. Lo ha hecho especialmente en Europa, histórico lugar al que mirar por sus –relativamente adcuadas– leyes ambientales, donde las formaciones más retardistas han puesto sobre la mesa sus propuestas retardistas y antiecológicas.

La derechización de Europa es algo visible en Gobiernos como los de Italia, Hungría, Bélgica o la República Checa, o en el creciente poder de las formaciones ultras más racistas y defensoras de la élite en Alemania, Países Bajos, Polonia, Francia o España. También en el Parlamento europeo, donde estos partidos han escalado posiciones y donde los partidos conservadores han virado a la derecha para acercarse a estas y a sus votantes. Ese cóctel ha dados sus frutos en 2025.

Los llamados paquetes Ómnibus han ido minando las históricas leyes europeas hasta conseguir rebajar drásticamente el Pacto Verde

En septiembre, a dos meses de la COP, los partidarios de hacer caso omiso a la crisis climática consiguieron retrasar una votación clave: la de ampliar el objetivo de reducción de emisiones de la UE. Sí se votó en noviembre, con la Cumbre del Clima ya encima y muy tarde para las necesidades de esta, pues los científicos necesitan los planes de descarbonización de los países con tiempo para poder analizar las necesidad globales. Los 27 acordaron una reducción de emisiones del 90% para 2040 respecto a los niveles de 1990, lo cual es un paso tímido pero en la dirección de la descarbonización. Sin embargo, la cantidad de excepciones y la letra pequeña existente en ese acuerdo supone que la votación se viese como un triunfo de la agenda retardista: entre otras “flexibilidades”, los países podrán ‘comprar’ con los controvertidos créditos de carbono hasta un 10% de esa reducción de emisiones. De facto, eso rebaja la ambición si no a un 80%, a una cifra cercana. Muy lejos del 90-95% que aconsejaba el Consejo Asesor Científico Europeo sobre el Cambio Climático.

No es, ni mucho menos, el único brazo que ha dado a torcer la legislación europea en materia de clima y medio ambiente, algo que las 200.000 voces de la campaña “Hands off nature” contra la rebaja de las leyes ambientales de la UE, no ha conseguido frenar. Los llamados paquetes Ómnibus han ido minando las históricas leyes europeas hasta conseguir rebajar drásticamente el Pacto Verde. De la vía libre al glifosato y a los plaguicidas tóxicos a la reducción de los controles para que las importaciones europeas no sean el motor de la deforestación, los ataques a la legislación que protege la biodiversidad, tanto en el territorio europeo como en el exterior de él, no han cesado.

Los incendios de agosto fueron los peores en tres décadas y coincidieron con la ola de calor más intensa que ha acontecido en el territorio ibérico en decenas de miles de años

El último ejemplo ha sido el fin del veto a los coches de combustión, que los 27 habían pactado prohibir vender en 2035. De nuevo, la letra pequeña de la revisión legislativa se ha hecho muy grande y la decisión supone un indulto a una tecnología por la que la todopoderosa automovilística del Viejo Continente, especialmente en Alemania, había apostado: los híbridos enchufables. De fondo, se encuentra la lucha por la hegemonía en el coche eléctrico que los fabricantes europeos están perdiendo frente a sus competidores chinos. Una vez más, el dinero ha ido por delante de la crisis climática.

Y de sus consecuencias. Si algo dio miedo en agosto en España fue la virulencia de los incendios. Fueron los peores en tres décadas y coincidieron con la ola de calor más intensa que ha acontecido en el territorio ibérico en decenas de miles de años, quemando más del 1% de la superficie de la península. Por supuesto, nadie se extraña del dato que sacó el World Weather Attribution, un equipo internacional de científicos especializado en en el análisis del cambio climático y los fenómenos meteorológicos extremos: la crisis climática multiplicó por 40 la probabilidad de que se produjeran las condiciones ambientales que dieron lugar a los fuegos que han dejado arrasada buena parte de la península, especialmente en el noroeste.

El sistema Tierra rebasa una nueva línea roja

Si la emergencia climática no recibe toda la atención política y mediática que debiera, los problemas de contaminación son aún más relegados. Más si hablamos de los océanos. Pero no por menos llamativa es menos importante. En 2025 hay que lamentar una noticia que pasó desapercibida. El Instituto para la Investigación del Cambio Climático de Potsdam certificó en septiembre que la humanidad había rebasado el séptimo límite planetario para una existencia segura: la acidificación de los océanos. Un problema, por cierto, causado en gran parte por la quema de combustibles fósiles que provoca una mayor presencia de CO2 en nuestra atmósfera. 

De un total de nueve, solo dos límites siguen en la zona segura: el agujero de ozono y la contaminación de aerosoles y partículas en la atmósfera. Los otros siete han ido a peor. Se trata de la crisis climática, la integridad de la biosfera, el uso de agua dulce, la deforestación y los cambios de uso del suelo, la contaminación química, y los ciclos del nitrógeno y el fósforo.

Una noticia especialmente esperanzadora fue el fin de la sombra que sobrevolaba la Reserva de la Biosfera de Urdaibai

Otra de las noticias clave del 2025 fue el apagón eléctrico que llevó a los habitantes de las zonas peninsulares de España y Portugal a otros tiempos el 28 de abril. Usado como ariete contra las renovables desde todo tipo de intereses, lo cierto es que sus causas ya están meridianamente claras y no se trata de un “exceso de renovables”, como se repitió en su día cómo mantra desde cierto espectro político y  mediático. El evento, sin precedentes en décadas en toda Europa, y a falta de un informe final de la Red Europea de Gestores de Redes de Transporte de Electricidad, tuvo su origen en una concatenación de problemas técnicos entre los que se encuentran, principalmente, fallos en el sistema que gestiona la red eléctrica, junto a la gestión de la interconexión entre la Península y Francia, y probables malas prácticas de algunas empresas gestores de centrales.

El Gobierno presentó dos meses después del suceso toda una batería de propuestas mediante el llamado “decreto antiapagones”, que fue aprobado en junio. Incluía toda una serie de propuestas, como la creación de un gestor de autoconsumo, una mayor supervisión pública del sistema eléctrico o penalizaciones para las centrales que incumplan sus obligaciones de absorción de energía reactiva en un apagón, como ocurrió el 18 de abril. Un mes más tarde, sin embargo, una coalición de derechas junto con Podemos, BNG y Chunta lo echaron abajo. Desde los sectores más a la izquierda señalaron que no tocaba lo que consideraron la raíz del problema, “los intereses de las grandes eléctricas”. En noviembre, no obstante, una versión descafeinada del decreto fue aprobada, con lo que el Gobierno dio por zanjado el asunto con una ley de mínimas que no necesitó el aval del Congreso.

Ni Urdaibai ni Noviercas

Una noticia especialmente esperanzadora fue el fin de la sombra que sobrevolaba la Reserva de la Biosfera de Urdaibai. El Patronato del Museo Guggenheim Bilbao descartaba definitivamente el controvertido proyecto de expansión del museo hace dos semanas. La abrumadora contestación social, junto a los proceso judiciales abiertos, acaban con un plan que supondría un impacto brutal sobre un espacio protegido y ya degradado.

Otro megaproyecto que tampoco verá sus puertas abiertas será la macrovaquería de Noviercas. El último recurso interpuesto por la empresa que quería instalar una planta con 23.000 vacas en el pequeño pueblo soriano, Valle de Odieta SCL, recibía en octubre el rechazo definitivo. De nuevo, la respuesta ciudadana tenía mucho que ver en un proceso por el que el Gobierno acabó reduciendo por ley el tamaño máximo de este tipo de macrogranjas a 850 animales.

La esperada  Ley de Movilidad Sostenible, que ha sufrido más de tres años de trámite parlamentario, llegó finalmente en octubre

Y no ha ocurrido aún, si es que alguna vez ocurre, pero el Algarrobico, el máximo icono de la destrucción del litoral mediterráneo por el capital turístico-inmobiliario, está en 2025 más cerca de ser demolido. El anuncio por parte del Gobierno central de la expropiación de una parte de los terrenos sobre los que se asienta esta mole a medio construir –la única parcela sobre la que tiene competencias–, junto con el cambio del Plan General de Ordenación Urbana de Carboneras, el municipio donde se asienta el controvertido hotel, acercan ese momento. Aunque esta guerra, tan larga como bochornosa, tiene aún algunas batallas por librar.

Por último, hay que hablar de algunos cambios positivos que han llegado este año en materia de movilidad. La esperada  Ley de Movilidad Sostenible, que ha sufrido más de tres años de trámite parlamentario, llegó finalmente en octubre. Entre sus logros: la obligatoriedad de establecer planes de movilidad sostenible para empresas, el fin de algunos vuelos domésticos cortos o el fomento de la movilidad activa, el transporte ferroviario de mercancías o los trenes nocturnos. La prórroga de los descuentos estatales en el transporte público por un año más, y el abono único de transporte público para todo el Estado, que el Gobierno anunció a principios de año y que en enero será una realidad, son otras dos buenas noticias que deja este 2025. A ver si el 2026 nos deja unas cuantas más.

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