COP30
La Cumbre del Clima levanta la voz contra el negacionismo desde el corazón de la Amazonía
Belém, la puerta oriental de la selva amazónica, amaneció este lunes convertida en el centro del mundo. Por primera vez, la conferencia climática más importante del planeta, la COP30, se celebra en plena Amazonía: el pulmón verde donde se juega buena parte del futuro climático global. En un entorno cargado de simbolismo, entre delegaciones internacionales y comunidades indígenas expectantes, el mensaje inaugural del país anfitrión ha sido rotundo: el tiempo se agota y las promesas siguen sin ser suficientes.
El presidente Luiz Inácio Lula da Silva inauguró la jornada con un discurso de tono combativo y esperanzador. “Es el momento de imponer una nueva derrota a los negacionistas”, dijo desde el plenario principal, ante más de 190 delegaciones internacionales. El mandatario brasileño convirtió el arranque de la COP en un acto político y ético, recordando que el cambio climático no solo es una emergencia ambiental, sino una batalla por la verdad, la justicia y la supervivencia: “Los oscurantistas rechazan no solo las evidencias de la ciencia, sino también los avances del multilateralismo. Controlan algoritmos, siembran el odio y difunden el miedo. Atacan a las instituciones, la ciencia y las universidades”.
El presidente de Brasil destacó en su discurso que el mundo camina en la “dirección correcta”, pero “a la velocidad equivocada”. “Al ritmo actual, todavía vamos rumbo a un aumento superior a un grado y medio centígrado de la temperatura global. Romper esa barrera es un riesgo que no podemos correr”, concluyó.
El escenario de Belém, enclavado en el delta del Amazonas, condensó de manera precisa las contradicciones del presente: la diversidad natural enfrentada al deterioro industrial, la abundancia frente a la desigualdad, la urgencia frente a la parálisis. La elección de Brasil como sede tiene mucho de simbólico, pero también contiene un mensaje de advertencia. En los márgenes de los ríos que alimentan la selva más grande del planeta, los efectos del cambio climático son visibles y cotidianos.
El tono de la ONU no fue menos contundente. Simon Stiell, secretario ejecutivo de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, recordó a los líderes que su tarea no es competir entre ellos, sino luchar juntos contra una amenaza común. “La inacción climática provocará estancamiento económico, aumento de la inflación y desigualdad”, advirtió, citando un informe reciente que vincula la crisis ambiental también con la futura recesión global: “Los gobiernos que fracasen en pasar a una economía baja en carbono se convertirán en blanco del hambre, los conflictos, el estancamiento y una inflación creciente”.
La jornada inaugural ha estado marcada por la sensación de que el mundo se encuentra en un punto de inflexión. Después de tres décadas de cumbres, los compromisos formales abundan, pero la acción real avanza con lentitud desesperante. La presidencia brasileña, encabezada por el diplomático André Corrêa do Lago, presentó una agenda consensuada y ambiciosa centrada en seis ejes: transición energética, fin de la deforestación, transformación agrícola, resiliencia urbana, inclusión social y financiamiento climático. En palabras del canciller Mauro Vieira, “no hay desarrollo posible en un planeta en colapso”.
Fuera de la Zona Azul, la selva también habló. Movimientos indígenas y organizaciones ambientales se movilizaron en las calles de Belém para reclamar justicia climática y respeto a los pueblos originarios. Txai Suruí, activista del pueblo Paiter Suruí, recordó en una intervención paralela que los pueblos amazónicos “han estado siempre en la primera línea de la defensa del bosque” y reclamó que sus voces sean tomadas en cuenta en las decisiones de la cumbre. En las carpas instaladas junto al río Guamá, líderes locales exhibieron mapas con los focos de deforestación, denuncias de minería ilegal y proyectos que buscan combinar desarrollo y preservación.
El ambiente general de las ponencias fue de optimismo vigilante. La ausencia de algunos líderes clave —como la representación de alto nivel de Estados Unidos— dejó al anfitrión brasileño el protagonismo político de la jornada. Europa, mientras tanto, intenta reforzar su credibilidad tras incumplir varias metas de reducción de emisiones. En ese contexto, Lula se mostró decidido a erigir una coalición de países del Sur que pueda influir en las reglas del juego climático. “El Sur también puede liderar”, subrayó en su discurso.
En las primeras sesiones técnicas, los expertos han advertido que las Contribuciones Nacionalmente Determinadas —las metas de reducción de emisiones asumidas por cada país en el marco del Acuerdo de París— siguen siendo insuficientes. Si no se revisan al alza en esta década, el planeta podría superar el umbral de 1,5 °C de aumento de temperatura antes de 2035. La presidencia brasileña planteó que esta cumbre debe marcar el inicio de una fase de implementación real, con mecanismos de verificación más estrictos y compromisos vinculantes.
COP30
La COP30 arranca sin los deberes hechos y con un planeta en plena combustión
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