Incendios Forestales
Lo que tapan las cenizas: el monte leonés cuatro meses después del fuego
“Hacer que cesen o se acaben del todo ciertas cosas que desaparecen gradualmente”. Esla definición que brinda la Real Academia Española a extinguir. El pasado 13 de octubre, la Junta de Castilla yLeón dio por “extinguido” el incendio de Fasgar, el último de los múltiples que destruyeronmás de 100.000 hectáreas en la provincia de León. Los miles de afectados, sin embargo,viven influenciados por el desastre. Su impacto está muy lejos de terminar.
Rosana, propietaria de una casa rural en Portilla de la Reina, no puede beber agua del grifo.Nadie le asegura que sea potable. Al cierre de este reportaje, tampoco espera huéspedes por Navidad. Isabel, en Salas de la Ribera, no puede poner lacalefacción cuando las cenizas obstruyen los filtros de èsta. El incendio más grave de estesiglo en España llevó a Jaime a vender sus vacas en Villanueva de Jamuz. Félix, en Fasgar,ve el monte negro desde su ventana mientras charlamos. Y, es que un fuego no finaliza conla extinción de sus llamas.
Quizás el más mediático, por la relevancia patrimonial, es el que sufrió el paraje bercianode Las Médulas. A ocho kilómetros de distancia de donde los romanos extraían oro, loshabitantes de los distintos pueblos que conforman el Ayuntamiento de Puente de Domingo Flórez sufrenun calvario con el agua desde agosto. Aunque lo que emana de los grifos ya no es elinicial “chocolate con grumitos” que define su alcalde, Julio Arias, sigue sin ser potable. Además, sison muchas las cenizas que acompañan al río, tareas tan rutinarias comoducharse, poner una lavadora o encender la calefacción pasan a ser de riesgo.
“Nos han puesto unos bidones verdes de plástico, como los de los militares. Ponen que el agua es potable y la revisan todas las semanas, pero yo fui un día y no se podía beber. Era cloro solo”, cuenta Isabel
La solución, pese a que ya se trabaja en realizar una nueva captación de agua al río Sil, es“muy complicada”, según el regidor. La calidad del fluido se analiza periódicamente, perola tardanza en la recepción de los datos hace que, de una semana para otra, las lluviasmodifiquen por completo el diagnóstico. ¿El arreglo temporal? Fuentes como las de Salasde la Ribera que, aunque Isabel dude de que su vertido sea “muy católico”, lo emplea paracocinar y alimentar a los animales.
Los contenedores de agua, ideados ante la “imposibilidad” de repartir garrafas a todos loshabitantes de los núcleos del población de este Ayuntamiento, tampoco prestan una calidad óptima. “Nos han puesto unosbidones verdes de plástico, como los de los militares. Ponen que el agua es potable y larevisan todas las semanas, pero yo fui un día y no se podía beber. Era cloro solo. De eso quedices: ‘Madre de Dios, no sé qué será peor’”, matiza Isabel. Ella, al igual que tantos otroshabitantes de la zona, vio como las llamas se quedaban “a media hora” de engullir suscasas.
Rosana, en las faldas de los Picos de Europa, también compra el agua embotellada al “vercómo baja el río”. Portilla de la Reina, un pueblo de menos de diez habitantes en invierno,pasó los primeros meses tras el incendio sin cobertura, pues el tendido eléctrico tambiénsucumbió ante las llamas. El aislamiento telefónico ahora es intermitente. Cuentan conuna antena alimentada a través de un generador que funciona con gasoil y, cuando este seacaba, “tardan días en volverlo a recargar”. Un tiempo de impasse en el que “ni al 112”pueden llamar.
La propietaria de la casa rural El Invernal tampoco observa una correcta “previsión para elinvierno” a través de su pixelada televisión. Los retenes realizados con fajos de paja en laszonas con peligro de desprendimiento no han impedido la primera inundación de lacarretera principal a finales de noviembre. Anegamientos diferentes, pero por idénticascasuísticas, han causado desperfectos en el bar de Rosi, en Fasgar. La endeblez del terrenoy la poca capacidad de absorción del suelo, fruto del incendio, han permitido que unasescorrentías dañaran ligeramente la puerta y paredes del local.
Jaime, agricultor y ya exganadero de Villanueva de Jamuz, considera que la mayorrepercusión es a “la vista”. El siente “pena” cuando sale con la bici por una sierra “todavíaquemada”. La percepción y el contraste con el pasado también aflige a Javier que, desdelas merindades de Riaño, observa la montaña con una dualidad particular. “A través de unojo ves como estabas acostumbrado a verlo y por el otro lo ves con el negro actual”, explica.
¿Quién va a querer pisar ceniza?
Casi 95.000 personas visitaron Las Médulas en 2024. Y lo cierto es que no se necesitahablar con un experto para saber que los guarismos de la actual temporada van a serexponencialmente inferiores. Marco Antonio, además de dedicarse a entrenar y ofrecercursos de caballos, ofrece visitas de la zona sobre équidos que él mismo se encargade cuidar. Desde el 10 de agosto, fecha en la que se inició el fuego, apenas ha hecho cuatrorutas cuando otros años realizaba “tres al día hasta finales de septiembre”.
El descenso de la afluencia, del 99% según sus cálculos, le hace replantearse lacontinuidad de su trabajo, pues es “caro mantener a los caballos”. Considera que LasMédulas es un parque al que “siempre le ha costado despegar” y, pese al optimismo de susvecinos, tiene “dudas” de que el próximo verano sean muchos los que quieran acercarse avisitarlas. Una opinión que, en distinta localización geográfica, comparte Jaime. “¿Quéprefieres, ir a Posada de Valdeón que hay monte o a pisar ceniza a Portilla? “, interpela.
Javier Arias, por su parte, llama a los peregrinos y demás visitantes a “apoyar al negociolocal más que nunca”. Bajo su mandato se ha abierto un albergue público en Puente deDomingo Flórez para tratar de potenciar el Camino de Invierno. Cuando le toca abrir lapuerta a algún caminante, aprovecha para incitarles a “echarle la foto a lo verde y no a lonegro”. Porque, a su entender, el “turismo va a seguir existiendo” pese a la destrucción.
También con la meta puesta en Santiago, pero a bastantes kilómetros más de distancia,navegan los peregrinos por el Camino Olvidado que atraviesa Fasgar. Rosi, que además delbar regenta el albergue del pueblo, dice haber recibido mucho “apoyo” por parte de dichocolectivo y no “siente que vaya a menguar la afluencia”. Tanto ella como Félix, el presidentede la Junta Vecinal, coinciden en que percibieron un aumento de las visitas a la localidaden los días posteriores al incendio por el “morbo” de ver lo quemado.
Ayudas que no dejan contento a nadie
Aunque Rosi les haya “echado de menos”, la presencia de políticos y autoridades en zonascatastróficas es habitual. Y, en cuanto un micrófono apunta a su boca y una cámara a surostro, el discurso suele vertebrarse en torno al apoyo económico que destinarán a lasvíctimas y demás afectados. La Junta de Castilla y León haotorgado distintas subvenciones por desalojo, parón por la actividad comercial o pérdidade producción, entre otras cuestiones.
La valoración general de las ayudas, a excepción del popular Julio Arias, que las tilda de “increíbles”e incluso “exageradas” en el caso de los desalojos, es negativa. Jaime, desde su posiciónde agricultor, niega “haber recibido” los 5.500 euros por tener que detener su actividad nilos 550 que le correspondían al ser desalojado de su localidad. Sobre la primera dice“haber lío” al percibirla “personas que no deberían”. La culpa de la segunda se la atribuyea la gestión realizada por parte del Ayuntamiento. Sea como sea, las subvenciones son,para él, una “miguita” en medio del destrozo padecido.
Rosana no pone tanto el foco en las ayudas como en los criterios establecidos para versebeneficiados por ellas. “Había tres parámetros [para las de desalojo]: los empadronados,los propietarios de vivienda y los que no estuvieran en estos dos supuestos, pero quetuvieran relación con alguna persona que fuera propietario de primer grado. Aquí hacobrado muchísima gente que ni siquiera vive aquí todo el año, que ni siquiera estabancuando ocurrieron los desalojos”, critica.
Ella, que sí ha recibido los 5.500 euros al ver cómo para su negocio se detuvo el tiempo,todavía no ha percibido la cuantía por desalojo. “Cuando llamas a preguntar a la Junta tedicen que hay miles de solicitudes y no eres el único pueblo”, relata. Cree que se deberíadar prioridad a la gente empadronada “que no tiene segunda vivienda”. Pues los que novivieron el fuego desde cerca disfrutaron de las subvenciones en primera instancia ante laincomunicación en la que se encontraban en el pueblo.
Para Rosi, las elecciones autonómicas del próximo marzo han condicionado las partidas de ayudas
Rosi, en la misma línea, recuerda que, de haber tenido ella huéspedes en el albergue el díade la evacuación, “podrían haber solicitado la ayuda”. Algo que, en un pueblo que pasa delos cinco o seis vecinos en invierno a los más de 200 en verano, dio lugar a que personas que no seencontraban en Fasgar durante el incendio también recibieran las subvenciones. Ella, pesea declarar que los desastres naturales no entienden de “colores ideológicos”, pide alpresidente Mañueco que “se siente a contestar a las preguntas” de los vecinos.
Su pueblo pertenece a un Ayuntamiento con quince núcleos de población, motivo por el cual denunciaque el apoyo económico no se destine directamente a las aldeas. “Las ayudas llegan enpaquete a los ayuntamientos y no hay dinero para todos. Aquí, en Fasgar, hemos perdidotodo menos las viviendas. Necesitaríamos maquinaria para seguir limpiando. Echo demenos contribuciones directas a los pueblos, porque de qué sirve que se le dé un tractor alayuntamiento si somos 15 pueblos”, exclama.
Las elecciones autonómicas del próximo marzo, a su entender, han condicionado laspartidas prestadas. Punto de vista con el que coincide Félix, pues para él se trata de“ayudas para la galería”. El presidente de la Junta Vecinal, que reconoce estar colaborandocon la Junta en un plan hidrográfico para frenar las escorrentías, denuncia la falta decriterios para administrarlas. “No dicen: ‘Vale, a este pueblo que ha tenido este impactoles doy tanto’”, incide.
Vivir “con la maleta hecha”
El ser humano, ya sea por ególatra o por vivir en la época del bufandismo, buscaculpables ante cualquier tragedia. Y, en el caso de León, se miró al abandono de los montesy la falta de prevención de estos con los mismos ojos que Rufián a Mazón en la comisiónde investigación por la dana.
Los ganaderos y agricultores se quejan de que las restricciones legislativas les impiden“cuidar” de lo suyo. Trabajadores forestales como Félix, que no sólo es el presidente de laJunta Vecinal de Fasgar, aluden a lo inabarcable que es una provincia como León dada suextensión y, sobre todo, al éxodo rural.“Las personas abandonan los pueblos, se deja de cortar leña y eso hace, entre otras cosas,que la frondosidad crezca”, explica. Julio Arias recuerda cómo, durante su infancia, losvecinos iban a cortar escobas para colocarlas en el suelo de las cuadras e incluso habíagente que vivía de la leña. La desaparición de dichas actividades, fruto de la huidaprogresiva del rural, deja al campo “desprotegido”.
Marco Antonio está realizando un ancho cortafuegos alrededor de toda su finca para que, en caso de que vuelva a haber un incendio, “se salve lo máximo posible”
¿La solución? Tan polémica como indescifrable. Pues las críticas a la “prohibición delimpieza” de los particulares como Jaime contrastan con la visión de políticos, como Julio,quien considera que “hay que tener un control porque si no la gente hace lo que quiere”.Andrés, que también se dedica a la labranza del campo en San Félix de la Valdería, abogapor un punto intermedio. “No digo que nos den libertad para hacer lo que queramos, perotampoco entiendo que, por ejemplo, no podamos hacer nada con los jabalíes que noscomen el maíz”, dirime.
El acalde, por su parte, expone que hay terrenos particulares heredados de los que sedesconoce al propietario actual, pero que, en caso de que la administración local se metaa desbrozar, les costará “una reclamación”. Félix por lo que apuesta es “por planes deprevención propios de cada pueblo”, dada la idiosincrasia particular de cada uno. Sea cualsea el sendero por el que se opte, el dicho de que nunca lloverá a gusto de todos jamás fuetan preciso.
El daño psicológico, descrito como “el peor” por Isabel, le hace “temblar” cada vez que ve fuego
Entre medias, algunos reclaman respuestas convincentes al porqué de los incendios. “Nonos han dado explicaciones y no nos las van a dar. Yo ahí tengo claro que fue error traserror”, opina Rosi. “Se cometieron fallos que espero que hayan servido de lección”, agregaFélix. Rosana, a su vez, expresa su incredulidad respecto a que, “algo que empezó con unrayo terminase con el 90% del pueblo arrasado”.
Lo que sí parece irrefutable es que, de no producirse cambios, el fuego volverá a llamar a lapuerta. Fueron muchos los que pasaron miedo de perderlo todo. Jaime salvó su hogargracias a un “cambio en la dirección del viento”. Marco Antonio convenció a los bomberosde la Unidad Militar de Emergencia para que subiesen al monte y así salvar a sus caballos. Isabel, quien ya habíavisto como un incendio de hace tres años llegaba hasta el felpudo de la casa de sus padres,se pasaba los días pensando “en qué ropa y papeles” llevarse en el caso de ser evacuados.
La preocupación actual, dadas las experiencias vividas, se cierne sobre el futuro, en cómoevitar o reaccionar ante lo inevitable. Marco Antonio afirma “vivir con la maleta hecha”. Y,es que, ante la falta de coordinación entre los vecinos de Salas de la Ribera y entre lasinstituciones, él ya está realizando un ancho cortafuegos alrededor de toda su finca paraque, en caso de que vuelva a haber un incendio, “se salve lo máximo posible”. “Ya he puesto en una estantería todos los papeles y cosas que sí o sí me tengo que llevar. Ytengo un poco organizado un plan de evacuación de caballos, de material y distintascosas”, resume.
Un daño que transciende lo material
Las repercusiones no se limitan ni a lo físico ni a lo material. El agotamiento de días llenosde montañas rusas de emociones o la pérdida de casas y tierras queda en un segundoplano cuando la pregunta se dirige hacia lo que muchos definen como el elemento másimportante del humano: la cabeza. El impacto de los incendios en ellas fue, al menos,similar al de las hectáreas calcinadas.
El daño psicológico, descrito como “el peor” por Isabel, le hace “temblar” cada vez que vefuego. Y, es que, pese a haber estado encerrada en su casa ante la inviabilidad de salirdebido al humo, no podía hacer otra cosa que darle vueltas a lo sucedido. Cuando volvió alinstituto en el que trabaja se dio cuenta de que ni siquiera se había leído un libro a lo largo detodo el verano. Su sorpresa fue mayor cuando otra profesora admitió el mismo delito. Tenertiempo, en determinadas circunstancias, no es sinónimo de poder invertirlo en lo que sequiera.
Rosi se pasó los peores días de los incendios haciendo bocadillos para los bomberos ytratando de ayudar como buenamente podía. Fasgar, en mayor o menor medida, vivióamenazado durante más de dos meses. Más de sesenta días de “angustia e incertidumbre”que le dejaron durante algún tiempo “una sensación constante de estar alerta”. Las cenizasy la negrura de lo quemado, además, le evocan recuerdos a los que todavía le cuestaenfrentar con la mirada.
Para Jaime el incendió fue “la gota que colmó el vaso”. Cuando atisbaron las primeras llamas desde Villanueva de Jamuz, él estaba ordeñando las vacas de una explotación de vacuno de leche de su propiedad. Fue la última vez que lo hizo
Evitar ciertos lugares también es una consecuencia directa de las heridas que cada unotrata de cicatrizar. Tanto Alberto, bañezano de 21 años, como Antonino, que con 95 es elúltimo habitante de Casasuertes, no acuden con la misma frecuencia al monte que antaño.¿El motivo? El mismo: “No verlo”. El dolor tampoco entiende de edades.
Andrés, por su parte, admite haberlo pasado “muy mal durante los dos primeros meses”.El tiempo, eso sí, “lo cura todo”. Él se quedó en su pueblo junto a toda su familia durantelos incendios y ahora piensa que, dado que sus hijos le siguieron por no dejarle solo,quizás se comportó de manera “imprudente”.
Para Jaime el incendió fue “la gota que colmó el vaso”. Cuando atisbaron las primerasllamas desde Villanueva de Jamuz, él estaba ordeñando las vacas de una explotación devacuno de leche de su propiedad. Fue la última vez que lo hizo. Pues el estar por “primeravez en esa situación”, sumado a circunstancias personales, le llevó a “vender las vacas”.“Hasta a tomar una decisión de ese calibre me llegó a afectar”, recuerda.
Navidades con el recuerdo de “un mal sueño que se hizo realidad”
Las Navidades, esa época de celebración, de reencuentro e hilaridad, tendrán este año unaconnotación distinta para algunos de los afectados. Isabel, por ejemplo, admite que “nadietiene ganas de fiesta”. Pues muchos vecinos todavía “tienen las emociones a flor de piel”.Una sensación agridulce que Irene experimentará cuando acuda a cenar con su abueloAntonino en Casasuertes. “Aunque sea nuestro lugar de siempre, creo que nos va a faltaralgo”, predice.
Que sean diferentes no significa que se hayan quedado estancados en lo acontecido. Y, esque, tal y como admite Javier, “los comentarios sobre el incendio siempre van a estarpresentes”. ¿Significa eso que no van a continuar con sus vidas igual que hace un año? Enabsoluto. Si no que se lo digan a Jaime, quien aboga por ser “optimistas y mirar siempre ellado positivo”.
Los festejos navideños, según Rosi, “no tienen ninguna culpa” de lo que las llamas secobraron. Ella, lejos de caer en el pesimismo o en el victimismo, quiere tomárselo como“un mal sueño que se hizo realidad”. Por ello, promete “seguir luchando” por su pueblo.Una labor, la de la resiliencia y la persistencia, que a buen seguro no abandonarán todoslos afectados.
Al fin y al cabo, poco importa si han fantaseado con su amor platónico o claudicado ante lamayor de sus pesadillas. Los mismos rayos de luz, esos que se cuelan de formadesagradable entre la finura de las rendijas de la persiana, recuerdan que Cronos nopermite detener el reloj a los mortales.
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