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Masculinidades
¿Qué podemos hacer para que los hombres se unan al feminismo? (III)
Éste es el tercer y último artículo sobre la pregunta qué podemos hacer para que los hombres se unan al feminismo, tras Feminismos, feministas, comunicación y referentes y Ausencia de discursos, desatención, interseccionalidad y políticas públicas.
En esta tercera parte aportaré más respuestas a la pregunta “qué podemos hacer para que los hombres se unan al feminismo”, alejándome nuevamente de la explicación breve —en ocasiones cierta— que afirma que los hombres no se unen al feminismo porque son simplemente machistas o porque no quieren renunciar a sus privilegios.
Aquí, expondré cinco nuevos puntos que he podido identificar tras conversar con un gran número de hombres con posturas ideológicas y procedencias muy diversas. Además, propondré varias estrategias y medidas que podemos utilizar y que deberíamos tener en cuenta si queremos que los hombres se interesen por el feminismo, participen en él y/o lo apoyen.
Al igual que en los dos primeros artículos, quiero recordar que para entender bien todo lo que voy a comentar es necesario que nos situemos en la piel y los ojos de los hombres —especialmente de los más novatos en feminismo—. Eso nos ayudará a comprender realmente por qué la gran mayoría de estos no están comprometidos con este movimiento y sus valores.
La masculinidad, una máscara
Jaula de la masculinidad, máscara de la masculinidad, losa de la masculinidad… ¿Cuánto de cierto hay en ello? Esta cuestión resulta sumamente polémica dentro del feminismo, pues conlleva reconocer que los hombres también sufren o pueden sufrir con el sistema vigente, lo cual hace que también sean víctimas de él y que se tambalee la muy asentada figura del monstruoso hombre opresor y privilegiado.
Que los hombres puedan ser también víctimas implicaría una revisión de una parte importante del discurso feminista, redefiniría los sujetos del feminismo, modificaría algunas de las políticas públicas actuales, supondría la inversión de mayores recursos económicos en los hombres…
La masculinidad obliga a los varones a ponerse una máscara y reprimir o suprimir emociones, sensaciones, pensamientos y valores. Hacer creer a las demás personas que los hombres no lloramos, no sufrimos, no fracasamos, no sentimos frustración, dolor, rabia… es parte de nuestro papel en este sistema.
Ser el más valiente, el más fuerte, el más poderoso, el más competitivo, el más temerario, el más mujeriego, el más hetero, el más macho, el más violento, el más autosuficiente, el más desapegado, el que nunca llora, el que menos sentimientos y empatía tiene, el que siempre ha de tener la razón, el que nunca puede quedar mal, el que no puede ser menos que los demás, el que es el mejor en todo… es un camino de frustración, inseguridad, sufrimiento y desprecio hacia nosotros mismos y hacia las demás personas y seres vivos.
Si consigues cumplir con todas estas normas serás el macho alfa y el claro ejemplo de hombre a seguir e imitar —lo cual también te puede convertir en el blanco de otras formas de bullying , pero a medida te alejas de todo esto se intensifican algunos problemas y violencias: mofas, insultos, discriminación, abusos, acoso, golpes… Los motivos por los que puedes ser víctima de toda esta violencia o por la que directamente puedes ser excluido de tu grupo de amigos son innumerables y van desde algo tan simple como que no te guste jugar al fútbol, llevar gafas o disfrutar estudiando a otras como ser homosexual, ser amanerado o estar gordo.
Algunas de estas discriminaciones y violencias desaparecen con la edad, pero otras no. En cualquier caso, todo esto afecta de un modo inimaginable a los niños y adolescentes. Son etapas de la vida muy importantes en la educación y en la forma que tenemos de comprender el mundo consciente e inconscientemente.
Si no abordamos estos problemas, es inevitable que los hombres sigamos reproduciendo comportamientos tóxicos que harán daño a otros hombres, a las mujeres y a nosotros mismos. “Con la igualdad ganamos todos” no puede ser solo un lema que aparezca en las mamparas de las paradas del autobús.
Asumir las contradicciones
El movimiento feminista está plagado de hombres y mujeres que no predican con el ejemplo: el mundo no funciona correctamente y es muy difícil ser 100% coherentes, pero eso no significa que, como individuos, no debamos de asumir nuestras responsabilidades. Los hombres han de dejar de buscar escusas para cumplir con sus deberes y para transitar por el camino a la igualdad; si no nos autorevisamos y somos coherentes con lo que decimos, lo único que estaremos haciendo será lanzar un discurso vacío.
Del mismo modo, tenemos que revisar qué tipo de personas son criticadas despiadadamente y qué otras son endiosadas. No es raro ver cómo se critica el machismo de figuras públicas como Pablo Casado, Santiago Abascal, Donald Trump o Diego Armando Maradona, pero luego se alaba y santifica a otras como Rafael Correa, Hugo Chávez, Ernesto “el Che” Guevara o Karl Marx. Rechazar el machismo de unos, pero aceptar el de otros, deja patente que a veces lo que se está criticando no es el machismo o la misoginia, sino otros ideales políticos que poco o nada tienen que ver con el feminismo.
La doble vara de medir es una incansable forma de desacreditarse a uno/a mismo/a y a los/as demás.
Este problema de la construcción de referentes históricos/as inmaculados/as no es solo un problema que afecta a las figuras masculinas, también incide sobre las femeninas. Por más que se quiera endiosar a mujeres feministas del pasado, éstas no dejarán de ser producto de su tiempo, igual que nosotros y nosotras los seremos del nuestro. No todos los valores y comportamientos que hace 100 años eran correctos para el feminismo lo son hoy día, del mismo modo que los actuales podrán no serlo en 50 años.
El feminismo es un lugar incómodo para los hombres, ya que nos obliga a revisar todo lo que hemos aprendido y nuestra forma de actuar en el presente y en el pasado. Sin embargo, es muy diferente esa sensación de incomodidad sana que te obliga a reflexionar y a cambiar, que la presunción de machismo que en algunos espacios nos asignan y que únicamente genera hostilidad.
Cuando un hombre se suma al feminismo, se suele encontrar con dos problemas: se va a convertir en el hazmerreír de muchos hombres y mujeres y no va a ser aceptado por algunos sectores feministas.
Así, no es raro que si dices que eres un hombre feminista muchos varones te digan que lo haces “para ligar”, que eres “maricón”, que eres un “calzonazos” o que “te han lavado el cerebro”. Tampoco es raro que provoques las carcajadas de muchas mujeres que consideran que eres otro fantoche más que va de aliado pero que solamente es otro machista más. Por otra parte, hay mujeres que consideran que eres un invasor que busca apropiarse de la lucha feminista y sin haber cruzado una palabra ya te enfrentas a la presunción de culpabilidad de machismo.
Tanto la ridiculización de los hombres feministas como la presunción de machistas son dos situaciones que viven aquellos varones que pretenden unirse al feminismo o que ya se han unido, y son claros alicientes para no participar de este cambio social. Por ello, creo que es importante valorizar el papel del hombre feminista o del hombre que lucha por la igualdad, en lugar de satirizarlo y discriminarlo.
Esto puede que a mucha gente le parezca un chiste y a otra tal vez le sorprenda, pero los grupos de hombres por la igualdad no nos reunimos para hablar fútbol, de tías, no somos un grupo de hombres gais —hay diversidad como en cualquier lugar— y no estamos organizando un complot maquiavélico para quitarle el feminismo a las mujeres. Esto son solo algunos de los comentarios más habituales que me he encontrado cuando me preguntan que qué hacen los grupos de hombres por la igualdad.
Cada grupo de hombres establece sus propias dinámicas y no todos son iguales, aunque gracias al trabajo de investigación de Jorge Cascales sabemos que sus actividades se suelen agrupar en las siguientes categorías: reflexión personal, talleres —mayormente sobre masculinidades—, charlas y ponencias —mayormente sobre masculinidades—, organización de jornadas y congresos, participación en investigaciones y estudios, proyectos de intervención con hombres y/u otros tipos de proyectos, campañas (mayormente de sensibilización sobre masculinidades igualitarias), actividades diversas y acciones, concentraciones y/o manifestaciones.
Es importante que acabemos con estas leyendas urbanas que satirizan a los grupos de hombres y falsean el trabajo que realizamos. Hace poco encontré un claro ejemplo en el seminario sobre masculinidades organizado por el Ministerio de Igualdad. Uno de sus ponentes afirmó que los grupos de hombres son espacios donde los tíos van a achucharse, besarse y “no sentir el peso de la calvicie”, para a continuación decir que los varones “seguimos mirándonos el ombligo” y que “es lo que hacemos los hombres en los talleres [de masculinidades]”. Esta intervención me preocupó bastante por la imagen falaz que se estaba dando de los grupos de hombres, pero me preocupó aún más cuando el resto de ponentes no negó tal afirmación. Es más, Octavio Salazar un referente de las nuevas masculinidades en este país, asentía y se reía. No conozco las experiencias de estas personas con los grupos de hombres, pero claramente estaban difamando. ¿Por qué lo harían? Personalmente creo que es por motivos ideológicos e intereses personales, ya que es irónico que sus intervenciones se produjeron en calidad de especialistas en masculinidades y, no solo se mofaron de los grupos de hombres, sino que no propusieron ninguna política pública útil dirigida a varones, afirmaron que las políticas de masculinidades solo servían para aumentar el “ego” y el “narcisismo”, y se burlaron de aquellos hombres que se han sentido mal o han tenido problemas a causa de cumplir con sus roles de género.
Lo cierto es que los grupos de hombres están siendo un importante instrumento de cambio social. Es más, cada vez se está extendiendo más la creación de este tipo de grupos por parte de trabajadores y trabajadoras sociales y en centros de salud públicos con resultados muy satisfactorios: han ayudado a disipar numerosos problemas de salud en hombres directamente relacionados con factores psicológicos, sociales y culturales, han mejorado las relaciones de pareja de sus participantes y, en general, han generado relaciones sociales menos violentas.
Igualmente, no hemos de olvidar el papel pionero del Foro de Hombres por la Igualdad de Sevilla (FHX=) o Asociación de Hombres por la Igualdad de Género (AHIGE) en la organización de hombres en favor del feminismo, en la elaboración de proyectos y propuestas políticas y en la creación de discursos feministas.
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Felicidades por los tres artículos. Esto sí es una crítica constructiva y necesaria.
Felicitaciones al autor por dar pasos valientes para exponer esas otras voces y matices que en muchas ocasiones han quedado olvidadas por el feminismo.
No obstante, creo que una vez dados los pasos de la autoreflexion tanto de hombres como de las mujeres, sigue la necesidad y oportunidad de accionar y poner atención a nuestras acciones y conductas más sutiles y más cercanas, esas que suelen pasar desapercibidas por ser parte de las inercias aprendidas y normalizadas... para que entonces se rompan las máscaras de todos y todas y se generen cambios reales más allá del discurso, cada día y todos los días ...
“si no nos autorevisamos y somos coherentes con lo que decimos, lo único que estaremos haciendo será lanzar un discurso vacío”.
Esperando leer más de este tipo de reflexiones, sirve que alimentamos la esperanza de que las cosas cambien.
¿Y dónde dejáis la autocrítica? Espero que no sea de forma destructiva, pero aún no veo entonado el mea culpa.
¿Haces estos mismos comentarios cuando una mujer escribe culpando de todo al patriarcado, al capitalismo o a la derecha? ¿Haces estos mismos comentarios cuando una mujer blanca heterosexual y burguesa habla de los privilegios?
Secundo totalmente esta frase: "La doble vara de medir es una incansable forma de desacreditarse a uno/a mismo/a y a los/as demás”
Sí, porque la culpa de todo la tiene Yoko Ono.
Efectivamente el patriarcado y el capitalismo son la base en la que se sustenta la desigualdad y efectivamente esa base está sostenida por personas que creen que no hay otro orden de las cosas posible. Imagino que unas, por miedo a lo desconocido, o sea, ignorancia; otras, por miedo a dejar de ocupar espacios de poder, o sea, por creerse más que las otras y aprovecharse de la desigualdad.
Y sí, hay una corriente muy crítica dentro de los movimientos feministas con el propio feminismo y con las prácticas racistas que forman parte del mismo. Muchas no se vanaglorian de esto porque con reconocerlo no está hecho el trabajo, pero tampoco se esconden porque sabemos que el racismo también es un elemento perpetuador de la hegemonía blanca desde la que se construyen muchos discursos feministas. Digo muchos y no todos porque también hay un feminismo antirracista con mucha fuerza, encabezado por personas racializadas. Dicho sea de paso, no sabes si la persona con la que hablas tiene en cuenta este discurso como oprimida u opresara porque no sabes si es o no racializada, por lo que quizás el racismo lo estás ejerciendo tú al escribir, pensando que estás hablando con una blanca.
Soy consciente de que existen feminismos que luchan contra el racismo, pero gracias por tu aportación.
Solo leo comentarios sobre la autocrítica y el mea culpa en artículos que son escritos por hombres. Parece como si un hombre no pudiera hablar de feminismo sin antes decir lo privilegiado que es y lo terribles que son los hombres. En los tres artículos que ha escrito Aurelio he leído un montón de comentarios sobre la autocrítica, o que es victimista, o que es un privilegiado, pero cuando los escribe una mujer nunca leo nada parecido. Parece que la autocrítica solo es necesaria cuando escribe un hombre.
Y yo no he dicho en ningún momento que seas blanca, vuelve a leer mi mensaje. No te saques de la manga cosas que no he dicho para acusarme de racismo.
Y te devuelvo tu argumento: “no sabes si la persona con la que hablas tiene en cuenta este discurso como oprimida u opresara”, no sabes si quien ha escrito este artículo o yo mismo somos personas racializadas, o discapacitadas, u homosexuales, o inmigrantes, o de clase baja, o somos víctimas de cualquier otra forma de opresión
Gracias al autor y al periódico por los tres artículos, abren debates necesarios. Se agradecen textos valientes, aunque ciertas discusiones tarden en salir de las trincheras. Ya cansan los expertos en masculinidad que a mi modo de ver buscan que las mujeres les digan que son unos fenómenos, visibilidad egocéntrica, por ser hacer críticas "duras" a los privilegios masculinos, en la que llevan razón por supuesto, pero que no deja de ser una razón autocomplaciente que no tiene como objetivo crear cambios en los comportamientos machistas de los hombres a menos que seas un superhombre hipercoherente: el sujeto racional masculino capaz de hacerse así mismo, lo que se critica es lo mismo que se potencia.
Totalmente de acuerdo con tu comentario. Hasta el moño ya de artículos donde hay “superhombres” superfeministas recriminándole al resto de hombres lo machistas que son. Son artículos necesarios, pero la masculinidad va más allá de eso, va más allá de siempre culpar al otro hombre y no mirar que es lo que hace uno mismo por cambiar el mundo en el que vivimos.
Aquí el autor ha mencionado a Octavio Salazar, que es un claro ejemplo del hombre que busca una palmadita en la espalda de las feministas. Cada vez que veo una entrevista de él siento vergüenza. Solo repite una y otra vez que los hombres tienen que renunciar a sus privilegios, pero nada más. Si bebiéramos un chupito cada vez que lo dice nos quedaríamos sin hígado.
Y no puedo evitar reírme cada vez que lo presentan diciendo que es “Doctor en Derecho”, “profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Córdoba”… blah blah blah… y “Premio Hombre Progresista del Año”. No conocía este premio hasta que lo escuche en sus presentaciones, pero que repitan siempre que un grupo de mujeres con no sé qué autoridad lo ha nombrado “Hombre Progresista del Año” es para reírse.
Y si habéis escucha sus charlas aprovecha siempre que puede para decir que está educando a su hijo en valores feministas, qué es un reto por la sociedad en la que vivimos, pero que se está esforzando mucho. Parece que también quiere ser candidato al Premio Padre Progresista del Año.
Y la cuenta de Instagram de Salazar es para cortarse las venas, #octaviowetoo. ¿En serioooooo?
Este tío es pura fachada. Aprovecha cualquier situación de cara al público para reafirmar lo feminista que es, que es el hombre más feminista entre los feministas, que es el azote del machismo y de los hombres machistas, y que es un padre entregado. Pero luego critica que los grupos de hombres hagan trabajo de introspección para cambiar, o sea, el trabajo que no se ve. Ponerse ese nombre en Instagram lo ve todo el mundo, pero repensar tu masculinidad y ser coherente no. Lo único que hace este hombre en la intimidad es educar a su hijo y se asegura de que toda España lo sepa cada vez que le hacen una entrevista.
Y cuando le preguntan por políticas dirigidas a hombres ¡¡¡NO PROPONE NI UNA SOLA POLÍTICA!!! ¡¡¡Dice que eso solo les sube “el ego” a los hombres!!!
Lo dicho, pura fachada de cara al público. Al igual que muchos nuevos expertos en masculinidades, solo busca el aplauso y los halagos de las feministas.
Se agradecen artículos valientes como éste que ayudan al debate y a la reflexión
Hola. Estos días ando muy atareado y aún no he podido leer el artículo, pero no quiero aguantarme las ganas de hacer un comentario. Intentando resumir: La última manifestación feminista a la que quise ir en mi ciudad... no pude hacerlo porque fue convocada para mujeres, exclusivamente. Para este 8 de marzo hay convocadas una serie de actividades (acto institucional, entrevistas radiofónicas y un largo etcétera hasta 27) que están convocadas sólo o casi sólo por mujeres (en toda la propaganda sólo aparecen nombres femeninos o de grupos de personas en los que no se indican los componentes). Incluso la imagen de la campaña es obra de una chica. Y en algún acto se indica "no mixto". No entiendo nada. Yo soy hijo de "progres", me he criado en el feminismo desde hace casi 50 años, y me siento totalmente excluido de la mayor parte de las propuestas feministas actuales. Incluso cuando se habla, jamás he oído a alguien decir "los feministas" o "las personas feministas": Siempre es "las" tanto si se refiere a las personas como, lo que más me temo, a las mujeres. ¿En serio que pretenden que sea una lucha sólo femenina? Quizá me estoy haciendo mayor, pero tengo la sensación de no entender nada.