Opinión
¡Al ladrón! ¡Al ladrón!
Según se desprende del Informe presentado por Europa Laica acerca de las actividades económicas de la Iglesia católica, ésta opera en nuestro país como si fuera un paraíso fiscal, ajeno a las obligaciones de transparencia.

Por mucho que se dé la voz de alarma y que ésta retumbe en mitad de la concurrida plaza, la sociedad en general y la ciudadanía en particular sigue haciendo oídos sordos y torciendo la vista ante el robo continuado de la Iglesia católica, a pesar de que éste es premeditado y con escalo, se comete a plena luz del día y delante de nuestras narices, con consentimiento y aplauso de la autoridad competente.
Así se desprende del “Informe sobre la Memoria Anual de Actividades del ejercicio 2017 presentada por la Conferencia Episcopal Española”, un exhaustivo documento elaborado por M. Enrique Ruiz del Rosal, miembro de Europa Laica, presentado a su vez por esta asociación en Madrid el martes 17 de septiembre.
Así, de modo torticero y sin reparo alguno, la Iglesia católica escurre el bulto a la hora de rendir cuentas, sin ofrecer una información clara de cuánto dinero público recibe del Estado, en este caso a través del IRPFEn dicho informe se desmontan, una a una, las mentiras vertidas en su memoria económica (si es que acaso merece ese nombre) por la Conferencia Episcopal, una memoria que dedica sólo 11 páginas (de un total de 93) a hablar de la gestión de lo recaudado a través de la Asignación Tributaria concedida, con patente de corso, por el Estado español, mientras que en las 82 páginas restantes se hace proselitismo mediante la alabanza de la labor evangelizadora, pastoral o supuestamente caritativa de la Iglesia católica.
Así, de modo torticero y sin reparo alguno, la Iglesia católica escurre el bulto a la hora de rendir cuentas, sin ofrecer una información clara de cuánto dinero público recibe del Estado, en este caso a través del IRPF. A sus acostumbradas mentiras, donde la más celebrada era aquella utilizada durante la campaña recaudatoria de “a ti no te cuesta nada marcar la X”, se suma el escaqueo más descarado ante las obligaciones que cualquier contribuyente contrae en cuanto al rendimiento de cuentas y satisfacción de impuestos: lo recaudado por la X (en la casilla de la iglesia) de la declaración de Hacienda no es un dinero de los particulares, sino de la ciudadanía en general, tanto de los creyentes como de los no creyentes, pues se trata de impuestos generales cuyo dinero se detrae de la hucha común de todos y de todas. Es decir, cada vez que alguien marca la X, sisa del erario común público en beneficio de una secta particular: la suya.
Lo recaudado por la X en la casilla de la iglesia) de la declaración de Hacienda no es un dinero de los particulares, sino de la ciudadanía en general, tanto de los creyentes como de los no creyentes, pues se trata de impuestos generales cuyo dinero se detrae de la hucha común de todos y de todasLa Iglesia católica y sus dueños, los señores obispos, se van de rositas a la hora de confesar los beneficios y ganancias obtenidos del pingüe negocio que es vivir a costa de los impuestos de los demás. Tan ricamente. Según el Informe elaborado por Europa Laica, fundamentado en pruebas objetivas y con las cuentas claras, esta Iglesia hurtó al conjunto de la administración estatal, autonómica y local en el año 2017, un total de 11.600 millones de euros (el 1% del PIB), sin que ningún organismo fiscal, judicial o policial le dijera nada o le pidiera aclarar las cuentas.
Ese dinero robado se pone al servicio de los intereses particulares de una confesión, la católica, que gusta de meter sus narices en los asuntos de Estado, trátese de política, economía, trabajo, educación, sanidad, justicia o cualquier otra de carácter terrenal, que es donde está su reino, mientras pone el grito en el cielo, del que están tan lejos, si son otros los que exigen fiscalizar sus cuentas. Verbigracia, cuando se trata de destapar el maloliente asunto de las inmatriculaciones, la apropiación eclesial fraudulenta de miles de bienes inmuebles pertenecientes al patrimonio colectivo, en virtud del artículo 206 de la Ley Hipotecaria, reformada por el Gobierno de Aznar en 1998. No hay Gobierno, ni actual ni pasado y por lo que se presiente tampoco futuro, que se atreva a mostrar lo que esconde la cueva de Alí Babá, un palacio de órdago que no paga IBI ni contribución que valga.
Es tal el latrocinio y tanto el poder que aún tienen los señores obispos que apenas hay medios u organizaciones que se atrevan a levantarle la voz a monseñor. Buena parte de lo recaudado del dinero de todos, que debería ser usado para mejorar los servicios públicos, acaba en las arcas financieras de una Iglesia que aún no ha renunciado a su turbio pasado nacionalcatolicista ni ha repudiado a quienes lo siguen ensalzando.
Es tal el latrocinio y tanto el poder que aún tienen los señores obispos que apenas hay medios u organizaciones que se atrevan a levantarle la voz a monseñorLa Televisión episcopal, 13 TV, la de la caverna mediática, una cadena que apenas ve nadie y que acumula pérdidas millonarias desde tiempos inmemoriales, se sostiene con el dinero recaudado a través de la X de la declaración de la Renta. A fecha de hoy, no sabemos cuánto de nuestro dinero sirve para financiar esta cadena privada pues se precisa una auditoría del Tribunal de Cuentas que ni está ni se la espera. Como se dice en el Informe presentado, debemos tener en cuenta que la campaña de agitación y propaganda de la “modesta” Corporación que es la Iglesia católica se vertebra a través de 67 publicaciones diocesanas, 145 programas de radio, 256 revistas, 13 programas de TV, cadenas de radio (Cope –a cuyo grupo pertenecen Cadena 100, Rock FM y Megastar FM-, Radio María, etc.), de televisión (Trece, antes 13 TV) y agencias de noticias, el semanario Alfa y Omega, encartado en ABC, además de una presencia creciente en Internet y en las redes sociales, que en 2015 presumía de haber llegado a más de 10 millones de personas. Dime de qué presumes y te diré de qué careces.
La Televisión episcopal, 13 TV, la de la caverna mediática, una cadena que apenas ve nadie y que acumula pérdidas millonarias desde tiempos inmemoriales, se sostiene con el dinero recaudado a través de la X de la declaración de la RentaExperta en escurrir el bulto, lavar trapos sucios en casa y comer el tarro a una feligresía aborregada que gusta de parecerse a los sepulcros encalados, la Iglesia católica goza en este país de unos privilegios, sobre todo fiscales, que no tienen parangón en la Europa democrática. No es de extrañar que a su profeta Jesucristo lo crucificaran entre ladrones.
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