Opinión
Ni oprimidas, ni opresoras

Se celebran las fiestas populares de Lekeitio (Bizkaia). En las fotografías, grupos de feministas participando en un torneo tradicional cuyo fin es quedar pendida del cuello de un ganso hasta que se le arranca la cabeza. ¿Por qué las mismas mujeres que acertadamente denuncian la opresión que sufren ellas mismas a diario, oprimen a otro ser con la misma capacidad de sentir, sufrir o disfrutar de su propia vida?

Antzar jokoa (El juego de la oca )
Aitor Garmendia (Tras los Muros) Askekintza Antzar jokoa (El juego de la oca ) – Lekeitio, Bizkaia - Septiembre 2016 – Diferentes cuadrillas compiten por ser la más rápida en descabezar a una oca previamente asesinada.
6 sep 2019 21:08

Se celebran las fiestas populares de Lekeitio (Bizkaia) y en su programación aparece orgulloso un teléfono contra ataques sexistas. En los archivos de años anteriores velan fotografías de grupos de feministas encorsetadas con la bandera del movimiento antipatriarcal participando en un torneo tradicional (que data del S. XVII) cuyo fin es quedar pendida del cuello de un ganso hasta que se le arranca la cabeza. El premio, es el resto del animal, muerto y descuartizado. Pero parece que premio, es.

La confusión es evidente: ¿Por qué las mismas mujeres que acertadamente denuncian la opresión que sufren ellas mismas a diario, oprimen a otro ser con la misma capacidad de sentir, sufrir o disfrutar de su propia vida?

Partimos de la base de que la existencia del feminismo es necesaria, considerando el alto nivel de sexismo implícito y explícito en la sociedad, en general. Creo que es inevitable alargar el cerco y considerar la opresión que sufren los animales en manos de la raza humana. Audrey García, representante del movimiento Feministas por la Liberación Animal para un artículo de la página Broadly declara sin censuras: «No podemos concebir una lucha social que pretende abolir una discriminación, discriminando a otras. Es algo imposible. Como feministas tenemos que ser antiespecistas».

El término especismo está registrado en el DRAE desde finales de 2017 y significa «discriminación los animales considerarlos especies inferiores». Tiene una segunda acepción:«creencia según la cual el ser humano es superior al resto de los animales, y por ello puede utilizarlos en beneficio propio».

En los años 80, la académica Kimberlé Crenshaw observó la situación que sufrían las mujeres negras en cuanto a la violación de sus derechos humanos. Crenshaw denominó el trato discriminatorio entre raza y género «interseccionalidad» ya que veía necesario aunar las dos luchas. Es incomprensible e incoherente que exista la una sin la otra. Imaginemos la situación de las mujeres negras en una sociedad machista, cuando si quiera las blancas podían votar.

La opresión es totalmente injusta e ilegítima para cualquier especie sintiente. Las feministas de Lekeitio, y en general, todas las que se aprovechan de los cuerpos de otros seres deberían repasar la escala de valores que otorgamos entre unas especies y otras. Ellas como fieles denunciantes de la opresión del hombre hacia la mujer, deberían saber que no deberían oprimir a un ganso. Dando este pobre ejemplo de civilización, ridiculizan el motivo de la lucha feminista no hacen más que reafirmar que el maltrato a otros seres socialmente discriminados es lícito. No creo que a ninguna de ellas, en una manifestación antipatriarcal les gustara que les arrancasen la cabeza.

Entonces, ¿por qué no luchar paralelamente por especies igualmente oprimidas?

Se tiene constancia de que las pioneras en liderar movimientos de defensa animal han sido mujeres. Ejemplos como la Sociedad Nacional Antivivisección de la Inglaterra victoriana asocian a las mujeres como las primeras activistas palpables por los derechos de los animales. Otros grupos como las “saboteadoras de la caza” de la misma Inglaterra de los años 50, participaban directamente en la destrucción de estas prácticas especistas y deduciblemente patriarcales. Desde entonces, por todo el mundo han surgido grupos de iguales características que denuncian este atropello doblemente injusto y totalmente relacionado.

La reflexión de todo esto la podemos reducir a cifras fácilmente comparables. Según el diario El País 47 mujeres fueron asesinadas en 2018 en España por sus parejas o ex parejas, «en total 976 desde el 1 de enero de 2003 cuando empezaron a contabilizar» por lo que se antoja necesario recordar que según la FAO entre 800 y 850 millones de animales son asesinados al año para nuestro consumo. Creo que la relación es hasta insultante.

Es cierto que las mujeres han sido (y siguen siendo) desfavorecidas en este reparto frente a los hombres. Pero, sin embargo, hay un grupo extenso de individuos que ha sido todavía más desfavorecido que las mujeres: los animales no humanos. Así, la preocupación (típicamente feminista) por la igualdad necesariamente nos obliga a considerar a los demás animales y a favorecer sus intereses, ya que son ellos los que se encuentran comparativamente peor.

Hay todavía razones adicionales para que, en cuanto feministas, seamos particularmente conscientes de la injusticia que padecen los animales no humanos. Ello se debe a que el sexismo y el especismo se manifiestan mediante patrones opresivos de jerarquía y dominación semejantes y, a menudo –como lo evidencia el lenguaje–, ambas formas de discriminación se hallan conectadas.

Hemeroteca Diagonal
Feminismo y antiespecismo: dos luchas con mucho en común

Desde las sufragistas hasta Angela Davis, existe toda una historia de interseccionalidad entre los feminismos y la lucha por la liberación animal.

Antiespecismo
Los derechos animales, una cuestión feminista
O de cómo los cuerpos de los animales son cosificados a pesar de que también tienen la capacidad de sentir
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