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No hay que temer al conflicto, aunque tampoco hay que despistarse con el ruido. No siempre son lo mismo. Después de cien días de negociaciones cruzadas, multilaterales, discretas y fructíferas, por fin, tenemos un acuerdo de gobierno de coalición.
Un hito histórico que, aunque puede terminar ahogándose entre sus fuegos de artificio y miradas cortas, también es la mejor oportunidad para nuestras gentes. Quizá haya quien crea que es posible, yo les respeto, pero los hijos de la clase trabajadora no podemos independizarnos de la política, y mucho menos de la institucional. De hecho, lo justo e inteligente, es reivindicar como patrimonio común de las izquierdas la gestión, tanto con sus aciertos y errores de los gobiernos locales, autonómicos y estatales del cambio.
Tenemos la suerte de disponer de los aprendizajes de las experiencias anteriores —aunque también de los vicios— y ser mucho más conscientes de lo que supone gobernar y sus márgenes.
Ahora, de nuevo, se abre otra etapa. Y tenemos la suerte de disponer de los aprendizajes de las experiencias anteriores —aunque también de los vicios— y ser mucho más conscientes de lo que supone gobernar y sus márgenes.
El gobierno de coalición, tras unos malos resultados municipales y autonómicos, ha sido posible por el voto mayoritario de las mujeres, de la España plurinacional y en gran parte también de las familias trabajadoras, que frenaron la posibilidad de un gobierno ultra como el que en días antes habían sellado en el País Valencià en una triste servilleta.
Complementariamente, nuestra mayor debilidad es el malestar de los hombres, los agravios territoriales más allá de la M30 o de las asimetrías exclusivas para Cataluña y Euskadi y, sobre, todo la profunda desigualdad entre la España trabajadora y la España de los rentistas.
Lo fácil sería seguir negando que existen malestares vinculados a la masculinidad que necesitan de una respuesta integral. Reducir la agenda plurinacional a la imprescindible desjudicialización de Cataluña y la confrontación con el trumpismo de Ayuso. O acobardarnos ante las injerencias por parte de jueces, notarios, funcionarios de elite y demás aristocracia administrativa en la separación de poderes. Reconozcámoslo su protagonismo exacerbado de estos días no nace con la Amnistía (que también) sino porque les horroriza la idea de que vaya a ver políticas públicas pensadas para que el patrimonio estancado en sus familias tanto tiempo pueda empezar circular y repartirse.
Si queremos implementar una buena acción de gobierno, no simplifiquemos ni caigamos en la caricaturización simplona de los cayetanos
Si queremos implementar una buena acción de gobierno y una buena agenda legislativa al parlamento, no simplifiquemos ni caigamos en la caricaturización simplona de los cayetanos y los camisas azules de toda la vida. Que también los hay.
Necesitamos con premura, y en ello estamos trabajando, una reforma fiscal, aunque ruga la aristocracia y tiemblen las estructuras, valiente que desplace la presión de las rentas del trabajo a las rentas del capital para garantizar el derecho a la vivienda, la universalización de los servicios públicos y políticas de liberación del tiempo. Necesitamos implementar una agenda plurinacional basada en la cooperación entre administraciones, una financiación autonómica justa y el reconocimiento a la diversidad cultural de España.
Necesitamos asumir como parte de la agenda feminista los malestares de la masculinidad buscando un mayor bienestar colectivo.
Y todas estas agendas (social, territorial y de género) deben hacerse asumiendo la centralidad, emergencia climática donde hay que imaginar nuevas recetas, roles, valores y símbolos.
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Me daría vergüenza si no me diera pena el tener que leer esta reivindicación de reformismo apenas socialdemócrata en las páginas de El Salto, aunque ciertamente la deriva gobernista de nuestro medio viene de hace tiempo (sobre todo de su comité central y centralista). Pues nada: a seguir aplaudiendo a los que han incrementado el presupuesto militar como nadie, a los que mandan Leopard a destrozar vidas humanas y no humanas en las tierras de pan ucranianas, a los cómplices del sionismo genocida, y a los negacionistas de facto del cambio climático que alientan el crecimiento del PIB como si no hubiera límites físicos, termodinámicos y ecológicos al ansia materialista (una apología suicida del desarrollo de las fuerzas productivas que cuenta con apoyos en las filas "economicistas" de la izquierda autoritaria y en los responsables de economía de este periódico), si seguimos así pronto habrá que concluir que Otro Salto es posible! y NECESARIO.
palabras vacías y llamada a la CENTRALIDAD. Vaya asquito de izquierda