Sistémico Madrid
El castillo de Florentino Pérez
No hay mejor lugar para meditar y para que afloren los sentimientos más nobles que el cruce de Pablo Aranda con Velázquez, en la colonia de El Viso [otra vez], la parcela de 2.600 metros cuadrados propiedad del presidente del Real Madrid.

En la esquina de Joaquín Costa con Velázquez hay una estatua de un hombre que empuja el edificio. Empuja tanto este golem que ha hecho del esquinazo original un chaflán que parece que aún cede a su fuerza, dejando campar a un aire que se agita agradecido. Dicen que el Hospital de San Francisco de Asís, donde se opera a las viejas de cataratas, se ha movido varios metros hacia el norte.
He venido varias veces estos días y puedo constatar que el hombre de bronce no ha conseguido desplazar ni un milímetro los muros travertinos del edificio de su derecha. La morada de Florentino Pérez (Madrid, 1947) es una fortaleza de nueva construcción, sin mazmorras pero infranqueable, áspera por fuera, orgánica por dentro.
Estiro bien el cuello para ver las almenas. Nadie espanta los pájaros en la azotea, donde ahora mismo se dan un festín de olivas mientras las cámaras de seguridad miran hacia abajo. Alguien tendrá que varear en breve esos tres olivos lustrosos para evitar resbalones en la acera. He visto en el mapa que hay espacio de sobra para compostarlas ahí mismo y con el tiempo fabricar algún tipo de brea con la que defenderse de los asedios y las infecciosas lenguas que ultrajan la sombra del constructor más famoso del país.
He venido varias veces estos días para inspirarme y buscarle un ángulo nuevo a un personaje al que ya se ha llamado de todo, desde mafioso a homófobo, pasando por mentiroso, astuto, timador y hábil empresario. La revista de la Universidad de Harvard le incluye entre los 25 mejores presidentes ejecutivos del mundo. Pero a mí solo se me ocurre pensar que es, junto a Julio Iglesias, el madrileño que ha llegado más lejos.
Plantada aquí, en la calle Pablo Aranda 24, frente a la parcela indivisa de 2.600 metros cuadrados, pienso en lo que tuvo que costarle convencer a los dueños de todas esas fincas del centro de Madrid para hacerles la oferta de sus vidas y lograr que toda la manzana fuera suya. Viendo los acabados, me pregunto por los sobrecostes que tuvo la obra —si fueron como los del proyecto Castor—.
Florentino Pérez es celoso de lo suyo. De lo contrario, no dormiría en el mismo lugar donde lo hacen todas sus empresas. Es casi fin de año mientras escribo y encima se me ha ocurrido leer estos días lo último de Carlos Giménez, una versión muy personal sobre Canción de Navidad de Dickens. “Fuera de mis cuatro amigos y mis cuatro afectos… realmente no me gusta nada”, dice el amargado protagonista. Viendo los ventanales, cómo no hacer volar la mente sobre por dónde aparecerán los fantasmas.
A diferencia de Mr. Scrooge, nuestro abuelo rico está lejos aún de apagarse. En noviembre, ACS, Hochtief y Atlantia firmaron la compra de Abertis, valorada en más de 18.000 millones de euros. El golpe de efecto de Florentino llegó con la venta paralela a Atlantia de un 23,9% de Hotchief, filial alemana de ACS. 2.500 millones directos al riñón de la constructora.
Un castillo en Madrid, el timón de la primera constructora del Ibex y del club deportivo más famoso del mundo, una finca en Mallorca que acaba de vender por 30 millones, una casa de verano en Cádiz, un yate…
Una cosecha normal para un hombre que se define como normal, trabajador y negociador, que siempre se pone al teléfono… y que en los 70 vivía de alquiler cuando editaba La guía del ocio, y que, a base de tesón, llegó a ser concejal del Ayuntamiento de Madrid. En 1997, año en que ACS cobró vida gracias a la fusión de OCP Construcciones S.A., Ginés Navarro Construcciones S.A., Invesán S.A. y Vesán, S.A., Florentino Pérez sumaba el 8,67% de una empresa valorada en 950 millones. Al cabo de 2018, 21 años después, tiene el 12,5% de un negocio de 10.500 millones.
En mayo de 2012, en el tanatorio de la M-30, durante el entierro de su esposa, Florentino pasó revista a dos expresidentes (Aznar y Zapatero), seis ministros del Gobierno de Rajoy, a Esperanza Aguirre, Ruiz Gallardón, Ignacio González, Álvarez del Manzano, Eduardo Zaplana, Teresa Fernández de la Vega, José Barrionuevo, Cándido Méndez, José Blanco y Jordi Pujol. Todo un funeral de Estado para el último ejemplar de una raza de empresarios que nunca volverá.
Sistémico Madrid
Francisco Riberas, el coche que habla
Francisco Riberas, magnate de la automoción y quinta fortuna del país, ha hecho suyo eso de que los ricos tienen que asaltar también los cielos de la política y, desde su trono del Instituto de la Empresa Familiar, predica que, a la hora de decidir, “los empresarios deben estar un poquito presentes”.
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