Ecofeminismo
Pedalea, vuela, sé salvaje
El pasado año 2017, Las Bielas Salvajes celebramos nuestro IV aniversario de pedaladas juntas hacia otro tipo de sociedad. Para nosotras, la bicicleta no es solo deporte, es movilidad, es cuidados. La bicicleta es autonomía, autogestión y emancipación.

Las Bielas Salvajes somos un colectivo ciclista femenino y feminista. Nace en agosto de 2013, cuando algunas de nosotras sentimos la necesidad de empezar a pedalear entre mujeres y de hacer más visible nuestra presencia en la ciudad y el medio natural como ciclistas. Nos fijamos en los grupos de running para mujeres y comenzamos a reunirnos para construir nuestra propia identidad. Superamos la limitada definición de ciclista que acoge a un hombre de mediana edad, deportista, fibrado, vestido de licra y con una bicicleta de más de mil euros. Nuestros “hierros”, el uso cotidiano que hacemos de la bicicleta o simplemente la curiosidad por la cultura ciclista, nos convierten en ciclistas. Para nosotras, todas las actividades que conseguimos sacar adelante no hacen sino acercarnos a un objetivo común, vivir en un mundo más amable, más humano, más orgánico para las personas que lo habitan. Desde Bielas Salvajes trabajamos para cumplir este objetivo visibilizando el colectivo de mujeres ciclistas y empoderándonos juntas.
Retomando palabras de la sufragista Susan B. Anthony, “nada ha hecho más por la liberación de la mujer que la bicicleta”, Las Bielas Salvajes apostamos por la bicicleta como herramienta para la libertad. Con la llegada de la bicicleta a finales del siglo XIX, la mujer pudo empezar a tomar las calles en un mundo en el que su figura se limitaba exclusivamente al entorno doméstico.
Actualmente, en el Estado español el 10% de la población no sabe ir en bicicleta. Más del 85% de esas personas son mujeres. Por esta razón, vemos indispensable la incorporación de mujeres al ciclismo urbano con proyectos como Rutas Seguras. En esta actividad, para reducir las consecuencias negativas de una normativa desarrollada en torno a la visión “cochista” del patriarcado, acompañamos a otras mujeres en sus primeras pedaladas por la ciudad conscientes de las dificultades que esto entraña y aportando información sobre la normativa legal. Participar haciendo uso de la ciudad nos permitirá observar y repensar un espacio público integrador. La percepción y conocimiento de la ciudad que tenemos, nuestro mapa mental, cambia según el ritmo al que nos movemos. Andando o en transporte público, podemos tener una imagen fragmentada. Cuando nos subimos a la bicicleta, el diseño de las rutas nos obliga a conocer los espacios y a planificar el recorrido con una visión integral. Aportando sensaciones propias del auto-transporte, somos un poco más independientes, libres y poderosas.
Esta incorporación provoca procesos paralelos de empoderamiento mediante la reafirmación de la seguridad y la autonomía, facilitadores de la conciliación profesional y personal, que aceleran nuestra eficiencia y autonomía en el transporte. El peso de los cuidados continúa recayendo en las mujeres, ¿qué pasa si lo metemos en una alforja y lo subimos a nuestras bicicletas? Las distancias dejan de ser una barrera y ganamos tiempo para cuidarnos, desde nuestra salud personal, tanto física, como mental, hasta la salud comunitaria.
Utilizamos la bicicleta como herramienta emancipadora tanto en la movilidad urbana como para el cicloturismo. Con actividades como Rutas Salvajes o los viajes de varios días en bicicleta con alforjas entre mujeres, conseguimos crear espacios en los que nos sentimos seguras. Generamos otro ritmo, nos centramos en los cuidados entre nosotras y nos empoderamos a través de pedaladas en grupo en horas de expansión y recreo.
Si garantizamos la universalidad del uso de la bicicleta para todas las edades, generamos autonomía. Nuestra movilidad se posiciona fuera de la economía dominante. Dos ruedas, no cuatro. Sin petróleo, sin guerras por este medio de transporte. Solo se necesita aire, pedales, bielas, cadenas y ruedas. Todos estos elementos de cuidado personal, comunitario y medioambiental generan un modelo de convivencia que sitúa a las personas en el centro para crear espacios más humanos y con mayor calidad de vida, es decir, más tranquilas, silenciosas, sin contaminación, con menos violencia y agresividad vial, con más espacios verdes, con una infancia independiente que pueda jugar y desplazarse sola por la calle, etc.
Ocupamos en nuestros desplazamientos el espacio público, copado por el machismo imperante en las calzadas, generador de violencias. El coche continúa siendo un arma demasiado poderosa, que nos relega a espacios privados segregados, origen de una situación de dominación. Los privilegios del coche tienen un paralelismo con los del hombre blanco, heterosexual, de mediana edad, que tiene la hegemonía en los altos cargos en empresas, política, universidades, etc.
Además, tenemos la suerte de por el camino ir conociendo mujeres diversas con las mismas inquietudes, con ganas de contagiar, de funcionar como un solo altavoz en espacios como, por ejemplo, el I Encuentro de Mujeres Ciclistas celebrado dentro de la programación del Foro Internacional “Zaragoza, la ciudad de las bicis”. Fue un encuentro muy especial: empoderador y sororal. Se creó la “Red de Mujeres Ciclistas”, con carácter, con fuerza. Nació una familia que tiene ganas de seguir reuniéndose, de seguir andando en bici juntas para, entre todas, hacernos más visibles desbordando los cercos en los que la sociedad patriarcal nos confina. Juntas desarrollamos también nuevas habilidades que nos abren otras opciones de empleo y auto-empleo, incluso en espacios tradicionalmente masculinos, con proyectos como Ciclomecánicas.
Nosotras utilizamos la bicicleta como escudo para ganar la lucha diaria en nuestros desplazamientos. La bicicleta es la herramienta que nos hace grandes, que nos da poder, que nos divierte, que nos mantiene en forma y mejora nuestra salud, que nos lleva y nos trae, que nos reconcilia con la madre naturaleza, que nos “asalvaja”, al mismo tiempo que pone en valor a las mujeres, lo femenino, al feminismo, encaminado a conseguir una situación de equidad, que muchas veces se convierte en una lucha contra el machismo, en una demostración de lo que somos capaces, juntas y organizadas.
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