Isabel Díaz Ayuso no es política, es del partido

De becaria en la FAES de Aznar a líder del PP de Madrid, Isabel Díaz Ayuso demuestra que mantener las viejas amistades y moverse con discreción entre los despachos pueden llegar a ser las mejores armas en política. En las próximas horas se convertirá en presidenta de la Comunidad de Madrid.

Isabel Díaz Ayuso -selección española
Isabel Díaz Ayuso con la camiseta de la selección de fútbol, durante la campaña electoral de 2019. Foto del PP de la Comunidad de Madrid.
12 ago 2019 11:07

Isabel Díaz Ayuso es una mujer de partido. No oradora, ni intelectual, ni administradora, ni siquiera política en su sentido más estricto. Es de su casa, del PP. Y en cierta manera, estas siglas pueden anticipar su forma de hacer política y probablemente de entender la vida, ya que su lealtad a ellas le han valido todo lo que es a día de hoy. Directa desde su discreto puesto como vicesecretaria de Comunicación y coportavoz autonómica, Díaz Ayuso (Madrid, 1978) fue la elegida por Pablo Casado para hacerse cargo de la manzana envenenada que supone el PP en la Comunidad de Madrid, una plaza que solo se le puede confiar a aquellos de la más estricta confianza.

Acompañada y tutelada por una campaña mediática que la acuñó como “la nueva Rafa Hernando”, sus intervenciones públicas y su fervorosa defensa al líder le pudieron servir de comparación en un principio, pero lo cierto es que Ayuso esgrime otro carácter, otra historia, que la separan del portavoz parlamentario más polémico de los últimos años.

Tras coincidir en un par de actos, Casado la convenció para inscribirse en el partido, recomendación que le valdría un puesto de becaria en FAES, el ‘laboratorio de ideas’ del PP

Si el hombre fuerte de Rajoy se hizo a sí mismo en las Nuevas Generaciones, la (inminente) presidenta de la Comunidad de Madrid siempre ha sabido acercarse al árbol que daba más sombra y estar en el momento oportuno y en el lugar adecuado. En un momento en el que el nuevo PP de Casado echaba cada vez más en falta un nuevo referente femenino para puestos de administración —sobre todo tras las marchas forzadas de Cifuentes, Cospedal y Sáenz de Santamaría—, el presidente ‘popular’ decidió reconstruir su estructura territorial a base de tratos en pasillos, nuevos fichajes y viejas amistades. El caso de Díaz Ayuso es de las terceras. 

Aguirre, Casado y el PP madrileño

Navegar por la lista de innumerables amistades de Isabel Díaz Ayuso merece más un libro que un artículo, pero si hubiese que quedarse con las más determinantes para su futuro político habría de remontarse al año 2005. Ella, una estudiante de Periodismo en la Universidad Complutense; él, un joven militante en el distrito de Moncloa encargado de una gacetilla municipal. Tras coincidir en un par de actos, Casado la convenció para inscribirse en el partido, recomendación que le valdría un puesto de becaria en FAES, el ‘laboratorio de ideas’ del PP, en una época en la que el Gobierno de Zapatero impregnaba toda la política española.

Al poco de ingresar en la Fundación, la recién estrenada militante popular se presentaría voluntaria para ayudar en la campaña de María San Gil hacia el Parlamento Vasco. Las elecciones no irían demasiado bien para la candidata, que acabaría en tercer lugar por detrás del PSE-EE y el PNV, aunque a Díaz Ayuso le valdría para ganarse la simpatía del aparato madrileño como experta en comunicación y para conocer a otro joven prometedor del partido: Santiago Abascal, con quien según el diario Abc todavía le une una amistad.

Su primer puesto de responsabilidad dentro del partido llegaría unos meses más tarde, y sería ni más ni menos que en el departamento de prensa de Alfredo Prada —actualmente imputado por el caso Campus de la Justicia—, entonces vicepresidente y consejero de Justicia e Interior de la Comunidad de Madrid bajo el mandato de Esperanza Aguirre. Fue en ese mismo equipo de comunicación cuando Ayuso se reencontró con Pablo Casado, asesor de Prada desde 2004, y donde conoció a Manuela Villena López, actual esposa del presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno. El equipo no tardaría en disolverse debido al cese del consejero, al que la misma Aguirre destituyó por teléfono acusándole de ser “un hombre de Rajoy” —cosas del espionaje en el aguirrismo—, pero la buena labor de sus integrantes sería recompensada por la presidenta, que rescataría a Díaz Ayuso para sus propias filas.

La joven periodista pasó a formar parte del gabinete de prensa de la presidenta, ejerciendo las funciones de asesora y responsable de redes sociales —incluidas las de su perro Pecas— “sin una sola metedura de pata”, recordaba la lideresa, y de gestora de Madrid Network, una entidad público-privada creada durante la séptima legislatura de la Comunidad.

Allí pasaría los siguientes cuatro años, hasta la dimisión de Aguirre en favor de Ignacio González, ya con el puesto de diputada en la Asamblea y una red de contactos mucho más trabajada. Uno de ellos era el de otra parlamentaria que con el tiempo cobraría más importancia en la política madrileña, primero como delegada del Gobierno y luego como sustituta del propio González al frente de la Comunidad de Madrid: Cristina Cifuentes.

La era Cifuentes y la trama Púnica

Así empezó la relación de Díaz Ayuso con Cifuentes, la presidenta que prometió levantar las alfombras de la corrupción y que acabaría imputada por el Caso Máster. Fue una época convulsa en el PP madrileño, con la antigua guardia pretoriana aguirrista siendo sustituida hábilmente por los ávidos cifuentistas, que arramblaron con la primera planta de Génova 13 exigiendo el lugar que les correspondía. A los primeros en caer se les había pillado con las manos en la masa del caso Púnica sin el respaldo del partido; fue el caso de la exconsejera Lucía Figar y el empresario Alejandro de Pedro, conseguidor de la trama.

Este último también es un viejo conocido de Díaz Ayuso: ella era su interlocutora particular en Génova. Al servicio de Aguirre y financiado por el Gobierno autonómico, el exitoso empresario urdió una red de campañas en internet para desprestigiar a los enemigos políticos del PP en un suceso que, aunque de dudosa ética, difícilmente podría calificarse de ilegal.

Lo que sí es susceptible de delito es la trama de favores y medios creada entre De Pedro y Aguirre, investigada en el Juzgado de Instrucción número 29 de Madrid, que tenía a Díaz Ayuso como principal mediadora entre ambas partes. El sumario de la trama, no obstante, no contempla que la actual candidata ‘popular’ fuera consciente de cómo se pagaba al empresario, por lo que nunca ha sido imputada. A pesar de todas las dificultades, el equipo de Cifuentes estaba limpio para afrontar las elecciones de 2015.

Díaz Ayuso ejercía la importante labor de gestionar las redes sociales de la presidenta y de dirigir la campaña hacia la Puerta del Sol, pero con el paso de los años y el triunfo de Cifuentes llegaría a ascender hasta el cargo de portavoz adjunta del Grupo Popular (2015). Dos años más tarde, debido a los escándalos que precipitaron el ocaso del cifuentismo, la entonces presidenta trasladaría a su amiga a un nuevo puesto de responsabilidad: vicesecretaria de Presidencia y Justicia a las órdenes del que más tarde sería el heredero de Cifuentes, Ángel Garrido, ahora en Ciudadanos.

El ascenso de éste a la presidencia de la Comunidad (2018) supuso la primera y hasta la fecha última caída de Díaz Ayuso, a la que relegó a las tareas de comunicación. El castigo no duraría mucho, ya que ese mismo año Casado alcanzaría la presidencia nacional del PP y, sin olvidar a su vieja amiga, pensó en Ayuso para reemplazar al propio Garrido.

Al final, todo queda en casa: en el partido.

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