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Comunidad de Madrid
Cristina Cifuentes y el fin de fiesta del PP de Madrid
Aguirre, Granados, González y ahora —posiblemente— Cifuentes. Ninguno dimitió por lo que se les imputaba en los casos que han puesto nombre —Gürtel, Lezo, Púnica— a aquella fiesta en la que se convirtió la Comunidad de Madrid gobernada por el PP.
Son los últimos compases de lo que fue una sinfonía algo cateta pero exuberante. La posible caída de Cristina Cifuentes como presidenta de la Comunidad de Madrid, que las próximas horas pueden precipitar, estará acompañada por los sordos golpes de quienes fueron sus compañeros, sus acompañantes en una fiesta que tuvo lugar desde 2003 y que se extendió aun cuando la crisis económica anunció su final.
Aguirre, Granados, González y ahora —posiblemente— Cifuentes. Ninguno dimitió por lo que se les imputaba en los casos que han puesto nombre —Gürtel, Lezo, Púnica— a aquella fiesta en la que se convirtió la Comunidad de Madrid gobernada por el PP. La number one, Aguirre, de hecho no ha sido imputada aún. La última, Cifuentes, puede caer por algo tan venial —aparentemente— como engordar su currículum con un máster que, presuntamente, no hizo. Un máster que no necesitaba hacer pero que ha supuesto el comienzo del fin de su carrera política.
Es difícil resistirse a sacar punta a todas las circunstancias de un caso como el del Trabajo de Fin de Máster de la presidenta de la Comunidad de Madrid. Una Universidad creada en el mediodía del aznarismo, en 1996, el mismo año en que Esperanza Aguirre era nombrada ministra de Educación y Cultura. Cuando se expedían las invitaciones al jolgorio urbanístico y maduraba el proyecto liberal-patrimonialista del Partido Popular. En el comienzo de la reacción neoconservadora, del empoderamiento en los campos culturales y sociales, en el final (o el comienzo de la mutación) del aura progre del PSOE, Cifuentes ya estaba allí. Desde el año 1991 es diputada en la Asamblea de Madrid. Esperando su momento, como lo esperan cientos de cargos políticos. Solo dos años después de la fundación de la Rey Juan Carlos, asumió su primera responsabilidad de calado político: su participación en el Consejo de Universidades de la Comunidad de Madrid.
Su nombre no decía nada. Daba igual. El PP se despeñó políticamente como fruto de los delirios atlantistas de Aznar y las mentiras del 11M. Daba igual. Volverían. Y volvieron, conquistando primero la Comunidad de Madrid —un territorio que formaría su entidad en el diálogo entre Joaquín Leguina y Alberto Ruiz Gallardón pero que se propulsaría hacia el turbocapitalismo de la mano del PP no ilustrado— y aplicando un programa bussiness friendly basado en la expropiación de los bienes públicos. La sanidad primero —mediante la creación de seis hospitales privados y la depauperación de la sanidad pública— y el agua después —mediante el intento abortado de privatización del Canal de Isabel II— eran el banquete de esa fiesta dorada. En la lista estaban nombres como Güemes, Lamela, Fernández Lasquetty, López Madrid, Sepúlveda y otros muchos, lo demás, merde. Todo tenía lugar en un contexto de explotación intensiva de suelo y bienes comunes —burbuja inmobiliaria e infraestructuras. Algo hortera, algo mediocre, pero era una fiesta cara.
Y ganó las elecciones
La victoria en las elecciones autonómicas de 2015 situó a Cifuentes en la presidencia de la Comunidad de Madrid. La exdelegada de Gobierno se presentó con los credenciales que da haber asegurado el orden durante el ciclo de movilizaciones de 2011 y 2012 desde su posición como Delegada de Gobierno. La candidata aportó mano dura, bajo una fantasmal actitud “new age” —que ha sido su toque personal igual que la campechanía lo fue de Esperanza Aguirre— y la eficacia probada en la gestión con la que el PP quiso restar importancia a sus casos de corrupción. Una eficacia basada en las políticas macro dirigidas por Angela Merkel y por las rondas de liquidez puestas en marcha por el Banco Central Europeo.No obstante, la fase presidencial de Cifuentes ha corroído también el escaso lustre de las políticas de austeridad (modalidad gobernanza de orden). Cuestión de herencia recibida, seguramente. El pinchazo de la burbuja inmobiliaria devolvió a la Comunidad (modalidad gobierno del PP) la iniciativa en términos económicos, y en fase regresiva, la solución era el endeudamiento, una forma rudimentaria de atracción de capitales. La gestión de Cifuentes aumentó en un 21% la deuda de la región. Hoy, la Comunidad tiene un acumulado de 32.783 millones de euros.
La gestión tampoco surtió efecto en los esfuerzos por reactivar la ilusión del Dorado madrileño. Un proyecto menor como el del megacasino del grupo Cordish en Torres de la Alameda se fue por donde se había ido Eurovegas. La apuesta de convertir a Madrid en la nueva City, acariciada también por parte de Ahora Madrid, fue tan estéril como cara para los madrileños.
En la fase Cifuentes, la Comunidad de Madrid se ha apoyado en la idea de que el otoño catalán iba a fortalecer a la región central en su apuesta indisimulada por la atracción de capitales mediante una política fiscal que la ha convertido en un destino para morirse (impuesto de sucesiones) y que ha suscitado críticas por dumping fiscal de parte de otras Comunidades.
El impacto de esas políticas era previsible. En 2015, el Consejo Europeo de Investigación de la Unión Europea situaba a Madrid como la región más segregada de Europa y la segunda con más desigualdad de Europa. Tres años después, UNICEF ha amonestado a Madrid por ser la comunidad española con mayor desigualdad infantil. Entre 2014 y 2016 el porcentaje de menores en condiciones de pobreza aumentó un 6%.
La herencia recibida
Pero las políticas nunca han protagonizado la Política ni sus debates en la Comunidad. A pesar del empeño y de la inclinación de los grandes grupos mediáticos por enfocar la actualidad en la gestión del Ayuntamiento de Madrid, la Asamblea ha sido el escenario secundario de una trama que ha destruido al PP de la Comunidad de Madrid. La agrupación en una sola causa de los casos Púnica y Lezo, acordada el 9 de enero por la Audiencia Nacional, constataba una realidad de la que la presidenta intentaba huir. Que la financiación ilegal del PP de Madrid tenía una continuidad desde 2003, año del tamayazo.Se formó entonces la guerra entre familias, familias de las que Cifuentes renegó las veces que hizo falta. De un lado, los camperos-campechanos de Francisco Granados; de otro, el rancio abolengo de Ignacio González. Como juez y parte, el papel de Esperanza Aguirre, quien dimitió (por última vez) hace un solo año de todos sus cargos públicos.
La Comisión de Investigación de la Asamblea de Madrid, poco seguida en medios, señaló la continuidad entre ambas épocas, pero la mayoría suficiente en el Parlamento, y la estrategia de Ciudadanos de no provocar aventuras, situó a Cifuentes en una posición estable dentro de la tormenta. Sí, su partido lindaba la organización criminal, pero la crisis electoral por venir en el PP y el cansancio de la opinión pública respecto a las tramas de corrupción, mantenían a Cifuentes en un limbo del que incluso podía salir con la reelección en 2019.
Los últimos compases
Son las últimas notas de una fiesta entre gente que ya no está de moda. El Ibex 35 ha hecho su sorpasso, y ahora es Ciudadanos el candidato a nuevo patrón de la política madrileña. La estructuración de ese cambio, sin embargo, puede dar alguna oportunidad a la presidenta. La asamblea tiene potestad para realizar una moción —para la que sería necesario el acuerdo entre PSOE, Ciudadanos y Podemos— pero los tres partidos ven con recelo otorgar una ventaja competitiva a cualquiera de los dos candidatos —Ángel Gabilondo (PSOE) o Ignacio Aguado (C’s). Sin embargo, ese acuerdo haría entrar en pánico al PP, que puede pactar con Ciudadanos la salida de Cifuentes para mantener el Gobierno y apurar el año que queda para promocionar a un nuevo candidato que compita con Gabilondo, Aguado y, posiblemente, Íñigo Errejón.En plena caída en las encuestas, el PP de Rajoy ve cómo Madrid se pierde irremediablemente. El poder ha hecho su sorpasso, y la investigación de Eldiario.es sobre la manipulación de Cifuentes, sitúa a Ciudadanos cerca de un objetivo político clave: partido más votado en Catalunya (con asteriscos) y a un paso de serlo en la Comunidad de Madrid.
Al fondo, en el jardín, aún quedarán restos de lo que fue una fiesta a la que la mayoría de la población de la Comunidad nunca fue invitada. Quienes la protagonizaron desfilan hacia la nada. Quienes solo se pasaron a figurar, ya están camino de la próxima.
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Lo que resulta lamentable es que esta señora, y todo lo que representa, vaya a caer por la falsificación de un master (que no es poca cosa). No por sus políticas que siguen privatizando sanidad y educación, no por su nueva ley del suelo, no por la continuidad de políticas que han incrementado la desigualdad social y, encima, la deuda pública. Reflejo del nivel de desmovilización político de la sociedad. A ver si, al menos, a raíz de esto se quema la imagen supuestamente renovadora de Ciudadanos.
Esto del master es una chorrada, quien más quien menos tiene algo similar a sus espaldas, y todos imflamos un poco el curriculum, no lo negueis.
Y la falsedad documental tb a que sí. Y mentir públicamente a los ciudadanos que le pagan el sueldo, y por si fuera poco con actitud chulesca. Lo mínimo que se debe esperar de un/a politico/a es honestidad porque es quien se hace cargo de nuestro dinero para gestionarlo en pos del bien común. Así somos, así nos va... Pd.: No es lo mismo redactar un currículum de forma creativa para que parezca más profesional que inventarte que tienes un máster... Es como si tu médico se inventara que tiene el titulo de medicina, ¿querrías que te atendiera?
Esta CORRUPPTA acaba de manchar (todavía más si cabe, dado que lleva el nombre del campechano pútrido y putero) todos los títulos de los alumnos. Siempre tendrán que aguantar la bromita, la sonrisita...
Tendrían que marcharse en masa, o bien exigir un cambio de nombre immediato por el de alguna persona. Cualquiera. Siempre que sea persona.