Opinión
11 de febrero, 150 años de la revolución olvidada

No veremos grandes reivindicaciones de su legado, ni en el ámbito oficial ni académico, pero tampoco en ese ambiguo ente que es la “izquierda”. ¿Qué hay en la I República que asusta tanto e impide recuperar su legado hoy?
Alegoría de la I República
Alegoría de la I República.
30 ene 2023 06:00

Para la reacción conservadora, la I República fue paradigma del caos y el guerracivilismo (no innovarían mucho en su crítica a la II República, como es evidente), mejor olvidarla. Para la gran mayoría de la izquierda, la historia de la República con mayúsculas en España empieza un 14 de abril, lo anterior, tan lejano y ajeno como la monarquía visigótica. Sin embargo, en el breve primer periodo republicano —dentro del contexto del agitado Sexenio Democrático de 1868-1874— es crucial en la historia española (y europea), en él cristalizan los diversos ejes de conflicto de la España contemporánea: la lucha de clases, la organización autónoma de los territorios, la crisis de las élites políticas, la cuestión agraria, etc.

Los sucesos de este periodo demuestran palmariamente que la “excepción española” en la historia europea no se sostiene sobre evidencia historiográfica: la I República y, especialmente, la revolución cantonal es nuestra Comuna. España no era ajena a la potencialidad transformadora (el principal agente de modernización, en palabras del historiador Julián Vadillo) del movimiento obrero internacional.

Volvamos a examinar la experiencia de 1873-74 con otros ojos. Miremos menos al Congreso de los Diputados y más a los fortines de Cartagena, las fábricas de Alcoy o las calles de Valencia. El tópico afirma que fue una “república sin republicanos”, pero los hechos desmienten esta afirmación. Porque los distintos partidos republicanos no eran excepcionales en la época (85 de 352 diputados en las elecciones de 1869) y el sentimiento antiborbónico era tremendamente popular; y si enfocamos el análisis histórico desde abajo y no desde los meros debates de la élite política, hallamos una plétora de conflictos de todo tipo impulsados por las clases populares, desde un minoritario e incipiente proletariado industrial a la rebelión de las regiones y los niveles territoriales más marginados y reprimidos por la construcción del Estado centralizado liberal-borbónico.

El antagonismo social de los conflictos de la época hacen que la I República sea mucho más que una simple república burguesa
Historia
Historia La soledad de la Primera República
Un 11 de febrero de 1873 unas Cortes bicamerales en sesión conjunta se enfrentaban al abismo. Cuatro años antes habían echado a la reina. Habían necesitado casi dos años para encontrar un rey, y éste abandonaba a los dos años de reinar. Así iba a nacer la olvidada Primera República.

Es cierto que los primeros pasos de la República se dieron en un ambiente de deficiencias institucionales, enfrentándose el nuevo legislativo unicameral surgido tras la renuncia de Amadeo I: la acción del Gobierno de mayoría federal se vio entorpecida por el legislativo. Pero estos fenómenos no son los que centran nuestro interés en la I., sino su base popular, en el antagonismo social de los conflictos de la época, que hacen que la I República sea mucho más que una simple república burguesa.

Como bien identificó Josep Fontana, las clases proletarias superaron el mero reformismo desde arriba de los líderes de la Gloriosa de 1868: “Quién podría dudar, por ejemplo, que la consigna de ¡Abajo lo existente!, que tenía un significado de simple reformismo político para Prim, expresaba una protesta social mucho más radical para el proletariado andaluz o catalán que lo siguió?”. La comparación con la Comuna parisina no es un mero recurso retórico: el Sexenio es el momento culminante de un primer ciclo de lucha de clases en el Estado español, ciclo en el que las organizaciones partidistas y sindicales todavía se estaban gestando, y la acción autónoma de obreros y campesinos era el factor determinante.

Fue el poder de las clases populares demostrado especialmente a partir de julio de 1873 el que arrancó al gobierno republicano reformas radicales: Ley Benot (regulación del trabajo infantil, escolarización primaria, jurados mixtos); jornada laboral de 9 horas; repartición de tierras de entre los jornaleros desposeídos). Pero el potencial de estas luchas iba más allá y —como en el esquema marxiano planteado en el 18 Brumario y validado en la experiencia comunera— la maquinaria estatal se evidenció como un obstáculo: era necesaria la creación de un nuevo poder constituyente que la demoliera; desde nuestro enfoque ahí debemos situar la institución del “cantón”.

En esta línea podemos situar el federalismo “desde abajo” de Pi i Margall, a pesar de sus ambigüedades y contradicciones. Engels afirmaba —en un informe tremendamente duro contra los bakuninistas— que Pi i Margall era “el único socialista de entre los dirigentes republicanos”, a pesar de su federalismo de afinidades proudhonianas (fue traductor de su obra).

En cualquier caso, siguiendo el hilo del texto de Engels volvemos al punto en común de las pretensiones proletarias, más allá de las divergencias entre la Internacional dividida: “La República brindaba la ocasión para acortar en lo posible esas etapas y para barrer rápidamente estos obstáculos. Pero esta ocasión sólo podía aprovecharse mediante la intervención política activa de la clase obrera española. La masa obrera lo sentía así; en todas partes presionaba para que se interviniese en los acontecimientos, para que se aprovechase la ocasión de actuar, en vez de dejar a las clases poseedoras el campo libre para la acción y para las intrigas”. Esta pulsión de clase de demoler sucesivamente las formas de poder estatales sirvió como aglutinante de las diversas corrientes políticas (de manera muy similar a la Comuna): republicanos federales, federalistas intransigentes, proudhonianos, bakuninistas, marxistas… Todos participaron —en mayor o menor medida y con divergencias regionales— en la insurrección cantonal que sacudió España en el verano del 73 (el paradigma del caos y la destrucción que acarrea la revolución proletaria y el fin del centralismo liberal para la amplia coalición que conformaba lo que podríamos identificar como “el partido del orden”).

El “partido destructor” (Marx & Engels, dixerunt), con los batallones de voluntarios (integrados por menestrales, obreros, artesanos, pequeños propietarios) como punta de lanza, incendió Valencia (donde la participación de las distintas corrientes de la Internacional fue destacada), Alicante, Torrevieja, Orihuela, Málaga, Cádiz, Almería, Toro, Salamanca… Y especialmente Cartagena (que no se rindió hasta el golpe de Pavía ya en 1874) y Alcoy. El caso de Alcoy constituyó una auténtica revolución proletaria en una de las escasas ciudades industrializadas del país: la Revolución del Petroli. Los cerca de 10.000 obreros empleados en la industria papelera (con jornadas de hasta 18 horas), con gran afiliación a la Federación Regional Española (Internacional bakuninista) decretaron la huelga general. Ardieron las fábricas; el ayuntamiento fue ocupado y sustituido por un Comité de Salud Pública («los ecos de la Marsellesa», que diría Hobsbawm).

Pero al igual que la Comuna, las balas del ejército pondrán fin a estos experimentos revolucionarios. Una vez terminado el escaso mandato de un mes de Pi i Margall, ambiguo entre el pactismo y las interpretaciones insurreccionales del “federalismo desde abajo”. El “partido del orden” vuelve a reconstruirse y afirmarse en la maquinaria estatal. Los generales Pavía y Martínez Campos lideran la liquidación de los focos cantonales. Salmerón y Castelar alimentaron a los militares que acabarían también liquidando la forma política republicana que hasta entonces (al menos en su versión conservadora) ellos mismos habían defendido.

Dos golpes de Estado consecutivos devolverían al trono a los borbones (su única vía para regresar al trono español desde 1868), el “partido destructor” parecía haber sido liquidado, pero rápidamente se vería que los ecos de esta primer gran experiencia insurreccional que fue la I República reverberarían hasta al menos 1939 (“11 de febrero: un anhelo”, rezaba un famoso cartel del PCE de la Guerra Civil) como vía para la emancipación de las clases proletarias y las regiones (paradójicamente este primer federalismo se conforma como una de las formas más coherentes de articulación territorial del Estado español. Sí, mucho más que los Estatutos de Autonomía de la II República). La pregunta es ¿por qué hoy seguimos silenciando los ecos de esta revolución? ¿asustan las luchas autónomas y el cuestionamiento del centralismo y el Estado de los proletarios de 1873, que trascendieron los partidos y sus corrientes? ¿qué impide recuperar (en el sentido del materialismo histórico de Benjamin) el “instante del pasado” que nos ofrece la I República y tomarlo hoy “como un rayo, tal y como relampaguea en un instante de peligro”?

Archivado en: República Opinión
Sobre este blog
El espacio para la libre expresión de los socios y las socias de El Salto. Si quieres participar sigue los pasos que encontrarás en Cómo publicar en el Blog de las Socias. El Salto no se responsabiliza de las opiniones que sus socios/as expongan en este blog.
Ver todas las entradas
Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra en tu cuenta.

Relacionadas

República
Movimiento republicano “Hasta que se vayan”: lema de la segunda Marcha Republicana fijada para 2025
En junio de 2025 la marea republicana se propone llevar a cabo una segunda demostración de rechazo a la monarquía. En la edición de este año se movilizaron miles de personas de distintos puntos del Estado.
jamtmiranda
jamtmiranda
2/2/2023 9:05

Es de agradecer un artículo que hable sobre la Primera República, el intento más serio de articular España de forma federal y desde abajo.

1
0
Sobre este blog
El espacio para la libre expresión de los socios y las socias de El Salto. Si quieres participar sigue los pasos que encontrarás en Cómo publicar en el Blog de las Socias. El Salto no se responsabiliza de las opiniones que sus socios/as expongan en este blog.
Ver todas las entradas
Literatura
Gustavo Faverón Patriau “Quizá la novela sea ahora mismo más relevante que nunca”
El escritor peruano Gustavo Faverón Patriau quería narrar en su nueva novela la historia de un boxeador que no sabía boxear pero tumbaba a sus rivales recitándoles al oído versos de César Vallejo. ‘Minimosca’ acabó siendo un cuentacuentos inagotable.
Que no te cuenten películas
Comunidad El Salto Suscríbete a El Salto y llévate seis meses de regalo a Filmin
Estas navidades, haz posible que El Salto llegue más lejos con sus contenidos críticos y llévate de regalo medio año de Filmin. Y si ya tienes Filmin, suscríbete a El Salto y regala el acceso a esta plataforma a quien quieras.
Galicia
Memoria histórica Así fue como el Patronato de Protección a la Mujer transformó Galicia en un convento de clausura
Las mujeres que cayeron en las redes del Patronato iniciaron un periplo de encierro, humillaciones, abusos y explotación que es desconocido para la mayor parte de la población. Queda hoy en la impunidad de un silencio que tenemos el deber de romper.
Pensamiento
Sarah Jaffe “En realidad tenemos que hacer menos. E impedir que algunas cosas sucedan”
La escritora y periodista Sarah Jaffe aborda el desengaño cotidiano al que nos aboca el mundo laboral e investiga cómo, a pesar de todo, las personas se organizan colectivamente en sus empleos para que “trabajar apeste menos”.

Últimas

Palestina
Eyad Yousef “No cuentes lo que queremos ser, cuenta lo que nunca hemos dejado de ser: un pueblo que quiere la paz"
Eyad Yousef es profesor en la Universidad de Birzeit, Cisjordania, y comparte su experiencia en una universidad que “representa el pluralismo y la libertad que tanto anhela la sociedad palestina”
Opinión
Tribuna Todas las razones para decir ‘Altri non’
Aquí van unos cuantos motivos para juntarnos este domingo en Compostela y dejar clara nuestra postura frente a un expolio que nos están tratando de imponer disfrazado de progreso, pero que sólo trae beneficio económico a unos cuantos indeseables.
Análisis
Análisis El independentismo se reorganiza, pero ¿sigue siendo independentista?
Los partidos independentistas han sufrido la crisis del procés y el posprocés, y todavía no la han resuelto, sino, a lo sumo, la han aplazado. El PSC aparece como el ganador de una carrera con corredores agotados.
Opinión
Opinión Sobrevivir pagando en el Álvaro Cunqueiro
Una de las victorias ideológicas del PP de Feijóo en Galicia ha sido hacernos creer que pagar por servicios esenciales en los hospitales durante el cuidado de nuestros enfermos es lo natural, que no hay otra manera de abordarlo, pero es mentira.
Más noticias
Siria
Oriente Próximo Israel impone hechos consumados sobre Siria para condicionar la transición según sus intereses
“Está escrito que el futuro de Jerusalén es expandirse hasta Damasco”, dijo este octubre el ministro de Finanzas israelí, Bezalel Smotrich, uno de los exponentes ultras del Ejecutivo.
Ocupación israelí
Ocupación israelí Un tercio de los asesinatos de periodistas en 2024 fueron obra del ejército de Israel
Reporteros Sin Fronteras documenta la muerte de 18 periodistas en Palestina y Líbano este año “asesinados deliberadamente por hacer su trabajo” y habla de una “masacre sin precedentes” de profesionales del periodismo.
Crisis energética
Análisis Los aerogeneradores no son molinos, son gigantes
El megaproyecto eólico del Clúster Maestrazgo, punta de lanza del capitalismo verde, destruirá un área natural de alrededor de 1325 campos de fútbol.

Recomendadas

Ocupación israelí
Palestina Vivir en alerta: la resistencia palestina frente la ocupación israelí
La cruda realidad de las feministas palestinas que, ante la represión y las detenciones arbitrarias, continúan su lucha por la libertad, la justicia y los derechos humanos.
Madrid
Ciudades Fake Madrid, un paseo por los hitos del simulacro
Un recorrido por los grandes éxitos de la conversión de Madrid en una ciudad irreal.
Fronteras
Túnez Túnez endurece la represión contra las ONG de ayuda a las personas migrantes
Mientras el presidente Kaïs Saied se prodiga en discursos racistas, el estado persigue a las entidades solidarias con quienes llegan al país, bajo el silencio cómplice de la Unión Europea.