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Música
Los Nirvana latinos que nunca existieron
El Paso es una ciudad texana en la frontera que separa Estados Unidos y México. ELPASO pudo ser también un grupo de punk chicano que creció y perdió a finales de los años 80 en esa ciudad bisagra. ELPASO. A punk story, de Benja Villegas, es un libro que cuenta una historia que no es real pero sí es verdad.
Tras unas semanas de intensa rotación en la entonces todopoderosa cadena MTV, el vídeo de presentación del primer disco del grupo ELPASO publicado bajo el sello de una discográfica multinacional hizo que el lp desbancase a Dangerous de Michael Jackson como el más vendido. El joven grupo de rock salvaje pronto se convirtió en objeto de deseo de los medios de comunicación que previamente habían ignorado por completo propuestas como la suya. La imagen desaliñada y las ropas de mercadillo que lucían se transformaron en modelos estéticos para la juventud de medio mundo. El cantante, situado a su pesar como icono generacional, protagonizó entrevistas y portadas de las revistas musicales más influyentes en las que mostraba su absoluto desprecio por la prensa convencional y declaraba su amor por los fanzines, publicaciones sin ánimo de lucro realizadas artesanalmente de modo amateur.
Todo esto les podría haber ocurrido a ELPASO. Pero no fue así. En primer lugar, porque la lotería que permitía —nótese el pasado— a un grupo de rock pasar de secreto a dominio público, y con suerte salir de la pobreza, ya les tocó a Nirvana, que sí vivieron esas situaciones. Y eso solo sucede una vez. Pero, sobre todo, porque ELPASO nunca llegaron a grabar un disco. De hecho, tampoco ensayaron ni afinaron las guitarras. El grupo es el protagonista de ELPASO. A punk story (Bandaàparte, 2018), un libro firmado por Benja Villegas (Ripollet, 1982) que reconstruye las andanzas —primeras canciones, conciertos, alegrías y dramas— de una banda punk formada por chavales latinos en El Paso (Texas, Estados Unidos) a finales de los años 80. El contexto, el momento y algunas similitudes explican el paralelismo entre el grupo inventado por Villegas y el trío encabezado por Kurt Cobain. Lo que les diferencia es que Nirvana alcanzaron el éxito, ELPASO ni lo olieron.
El autor confirma a El Salto esa comparación, recordando lo que le llevó a iniciar el proyecto: “Cuando ideé el libro quería crear un grupo totalmente coetáneo a Nirvana y escribir una antibiografía, una biografía que fuese la antítesis de una historia de éxito: la historia de una banda a la que le sale todo al revés, unos perdedores natos”.
Villegas considera que lo que les sucede a ELPASO en la novela es la historia “real” del rock y, al igual que en el libro, entremezcla sus razones con lo vivido en primera persona. El interés por narrar un relato en el que no hay ningún triunfo le viene dado “también por mi último fracaso en una banda. He tocado en tres bandas y las tres han fracasado. Siendo muy generoso, diría que el 99% de las bandas de rock creadas desde los años 50 han fracasado, ya fueran de Abu Dabi, Barcelona o China. Fracaso en términos de mercado, ojo, porque seguramente en lo personal sí han tenido éxito. Yo mismo considero que he tenido éxito en la música porque me ha llevado a sitios y a conocer gente. Solo el 1% de las bandas tienen éxito real en términos de industria pero son las que copan el 100% de las biografías y de los documentales, algo casi ridículo”.
Huele como a espíritu adolescente
Al igual que Nirvana, ELPASO integrarían la segunda ola —el recambio, la descendencia— de un movimiento musical juvenil que había creado una tupida red en los Estados Unidos de Ronald Reagan. Por todo el país, centenares de adolescentes expresaron su malestar en canciones rabiosas, al margen de emisoras y semanarios. Formaron grupos que tocaban en casas, sótanos, garajes y centros comunitarios; montaron pequeñas discográficas para dar salida, en tiradas muy reducidas, al material que grababan; y generaron un ecosistema musical autónomo en el que no había injerencias externas y en el que se comunicaban mediante sus propias publicaciones: fanzines de periodicidad irregular en los que se podía leer acerca de bandas que no existían fuera de esas páginas. Lo comido por lo servido era la lógica de unas relaciones en las que el beneficio no tenía cabida, pero que tampoco escapaban a contradicciones. La identificación entre quien cantaba y quien escuchaba era total. “Nuestro grupo podría ser tu vida”, recitaban Minutemen desde San Pedro, California.
Con el tiempo, esas precarias estructuras se fueron estabilizando y alcanzaron carácter profesional en muchos casos. Guiados por el deseo de poder grabar y girar en mejores condiciones, y también con la expectativa de que sus canciones lograran mayor repercusión, algunos de los grupos criados en ese magma escucharon los cantos de sirena de las multinacionales y firmaron con ellas.
Es ahí donde llega “Smells like teen spirit” de Nirvana y origina un terremoto en la industria discográfica. Pero su triunfo fue la excepción que confirma la norma: gran parte de las bandas que pasaron por las oficinas de las megacorporaciones se sintieron utilizadas y maltratadas, con contratos abusivos y escaso respeto por sus decisiones artísticas. Y tampoco es que consiguieran mucha más audiencia, en la mayoría de los casos. Si no eran rentables en el corto plazo, y eso significaba muchos ceros en el balance, les daban la patada. Después de que Cobain apretase el gatillo, la tercera camada surgida de ese circuito y esos modos de hacer provocó algunas réplicas del fenómeno, con nombres como Green Day y Offspring volviendo a colocar las crestas y las guitarras distorsionadas en lo alto de las listas de ventas.
“No sé si ha quedado un residuo de aquello en lo actual —valora Villegas—, pero sí veo en YouTube o en Bandcamp o en redes sociales un funcionamiento parecido al de la autoedición y los fanzines. Esos chavales a principios de los años 80 deciden ir directamente a la fábrica de vinilos, saltarse a los intermediarios, pagar ellos la fabricación del disco, pegar con cola y cartón la funda del vinilo, y sacarlo a la venta ellos. No me parece algo tan distinto”.Música
Piñata Protest, punk rock como el que hacía la abuela
Reflejar en arrebatos punk de dos minutos la multitud de culturas que conviven en Texas es una de las premisas que guían a Piñata Protest. Honrar el legado de quienes construyen Estados Unidos llegando desde fuera, otra. Y montar una buena fiesta, la tercera.
En ese mapa, Villegas sitúa a ELPASO en la comunidad punk de Texas, uno de los estados más conservadores del país, de la que surgieron los esputos de The Dicks contra la Policía, los sonidos excéntricos de Butthole Surfers o las fantásticas proclamas bailables de Big Boys. El hecho de ser un estado muy grande, un tanto aislado, y su situación de frontera otorgaron a los grupos punk de allí un carácter propio. “Si hay algo que defina a las bandas texanas de esa época es que no hay un patrón en ellas, lo único que les une es que están zumbados. Son gente muy peculiar”, considera el autor, que viajó en dos ocasiones a El Paso para realizar entrevistas y recabar documentación para el libro.
En la zona, de mayoría hispanohablante, Villegas encontró a protagonistas de la escena musical local de finales de los años 80 y también pudo identificar lo que late ahora. Que no es exactamente lo mismo: entonces un grupo como ELPASO hubiese resultado algo más anómalo, por el hecho de tocar punk y cantar en español. Hoy sería mucho más habitual. “Hay 30 años de diferencia entre la ficción del libro y la actualidad. Ahora hay una clase baja latina que puede comprar una guitarra, una batería y tocar. Y además ya tiene un bagaje cultural que le ha permitido asimilar el punk como algo propio. En los años 80 en El Paso, por ejemplo, había pocos latinos tocando punk, lo que escuchaban entonces era música mexicana”.
Música
Una nueva ola musical latina en la América de Trump
Lo que ha hecho Villegas no se agota en el libro: ha grabado lo que sería la maqueta de ELPASO y también el primer disco que el grupo iba a presentar a Sub Pop —la discográfica indie que publicó el debut de Nirvana— si no hubieran chocado con la desgracia. Porque, como en toda buena historia que se precie, en esta también hay tragedia.
Y el siguiente capítulo será un documental. Es un proyecto futuro en el que no se tratará tanto de ELPASO sino de cómo Villegas llegó a esta banda. “El documental intentará explicar la aventura que hicimos: ir a buscar a un grupo que no existe y acabar encontrándolo”, concluye.
No fueron Nirvana pero sí existieron... y existen
Hablar de música ruidosa y orígenes latinos implica necesariamente recordar a Los Saicos. Este grupo peruano funciona desde 1964 y es considerado por muchas opiniones como el verdadero germen de lo que posteriormente se llamaría punk y explotaría en los países anglosajones. Su sencillo “Demolición”, grabado en 1965, ya lo decía todo.
También hay que mencionar a Alicia Armendariz, más conocida como Alice Bag, cantante de The Bags. De ascendencia mexicana, nació y creció en Los Ángeles, donde tuvo problemas de niña por no hablar inglés. Después formó el grupo, uno de los pioneros de la siempre fértil escena angelina, en la que compartían espacio con otras bandas integradas por latinos, como The Zeros o Nervous Gender.
Incluso cabe citar a Sepultura, el grupo brasileño de metal que se instaló en Estados Unidos a principios de los años 90. Allí gestaron su monumental disco Roots, salvaje oda a los orígenes y a la preservación de la diversidad cultural, construida desde la nostalgia y que no ha conocido igual.
ELPASO no existieron pero todos estos grupos sí. No fueron Nirvana porque no pudieron o no quisieron, pero su legado y memoria perviven.
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Pinche que bueno! Aún así recordar que el punk es más un tema de actitud que de ruido y los latinos de EE.UU. ya son un grano en el culo blanco gringo desde La Tania!