Música
Isasa: “Mi sueño era ser músico profesional, me alegra no haberlo conseguido”

De joven, la autogestión del hardcore le mostró que se pueden hacer cosas aunque parezca imposible. Un concierto de su grupo al que nadie fue le enseñó lo que es el compromiso de tocar. Ahora, ya adulto, Conrado Isasa es guitarrista por placer y trata de que eso oriente su trayectoria, que ha llegado al cuarto disco en solitario.
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El guitarrista Conrado Isasa explora el instrumento en su nuevo disco, recientemente publicado. David F. Sabadell

Conrado Isasa (Madrid, 1977) es un músico que rehúsa hacer buena parte de las cosas que tiene que hacer un músico. Le gusta tocar la guitarra porque sí, no tanto someterse a las obligaciones del negocio. Prefiere acercarse al instrumento sin expectativas antes que dejarse arrastrar por la rutina del sota, caballo y rey de grabación de disco, publicación y gira. Pero Isasa es músico: hace canciones, graba discos y da conciertos, aunque lo que más disfruta —y cada vez más— es tocar la guitarra en casa. Se lo puede permitir porque no paga las facturas con ello: admite que no haber cumplido el sueño de su vida, dedicarse profesionalmente a la música, le liberó. Lo suyo, en todo caso, no es tanto un alegato como una manera de vivir. Y también una historia en la que un fracaso resulta una victoria.

Esta primavera se han lanzado dos discos que llevan el apellido Isasa en la portada. El primero de ellos es el cuarto paso que el guitarrista ha dado desde que retornó a la música, tras varios años sin querer saber nada de escuchar discos y mucho menos tocar o componer. Un poco por casualidad, un día volvió a encontrarse con la guitarra y con las ganas. Emprendió entonces un camino en solitario, buceando en las posibilidades de la acústica, utilizando recursos mínimos y aprendiendo de sonoridades primitivas. Las cosas, publicado en 2015, fue el primer resultado de esa actividad retomada, que le ha llevado a actuar en directo por Europa y Estados Unidos. Isasa (La Castanya, 2021), su nuevo disco, ahonda en esa exploración calmada de la guitarra pero también abre las puertas a otros músicos (“Amor” contiene un sampler de una canción de Lorena Álvarez) e incluso las de su propia casa: en “Fraternidad” se escucha una conversación entre sus dos hijos. El sábado 5 de junio lo presenta en el escenario del Teatro Reina Victoria, en Madrid, acompañado por la inusual propuesta de Javier Díez Ena que compagina el theremin y la música electrónica.

El otro trabajo de Isasa que ha visto la luz recientemente es una colaboración con Ignacio Córdoba, seis canciones más eléctricas registradas a finales de 2017 que incluyen sonidos procedentes de grabaciones de campo.

Para completar el retrato actual de Conrado Isasa y su música hay que mirar atrás. Siendo un chaval participó en el ruido y la furia tocando en el grupo Down for the Count, una breve pero intensa experiencia iniciática en la que conoció la ética y los límites de la militancia hardcore. Después vino A Room with a View, una exquisita anomalía que, en el cambio de siglo, moldeó canciones, conciertos y discos con ingredientes muy poco manoseados por el rock de aquí. El cuarteto intentó esquivar la repetición, trató de llevar siempre el timón y se deshilachó en 2003 en la encrucijada entre autogestión, exigencias contractuales, pasión y compromisos ineludibles. Superado el duelo, Isasa fijó su residencia en Países Bajos, donde estudió trompeta con el objetivo de desarrollar carrera como músico. No lo consiguió y se desentendió de la idea, desterrando los instrumentos al cuarto trastero y al olvido. La desazón, resume ahora, se convirtió con el tiempo en alegría y en una manera de hacer y relacionarse con la música más sana para él.

¿Te han dicho alguna vez que tu música es para intelectuales?
Pues no, no me lo han dicho nunca.

La guitarra es un instrumento muy cotidiano, aquí en España tenemos una cultura muy ligada al sonido de la guitarra, a la que cualquiera puede engancharse

¿Y cómo te lo tomarías si pasara?
No sé… [duda] No me lo tomaría muy en serio, no creo que lo que hago sea muy intelectual, con el tiempo he visto que, a pesar de lo que pueda parecer, es algo bastante accesible para todo el mundo. La guitarra es un instrumento muy cotidiano, aquí en España tenemos una cultura muy ligada al sonido de la guitarra, a la que cualquiera puede engancharse.

¿Para quién es la música que hace Conrado Isasa?
¿Para quién? Hostias… Me pillas en un momento un poco de crisis para mí con esto de la música. ¿Para quién? [duda] Creo que estoy entrando en un punto en que es muy para mí. Después de muchos años estoy pensando en qué quiero tocar realmente, liberarme de complejos, de sentirme presuntuoso muchas veces. Por ejemplo, con este disco estoy haciendo por primera vez en mucho tiempo música que a mí me gustaría escuchar en casa como oyente. Si yo no fuera yo, me lo pondría en casa y estaría tan a gusto. Así que últimamente es para mí, pero nunca pierdo de vista que lo hago para tocar delante de gente y crear un poco de comunicación, compartir y ver qué pasa enseñando esto.

¿Esa idea de para quién haces música ha ido cambiando con el tiempo?
Sí, bastante. Cuando tocaba en grupos, en A Room with a View por ejemplo, éramos cuatro personas y, aunque hacía cosas que me gustaban mucho, también iban guiadas por lo que le gustaba al resto del grupo. Tocas para el resto del grupo y para la gente que va a verte.

Al principio de tocar en solitario necesitaba definirme, encontrarme dentro de un sitio, una escena, conseguir un hueco, encontrar que mi nivel al tocar fuese parecido a lo que se espera dentro de esa escena de música american primitive o como quieras llamarlo. Los temas que hacía seguían esos estereotipos del idioma de este tipo de música, pero me di cuenta de que, si seguía por ahí, iba a acabar tocando música que no era realmente lo que podía hacer. Así que empecé a mirarme a mí mismo y dejar aparte lo que pensaran los demás, que era algo que me costaba mucho. En los conciertos a veces pensaba si la gente se estaría aburriendo o si debía acortar un tema. Pero poco a poco he ido librándome de esas impresiones. Esto es lo que me sale y tengo que ir a por todas.

¿Se tiende a hacer música más para uno mismo según te haces más mayor?
Esta pregunta es interesante. Hombre, en mi caso es así pero si piensas de manera muy global en la trayectoria de grandes artistas de la música, creo que hay un poco eso: la gente se va haciendo mayor y siente que tiene menos cosas que demostrar, es más fácil presentarse como lo que uno quiere hacer. Vas conociendo mejor el idioma de la música, te liberas de intentar complacer a los demás y te puedes permitir ser un poco más tú. También es verdad que, al encontrar tu propia voz, un tema recurrente en los músicos, puedes expresarte con mayor profundidad. Y encontrar esa voz lleva bastante tiempo.

Sin embargo, este nuevo disco me parece más abierto, menos para ti mismo.
Yo estoy un poco sorprendido porque cuando empecé a componer el disco y a irme por esta cosa de música drone, ambient, estas atmósferas repetitivas, me daba mucha impresión ver dónde me estaba metiendo, pero era lo que me pedía el cuerpo, y la gente lo está haciendo suyo aunque para mí es un disco muy mío.

¿Se establecen conexiones imposibles al escuchar música?
Sí, eso pasa mucho. Siempre hay puntos en común aunque sean discos que no tienen nada que ver y con la historia de cada persona que escucha le lleva a otras cosas.

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El músico Conrado Isasa, en Madrid. David F. Sabadell

Das las gracias por la inspiración a gente como Glenn Jones, Jack Rose, June of 44 o Geoff Farina, que son nombres previsibles, pero hay otros sorprendentes como Elle Belga, Rafael Berrio o Lorena Álvarez.
Con el tiempo, y sobre todo siendo músico en solitario, las cosas que te cuenta la gente o que escuchas te van alimentando. Todo lo que compongo viene de un montón de sitios, de haber estado con gente, de conversaciones, de haber escuchado discos. La inspiración es muy global. Con Elle Belga he tocado, y Josele tocaba en Manta Ray cuando yo tenía 20 años y era la hostia. Conocerle y ver cómo se toma la música, también a Fany, la manera que tienen de componer, de fijarse en los pequeños detalles, los arreglos, me ha inspirado mucho. También me gusta mucho su humildad.

Cuando estaba grabando el disco vi la película La reconquista de Jonás Trueba, que gira en torno a una canción de Amor a Traición, el grupo de Rafael Berrio en los años 90. En ese tema habla de la magia del reencuentro y de ahí saqué el título para mi canción “Reencuentro”. Ahí lo descubrí, pero él murió poco antes de que yo empezara a escucharle. Me parece un músico que tiene su propia voz, curtido, me impresiona mucho.

Y Lorena Álvarez ha sido un antes y un después. He escuchado mogollón su disco Colección de canciones sencillas y el sonido que tiene me ha inspirado mucho para el disco. Crea ambientes increíbles con instrumentos acústicos y pensé que me gustaría tener algo de eso en el disco.

Una cosa que podrían tener en común los tres es que son gente de verdad, cuya música habla de ellos.

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Conrado Isasa, durante la entrevista con El Salto. David F. Sabadell

¿Han escuchado tus hijos el disco?
Sí, lo han escuchado. Como tengo la guitarra por casa y toco aquí, es algo que dan por hecho. Para ellos es lo mismo que yo friegue los platos o toque la guitarra. Es verdad que últimamente me piden que les toque la guitarra por la noche, para dormir, lo que me encanta. Oyeron la canción en la que salen ellos, “Fraternidad”, y no saben muy bien qué pensar. El tema que está dedicado a mi hijo pequeño, “Teo”, no le gusta, no quiere saber nada, pero el otro día me preguntó si yo estaba en Spotify y flipó cuando le dije que sí porque para él eso debe de ser la hostia. Supongo que cuando sean más mayores se darán más cuenta.

¿Te importa su opinión, te afecta de alguna manera?
No, la verdad es que no. Me gusta su opinión en el sentido de ver cómo una persona que lo vive todo de manera mucho más natural que un adulto se relaciona con esta música. Pero sus opiniones, cuando se trata de mí, dependen de muchas cosas, son variables, igual dicen que no porque están en el no en ese momento…


¿Cómo es actualmente tu relación con la guitarra?
Después del confinamiento ha cambiado. Es verdad que he tenido muchas fases. Cuando se acabó A Room… me fui fuera a estudiar trompeta y al volver no quería saber nada de la música. Pero poco a poco fui retomando la guitarra y, en realidad, lo que quería era tocar en casa sin ningún tipo de expectativa. Cuando me ponía a hacer música, enseguida proyectaba: si iba a poder hacer algo con esto, si tenía sentido, si molaba… Al final, el acto en sí se hacía muy complicado y yo quería que no hubiera nada de eso, solo tocar en casa y recuperar el gustillo de tocar. Pero con el tiempo, grabando discos y saliendo a girar, eso volvió a cambiar: yo ya sabía que podía componer, podía grabar y girar, había una cadena de cosas que estaban bien pero que, a veces, era difícil de gestionar para mí.

Con el confinamiento todo se paró y, para mí, fue una liberación. No tenía que estar preocupado de ensayar bien un repertorio porque tengo un concierto sino que podía tocar “La Macarena” si me apetecía

Con el confinamiento todo eso se paró y, para mí, fue una liberación. No tenía que estar preocupado de ensayar bien un repertorio porque tengo un concierto sino que podía tocar “La Macarena” si me apetecía. Estuvo guay, recuperé versiones que me apetecía tocar, dejé de tocar la guitarra como si fuera Isasa, que tiene una manera de tocar. Pero si quiero tocar canciones de Nirvana lo puedo hacer. Así que conecté mucho con volver a tocar por placer. Para mí, tocar todos los días es como una terapia, me cambia la perspectiva, me siento más relajado al final del día.

¿Ese placer se pierde?
Sí, se llega a perder. A mí lo que me mata es la sensación de tener que fichar, que sea una obligación diaria porque si no lo haces pierdes algo. Pero si estás metido en tocar en directo, componer, tienes que hacerlo… Siempre pensé que mi sueño era ser músico profesional, me alegra no haberlo conseguido. Si toco, guay, y si quiero dejar de tocar, no pasa nada.

Estuviste varios años sin tocar la guitarra, ¿ahora podrías vivir sin tocar?
Sin tocar en directo, sí. Sin tocar la guitarra, no. Durante el confinamiento se me suspendieron varios conciertos y un proyecto de gira por Europa, y la verdad es que me sentí aliviado. Llevaba tocando mucho tiempo, van saliendo cosas y no sabes decir que no, porque al final tocar tiene su parte guay, pero estaba sobrecargado, era difícil compaginarlo con el curro y los niños. Al verme aliviado, me liberó muchísimo y ahora no quiero volver a lo de antes. Tengo estos conciertos, este fin de semana y en julio, y luego me tomaré un buen descanso. Pero lo que sí me sigue apeteciendo es tocar en casa. Ya me pasa que simplemente tocar las cuerdas me gusta, me hace sentir bien, pero el directo quizá es un ciclo que se está acabando.

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La guitarra y Conrado Isasa. David F. Sabadell

¿Recuerdas la primera vez que tocaste una guitarra?
Hostia… [duda] Pues la verdad es que no me acuerdo. En mi casa no había instrumentos, a mi padre le gustaba mucho la música pero no había instrumentos. En mi entorno no había nadie que tocara pero me quedaba flipado cuando iba a casa de alguien y tocaba la guitarra. La primera vez que puedo recordar es una visita de un chico de Uruguay, mis padres son de allí, que se quedó dos semanas en casa y tocaba canciones de Silvio Rodríguez y me enseñó un tema de Silvio. Fue la primera vez que me enteré de lo que era un acorde, cantar encima…

¿Qué queda en Isasa del Conrado que tocaba la guitarra en Down for the Count?
¡Down for the Count! Hace poco fui a [la tienda de discos] La Negra y me compré la maqueta en cinta. Debo de tener alguna por ahí, pero no sé dónde… Fue mi primera experiencia un poco seria de ensayar, salir a tocar… ¿Qué queda? Déjame pensar. En realidad, viene de ahí mucho: la idea de hacer música porque ahí hay un camino, algo que expresar, donde encontrarse, hacer cosas que te satisfacen… También están las ganas de hacer cosas en general, que una idea te lleve a otra. Eso sí que está ahí.

¿Hasta qué punto el hardcore fue imprescindible para ti?
Ya, el tema del hardcore y el punk… En mi caso sí fue imprescindible [duda]. En la época, entrar en contacto con determinadas personas era lo que te abría a nuevas cosas. Ahora puedes hacerlo de otra manera, te metes en internet e investigas, pero antes era muy difícil acceder a todo eso. Por este lado sí fue imprescindible para llegar a sitios y conocer a gente que hacía cosas que tú no pensabas que se pudieran hacer.

El problema es la ausencia de modelos. Estoy pensando mucho en esto últimamente, en los modelos que te da la familia, la sociedad.... Hace poco he leído Resistencia bisexual, de Elisa Coll, y uno de los grandes temas que tiene la bisexualidad es la ausencia de modelos, a la gente le cuesta especialmente salir del armario bisexual porque no hay modelos en los que mirarse, no puedes reconocerte como bisexual. A mí el hardcore me dio eso. Por ejemplo, con Aina, unos pibes que se iban de gira. Si no les hubiera conocido, ni siquiera hubiera pensado que era posible. Y una vez que sabes que se puede, ya piensas cómo hacerlo, puedes pensar en estar en un grupo simplemente. A mí todo eso me lo dio el hardcore, pensar “vamos a juntarnos a tocar y aunque suene mal, lo hacemos”.

Desde mi perspectiva ya de pureta que ha hecho de todo, me cansa un poco, pero entiendo que alguien con 17 años se junta con amigos para hacer un grupo, pillan las guitarras y la manera más fácil de tirar es hacer punk

Pero también es una experiencia limitante.
Sí, entiendo lo que dices, con la edad he revisionado todo eso. Nuestra generación, después de 25 o 30 años, sigue con el tema del punk como liberación, pero pensándolo ahora sí me parece limitante. Me gustaría que hubiera una escena en la que los grupos no tuvieran que empezar haciendo punk o hardcore. A veces, desde mi perspectiva ya de pureta que ha hecho de todo, me cansa un poco, a mí, pero entiendo que alguien con 17 años se junta con amigos para hacer un grupo, pillan las guitarras y la manera más fácil de tirar es hacer punk.

¿Pero eso sigue pasando?
Sí, ahora mismo hay grupos que parece que viven hace 20 o 30 años. Sacan cintas, hacen punk, no oyes hablar de ellos en ningún lado… Sí, sigue pasando. En cuanto te juntas con instrumentos de verdad, el punk te ofrece lo que necesitas en ese momento. Lo que pasa es que el punk y el hardcore que yo escuchaba en los años 90 están bien como puntos de partida pero no tanto de llegada.

Cuando he estado de gira en Estados Unidos he conocido grupos de gente joven que el punk entra en sus coordenadas pero dentro de un montón de otras cosas, lo mismo hacen folk que canción de autor o punk. Parece que tienen menos miedo a romper cosas. Allí salen corrientes muy innovadoras porque la gente tiene incorporado lo de romper cuando empiezas.


Tocando con A Room with a View, con 21 años, disteis un concierto en Murcia al que no asistió nadie. ¿Cómo te marcó esa experiencia, teniendo en cuenta que el grupo era todo para ti entonces?
Fue un concierto súper importante, en realidad. Ahí llevaríamos siete u ocho conciertos. Tocábamos con Aina. Montamos todo, probamos, y no vino nadie. Era un sitio grande, como una discoteca típica de la playa, como en una zona de ocio sin nada alrededor. Y es que no vino nadie. Le dije a Titi, el guitarrista de Aina, que no tocábamos, que no tenía ningún sentido, que no pasaba nada. Y él me dijo “qué va, tío, está todo montado y vamos a tocar”. Y tocamos y fue guay. Ahí entendí la importancia del compromiso, gracias a Aina. Da igual que no venga nadie, tú tienes que tocar. Y no es una mierda ni nada. Ahí aprendí el valor de tocar. Me ha pasado, he tenido conciertos en Estados Unidos que no ha ido nadie o solo una persona. Yo me siento afortunado de poder tocar, haya una persona o nadie o muchas. El compromiso es el mismo. Cosas así te ponen a prueba, claro, y te preguntas por qué haces esto, que es por algo más. Ese concierto fue importante, sí.

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Después pasaste varios años en Holanda tratando de estudiar trompeta y dedicarte profesionalmente a ello, sin conseguirlo. Una experiencia frustrante.
Fue muy duro. Lo que pasó, básicamente, fue que yo no podía convertirme en músico profesional, no tenía las cualidades, ya era muy mayor… Era algo que no iba a poder ser. Fue frustrante pero también una liberación. Este sueño que tienes, que al final es también una losa porque piensas que lo consigues o nada tiene sentido, se esfumó y fue una liberación. Lo que hago ahora no podría hacerlo si aquello no hubiera pasado. A nivel musical aprendí allí muchas cosas que me han ayudado mucho, de ser músico, de teoría musical, y vi mogollón de conciertos. Fue como cuando rompes una relación de pareja que te ha marcado y te deja hecho polvo, pero que te hace tener relaciones más sanas y profundas en el futuro. Cuando te llevas un palo es cuando más aprendes.

Recientemente has dicho que en el último año has escuchado mucho el disco The rising de Springsteen cuando has necesitado un empujón. ¿En qué situación te gustaría que la gente escuchara tu música?
Soy muy fan de Springsteen. Empecé a escucharlo de verdad y con atención después de leer una recomendación de Pepo Márquez [músico y promotor de conciertos] sobre el disco Nebraska, que me lo empapé durante una época. Hay una cuestión de la imagen que uno tiene sobre los músicos que le impide adentrarse en su música, pero cuando lo traspasas ves que la imagen que tenías no era del todo cierta. Creo que esto pasa bastante con Springsteen. Él tiene este punto de transmitir que las cosas están chungas pero que lo vamos a superar, pero bien contado, no como un flipado. Y lo consigue transmitir. En el confinamiento me vino muy bien y también me leí una biografía suya que me inspiró mucho.

Sobre mi música, nunca lo he pensado. Te diría que creo que mi música es para escuchar a solas, pero hay gente que me ha dicho que escuchando mi música en concierto se siente más en comunión con otras personas, aunque sí creo que tiene un poco de eso de mirarse para adentro, de momentos de conectar con uno mismo.

¿Qué poderes tiene la música?
A veces me da la sensación de que la tenemos tan a mano, está en todos lados, es tan accesible, que te acostumbras y no te das cuenta del poder que tiene. Te pones algo que escuchabas con no sé quién hace diez años y te puede dar todo el bajón.

Mis hijos, por ejemplo, conectan si les gusta lo que escuchan, no necesitan saber qué es o de dónde viene.

Mi psicóloga me dijo una vez que la música le ahorraba mucho dinero de terapia a mucha gente. Y es verdad, tiene eso sanador, de encontrarte. En mi caso, más que nada, ha sido sentirme acompañado.

Lo que me gusta mucho de la música es que no es un objeto; cuando para, para. No es una escultura o un cuadro, no hay nada material ahí

¿Hasta qué punto hacer música es como hacer magia, un truco que sabes que va a funcionar?
Springsteen habla mucho de esto. Compara los conciertos con las misas: hay un orador, un público en comunión y de la nada se crea algo. Yo no pienso tanto en lo de la magia, pero sí en el hecho de que se crea algo que antes no estaba ahí. Lo que me gusta mucho de la música es que no es un objeto; cuando para, para. No es una escultura o un cuadro, no hay nada material ahí. Tampoco es como el teatro, donde estás viendo a gente con un aspecto y una historia.

¿Cómo ves el futuro de los sitios en los que tocas habitualmente: salas pequeñas, centros culturales, espacios autogestionados?
Creo que, en general, va a hacer replantearse por qué hacemos las cosas, excepto al Primavera Sound, que tiene su modelo. A la gente que se mueve en esto porque tiene esa inquietud cultural, vital, no por molar o salir en redes sociales, le va a poner a examen. Permanecerá y supongo que con los sitios pasará igual, aunque los más pequeños lo van a pasar mal.

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3/6/2021 8:48

Gracias por la entrevista y felicidades por este gran disco.

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