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Movimientos sociales
Donatella della Porta: “La presencia de movimientos sociales a nivel europeo es fundamental para que la Unión Europea exista”
Donatella della Porta es experta en movimientos sociales y uno de los referentes mundiales de la izquierda internacionalista.
Si uno mira el pasado de Donatella della Porta no es difícil entender porqué es uno de los referentes mundiales de la izquierda internacionalista. Su vida la ha llevado a vivir en Italia, Francia, Alemania y Estados Unidos. Actualmente es una de las mayores expertas en el estudio de los movimientos sociales y dirige el Centro para el Estudio de los Movimientos Sociales (COSMOS), de la Escuela Normal Superior de Florencia, aunque los que la conocen dicen que, cuando quiere devorar libros, sigue buscando retiro en el país germano.
¿Es otra Europa todavía posible?
Yo creo que sí. He estado investigando las organizaciones que se podrían considerar la evolución del Foro Social Europeo para ver si todavía pensaban que otra Europa era posible. La respuesta es compleja. Para la mayoría de activistas con los que hablé, la dimensión transnacional todavía era muy importante. Europa todavía es un espacio común para las luchas de muchos colectivos. Es más, muchas luchas importantes en la actualidad han surgido de este tipo de relaciones transnacionales: Los Fridays for Future, la nueva ola feminista, las movilizaciones de los ‘riders’… Todas estas movilizaciones han surgido porque han entendido que su lucha debe ir más allá del Estado-nación. También hay otras movilizaciones que van más allá de las fronteras europeas pero para las que Europa es muy importante, como es el caso del movimiento de solidaridad con las personas migrantes. Así que yo creo que esa visión chovinista del Estado-nación no está presente entre los movimientos sociales y que la búsqueda de otra Europa todavía tiene importancia.
También han aumentado las críticas a la Unión Europea, sobre todo en lo que se refiere a la justicia social. Durante el periodo del auge de las políticas de austeridad, la Unión Europea se volvió un agente mucho más neoliberal de lo que ya era y dejó de lado los temas sociales, yendo contra las esperanzas del Foro Social Europeo. Una segunda crítica es que la Unión Europea está sufriendo una crisis de solidaridad. El cierre de las fronteras ante las muertes del Mediterráneo y la incapacidad de la Unión Europea de hacer nada son realmente preocupantes. La tercera crítica es la decepción de las esperanzas de democratización de la Unión Europea. Durante la crisis económica, el Parlamento Europeo perdió poder en relación a otras instituciones más opacas como el Banco Central Europeo y el Eurogrupo. Por estas razones cada vez existe una visión más crítica en cuanto a la capacidad de cambio en la Unión Europea.
Sin la presencia de movimientos sociales a nivel europeo, no habría una visión alternativa a la Europa neoliberal
¿Qué papel deberían jugar los movimientos sociales en Europa?
La presencia de movimientos sociales a nivel europeo es fundamental si se quiere que la Unión Europea siga existiendo. La solución a la crisis económica se ha enfocado desde el punto de vista de la falta de competitividad de algunos países europeos, imponiendo una visión de Europa desde la competición entre economías nacionales en lugar de la de un espacio político común que debería mostrar más solidaridad con todos sus miembros. Sin la presencia de movimientos sociales a nivel europeo, no habría una visión alternativa a la Europa neoliberal.
Después de la institucionalización de gran parte de los movimientos contra la austeridad, como el 15M o el surgido en la plaza de Sintagma en Grecia, parece que este ciclo de protestas se ha cerrado. ¿Hay todavía espacio para nuevas movilizaciones que cuestionen las políticas neoliberales?
Yo creo que sí. El ciclo de protestas contra la austeridad ha sido muy largo y cada vez que se pensaba que el ciclo se había terminado surgían movimientos en otros países. No hay duda de que las movilizaciones del 2011 en España y Grecia fueron muy importantes, pero en 2013 también hubo protestas fuera de Europa, como las de Gezi en Turquía, también surgió la Nuit Debout en Francia. Ahora tenemos a los chalecos amarillos en Francia y las protestas contra la austeridad en Europa del Este. Así que yo creo que el ciclo no está para nada cerrado. Las políticas de austeridad siguen vigentes y sus consecuencias, en términos de desigualdad social, sin duda también. Y esto no sucede solamente en la semiperiferia europea, también se puede ver en el centro del capitalismo europeo. En Alemania ha habido protestas de muchas formas diferentes. Ha habido acampadas, los sindicatos han tenido también mucha presencia, el sistema de partidos se ha roto tanto en Alemania como en Holanda y otros países del norte de Europa. Así que yo creo que el ciclo de protesta todavía no ha terminado, pero que sí que se ha vuelto más fluido.
También está el tema de cómo interactúa la política institucional con la política de base a la hora de plantar cara a las políticas de austeridad. En muchos países, las protestas contra la austeridad han llevado a cambios a nivel institucional. Esto es evidente en el surgimiento de nuevos partidos políticos como Podemos, el crecimiento de Syriza, pero también en los partidos municipalistas, que traen las demandas de los movimientos contra la austeridad a las instituciones. No creo que se pueda hablar simplemente de institucionalización y ya está. Creo que esto se debió también a que existían oportunidades para estos movimientos para llegar a las instituciones y que se tenía la percepción de que la política en la calle no era suficiente para cambiar la situación. Así que, cuando Podemos entra en las instituciones, por supuesto que se ve influenciado por las dinámicas de la competición electoral, pero no creo que Podemos se haya institucionalizado todavía. Por lo menos no como el Partido Socialista se puede considerar la representación del movimiento obrero en el último siglo. Es cierto que en algunos momentos han existido tensiones entre la movilización en las calles y la participación en los parlamentos, pero creo que todavía hay un equilibrio inestable entre los partidos-movimiento en las instituciones y los movimientos sociales en la calle. Los partidos-movimiento como Podemos y las candidaturas municipalistas todavía consideran que la relación con los movimientos sociales es importante para su práctica política, así que creo que esta interacción continuará y evitará una institucionalización a la vieja usanza.
¿Existe la posibilidad de que las nuevas movilizaciones contra el neoliberalismo se organicen en torno a discursos excluyentes?
Sí. Las protestas contra la austeridad, tanto en América Latina como en Europa, han sido bastante híbridas ideológicamente, sobre todo al principio. En Grecia hubo una presencia importante de grupos no-progresistas. Este tipo de protestas siempre movilizan a grupos que no se habían movilizado hasta el momento, tanto en sectores progresistas como no-progresistas. Estas protestas han utilizado nuevos discursos, como la lucha contra la corrupción, para llegar a grupos sociales más allá de la izquierda tradicional. También en las protestas de los chalecos amarillos u otras movilizaciones que han tomado más la forma de luchas entre el centro y la periferia los consensos ideológicos han ido más allá del discurso tradicional de la izquierda.
De todos modos, está claro que parte del discurso de estas movilizaciones es sobre los impactos negativos del neoliberalismo y demandas de más democracia y justicia social. La izquierda debe redefinir las categorías que ha usado hasta ahora y adaptarse a esta nueva situación. Hay que redefinir cuál es el sujeto de las luchas y el tipo de acciones que se organizan.
¿Dónde encaja el movimiento en solidaridad con los refugiados y otras personas migrantes en estas nuevas luchas?
Los movimientos en solidaridad con los refugiados también han sido muy plurales en cuanto a su composición. Ha habido movilizaciones más politizadas, pero también muchas ONG con una concepción menos política de la solidaridad. Lo que ha sucedido es que la criminalización de muchas de estas ONG ha aumentado la politización de estos grupos y la movilización de una parte de la ciudadanía que no estaba politizada. La solidaridad ha ido más allá de su visión política y ha movilizado a, digamos, personas normales, que se han politizado a través de las protestas.
Para los movimientos progresistas, estar a favor de las personas migrantes es algo que viene dado, que no se cuestiona
Además, el tema de la austeridad es fundamental en las discusiones de estos grupos. Se relaciona directamente con la falta de solidaridad. Ha habido también conexiones prácticas entre grupos que se movilizaron contra la austeridad y que ahora apoyan a las personas migrantes. Por ejemplo, las clínicas sociales que surgieron en Grecia que ahora atienden a muchas personas migrantes que no tienen acceso a la seguridad social. Además, estas movilizaciones piden una mayor intervención del Estado para asegurar unos mínimos derechos sociales a estar personas. Para los movimientos progresistas, estar a favor de las personas migrantes es algo que viene dado, que no se cuestiona. Hay, por supuesto, debates sobre el tema, sobre cómo debería ponerse en práctica esta solidaridad, sobre si debería haber fronteras o no… pero la solidaridad con las personas migrantes no se cuestiona. Para los sectores progresistas, la idea de defender nuestros derechos sociales, políticos y civiles de las políticas de austeridad va de la mano del reconocimiento de ciertos derechos para las personas migrantes. El problema no es que haya flujos migratorios pero que las personas migrantes no tengan derecho a organizarse, a recibir el mismo salario, a votar… El problema es la interpretación neoliberal de la inmigración, no la inmigración en sí.
¿Qué futuro ves a los movimientos en solidaridad con las personas migrantes?
Con la criminalización de la solidaridad se ha intentado dividir a las organizaciones solidarias con las personas migrantes en ‘buenas’ —que aceptan las decisiones de la Unión Europea y los gobiernos nacionales— y ‘malas’ —aquellas que buscan y rescatan a gente en el Mediterráneo—. Pero creo que este intento de criminalización ya no busca la división. Ahora se ha empezado a criminalizar a grupos de gente normal que daban agua y comida a los migrantes y se les acusa de apoyar el tráfico ilegal de personas. Pero la respuesta a esta criminalización ha sido que se ha abierto la oportunidad de generar coaliciones más amplias entre aquellos grupos que entendían la solidaridad desde un punto de vista humanitario y aquellos que tienen visiones más radicales.
Algunos sectores de la izquierda institucional europea, como Aufstehen en Alemania, la Francia Insumisa o algunos sectores de Unidas Podemos, están cuestionando la libertad de movimiento de las personas, tanto dentro como fuera de la Unión Europea. ¿Puede una izquierda soberanista responder a los retos de un capitalismo globalizado?
Está claro que las decisiones ya se toman a nivel transnacional, y probablemente siempre se tomaron así. No hay soluciones exclusivamente nacionales para este tipo de problemas, como el de los riders o los Fridays for Future. La solidaridad internacional está presente en los discursos de estos movimientos. El argumento de que hay que volver al Estado-nación y proteger solamente a los ciudadanos propios es algo extremadamente marginal en los grupos de los que hemos hablado. Por supuesto, algo que siempre ha sido característico de los colectivos progresistas y del movimiento obrero en el pasado es que la solidaridad internacional no significa que se quiera abandonar la idea de que el Estado debe proveer ciertos derechos sociales. Pero reconocer esto no significa que las luchas a nivel transnacional deben ser “eliminadas”. Lo que está claro es que tanto los sindicatos, como el movimiento feminista o el ecologista tienen que actuar en todos los niveles posibles. También a nivel local, porque ciertos tipos de alternativas concretas se pueden crear a nivel local. Pero creo que los movimientos sociales progresistas entienden que uno no puede cerrarse en sus propias fronteras.
La fuerza de la izquierda siempre ha radicado en combinar las luchas por las libertades con las luchas por los derechos sociales
Hay voces en la izquierda que critican a los llamados nuevos movimientos sociales (feminismo, LGTBI+, ecologismo, pacifismo…) diciendo que su énfasis en la diversidad ha dividido lo que antes era un sujeto político organizado en torno a la identidad de clase y, además, les acusan de situar el conflicto político en campos meramente simbólicos, dejando de lado luchas más estructurales. ¿Cuál es su opinión sobre este debate?
Creo que debemos superar esta distinción. Tradicionalmente, la izquierda ha combinado estos dos temas, los relacionados con los nuevos movimientos sociales como los derechos civiles, los derechos de las mujeres, y los relacionados con los derechos sociales. La fuerza de la izquierda siempre ha radicado en combinar las luchas por las libertades con las luchas por los derechos sociales. Además, no creo que sea cierto que las clases medias son las que apoyan los derechos civiles y las clases populares sean conservadoras en lo que se refiere a los derechos civiles y solamente defiendan los derechos sociales. Además, ambos elementos han ido históricamente de la mano en el desarrollo de la consciencia de clase y ha sido el movimiento obrero quien ha estado en el centro de todos los avances relacionados con la libertad de expresión, los derechos democráticos y demás.
Donde creo que radica el problema es en que los partidos del centro-izquierda se han creído que tenían que atraer a las clases medias, dejando de lado a la clase trabajadora
Donde creo que radica el problema es en que los partidos del centro-izquierda se han creído que tenían que atraer a las clases medias, dejando de lado a la clase trabajadora porque estaba en descenso o había sido cooptada. Así que llegaron a la conclusión de que tenían que escoger entre los dos tipos de derechos, que se tenían que olvidar de los derechos sociales y, en su lugar, centrarse en los derechos civiles. Pero yo creo que no se trata de escoger entre ambos, sino en combinarlos. No es cierto que el movimiento feminista se haya centrado exclusivamente en los derechos civiles y dejado de lado los temas sociales. Los nuevos movimientos sociales siempre han tenido una dimensión social. Así que creo que pensar que las fuerzas progresistas pueden centrarse solamente en los derechos sociales o los derechos civiles es un error. Lo que nos ha enseñado el pasado es que la izquierda es más fuerte cuando combina ambas luchas.
Dos de las movilizaciones más importantes en España han sido organizadas por el movimiento feminista y el LGTBI+. ¿A qué cree que se debe su éxito?
Lo que he visto en mi investigación es que el éxito tanto del movimiento feminista como del LGTBQ radica en su capacidad para innovar. En mis estudios sobre el movimiento Ni Una Menos en América Latina, que posteriormente se expandió sobre todo en Europa del sur, me llamó la atención su capacidad para involucrar a una nueva generación de activistas muy jóvenes gracias al desarrollo de nuevas formas de acción y de organización capaces de integrar los gustos, las habilidades y la capacidad de esta nueva generación. Este tipo de pragmatismo, la capacidad de innovar pero también ser consciente de que, si quieres ganar, tienes que construir alianzas con otros grupos para aprender del pasado y llegar a otros sectores. Algo que tiene esta generación que no tenía la mía es la capacidad de ser radical, pero también pragmática, cuando tiene que conseguir sus objetivos a través de políticas de alianzas. Además, esta generación ha sabido observar la realidad y combinar demandas tanto de tipo civil como social. Han sido capaces de subrayar que la lucha no es solamente contra el patriarcado sino también contra el neoliberalismo, y han sabido mostrar esa relación entre el Estado y los mercados que crea unas actitudes neoconservadoras que limitan nuestras libertades. Mientras durante los años boyantes del neoliberalismo se creía que la libertad de mercado iba de la mano de las libertades de las mujeres, las minorías sexuales y étnicas y demás, ahora vemos que esto no es cierto. Si miramos a Hungría, Turquía, Italia, etc., podemos ver que el populismo de derechas combina unos valores neoconservadores de ataque a los derechos civiles con una actitud neoliberal con respecto a los mercados.
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