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Turismo
Cómo terminar con la turistificación sin renunciar al turismo

Las movilizaciones contra el turismo se paralizarán durante dos meses porque los manifestantes se van de vacaciones. Así titulaba recientemente El Mundo Today uno de sus artículos a propósito de la contradicción en la que se mueven muchos y muchas de los que hoy critican los excesos de la turistificación. Estamos en contra de la masificación de nuestros territorios, pero también queremos movernos, viajar y ver mundo. Cómo criticar el turismo cuando uno también es turista, o cómo limitar el turismo sin caer en el elitismo de que solo viajen los ricos, son preguntas que llevamos tiempo haciéndonos a propósito del debate sobre un sector que se ha convertido en un problema.
La organización Alba Sud, dedicada a un análisis crítico del fenómeno turístico, celebró la semana pasada en Barcelona su Escuela de Verano, un foro centrado en pensar alternativas progresistas a una política turística hoy día dirigida casi en exclusiva a engordar las cuentas de resultados de una industria que no deja de crecer, y que en 2024 aportó el 13% del PIB en España.
Ni virtuosismo moral ni responsabilidad individual
En Alba Sud rechazan un enfoque de “turismo responsable” basado exclusivamente en la responsabilidad individual de consumidores con conciencia. Recuerdan que las vacaciones fueron una de las grandes conquistas del movimiento obrero en el siglo XX, y por eso llevan años investigando sobre cómo defender el derecho al tiempo libre sin con ello seguir inflando una turistificación que expulsa a gentes de sus casas, masifica los lugares más demandados y consume una ingente cantidad de energía, agua y territorio. Una industria que además tiene en su base un empleo generalmente temporal y mal pagado. “Se trata de replantear el sujeto de la política turística, de las empresas a las personas” apunta Carla Izcara, integrante de Alba Sud.
La investigadora explica que el que el grueso de los fondos públicos se va hoy día a financiar infraestructuras, vuelos baratos, trenes de alta velocidad o grandes eventos que atraigan turistas, pero apenas a garantizar que todo el mundo tenga al menos una semana de vacaciones al año fuera de su casa, algo que no se pueden permitir el 33% de los ciudadanos en España, y casi la mitad de la población en comunidades como Andalucía.
“Incluso los viajes del IMSERSO, que son de lo poco que tenemos hoy de turismo social, están más pensados para llenar los hoteles en temporadas bajas que para que la gente mayor disfrute de vacaciones” explica Izcara, que también apunta que este servicio, a pesar de estar muy subvencionado, no llega “al escalón más bajo de la clase trabajadora”. Un escalón muchas veces ocupado por los propios empleados y empleadas de la industria turística.
Desde Alba Sud consideran que las salidas que hoy están sobre mesa al problema de la masificación son igualmente indeseables, ya que están basadas en la “elitización” de la actividad
La investigadora apunta a Francia como uno de los países europeos donde se sigue conservando una dimensión algo más social del turismo por parte del Estado, con viajes subvencionados a los jóvenes, y otras iniciativas para garantizar el acceso de todo el mundo a unos días de descanso fuera de sus casas.
Desde Alba Sud consideran que las salidas que hoy están sobre mesa al problema de la masificación son igualmente indeseables, ya que están basadas en la “elitización” de la actividad, es decir, en limitar el turismo por abajo y no por arriba, poner fin al low cost, y que solo viajen los más pudientes. “Turismo de calidad es un eufemismo para hablar de turismo para ricos, y no hay ricos para todos” explica Ernest Cañada, investigador de Alba Sud, sobre una solución que parece estar abriéndose paso en todas partes, y que advierte la izquierda no puede comprar acríticamente. En opinión del investigador, la competición por especializarse en turistas de gama alta supone transferir más recursos públicos a la industria turística, en lugar de invertirlos en ofrecer un turismo popular adaptado a los límites ecológicos del planeta.
Mirar a Latinoamérica
Con sede en Barcelona, pero una gran parte de su actividad e integrantes en Latinoamérica, Alba Sud mira con interés algunas de las experiencias desarrolladas en Latinoamérica, como el Plan Nacional de Turismo Comunitario lanzado en México por el Gobierno de Claudia Sheinbaum. El proyecto quiere promover un turismo gestionado desde lo local, a pequeña escala, en el que la actividad turística sea complementaria, pero no sustitutiva de otras formas de vida como la agricultura y la ganadería. El Plan también pretende que los beneficios del turismo reviertan en la propia comunidad y no acaben en manos de grandes cadenas hoteleras multinacionales.
En Alba Sud también ponen atención a los grandes complejos de Brasil y Argentina dedicados al turismo social, a precios populares, y con variedad de actividades deportivas y culturales para los huéspedes. “No es verdad que el turismo social tenga que ser algo cutre. La paradoja de Europa es que aquí nació el turismo social, pero hoy día está muy de capa caída”, explica Cañada.
Ejemplo de este declive del turismo social en nuestro país sería por ejemplo la situación de las antiguas ciudades de vacaciones edificadas por el franquismo en Perlora, Asturies, abandonada y a la espera de una nueva vida, todo apunta fuera de lo público, y la de Marbella, Málaga, en vías de privatización y desmantelamiento.
Iván Miró, del movimiento cooperativista barcelonés, presente en la Escuela, también planteó propuestas a la ofensiva como reivindicar el traspaso a la economía social de concesiones públicas a hoteles privados, con vistas así a crear un sector turístico alternativo, regido desde otros criterios.

Turismo de proximidad
Izcara apunta al “turismo de proximidad” como una alternativa popular y más ecológica a los destinos lejanos y exóticos a los que solo es posible llegar en avión, y también con vistas a descongestionar y redistribuir el turismo. Vías verdes, bosques, montes, ríos, embalses, playas, piscinas, parques o áreas recreativas preparadas para el uso y disfrute de la comunidad, son algunas de esas alternativas para un turismo de proximidad, recurrente, al que se pueda llegar incluso en transporte público, sin necesidad de vehículo privado. “Vacances en familia”, el programa de la Generalitat de Catalunya para promover el turismo interior a precios asequibles a través de la red de albergues catalana es un ejemplo de ese turismo de proximidad que puede funcionar además como un elemento positivo para las economías locales.
El abandono de algunos de estos espacios, muy concurridos en verano, es a veces la mejor muestra de los criterios clasistas de una administración que destina grandes recursos públicos a atraer turistas extranjeros, mientras no es capaz de arreglar un área recreativa con mesas y parrillas, construir una playa fluvial, mejorar el entorno de una piscina de pueblo o de barrio, o programar un cine al aire libre en una plaza. En opinión de Izcara las administraciones públicas deberían destinar más recursos a hacer atractivos y accesibles espacios cercanos “para el deporte, la naturaleza o simplemente estar descansando y vagueando”. La parrilla y el picnic dominguero fueron precisamente dos de las prácticas de ese turismo de proximidad que el antropólogo Sergi Yanes reivindicó en la Escuela, frente a la idea de “un ocio siempre productivo” en el que “todo el tiempo hay que estar haciendo cosas”.
"El turismo es simplemente ocio con desplazamiento, y eso se puede organizar desde los criterios del capital, pero también desde las necesidades de la mayoría social”, Ernest Cañada, investigador de Alba Sud
Unos usos espontáneos de los espacios naturales y urbanos que choca a menudo con unos poderes públicos que prohíben cumpleaños y encuentros de amigos en parques y playas, sancionan a los jóvenes que beben en plazas y parques, fuera de las terrazas, y limitan el juego de la infancia a áreas muy acotadas, en lugar de pensar la ciudad como “algo jugable”, un concepto que defiende Maria Truñó, de la Aliança Educació 360. ¿Qué sería esa ciudad jugable? Un hábitat más seguro, con más espacio público y menos coches, en el que los niñas y niñas tienen una mayor autonomía para moverse sin la necesidad adultos, algo especialmente útil en periodos vacacionales, cuando, como explicó Truñó, “se disparan las desigualdades entre los niños y niñas que pueden disfrutar de unas buenas vacaciones, y los que se pasan esas semanas pegados a las pantallas”.
"Si tenemos ciudades más vivibles y jornadas laborales más reducidas quizá no tengamos tanta necesidad de huir cada vez que hay oportunidad”, reflexiona Izcara frente a un mercado que ha equiparado vacaciones con industria turística. “El turismo es simplemente ocio con desplazamiento, y eso se puede organizar desde los criterios del capital, pero también desde las necesidades de la mayoría social” concluye Cañada, para el que las izquierdas no pueden seguir sin pensar y formular su propia política turística.