Opinión
Mayo del 68 en España: el caso de Bandera Roja

El autor defiende la trayectoria de Bandera Roja, un grupo que se caracterizó por la rebaja de la doctrina ideológica en un periodo de grandes certezas.

Pegatina histórica Boicot al referéndum
Pegatina de los años 70 de la Organización Comunista de España-Bandera Roja.

Es presidente del Observatori DESC -Derechos económicos, sociales y culturales.

13 may 2018 06:05

El mayo francés se inició en el ámbito universitario de París y sus protagonistas fueron colectivos anarquistas, situacionistas y núcleos radicalizados de la UNEF, el potente sindicato estudiantil en Nanterre primero, en marzo, y en abril/mayo la movilización se concentró en el Quartier Latin y su punto central la Sorbonne.

Los grupos de extrema izquierda, troskistas, maoístas, consejistas y autogestionarios (PSU) aportaron ideología política revolucionaria clásica, más o menos “comunista” pero críticos con los Partidos Comunistas legales e institucionales.

El conjunto de los miles de estudiantes tenían en su mayoría tenías ideas muy diversas y elementales. La guerra del Vietnam y el mito del Che Guevara. La casi desconocida Revolución cultural china y otro mito, la revolución de 1917 rusa y la Tercera internacional. El movimiento universitario de Berkeley (California) y la emergencia de los afroamericanos, con sus líderes como Angela Davis. Y obviamente la tradición revolucionaria francesa: 1789, 1848, la commune de 1871, el Frente Popular de 1936 y la movilización social de las clases trabajadoras, que en 1945 exigieron las transformaciones propias del “welfare state” según el programa del Consejo Nacional de la Resistencia (reconocimiento de los sindicatos, Seguridad Social, etc).

Francia a finales de los 60 se aburría, se habían multiplicado los conflictos sociales, la indignación por la guerra vietnamista había sido dado lugar a manifestaciones masivas y que se confrontaban con el aparato policial y en las Universidades el pensamiento radical era dominante.

El malestar de las nuevas generaciones, un sistema institucional rígido, una sociedad clasista, el gobierno presidido por el General De Gaulle conservador y sin ilusiones de cambio. El pensamiento de las minorías activas se inspiraban en personajes muy heterogéneos. Sartre y Althuser, André Gorz y Guy Debord (líder situacionista), Marcuse y Lefebvre, Lenin y Trosky, Gramsci y Mao, Rosa Luxemburg y Dutchke. Muchas y diversas ideas pero no un proyecto político. Un movimiento más expresivo que estratégico. Más presencial y vital que conquistar el poder.

El discurso revolucionario se inspiraba de las grandes revoluciones, como la francesa o la rusa sin programa revolucionario. La realidad era otra, sin saberlo estaban haciendo una revolución cultural y generacional a la que se añadía una movilización enorme de las clases trabajadoras, con 10 millones de huelguistas y centenares de fábricas e instituciones ocupadas. No fue la revolución soñada fue una revolución cultural democratizadora y un conjunto de conquistas sociales de las clases populares.

Impacto en España

El mayo francés tuvo impacto en la opinión pública española más o menos politizada, y quizás un poco mayor en Cataluña, especialmente entre los sectores intelectuales y profesionales y en el medio universitario y de Comisiones Obreras. A diferencia del PC francés que fue entre reticente y en muchos casos muy crítico, al límite de la denuncia, el PCE y sobretodo el PSUC, simpatizó con la movilización de los estudiantes, especialmente la militancia.

Sin embargo a finales de lo 60 la represión de la dictadura había casi destruido el Sindicato democrático de los estudiantes y debilitado a las organizaciones del PSUC, en la Universidad y CC OO. Pero seguía siendo con mucho la izquierda hegemónica y con mayor capacidad movilizadora. Su política democrática, unitaria y pacífica tenía un discurso moderado y aparecía ante los estudiantes radicales y jóvenes activistas en algunas fábricas y barrios populares como poco revolucionario.

En estos años aparecieron o se hicieron más activas organizaciones radicales, muy doctrinarias y en algunos casos con tendencias a la violencia. Algunas escindidas o con vocación “comunista” como el PCI, el PC m-l y FRAP (marxista-leninistas y maoistas), el Movimiento Comunista (maoísta menos dogmático), la Liga Comunista Revolucionaria (troskista), Acción Comunista y OICE (consejistas) Y otras de origen libertario como los MIL, los Che-chos y algunos grupos desgajados de la ORT.

Jóvenes más radicalizados, estudiantes o jóvenes trabajadores en algunas empresas y barrios populares, fueron atraídos por estas organizaciones que proclamaban la revolución y la acción directa, funcionaban con catecismos doctrinarios y en bastantes casos como sectas.

Al cabo de un tiempo los militantes se cansaban del ideologismo dogmático y la mayoría rechazaban la violencia por realismo político y por el rechazo de la mayoría de los medios en que intentaban implantarse. A lo que se añadían las confrontaciones internas por ideología o por autoritarismo. Nada que ver con el Mayo francés. Lo que en París era una movilización imaginativa, diversa y más bien lúdica, era todo lo contrario en las organizaciones ultra izquierdistas de finales de los 60 en España.

Lo que fue una explosión de ideas e iniciativas en Francia en estas organizaciones “revolucionarias” españolas fueron dogmas y proclamas en el vacío. La mayoría de los militantes y cuadros o bien se iban al PCE o el PSUC, o a las organizaciones sociales (como CC OO, asociaciones vecinales, etc) o simplemente se apartaban de la actividad política.

Bandera Roja fue seguramente la organización más propia del ambiente o del espíritu del Mayo francés. Nació en setiembre de 1968. Sus fundadores procedían del PSUC, algunos de ellos fueron separados o expulsados del Partido por expresar ideas de Fernando Claudín y Jorge Semprún, dirigentes del PCE.

Bandera Roja (BR) se caracterizó por el escaso doctrinarismo ideológico y por su realismo político. La acción política en los frentes sociales: universidades, barrios, escuelas e institutos, fábricas con núcleos sindicalistas combativos, profesionales jóvenes y activos. La acción política se adaptaba a la coyuntura, a las relaciones de fuerza y a las condiciones del entorno. El lenguaje era claro, entendible para la gente y con buen humor dentro de lo posible.

El ambiente de los BR acostumbraba a ser optimista, poco dramático y con una aroma lúdico. BR nació con algunas decenas de militantes, mayoritariamente de jóvenes, de menos de 30 años y cuando se desarrolló rápidamente a inicios de los 70 integró cuadros más veteranos, de los cuales la mayoría no superaban los 40. Apareció como algo fresco, con ideas mezcladas. Se evitó casi siempre el conflicto ideológico. Y cuando percibió que el franquismo se hundía y la ciudadanía empezaba a movilizarse, una gran parte de la organización de Cataluña de BR optó por el PSUC, el cual fue el promotor de la “Assemblea de Catalunya” como marco movilizador del combate democrático. La historia de Bandera Roja con aroma del Mayo francés terminó a mediados de 1974.

El fin de BR no provocó inicialmente el desencanto, fue una opción realista. De mantenerse se hubiera tendido al “vanguardismo” sin una base social amplia, fuera del escenario político e institucional y sin llegar a la opinión pública como ocurrió con las organizaciones izquierdistas. Aportó cuadros políticos y sindicalistas, profesionales y universitarios al PSUC el cual en los años de la transición fue tan potente como los socialistas y el centro derecha (UCD, Convergencia). Y contribuyó más específicamente a la integración de una parte importante de “Cristianos por el socialismo” con su líder Alfonso Comín.

También dio bases teórico-políticas y una práctica más desarrollada del derecho a la ciudad, la explotación mediante la desigualdad de la reproducción social y la movilización barrial, reivindicativa y política. Y relativizó la ideología “comunista o marxista-leninista” mediante la radicalización de la democracia y el pluralismo de las ideas que se concretó como “eurocomunista”, un concepto además de vago, demasiado próximo a la socialdemocracia para gran parte de la militancia tradicional y demasiado “comunista” para ser considerado como no del todo democrático para la opinión pública dominante.

El final del franquismo y la transición no fue todo lo que queríamos pero tampoco fue el continuismo de la dictadura

Paradójicamente, el proceso democratizador impulsado desde la sociedad por el PSUC (y el PCE) fue relativamente marginado por el sistema de partidos, por la derecha y los socialistas. Se creó una democracia representativa oligárquica y se mantuvieron en el poder político-administrativo y económico gran parte de las ideas y los aparatos del franquismo. Si no se hubiera suicidado el PSUC hubiera podido ser una fuerza política como un BR a gran escala y habría removido las aguas turbias y estancadas de la democratización en gran parte frustrada.

El desencanto y la nostalgia del Mayo 68 de las decenas de centenares de miles, la mayoría jóvenes, se inició el mes de junio del 68. No fue la revolución deseada pero revolución fue real, removió la sociedad y las instituciones, se aprobaron leyes significativas como el aborto, se aumentaron los salarios hasta el 35% de los trabajadores, los estudiantes fueron reconocidos por las autoridades, la ecología se hizo política, etc.

Y en 1981 las izquierdas conquistan la presidencia con Mitterrand y con un programa “Ruptura con el capitalismo”. Hubo un nuevo desencanto, pero hubo progresos sociales y políticos, como la descentralización. La nostalgia siempre acompaña a las izquierdas, como la esperanza.

En España el avance que representó la democracia representativa una vez consolidada en los años 80 frustró la continuidad del avance de una democratización profunda, republicana y depuradora de los aparatos continuistas, como la Judicatura y que ahora se ha hecho patente.

El malestar creciente arraigó entre la juventud y explotó con el 11 mayo de 2011. En España fue un momento histórico de politización de decenas de miles de jóvenes tanto en los barrios y empresas como en las universidades y los colegios profesionales.

El final del franquismo y la transición no fue todo lo que queríamos pero tampoco fue el continuismo de la dictadura. Las generaciones jóvenes no conocieron el franquismo y como en el mayo francés lo conseguido les parecía, con razón, que no era suficiente. El presente era precario, el futuro incierto, el reconocimiento por parte de las élites no se les reconocía. La injusticia social, la corrupción y el fraude de la política institucional y del poder económico y el creciente autoritarismo represor provocaron la reacción de los “indignados”. Les habían secuestrado las ilusiones, las encontraron saliendo juntos a la calle.

¿Hubo influencia esa generación en la política actual? El 15M, los indignados, la emergencia de nuevas fuerzas políticas, la diversidad de las movilizaciones sociales y culturales, el independentismo catalán, el internacionalismo solidario de tantas ONG, etc son un equivalente del 68 y años posteriores.

No creo que haya un vínculo ideológico, político o organizativo entre el 68 y el presente. Cada momento histórico y cada generación política tiene que inventar su proyecto colectivo. En el 68 promovieron cambios en la vida de la ciudadanía aunque el discurso político revolucionario era como máximo un mito movilizador. Actualmente hay movilizaciones culturales y sociales existen pero tampoco tienen proyecto político, por lo menos no es hegemónico ni mucho menos. Pero a medio término se irá construyendo, por lo menos es de esperar. Sin esperanza no se resiste.

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