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Fascismo
“El fascismo es alegría, camaradas”
El pasado sábado 13 de febrero veíamos en los medios de comunicación cómo un conjunto de unos 300 individuos, integrado por falangistas y grupos neonazis, paseaba por las calles de Madrid homenajeando a la División Azul. Las imágenes causaron mucho revuelo (como debería ser normal en una sociedad que se supone democrática), aunque posteriormente hemos sabido que la movilización/homenaje controvertida ocurre todos los años.
Como he apuntado más arriba, a la manifestación acudieron grupos neonazis (exhibiendo sus correspondientes símbolos y banderas) y el acto concluía en el cementerio de la Almudena en el que nos podemos encontrar con un monolito que recuerda a aquellas personas que lucharon del lado del fascismo y bajo las órdenes del mismísimo Adolf Hitler en la batalla de Krasny Bor. Aunque pase desapercibido por lo que en el acto ocurrió, el hecho de que exista dicho monolito en un espacio público, como es un cementerio, resulta de por sí criticable, dejando al Estado Español en evidencia (una vez más) ante los demás Estados Europeos en lo que al señalamiento del fascismo se refiere. Mientras se homenajea a franquistas que lucharon en las filas del nacionalsocialismo se olvida a aquellos militantes convencidos que viajaron a Rusia y a Francia, entre otros destinos, para luchar contra el avance del fascismo.
Pero sin duda, lo más abominable que pudimos ver en la manifestación fueron los bochornosos e inquietantes discursos de dos personajes que se cubrieron de auténtica gloria. El primero de ellos, Ignacio Menéndez, conocido por ser abogado defensor de uno de los asesinos de Atocha, hizo un llamamiento al incumplimiento de las medidas sanitarias y compartió la concepción que del fascismo tiene, expresando que “el fascismo es alegría”. Que les pregunten a los familiares de todos los muertos que ha dejado a su paso el fascismo tanto en España, con numerosos cadáveres todavía bajo tierra en cunetas, como en toda Europa, si el sentimiento que se les viene a la cabeza cuando piensan en el fascismo es precisamente el de alegría.
La segunda persona que nos deleitó con sus palabras es una tal Isabel Peralta, de 18 años, que en una entrevista posterior se declaraba como amante del fascismo desde los 13 años y admiradora de Hitler. Esta mujer, que por suerte no representa a las jóvenes que luchan día a día por salir adelante y cambiar el estado de cosas en España hacia un horizonte totalmente legítimo, vertió comentarios antisemitas señalando a la comunidad judía directamente como “enemiga” de “debilitar y liquidar a España y Europa”. La Fiscalía ya ha anunciado que va a investigar estas proclamas antisemitas. Viendo las imágenes incluso me daba la risa por lo absurdo de ambas intervenciones; risa que se esfumaba al instante cuando reparaba en el contenido de los discursos.
Ha llamado mi atención la nula presencia policial en la manifestación que no suele ser tal cuando otros colectivos, normalmente de izquierdas, convocan movilizaciones en las que por supuesto no se homenajean a esbirros del fascismo y asesinos de antifascistas. También llamó mi atención el incumplimiento de las medidas sanitarias. No pude resistirme a recordar cómo hace meses grupos de adinerados del Barrio de Salamanca madrileño salieron a golpe de cazuela y palo de golf en busca de libertad, mientras los barrios de clase trabajadora de Madrid se llevaban la peor parte de la pandemia. Considero que las casualidades existen pero tal vez hayamos visto demasiadas y por ello algunos cuestionemos los criterios que maneja la policía para decidir qué manifestaciones requieren de presencia policial y cuáles no. Por supuesto no eximo de responsabilidad a la Delegación del Gobierno que permitió la manifestación.
Últimamente ha salido a la palestra el interesante pero inabordable, en estas líneas por lo menos, debate jurídico sobre los límites de la libertad de expresión que en opinión de algunos incluso no debería contar con ninguno. Pues bien, yo pienso que sí tiene que tener límites y los acontecimientos más arriba descritos son buena prueba de ello. Es inadmisible que proclamas antisemitas o exaltadoras de cualquier régimen fascista pudieran tener amparo en la libertad de expresión tal y como está reconocida en la Constitución Española (en el artículo 20.1.a), pues esta, así lo ha expresado el Tribunal Constitucional, no es absoluta y no debe serlo. Está claro que la libertad de expresión sólo se vuelve contra aquellos que denuncian las irregularidades de una institución putrefacta como la Corona, cuando se denuncian torturas que se han dado en comisarías y cárceles españolas o los asesinatos de los GAL. En definitiva no se reconoce para periodistas, artistas, titiriteros, raperos y músicos que se atreven a denunciar las injusticias que se dan en todo el Estado Español pero sí a los causantes de dichas injusticias.