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Educación
Maria Uriarte: “Las palabras se agotan por el mal uso y no reconoces su aroma”
María Uriarte enseña euskera en la escuela pública vasca y completa su “jornada garbancera” en Etxegiroan, una productora de audioliteratura.
La más esperada, la ‘maría’ del colegio. Todas las clases la quieren. Y siempre repite allá por donde pasa. Sus lecturas, su voz, su pasión, encandilan. María Uriarte (Elorrio, 1966) enseña euskera en la escuela pública vasca y completa su “jornada garbancera” en Etxegiroan (etxegiroan.eus), la productora de audioliteratura que ha montado en casa con Tomás, su compañero y técnico de sonido.
Ha comenzado el curso. Mascarillas, distancias…
¡Y aire libre! Hoy, en la escuela, hemos ido a un parque de Abadiño y les he leído bajo un árbol, frente al río. Y lo que pasa ahí es muy gordo, se crea una tela de araña invisible, como una red que nos acoge a todos y nos embruja.
A ti también.
Sí. Me hechizo cuando leo. El texto me seduce y la lectura misma me hace entrar en un mundo que, seguramente, también atrapa a quienes escuchan. No busco un libro, busco una sensación. ¡Como si fueras una diana y se te clavara una flecha en el centro del sentir! Y eso te abre mundos.
Explorar, descubrir.
Hay que fomentar la educación al aire libre. Es adonde tenemos que ir, a posar la mirada en la naturaleza. En la radio de nuestra escuela hablan del tiempo que va a hacer, del menú del comedor… y, al final, es un Teleberri. Pero la vida, retransmitir la vida, también es contar qué les sucede a los árboles y a los animales. No somos los únicos seres vivos de este planeta, no todo es asfalto.
No busco un libro, busco una sensación, abrir mundos
Hay otros puntos de vista.
La literatura abre ventanas, permite mirar desde diferentes sitios. Y te hace construir o imaginar personas, situaciones, relaciones. La literatura ofrece tal diversidad a cualquiera que solo por eso ya me parece provechosa. Y, además, mostrar ecosistemas diversos amplía las posibilidades de una persona que está creciendo.
¿Se nota cuándo las lecturas calan?
Claro. Cuando leo a solas o ante un micrófono es otra cosa. Pero desde que hace tres años empecé a leer en voz alta en las escuelas, a ver las caras, los ojos, las expresiones, y a notar el silencio cómplice, es un subidón. Compartes algo muy, muy, especial.
¿Y siempre sucede?
Estos días, por ejemplo, les decía a los alumnos, justo antes de ponerme a leer, que no importa si se tumban y duermen, si se despistan observando la hierba o las nubes. Se trata de que haya un atisbo de placer, de gozo. Aunque sea por, ¡ostras!, el miedo que has pasado. Crear alguna emoción, eso es lo que más me gusta. Aunque, sí, también hay gente que no lo siente. Por lo que sea. Y no pasa nada.
Las palabras, primero.
Sí. Las palabras son importantes, pero también cómo se ha hecho su costura. Las palabras se tejen y llevan ideas, historias, metáforas, sonidos. De todas maneras, me gustan tanto como el silencio. A la hora de leer, los silencios, las pausas, también importan. ¿Sabes qué me pasa con las palabras? Se agotan con el mal uso, a veces cambian tanto que no reconoces su aroma, su esencia, su magia. La palabra “respeto”, “libertad”… Se tergiversan, justifican mentiras. No pierden el sentido sino que te cansan y ya no percibes todo lo que podría llegarte a través de su respiración.
¿Alguna favorita?
Mmm... En euskera, por ejemplo, me gusta mucho la palabra “samurra”, que sirve tanto para decir fácil como tierna. Se la escuchaba a mi padre y me llega hasta dentro. Y, en castellano, la palabra “bosque”. O “nobleza”, en el sentido de ennoblecer, dignificar, honrar.
Leer, recitar, narrar, contar…
Yo leo. Me cuesta más contar o recitar porque siento que tienes que tener otras habilidades. Soy lectora. Y hubo un tiempo en el que me parecía muy chulo lo de ganarme la vida como lectora por horas.
Sería un buen trabajo.
Sin duda. Siempre me he preguntado qué es lo que me remueve. Y, al final, este verano, de repente, he caído en que me apasionan los niños, estar a su lado, en su lenguaje, manera y expresión. ¿Y dónde están? En la escuela, en la institución. Entonces, estoy donde tengo que estar. Esa es la certeza que he tenido. No tengo que hacer nada especial, ni irme a ningún lado. Solo estar ahí, con ellos.